Olivia de Havilland: los 104 años de la última leyenda viva de Hollywood
A partir del sonado escándalo mediático que produjo la decisión de HBO Max de retirar temporalmente Lo que el viento se llevó de su catálogo para reponerlo unas semanas después, la historia de aquel film y su producción volvió al centro de la escena 71 años después de su estreno. Y mientras muchos opinaban a favor y en contra de la medida tomada por el sistema de streaming, la única protagonista viva de la película permaneció en silencio.
Olivia de Havilland, que hoy cumple 104 años, esta vez no opinó sobre el destino del film que marcó su exitosa carrera, ni tampoco habló sobre su papel, la inocente y buena Melanie Hamilton, cuya docilidad contrastaba con el efusivo temperamento de Scarlett O'Hara. Y lo cierto es que en la vida real de Havilland siempre fue más Scarlett que Melanie.
De hecho, aunque está retirada desde hace varias décadas la legendaria actriz ganadora de dos premios Oscar se volvió a convertir en noticia en 2018 cuando, a los 102 años, decidió ir en contra del poderoso productor Ryan Murphy. Fue por el retrato que se hizo de ella en la miniserie Feud, que relataba la rivalidad entre Joan Crawford (Jessica Lange) y Bette Davis (Susan Sarandon), y en la que De Havilland (interpretada por Catherine Zeta Jones) aparecía como una testigo privilegiada de la pelea.
En desacuerdo con la reconstrucción de aquella historia de Hollywood y su participación en ella, pero sobre todo de cómo se contaba su propia rivalidad con su hermana menor Joan Fontaine, De Havilland demandó al productor. Y aunque el reclamo no prosperó -a principios de 2019 la Corte Suprema estadounidense lo desestimó definitivamente-, lo cierto es que para muchos se trató de un buen recordatorio del carácter de la actriz.
Acostumbrada a pelear por lo suyo desde la infancia, cuando su madre solía ponerla a competir con su hermana, De Havilland fue una de las estrellas más rutilantes de Warner, estudios que manejaban su carrera con un férreo control que ella misma desafío en más de una oportunidad. Uno de sus reclamos más resonantes fue su enfrentamiento con Jack Warner para que la dejara trabajar con el productor David O. Selznick de un estudio rival, para poder participar de Lo que el viento se llevó.
"Estaba acostumbrada a los típicos papeles de chico conoce chica. Se enamoran, ¿la conseguirá o la familia de ella pondrá algún impedimento? Siempre era lo mismo. Pero Melanie pasa por la guerra, tiene hijos… ¡muere! Era un personaje que pasaba por todo tipo de experiencias, un gran espectro de emociones humanas fantástico para interpretar y yo estaba deseando hacerlo", contó De Havilland años después de haber conseguido el permiso que rara vez se otorgaba en el rígido sistema de estudios de los años 30 y 40.
Aquel desafío, de todos modos, le costó bastante caro. Cansada de los papeles que le proponían los estudios Warner, la actriz esperaba ansiosa el fin de su leonino contrato de siete años con ellos para avanzar en su carrera. Sin embargo, cuando el plazo estaba a punto de cumplirse los abogados de la empresa le impusieron una extensión -que equivalía a una suspensión sin goce de sueldo- de seis meses debido a los muchos proyectos que ella había rechazado hacer. Finalizado ese periodo, Warner volvió a utilizar la misma estrategia para mantenerla bajo su control.
"Te importaba mucho tu trabajo y te importaba el público", explicaba en una entrevista con Vanity Fair la actriz sobre aquellos años. "No querías disgustarle ni tampoco disgustarte a ti misma. Te importaba lo suficiente como para tolerar aquella especie de ostracismo porque no te estaba permitido cruzar las rejas del estudio durante lo que duraba la suspensión, y para quedarte sin sueldo durante un tiempo en el que, por supuesto, no podías ganar dinero en ningún otro lugar". Cuando parecía que el ciclo de castigo y extensión de contrato duraría para siempre, De Havilland dijo basta. Con las leyes de California de su lado -que estipulaban que "ningún empleador puede mantener a un empleado durante un contrato de más de siete años"-, la actriz demandó a los estudios Warner y el caso llegó a la Corte Suprema de ese estado.
El juicio De Havilland vs. Warner Bros. duró dos años y medio, entre 1943 y 1946, en los que la estrella no pudo filmar una sola película ni ganar un solo dólar. Y aun así persistió a pesar de que los abogados rivales la pintaban como una caprichosa, desagradecida que rechazaba todos los papeles que le proponían. Finalmente, después de un fallo a su favor, que Warner apeló hasta agotar las instancias legales, la actriz ganó el caso que desde aquel entonces se utiliza en la jurisprudencia de los Estados Unidos en donde es conocida como la "Ley De Havilland". Scarlett O'Hara habría estado orgullosa.
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