La actriz estrenó un ciclo de radioteatro mientras aguarda la reposición de la obra Brujas; además, aunque extraña a su compañero de vida, Guillermo Bredeston, no desestima darle una nueva oportunidad al amor
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Nora Cárpena es de esas actrices que forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones. Su fuerte siempre estuvo en las historias románticas y, sobre todo, en el siempre agradecido género de la comedia, ese mecanismo de precisión tan complejo de plasmar. No es, nunca lo fue, de las que esperan el llamado para ponerse en marcha laboralmente. Actriz gestora sería un buen mote para definirla. Aunque, desde ya, fue asiduamente convocada por los productores de televisión y teatro.
Hoy, las restricciones impuestas para frenar el ascenso de los contagios de Covid-19 truncó la flamante temporada teatral de Brujas, la obra que ella misma estrenó hace treinta años, pero, fiel a su esencia continúa activa siendo una de las generadoras de Radioteatro Del Plata, un flamante ciclo basado en la obra de Alberto Migré. “La radio me está salvando anímicamente”, reconoce a LA NACION la actriz nacida y criada en Quilmes, ante la desazón que le produce estos prolongados tiempos de confinamiento.
“La vida es una incertidumbre, la pandemia nos puso de frente a eso, nos dijo: ´Así es la vida´. No tenemos opción más que la de cuidarnos y tratar de estar activos, pese a todo”, sostiene esta mujer de gran vitalidad y elegante belleza. “Necesito trabajar por muchas razones”, dice y deja abierta la puerta para diversas interpretaciones.
-¿A qué se refiere?
-Soy una mujer grande y me hace bien estar con mis pares, aunque sean más jóvenes. Me gusta sentirme activa, el trabajo digno está bien. Tengo dos hijas, siete nietos, pero ya son grandes, cada uno tiene su vida. Si bien nos vemos, somos de esas familias que todavía se juntan los domingos para comer, pero con la pandemia estamos más desperdigados.
-Es evidente que estos tiempos inusuales no la paralizaron.
-Hasta hace pocos días, cuando los teatros estaban abiertos, los actores grandes éramos los que más trabajábamos, había pocos jóvenes en las marquesinas. Ahí estábamos con Luis Brandoni, Víctor Laplace, Antonio Grimau. En Brujas, sin ir más lejos, la más chica es Sandra Mihanovich, que tampoco es una nena.
-¿Cómo maneja los temores?
-Una siente inquietud, ¿cómo no voy a sentir eso? Si no tuviera miedo, sería una inconsciente, por eso tomo recaudos y me cuido mucho, pero necesito salir a trabajar.
Cárpena se ilusiona con volver pronto al escenario del Multitabarís Comafi de Carlos Rottemberg, donde encabezaba la pieza, escrita por el español Santiago Moncada, junto con Thelma Biral, Moria Casán, Sandra Mihanovich y María Leal. La historia de las compañeras de colegio ya veteranas, que se encuentran para recordar y reflexionar sobre la madurez y los secretos de lo vincular, debió ser adaptada para preservar el distanciamiento social y sanitario pertinente: “Luis Agustoni, el director, cambió la puesta. Modificó escenas para que siempre pudiéramos estar a distancia. Nos cuidamos tanto que ni siquiera vamos a comer después de la función, aunque nos encantaría”.
-Indudablemente cambió la vida para todos.
-Te voy a decir algo que repito siempre, aunque como dice la Legrand, “el público se renueva”: a esta altura de mi vida, a mi edad, este cambio de vida duele porque el tiempo que uno tiene por delante es menor. Perder un año no me hace gracia, no me gusta. Si tenés cuarenta años y perdés uno, no es tan grave, pero a mi edad... Iba a hacer un viaje a México que tuve que suspender, ahí están los pasajes guardados. Me quedé sin nada, encerrada en mi casa. Espero que Dios me permita hacerlo en algún momento.
Ilusionada con la vacunación contra el coronavirus, ya recibió la primera dosis. “Estaba desesperada por vacunarme. Me daba lo mismo cualquier vacuna, no me importaba si era rusa, austríaca, checoslovaca o marciana. Si me pueden dar todas juntas, que me las den”, dice simpática, acaso emulando alguno de esos personajes de comedia que le depararon grandes gratificaciones.
Aquellos años locos
Hija de los actores Haydée Larroca y Homero Cárpena, ella y su hermana Claudia continuaron con el legado artístico. En la casa familiar se hablaba de teatro y Nora era la figurita recurrente de las obras escolares en el colegio San José de Quilmes. “Cuando cumplí 13 años, hice una gira por España con mi papá, representábamos repertorio argentino. Me sacaron del colegio y me llevaron. Así fue nuestra vida, nos criamos en los teatros, al punto tal que mi hermana dormía en los canastos de la ropa. Me siento cómica de la legua, eso soy”.
Fue figura del Teatro Palmolive y de teleteatros (así se decían entonces) como Me llaman Julián y el icónico Rolando Rivas, taxista. Cuando se abocó a la comedia, conquistó al público infantil con aquella campesina, desorientada en la ciudad, llamada Paloma Suárez, que se presentaba con el latiguillo “pa´ lo que guste mandar”.
Hoy, en Radio Del Plata, cada medianoche encuentra la posibilidad de volverle a dar vida a otras mujeres, a esos personajes de ficción escritos por Alberto Migré. Cárpena vuelve, una y otra vez, a ese escriba que le marcó la carrera. “Cada episodio dura media hora y luego hacemos un anexo analizando cada capítulo con entrevistas a los actores que trabajaron y con la participación de mi hija Lorena Bredeston, quien aporta sus conocimientos no solo como actriz recibida en el Conservatorio, sino como counselling”.
-Encarar ficción en radio es recuperar aquella tradición tan arraigada en la cultura popular.
-Es un homenaje a Migré que solo puedo hacer gracias a mi amigo Víctor Agú, a quien Migré le legó toda su obra. Él adapta y dirige y yo me encargó de protagonizar junto al gran elenco que nos acompaña. Ya grabamos Inconquistable corazón y Mestiza. A Migré le debo mi carrera televisiva, le tengo un enorme amor a su recuerdo.
-Hace un momento, mencionaba una frase de Mirtha Legrand.
-Tomo frases de la gente que admiro, a la que le guardo respeto o cariño. De la Campoy he tomado infinidad de latiguillos.
-Sin embargo, en la época en la que usted protagonizaba la pieza Mujeres de ceniza, ha estado distanciada de Mirtha Legrand.
-No estuve distanciada de Mirtha, ella no me invitó nunca al programa. Si no lo hizo fue porque no tenía ganas de verme. La anfitriona es Mirtha, ella es la que invita. En aquel momento, me preguntaron si iría y dije que no, ¿para qué?, si en todas las temporadas de aquella obra no nos llamó. Todos sabemos que ir al programa de Mirtha Legrand, que ella te bendiga, es positivo para un espectáculo, te da siempre una mano importante porque ella tiene llegada al público de un poder adquisitivo que va al teatro. En aquel momento, no nos llamó ni a Mercedes Carreras ni a mí. Mercedes era muy amiga de Mirtha, yo, en cambio, no. De todos modos, le tengo un gran respeto, me une algo muy especial con ella. Ahora que soy una mujer tan mayor, casi tan mayor como ella...
-…
-Uno se va acercando con los años.
-¿Qué es lo especial que la une a Mirtha Legrand?
-Está dentro de mi corazón. Mis padres trabajaron mucho con ellos, Daniel Tinayre los dirigió en infinidad de oportunidades. Mi mamá la quería mucho a Mirtha, le tenía un gran cariño, por eso, en el fondo de mi almita, le tengo el cariño que le tenía mi mamá, aunque proteste y me enoje. Además está lindo hacer un poco de bochinche cuando se está trabajando.
Escenas de la vida conyugal
El matrimonio conformado por Nora Cárpena y Guillermo Bredeston fue de esos de larga duración, casi inusuales en el mundo del espectáculo, aunque los hay. Tuvieron dos hijas, Lorena y Nazarena, y engendraron más de un éxito en esa empresa laboral que tuvo tan buenos frutos como la sociedad conyugal.
Cuando se conocieron, Cárpena tenía 18 años y era soltera. Él, en cambio, ya con 29, estaba casado. La primera vez que se cruzaron fue en un estudio del viejo Canal 13, donde ambos integraban el elenco de una tira escrita por Alberto Migré. Al año, volvieron a compartir la experiencia laboral, pero él ya no tenía puesto un anillo en su mano y aquella llama iniciática y reprimida se convirtió en un hecho concreto.
Si bien, inicialmente, cada uno tuvo su carrera por separado, juntos fueron los gestores de aquellos recordados ciclos de comedias televisivas y de numerosas temporadas en Mar del Plata. En los ´80 encabezaban, junto con Emilio Disi y Dorys del Valle, las marquesinas del Teatro Hermitage junto a figuras invitadas como Susana Giménez, Juan Carlos Calabró o Andrea del Boca, quienes le daban vida a textos de títulos simpáticos como El último que apague la luz o Que la inocencia te valga. Eran tiempos donde las compañías se componían con estrellas cotizadas y el público acudía masivamente a las salas. Cárpena y Bredeston fueron hacedores de esos tiempos de vacas gordas, de los años de oro de Mar del Plata.
Fumador empedernido, la salud de Bredeston le fue dando algunos indicios hasta que dos ACV lo terminaron postrando. Su esposa montó una sala de cuidados intensivos en el dormitorio matrimonial de la residencia familiar del barrio de Belgrano y, cuando tuvo que cumplir con alguna temporada teatral en Mar del Plata, no dudó en trasladar a su marido en ambulancia hasta la casa que la familia posee en aquella ciudad. Por la ruta 2, Cárpena escoltaba a la unidad sanitaria que lo trasladaba.
El 28 de julio de 2018, Bredeston murió en el lecho matrimonial y, aunque se trató de un deceso esperable, no estuvo exento del dolor de sus deudos. Habían estado juntos 52 años, y solo un año separados por un chisme sin fundamento que vinculaba a ella con otro galán.
-¿Cómo es la vida sin Guillermo?
-Ahhh, qué se yo...
Pausa. Suspiro. Tomar envión para volver una y otra vez sobre el recuerdo de ese hombre con el que compartió todo y hasta le soportó la debilidad por el juego. En alguna temporada en el Provincial marplatense, Bredeston calculaba el tiempo que no le tocaba estar en escena para escaparse al casino lindante y regresar al escenario para meter su siguiente bocadillo con precisión quirúrgica. Los viajes a Las Vegas tenían sabor de juego para él y la posibilidad de mirar shows internacionales para ella. Separados y juntos, cada cual atendió su juego.
-Ahora mi vida es distinta. El último tiempo de Guillermo fue muy duro, para él más que nada porque era quien lo estaba transitando, pobrecito. Y también para mí, que lo estaba acompañando. Yo no extraño a ese Guillermo, extraño al otro, el que hacía ya mucho tiempo que no estaba.
-Aunque su marido ya no se comunicaba normalmente, también su partida es un aprehender la soledad para usted.
-Está la familia, las hijas, los nietos, las amigas, pero hay una soledad que es la de la pareja. Por suerte, tengo dos Carlos en mi vida, uno es Carlos Pacheco, mi representante, y el otro es Carlos Rottemberg. La reposición de Brujas que hizo Carlitos Rottemberg creo que, además de ser la posibilidad de tener algo de prestigio en su teatro, la concretó para darme una mano.
Durante décadas, Rottemberg y Bredeston conformaron una sociedad exitosa. A pesar de los años de diferencia, juntos se entendían, compartían el mismo olfato que los convirtió en hacederos de sucesos. El trabajo construyó una amistad férrea que hoy se continúa entre el prolífico propietario de salas y la esposa de su exsocio. “Un día, muy angustiada, le dije: ´Carlitos hacé algo, no puedo más de estar tanto tiempo encerrada. Necesito trabajar y salir´. Al poco tiempo me llamó y me pidió hablar con Moria. Moria aceptó enseguida, aunque no tenía ganas de hacer teatro, pero la entusiasmó volver a montar Brujas”.
-Antes mencionaba su cercanía afectiva con Mirtha Legrand. Cuando ella enviudó, no toleraba que le preguntaran si contemplaba la posibilidad de reincidir, se ofendía ante el comentario. ¿Usted comparte la misma postura?
-No me ofende, pero no se me ocurre, no me lo planteo, dejo que la vida me sorprenda. Eso sí, que la vida se apure a sorprenderme porque, entre la pandemia y los años, una nueva pareja se me va a dar con el arcángel San Gabriel.
-Se la ve espléndida.
-Para algunos no será sana mi alimentación porque soy carnívora. No es que coma carne todos los días, pero me encanta un buen asado. Además trato que mi dieta tenga mucha verdura, pescado, pollo, que sea una alimentación variada.
-¿Cómo se cuida?
-Camino mucho, pero, aunque estoy muy bien, también me canso. Antes no me cansaba, pero el físico te pasa facturas. Uno cree que puede y después decís: “Pucha, qué me pasa que no me da el cuerpo”. La cabeza te dice una cosa y el cuerpo responde otra.
De todos modos, su reciente agenda laboral desmiente todo declive físico. En febrero pasado fue una de las participantes de la nueva temporada de Corte y confección, el ciclo producido por La Flia, la compañía de Marcelo Tinelli, y conducido por la actriz Andrea Politti. “Acepté estar en el certamen porque se trataba de trabajo y yo soy una persona que trabaja”.
-Cuando le tocó conformar el staff del programa de Moria Casán, argumentaba que era una actriz interpretando a una panelista. ¿En Corte y confección también había un personaje de por medio?
-Era una actriz que hace de señora que participa en un reality.
-¿Por qué abandonó la competencia a poco de iniciada?
-No era para mí, no sé coser. La exigencia era muy alta y a mí me gusta pasarlo bien. No me sentía cómoda y nadie es responsable de eso. Se lo dije a la producción desde el principio, pero les interesaba que estuviera y me insistieron. Desde ya, a mí también me convenía, pero el programa tiene una vara demasiado alta y no tengo capacidad para eso. Además soy muy engrupida, a mí me gusta quedar bien y, si las cosas no me salen, prefiero retirarme.
-¿Recibió un buen trato?
-La producción de LaFlia fue fantástica conmigo, me dieron todo lo que quería. No puedo decir nada de ellos. Todo fue perfecto.
-¿Quién cree que triunfará en el certamen?
-Creo que lo va a ganar Aníbal Pachano. Al menos, mi deseo es ese.
-Si tuviera que pensar en una prenda que guarde para usted un recuerdo afectuoso. ¿Cuál sería?
-A diferencia de mí, que hago lo que puedo con la costura, mi mamá cosía muy bien, era un genio con las manos, incluso era buena cocinera. Además intelectualmente era brillante. Mi primer tapado de piel, dado que no me lo podía comprar, me lo hizo ella. Era un sacón de nutria precioso, la recuerdo en la mesa del living de nuestra casa en Quilmes cortando la piel con una gillette. También hacía sombreros, era una intuitiva.
-Usted, ¿es de las mujeres que no dan puntada sin hilo?
- [Risas] Creo que sí, por lo menos lo intento. En la vida, a veces lo conseguí y otras no.
-En su carrera, ¿le queda algo pendiente?
-Mi sueño es trabajar en el Cervantes haciendo la Natividad de Un guapo del 900. Se lo vi hacer a Milagros de la Vega y a Lydia Lamaison.
-¿El cine es una asignatura incumplida?
-Estaba en quinto año cuando me llamaron para hacer la película Betina. Sin embargo, a lo largo de mi vida hice poco cine.
-¿A qué lo atribuye?
-Los productores pensarían que estaba ocupada en la televisión o no les interesaría.
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