El director y la estrella de Hollywood se enamoraron cuando se conocieron en 1942, tuvieron una boda atípica, y años después salieron a la luz misivas que el realizador de El ciudadano le había enviado a la protagonista de Gilda que tenían detalles poco conocidos de su vínculo
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Orson Welles quedó deslumbrado por la belleza y el magnetismo de Rita Hayworth luego de ver, en la portada de la revista Life, una foto de la actriz, quien en ese mismo año, 1942, estaba en boca de todos por su trabajo en el musical de William A. Seiter, Bailando nace el amor, que había coprotagonizado con Fred Astaire. Según la biógrafa de la actriz oriunda de Brooklyn, Barbara Leaming, Orson se había enamorado con tan solo esa imagen, precisamente aquello que a Hayworth le provocaba un desencanto con los hombres, quienes construían un ideal sobre su persona que estaba muy alejado de lo que ella era en realidad, como bien asentó tiempo después con el impacto que tuvo su icónico rol en Gilda. Sin embargo, con el director y actor de El ciudadano el panorama iba a ser diferente.
“Orson vio esa imagen y se propuso conocerla verdaderamente”, remarcó Leaming, quien aseguró que el realizador estaba “comprometido” con la posibilidad de ver a Rita, de poder hablar con ella. Hayworth, una persona extremadamente tímida por fuera del brillo de la industria, accedió a una cita con ese hombre con el que forjaría una relación de mucha intimidad. Para ella, Welles era sinónimo de protección, su confidente, una de las pocas figuras a las que le confió los secretos de una niñez abusiva. Para el actor, Rita representaba la mujer de sus sueños y por eso no había bajado los brazos hasta obtener esa primera cita que lo cambió todo. “Cinco semanas me costó que Rita atendiese mis llamadas telefónicas, pero una vez que lo hizo, salimos aquella misma noche”, le contó el realizador a su biógrafa. “Ella no quería ser una estrella. Ser una estrella no le generaba ni un solo momento de placer. No le gustaba ser Rita Hayworth”, evocó el director de Sed de mal.
Una boda que se oponía a la rutilancia de Hollywood
La tempestividad del vínculo comenzó a vislumbrarse cuando Welles y Hayworth se casaron un año después de su primera cita. Así, la actriz estaba apostando a un nuevo matrimonio tras su unión con el empresario Edward Charles Judson, que se había disuelto precisamente el mismo año en que conoció al realizador, quien también venía de un divorcio y de una relación tormentosa con la intérprete mexicana Dolores del Río, quien se había cansado de las infidelidades del visionario cineasta. Según informes de la época, ni Rita ni Orson querían una boda ostentosa, ya que simplemente les interesaba oficializar ese lazo tan fuerte.
Esa decisión estaba ligada, en gran medida, a la personalidad reservada de la actriz, quien en una oportunidad declaró que sufría de “complejo de inferioridad”, lo que la conducía a retraerse en el plano social. Cuando la cámara se encendía, en tanto, la historia era otra. En el momento en que decidieron casarse, Hayworth se encontraba filmando el largometraje de Charles Vidor, Las modelos. Orson pasó por el set en el horario de almuerzo de su pareja para proponerle un festejo muy íntimo. “Nunca había visto a una pareja tan adorable”, declaró años después la secretaria Shifra Haran en diálogo con la biógrafa de Hawyorth. La mujer aseguró que ambos estaban “absolutamente felices” del paso que iban a dar, aunque luego surgirían otras versiones sobre esa boda.
En esa misma época, la actriz era parte del programa de variedades de Welles, The Mercury Wonder Show, que tenía en sus filas a grandes figuras como Joseph Cotten -también productor del espectáculo- y a Agnes Moorehead, dos extraordinarios intérpretes que habían formado parte de una de las mejores películas de Welles, The Magnificent Ambersons. La pareja había mantenido en secreto su deseo de casarse, por lo que lo compartieron con sus colegas un día antes de la ceremonia civil, que se llevó a cabo el 7 de diciembre de 1943, con Cotten oficiando de padrino. Rita tenía 24 años y Orson, 28. “La belleza y el cerebro”, fue el titular elegido por la prensa para aludir a esa unión, un modo reduccionista de describirlos, especialmente a Hayworth, quien sufría por el sexismo de la industria que le generaba sentimientos encontrados.
El nacimiento de su hija y la desilusión que empañó el vínculo
El vínculo parecía afianzarse con la llegada de Rebecca, la hija que tuvieron fruto de su relación el 17 de diciembre de 1944. Welles ya era padre de otra niña, Christopher Welles Feder, de su primer matrimonio con Virginia Nicolson, a quien Welles había dejado producto de su enamoramiento de Dolores del Río. La vida familiar de Hayworth y su segundo esposo empezó a perder el brillo al poco tiempo del nacimiento de su hija. De acuerdo al testimonio de la actriz, Welles “no quería ataduras”, disfrutaba de su libertad, y eso lo llevó, como ya había hecho en el pasado, a entablar vínculos extramatrimoniales. “Durante toda nuestra relación, él nunca mostró interés en asentarnos en algún lugar, en tener un hogar”, declaró Hayworth. “Cuando le sugerí comprar una casa, me dijo que no quería una responsabilidad tan grande”.
Asimismo, Welles fue mucho más duro con su esposa, cuando reconoció que haberse casado con ella no fue la mejor decisión. “El Sr. Welles me dijo que nunca se tendría que haber casado conmigo porque eso interfería en su estilo de vida, uno en el que priorizaba la libertad”, apuntó la actriz, quien pidió la custodia de su hija, la que finalmente obtuvo. Años más tarde, Orson reconocería que en esa época de su vida estaba “obsesionado con el trabajo” y que le ofuscaba “la dependencia” que Hayworth tenía de él. “Cuando volvía a casa me encontraba con Rita llorando, y era espantoso”. Esos momentos angustiantes que vivía la actriz no eran infundados. Welles se encontraba en una relación paralela con Judy Garland, además de otras conquistas que Rita no pudo perdonar, a pesar del amor que sentía por él. Por lo tanto, tras los rodajes de Gilda y de La dama de Shanghái del propio Welles, la artista pidió el divorcio.
"Habría podido arreglar las cosas en un solo día, pero mi sensación de fracaso con ella había llegado a un punto de no retorno. Había hecho todo, pero me parecía que lo único que podía causarle era más sufrimiento"
Orson Welles, sobre Rita Hayworth
En ese segundo rodaje, Rita había intentado darle una oportunidad a su esposo y le dijo en un tramo de la filmación: “¿Sabés algo? La única felicidad que he tenido en la vida te la debo a ti”. De todas maneras, esa reconciliación momentánea no se prolongó en el tiempo. “Habría podido arreglar las cosas en un solo día, pero mi sensación de fracaso con ella había llegado a un punto de no retorno. Había hecho todo, pero me parecía que lo único que podía causarle era más sufrimiento. Estaba convencido de que otro hombre podía hacerla mucho más feliz y además me sentía muy culpable”, manifestó el cineasta sobre ese vínculo que, por un descubrimiento posterior, fue muy significativo para él.
“Sos mi vida entera”: las cartas de Orson Welles a Rita Hayworth
Luego del fallecimiento de la actriz, quien volvería a casarse tres veces más, se encontraron cartas en su bolso de maquillaje. Las misivas eran de Welles, quien le expresaba su afecto profusamente. “Eres mi vida, mi vida entera, no puedes siquiera imaginarte lo que significas para mí”, se pudo leer en uno de sus descargos epistolares en los que quedaba el descubierto el profundo amor que Orson sentía por su esposa, que de todos modos no le fue suficiente para estabilizarse en el plano personal.
En otra de las cartas, mencionaba la vulnerabilidad de Hayworth y sus deseos de protegerla, además de remarcar cómo había cambiado su cotidianidad desde que ella accedió a esa primera cita en la que se enamoraron. “Sos un rayo de luz, sos hermosa, desde que nos conocimos los días son más cortos. Te amo, tan simple como eso”, le escribió el artista en otra misiva que Rita guardó hasta el día de su muerte, acontecida el 14 de mayo de 1987, a los 68 años. “Orson fue el gran amor de mi vida”, declaró ella. “La seguí amando, ella fue la persona más encantadora y dulce en pisar este mundo”, aseguró él, quien pasó sus últimos días con la actriz y directora croata, Oja Kodar. Dos años antes de la muerte de su padre, más precisamente en 1985, Rebecca Welles intentó que él se acerque a su mamá, quien ya experimentaba síntomas de la enfermedad de Alzheimer, pero el cineasta estaba preocupado por el efecto que podía tener en su hija ese encuentro si ella no lo reconocía, como ya había sucedido.
En 1982, Welles vio a la actriz en un evento en el que cantaba Frank Sinatra. “Me acerqué a su mesa y estaba hermosa como siempre, muy calma, y no me reconoció en un principio”, recordó Welles. “Cuando empezamos a hablar, advirtió quién era y empezó a llorar tímidamente”, añadió el hombre que conoció ese duro pasado de Rita, con un padre abusivo y violento, cuyos actos la atormentarían hasta sus últimos días.
“Había mucho dolor en ella”, dijo Orson en una ocasión y sumo: “Era una persona maravillosa, yo fui el afortunado por haber pasado un tiempo de mi vida con ella”.
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