Olga Garaventa, íntima: del primer beso con El Gitano y los momentos dichosos de su convivencia, a cómo maneja hoy su relación con las “nenas”
A días del estreno del musical Sandro de película, sinfónico, con dirección de Ángel Mahler, la viuda de Roberto Sánchez recorre el castillo de Boedo donde funcionaron las oficinas del artista y rememora los comienzos de su relación; “él tenía un poder de seducción tremendo”
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Apenas cruzar el amplio portón de madera maciza, Olga Garaventa recibe a este cronista con una cálida sonrisa, y entre los muros de un castillo de estilo medieval que el propio Roberto Sánchez hizo construir en el barrio de Boedo, es fácil imaginar por qué esta mujer de gestos sencillos y modos amables supo conquistar el corazón del gran “Sandro de América”.
Se sabe, “El Gitano” tuvo infinidad de amores y una multitud de “nenas”, como le gustaba llamar a sus fieles seguidoras. Sin embargo, en el último tramo de su vida tuvo a Olga como su única gran compañera. Estuvieron cinco años juntos, se casaron y ella fue su compañera incondicional en sus años más complicados de salud, hasta su partida.
Justamente, el origen de esta historia de amor tuvo como escenario este castillo medieval encallado como un Titanic en la avenida Pavón al 3900, fácilmente reconocible por una torre que corona sus tres plantas. Se trata del castillo que Sandro diseñó y mandó a construir en los años 80, en un principio con la idea de montar un gran estudio de grabación profesional, aunque finalmente se utilizó para albergar sus oficinas.
Por estos días, allí funciona el Centro de las Artes y Viticultura de la Argentina (CAVA), un centro cultural que cuenta con un bar temático, y organiza diferentes actividades y visitas guiadas. Lo interesante es que el castillo atesora también memorabilia de “El Gitano”. Entre otros tesoros, se encuentra la bata y la escenografía que usó en su último show, un piano de cola, una guitarra, fotos de toda su carrera, y otros tantos objetos de su pertenencia.
“Empecé a trabajar en el castillo como maestranza, el 8 de agosto del 1992, cuando recién lo inauguraron. Yo vivía justo acá a la vuelta y necesitaba el trabajo. Así estuve cuatro años, y a partir de 1996 hasta 2004 pasé a las oficinas como recepcionista”, recuerda Olga, sentada a una mesa en la misma sala donde desempeñaba sus funciones.
Así, poco a poco, comenzó a tejerse la historia entre Olga y Sandro, una historia de amor que llevó sus años en concretarse: “A Sandro lo vi por primera vez en agosto o septiembre de 1994, dos años después de entrar a trabajar en el castillo. Yo justo estaba abajo, donde ahora está el bar, que era un depósito de equipos, y cuando llegó me saludó cordialmente y subió a la oficina donde estaba su representante, Aldo Aresi. Y nada más”, recuerda Olga
Pasaron 10 años más, sin embargo la relación no avanzaba demasiado. Sandro llamaba por teléfono para hablar con su representante. Olga lo atendía, se saludaban cordialmente y enseguida y le pasaba con Aresi. Así hasta 2004, cuando un día pasó por allí antes de viajar a Rosario.
“Ahí fue donde me vio. Empezamos a conversar, después empezó a llamarme por teléfono, teníamos largas charlas”, sigue el relato de Olga, que desde la muerte de Sandro continúa viviendo en la casa que compartían en Banfield. Madre de dos hijos, Pablo y Manuela, y abuela de tres niñas, cuenta que por estos días lleva una vida muy normal, y dos veces por semana viaja hasta Boedo para cuidar a la nieta más pequeña.
Viaje sinfónico
Así las cosas, cuatro años atrás, Ángel Mahler contactó a su equipo de Sandro Producciones para llevar adelante un proyecto que finalmente dará a luz el próximo 22 de noviembre, en el Estadio Luna Park. Se trata del musical Sandro de película, sinfónico, que bajo la dirección musical del propio Mahler, plantea “un viaje a través de las canciones que se han inmortalizado en las películas de legendario Roberto Sánchez”, interpretadas por una gran orquesta sinfónica y la voz original de Sandro. El show contará con pantallas gigantes donde se reproducirán fragmentos de películas como “Quiero llenarme de ti”, “Gitano”, “Muchacho”, “Embrujo de amor”, “Destino de un capricho”, “Subí que te llevo”, “Operación Rosa Rosa”, “Siempre te amaré” o “La vida continúa”. “Estoy muy emocionada, muy entusiasmada, porque además habrá muchas sorpresas que no me quisieron contar”, asegura Olga.
¿Es verdad que cuando comenzaste a trabajar con Sandro no eras su fan, incluso te fuiste antes de que terminara el primer show que te invitaron?
Sí, nunca fui fan de él, nunca lo seguí. Y creo que eso fue lo que lo enganchó de mí. Siempre me decía : ‘Nunca hubiese elegido una fan, porque son re buenas, pero ojo, tienen una chapita floja’. En el 96 ya estaba trabajando acá en el castillo y me invitaron a ir a un show. Yo fui, como cualquiera, porque me llamaban la atención los gritos de las mujeres, las cosas que le decían. Nunca había visto algo así, tanta euforia en las chicas. Después me invitaban a pasar al camarín, pero yo buscaba una excusa para volver a casa. Por ahí él me llamaba al otro día para preguntarme si me había gustado el espectáculo. Pero yo estaba ocupada, tenía a mis hijos chicos, tenía que llegar a casa. La verdad es que a mí no me interesaba en ese momento.
¿Y qué te enamoró de Sandro?
El poder de seducción tremendo que tenía. Aparte, me encantaba escucharlo hablar, era un placer, un placer. Pero yo siempre vi al hombre, nunca me fijé en Sandro. Era una persona muy culta, con la que vos podías hablar cualquier tema, hasta de religiones comparadas. Pero no es fácil acompañar a un ídolo como él, ocupar este lugar, siendo una persona común, y de pronto convertirte en “la mujer de”. Hay que tener mucho cuidado con lo que uno dice, cómo uno se maneja, con lo que uno habla, porque hoy las redes son algo tremendo.
¿Y cómo fue que empezaron a salir?
No, salir no salíamos. Hablábamos mucho por teléfono.
Pero habrá habido un primer beso…
Y bueno, después de mucho tiempo de hablar por teléfono, el vino a visitarme acá por primera vez el 26 de octubre de 2004. Yo estaba en la oficina del señor Aldo Aresi mirando una novela, porque ese día no había habido mucho movimiento, y sentí algo que me incomodaba. Pregunté quién estaba, porque acá no venía nadie, y era él que había venido por primera vez a hablarme. Desde ese día seguimos hablando muchísimas horas por teléfono, y así me fue conociendo. Así llegamos al 23 de diciembre de ese mismo año, cuando me vino a saludar y me dio el primer beso. Después nos seguimos charlando por teléfono y ya me fui a su casa de Banfield el 2 de febrero de 2005. Hasta ese momento no nos habíamos visto tanto, fue más una relación que entablamos por teléfono. Yo lo conocía, obviamente, pero no teníamos una relación de amistad ni de conversación. Era simplemente una relación de trabajo, me llamaba, le pasaba con Aresi, y nada más.
¿Cómo recordás la vida juntos, una vez que se fueron a vivir a la casa de Banfield?
Estuvimos cinco años juntos y fue una vida linda, vivimos momentos de mucha alegría, de mucha felicidad, y otros momentos muy tristes, provocados desgraciadamente por su estado de salud. En ese tiempo lo cuidé mucho y lo volvería a hacer mil veces más, porque ya había empezado a decaer mucho, estaba muy delicado. Había que atenderlo, había que dedicarse las 24 horas. Podía salir un ratito a la mañana mientras el descansaba, pero después era dedicación exclusiva.
¿Y qué cosas les gustaba compartir?
Éramos de ver un programa de televisión y después comentarlo. O nos quedábamos de sobremesa y me contaba historias de su vida, cuando era más joven. Me hablaba de sus viajes, recordaba anécdotas. Y me hacía reír mucho, porque era muy gracioso. Él le ponía color a la vida, todos los días. Trató de vivir el último tiempo intensamente, trato de ser feliz y realmente lo fue. Los dos de Leo, teníamos un montón se similitudes en muchas cosas.
¿Cómo continuaste tu vida una vez que Sandro se fue?
Siempre con mi familia, mi grupo de amigos. Una vida normal, de salir sí a la casa de una amiga a tomar un café, pero después una vida muy tranquila.
La verdad: ¿Cómo te llevas con las famosas “nenas” de Sandro?
Me llevo bien. La verdad es que son muy especiales… Hay que saberlas tratar, hay que saberlas llevar, porque ellas son muy fanáticas. Te hacen sentir que todo lo de Sandro es de ellas, pero hay que seguirles el juego a las chicas. Hay que entenderlas. Y yo les sigo la corriente. No tengo ningún problema, trato de respetarlas. La verdad es que son muy buenas y muy fieles, aunque él ya no está. Y eso te marca lo que él les ha inculcado. Porque cuando las tenía que retar, las retaba, les decía esto no está bien, y si les tenía que hablar, porque estaban mal o estaban enfermas, era de llamarlas por teléfono, para ver si necesitaban algo. En los cumpleaños también. Ahora me escriben muchas por Instagram, y yo les respondo, pero reamente a muchas no las conozco; son de otros países.
¿En vísperas de este nuevo espectáculo “Sandro de película Sinfónico”, que mensaje les enviarías a sus nenas?
Que esto fue hecho en homenaje a él, porque realmente se lo merece, y que también es un regalo para ellas, para que lo disfruten, para que vuelvan a sentir su voz, y que por un momento suene como si estuviera ahí, presente. Lo único que les deseo es que ese día sea maravilloso, que se vuelvan a encontrar con su ídolo, escuchándolo, viendo las películas y disfrutando de todas las sorpresas que han preparado para ellas.
PARA AGENDAR
“Sandro de película Sinfónico”. Dirección musical de Damián Mahler. Próximo 22 de noviembre, a las 20.15 horas, en el Luna Park (Corrientes y Bouchard). Entradas a la venta por la boletería del estadio o por Ticketek.
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