La actriz británica de 49 años está casada hace 23 con Ed Sinclair, un escritor con quien vivió una experiencia traumática que cambió su estilo de vida de manera radical
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Uno de los mejores discursos de aceptación de los premios Oscar de los últimos años fue el que brindó, en 2019, la británica Olivia Colman. Contra todos los pronósticos, la talentosa actriz obtuvo la estatuilla dorada por su interpretación de la reina Ana en el osado film de Yorgos Lanthimos, La favorita, incluso venciendo a Glenn Close, quien parecía lista para subir al escenario tras haber recibido ocho nominaciones a lo largo de su carrera.
La sorpresa de Coleman por su merecido triunfo se trasladó a ese discurso en el que la espontaneidad fue clave para encandilar a una audiencia que la aplaudió efusivamente y entre la que se encontraba su esposo, Ed Sinclair. Cuando llegó el momento de dedicarle el galardón, Olivia se quebró unos segundos al notar que su marido estaba, como ella misma, conteniendo las lágrimas. “Oh, va a llorar, va a llorar”, anunció la actriz mientras la cámara enfocaba a Sinclair tratando de disimular el llanto. Dos décadas antes de ese instante de compañerismo que quedó registrado para siempre, Colman y Sinclair se enamoraban estudiando, con la certeza de que su relación estaba destinada a perdurar.
Colman, quien nació en el distrito de Norwich en el Reino Unido, supo que quería ser actriz desde el primer momento en que su madre, la enfermera Mary Leakey, le contaba historias de su pasado como bailarina, uno que quedó trunco a muy temprana edad. Al notar la pasión con la que su mamá le hablaba de incursionar en las artes, Sarah Caroline Colman (tal es el verdadero nombre de la actriz) no dudó en empezar los estudios en la Universidad de Cambridge en la que ya era conocida entre sus amigos como Olivia. “Ya había una actriz que se llamaba Sarah Colman por lo que me sugirieron que me cambie el nombre, y como todo el mundo siempre me decía ‘Olly’ me pareció que el cambio no iba a ser tan brusco”, recordó en una ocasión.
Unos “fuegos artificiales” difíciles de eludir
La perseverancia con la que Colman llevaba adelante sus estudios generaba admiración en sus compañeros, particularmente en un joven llamado Ed quien, a diferencia de Olivia, no siempre supo que lo suyo eran las artes. Sinclair había decidido cursar abogacía hasta que la actuación y la escritura lo atrajeron de manera irremisible. Un día, los destinos de esos estudiantes ávidos por construir un futuro para sí mismos se cruzaron en el ensayo de la trilogía de obras de Sir Alan Ayckbourn, Table Manners. Para Olivia, el mundo se detuvo en ese instante en el que coincidieron en un escenario.
“Cuando nos conocimos, no teníamos nada y nos enamoramos sabiendo que siempre nos íbamos a tener el uno al otro”, contó la actriz. “Así que cualquier preocupación que surgiera la sobrellevábamos bien porque nos apoyábamos en cualquier circunstancia”, sumó Olivia en diálogo con The Telegraph. “Estábamos en nuestros 20, y él también quería ser actor en esa época, conocerlo a esa edad fue lo mejor que me pudo haber pasado, sentí fuegos artificiales la primera vez que lo vi, fue amor a primera vista”, expresó, y destacó la importancia de haberse conocido en profundidad en esos años de estudio.
“Nos hicimos grandes amigos y eso sentó las bases de la relación, él sigue siendo mi mejor amigo, y estoy segura de que nada de lo que logré lo hubiese podido haber hecho sin su apoyo”, remarcó Colman.
De hecho, cuando a la talentosa intérprete le ofrecen diferentes roles, ya sea el de la detective Ellie Miller en Broadchurch, el de la Reina Isabel II en The Crown o el de Sarah Nelson en Heartstopper, lo primero que hace es consultarle a su marido. “Siempre me está incentivando a tomar riesgos. Cuando me nota preocupada porque pienso que no voy a estar la altura de las circunstancias, me dice: ‘Hacelo, va a estar todo bien’; siempre está su voz en mi cabeza dándome ánimo”.
Por su parte, Colman incentivó a Sinclair a escribir, su verdadera pasión, a la que llegó cuando supo que la actuación no era lo suyo. “Empezó a actuar, pero lo agotaba, y creo que sintió alivio cuando dijo en voz alta que ya no quería seguir con eso, y así fue que comenzó a escribir, y es brillante en ello”, le contó Colman a The Daily Mail. Los jóvenes novios no lo sabían por entonces, pero años después de conocerse iban a colaborar con frecuencia en el plano laboral. En 2021, Sinclair escribió la extraordinaria miniserie Landscapers que protagonizó su esposa, y el año pasado se volcó a la producción y trabajó con ella en un proyecto que la actriz quería llevar a cabo desde hacía tiempo: la comedia negra de Thea Sharrock, Pequeñas cartas indiscretas, que coprotagonizó junto a Jessie Buckley y Timothy Spall.
En cuanto a esas primeras salidas en el marco de sus intensas agendas de estudio, Colman describió los sentimientos que se suscitaron en ella “como aquellos que solo podés encontrar en las películas mudas”. Para Olivia, a veces no había necesidad de hablar demasiado. “Lo miraba y sabía lo afortunada que era, y sabía que me iba a casar con él, además tenía un rostro delicioso”, bromeó. Su predicción, esbozada con la certeza de ese amor tan incondicional que la unía a Sinclair, era muy precisa. El casamiento llegó a los pocos años de ese primer flechazo.
La boda, la familia y un episodio traumático
En 2001, Colman y Sinclair formalizaron su relación, pero no brindaron demasiados detalles sobre el casamiento. En ese momento, ambos tenían un perfil muy bajo y estaban habituados al confort de la vida en el Reino Unido, donde nacieron sus tres hijos: Hall en 2005, Finn en 2007, y una niña cuyo nombre no compartieron que nació en 2015. Tras la llegada a sus vidas de la pequeña, el matrimonio empezó a notar que la exposición de Olivia era ineludible. La actriz estaba captando la atención de Hollywood con sus roles en series como Fleabag y The Night Manager, y ya había colaborado por primera vez con Lanthimos en su interesante largometraje, La langosta.
“En ese momento las cosas fueron complicadas para mí”, se sinceró la actriz respecto a cómo subestimó a parte de la prensa que desconocía de restricciones al acercarse a ella. “Recién había nacido mi hija, yo estaba lejos filmando, pero por suerte Ed trabajaba en casa y estaba con los chicos porque además es mucho mejor padre que yo”, añadió con ese toque de humor que la caracteriza. Luego de volverse una figura más popular por haber ganado el Oscar y haber sido nominada en dos nuevas ocasiones (por El padre y La hija oscura), Olivia notó que los flashes la seguían a todos lados y se sintió al borde del colapso cuando invadieron su vida familiar.
"La primera vez que lo vi, supe que me iba a casar con él, fue así de intenso"
Olivia Colman, sobre su marido Ed Sinclair
“Estábamos viviendo en Londres porque amábamos la ciudad, pero las cosas se complicaron cuando los paparazzi me esperaban en la puerta de mi casa y me seguían hasta el colegio de los chicos”, compartió la actriz, quien aseguró haberse sentido “muy asustada” por la innecesaria persecución que le generó un fuerte trauma.
“Tuve un colapso en el auto cuando vi que nos estaban siguiendo, me invadió un terror que me hizo llorar”, recordó Colman, quien, con el apoyo de Ed, decidió mudarse a Herne Hill, al sur de Londres, donde como familia encontraron la tranquilidad que estaban buscando. A fin de cuentas, Olivia nunca quiso ser una celebridad sino una actriz todoterreno, y esa época de asedio de la prensa fue un aprendizaje.
Un matrimonio con los límites claros
Si bien ocasionalmente colaboran juntos, Colman reveló que uno de los secretos de su sólido vínculo con Sinclair es, contrario a lo que pueda llegar a inferirse, cómo intentan hablar de trabajo lo mínimo e indispensable. “Somos muy buenos motivándonos a superarnos. Cuando sentimos que algo que hicimos no estuvo bien, nos ayudamos mutuamente, pero también tenemos nuestros límites”, contó la actriz, respecto a las charlas que entablan cuando sus agendas les permiten tener tiempo para estar juntos, en familia, sin responsabilidades.
“Hace muchos años que sabemos que yo actúo, él escribe, y que nos encanta lo que hacemos, pero que no tenemos que hablar tanto sobre eso”, manifestó Olivia. “Es mucho más simple la cotidianidad cuando no nos enredamos en tópicos vinculados a nuestras profesiones”, añadió. En efecto, como ambos se reconocen un tanto inseguros y requieren siempre de la óptica o devolución del otro, eso por momentos les hace perder la perspectiva de lo que tienen: una relación que va más allá de esas inquietudes laborales, una relación en la que ambos necesitan, imperativamente, de instantes de quietud, de jornadas en esa casa que está en el campo, lugar elegido para criar a sus tres hijos y para no volver a perder esa privacidad un tanto elusiva.
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