En una entrevista íntima con ¡Hola! Argentina, la modelo se confiesa y repasa su carrera profesional que cumple dos décadas
Es su lugar en el mundo, donde se mueve sin maquillaje y sin tacos altos. Feliz, radiante, con la tranquilidad del sueño cumplido. Ante la atenta mirada de sus hijas Indiana y Allegra, Nicole Neumann, que acaba de cumplir 32, camina por su chacra seguida de cerca por sus treinta y siete perros y sus seis gatos. Allí, recibió a ¡Hola! Argentina para festejar veinte años de éxito como modelo con una espectacular producción de fotos. "Casi ya estaría para jubilarme, ¿no?", bromea, y se entrega a la charla sin reparos, ni condiciones.
–¿Qué ves cuando mirás hacia atrás?
–¡Un montón de cosas! Cuando empecé fue un gran impacto por mi edad. Lo primero que hice fue una campaña de Caro Cuore con Valeria Mazza, Inés Rivero y Carola del Bianco y el comercial de una revista para adolescentes que se llamaba Querida.
–¿Vos soñabas con ser modelo?
–No. Yo quería ser veterinaria o bióloga marina, andar a caballo. Pero hacía comerciales en televisión desde chiquita. Un día fui a un casting y me dijeron: "Das más grande, no parecés de 11, ¿nunca pensaste en ser modelo?". Salí de ahí y empecé a taladrar a mi mamá: "¡Quiero, quiero!"
–La fantasía es que tu mamá te "obligaba" a trabajar.
–Sí, decían que mamá me obligaba para cumplir su sueño frustrado de modelo y nada que ver. Soy escorpiana, cabeza dura, caprichosa y la volví loca hasta que me llevó a una agencia de modelos. Las primeras fotos que hice fueron una revolución. "Lolita, sexy a los 12". Nunca se me había pasado por la cabeza ser famosa, pero no tuve tiempo ni de pensar. Me acuerdo que en los programas acosaban a mi mamá con preguntas y yo no entendía por qué no me preguntaban a mí. Era un juego divertido, disfrazarme de mujer, con vestidos, tacos, maquillaje…
–¿Pero no sentís que dejaste de hacer cosas por trabajar desde tan chica?
–Obviamente me perdí el viaje de egresados, los típicos asaltos, o las salidas de los fines de semana porque me la pasaba viajando para desfilar. A los 15 empecé a tener noción de que ganaba mi plata, que podía ahorrar, entonces mi preocupación empezó a pasar por otro lado. Mi gran sueño era comprarme una chacra para juntar perros de la calle. Yo me fijo metas y olvídate, ¡voy por eso!
–Tu vida es una suerte de reality show: amores, peleas familiares, casamiento, divorcio, hijas…
–Siempre se supo todo, lo que quise y lo que no quise también. Pero bueno, hay cosas que se filtran. Y a veces yo también me equivoqué. Por ejemplo, cuando me preguntaban: "¿Con tu mamá te llevás bárbaro?", yo respondía: "No". Entonces salían a decir: "Ah, están peleadas". Claro parecía un reality show, pero en realidad es la vida misma. Después con los amoríos, casamiento, divorcio, pasó lo mismo. La verdad es que no tengo nada que esconder, soy muy transparente con mis actos y mis sentimientos, pero nadie va a saber por qué tuve problemas con mi mamá o por qué estoy peleada con mi hermana.
–Entonces, ¿tenés totalmente incorporado el reality de tu propia vida?
–Crecí con eso. Obviamente, hubo momentos más complicados que otros. Cuando me engancharon con mi ex en la playa, haciendo topless, yo me acababa de separar de un novio de cinco años y me quise matar. Dijeron que estaba teniendo sexo en la playa y no era verdad. Pero, bueno, de esas cosas también se aprende.
–En este camino, ¿cosechaste más amigos o enemigos?
–¡Más amigos! Yo soy una persona tranquila, pero el mundo de las modelos es un medio difícil. Es todo superficial: quién es más linda, quién desfila mejor, quién está mejor maquillada. Mis amigas son de la vida, de equitación… También Mauricio (Catarain), mi representante, es un gran amigo, algunos diseñadores, productores de moda…
–¿Cuándo sentiste que tu nombre se había vuelto una marca registrada?
–Desde el minuto uno. ¡La lolita! ¡Nicole! Ya estaba, ahí quedó instalado.
–¿Cómo hiciste para que eso no te maree?
–Tuvo que ver con haber mantenido mis afectos de toda la vida cerca, hacer una vida natural y casera. Siempre estuve conectada con la tierra, los animales… Nunca me sentí una súper woman, siempre supe lo que quería y lo que no y eso me ayudó a marearme. Entiendo que mi trabajo tiene algo de extraordinario, pero no dejo de considerarme una persona normal.
AMORES Y DESAMORES
–Recién conociste a tu padre cuando tenías 18 años…
–A los 15, empecé a recibir cartas de mis abuelos desde Austria. Ellos me escribían en alemán y mamá me las leía. Me acuerdo que con la primera carta, me encerré en mi cuarto y me la pasé llorando todo el día abrazada a unos regalitos que me habían mandado. Creo que ellos me iban tanteando para ver cómo reaccionaba, hasta que me llegó una carta de mi papá. Cuando cumplí 18, me fui a vivir a París y ahí quise conocerlo. Le conté que estaba allá y a la semana me mando una postal que decía: "Te voy a ver". Un día sonó el teléfono y cuando dije: "¿Quién habla?", él me respondió: "Tu papá". No lo podía creer: primero escuchar su voz, después me pasó una película de toda mi vida en cinco minutos…
–Y empezaron a escribir su historia. ¿Sin rencores?
–Nunca tuve bronca y siempre valoré que él quisiera acercarse. Es un hombre sencillo, súper cariñoso y buena onda. Ahora está loco con sus nietas.
–¿El tiene más hijos?
–Sí, tengo una media hermana, Clara. Hace poco fuimos de vacaciones todos juntos y ella estaba fascinada con mis hijas.
–Esta situación con tu padre y su familia, ¿no te resuena con tu mamá, con tu hermana Geraldine? ¿No te gustaría tener el mismo vínculo con ellas?
–Con mamá estamos bien. Ella estuvo en el último cumple de Indiana, festejamos el Día de la Madre. Siempre fue una relación conflictiva, pero nos vemos seguido.
–¿Y con tu hermana?
–Cómo explicarlo. (Piensa) Me encantaría tener ese amor de hermana, esa lealtad, la cosa incondicional, pero no lo que tengo. Nunca lo tuve, por eso no lo extraño.
–¿Cargás con la exigencia de verte siempre bien?
–Tuve una etapa en la que sí, cuando iba al colegio. Esas inseguridades propias de la adolescencia. Pero ya no. Mucho menos después de la maternidad donde ganás mucha seguridad. Obviamente en un evento me van a ver divina porque eso tiene que ver con mi trabajo.
–¿Tuviste algún rollo con la comida?
–¡No! Siempre fui flaca. De hecho, de los 12 a los 16 no hacía nada de ejercicio y comía cualquier cosa. Jamás hice dieta. Me copan los postres. Ahora estoy entrenando fuerte y eso me permite darme todos los gustos. Soy vegetariana, como mucha frutas, verduras, nada de fritos… En mi primer embarazo, engordé veintitres kilos y esa fue la primera vez que fui a una nutricionista para que me ayudara a bajar de peso.
–¿Alguna vez dudaste de tu vocación?
–No, la verdad que no. Esta carrera me dio muchas satisfacciones. A los 21, pude comprarme mi chacra, conocí muchos lugares de Argentina y el mundo.
–Pero también recibiste muchas críticas.
–Sí. En algún momento las críticas me generaban dudas sobre mi misma, pero cuando entendí que podía capitalizarlas y usarlas para mejorar o para cambiar algo, asunto arreglado.
–Alguna vez se te señaló como una mujer infiel. ¿Te molestó?
–Me he equivocado en el amor y me hago cargo, pero eso no me define como una mujer infiel. Yo sé cómo me muevo y siempre fui de frente. Cuando conocí a Fabián, ya estaba separada de mi ex. Yo estaba en Mar del Plata y él en Buenos Aires. Claro, nunca salí a anunciar "¡Estoy en crisis!", "¡Me estoy separando!". Entonces después la gente dice: "Uy, qué pasó, ya está con otro". Para mi familia y mis amigos no fue una sorpresa porque sabían cómo eran las cosas.
EL SUEÑO DE LA FAMILIA PROPIA
–¿En qué te modificó ser madre?
–¡Todo es un antes y un después! ¿Cómo antes podía decir que me sentía completa? ¡Ahora soy una mujer plena!
–¿Cómo fueron tus dos maternidades?
–Con Indiana todo era nuevo, y aunque me habían dicho que con el segundo hijo era diferente, yo tuve como un estrés de primeriza. Soy muy obsesiva con las gordas. De hecho cuando volví del sanatorio después de tener Allegra con cesárea, Indiana estaba fatal, pobrecita, quería que la alzara, bramaba, y me acuerdo que me senté en la cama y me largué a llorar. "No voy a poder, no voy a poder", repetía todo el tiempo.
–¿Fabián (Cubero) fue un gran compañero en ese momento?
–Si, y eso que lo volví loco. (Se ríe) Igual a los tres días que nació Allegra, se tuvo que ir de pretemporada y me quedé sola, pero vino mi suegra a reemplazarlo.
–¿Qué te enamora de Fabián?
–Es súper compañero, alegre, siempre empuja para adelante y le encuentra el lado positivo a las cosas. Es una persona muy sana, tiene un corazón de oro, me banca mi locura con los animales. ¡Es el hombre ideal! Me ayuda con las chicas, es un padrazo. Si se tiene que quedar solo con ellas, está todo bien, las baña, les da de comer, les juega…
–¿Siguen con la idea de adoptar?
–Si, pero seguramente primero tengamos otro hijo. Tal vez cuando las chicas sean un poco más grandes, ahí adoptemos. Es otro de mis grandes sueños. Tengo una cosa muy fuerte con los desamparados. Quizá por mi infancia tan llena de ausencias, la relación conflictiva con mi mamá…
–¿Hacés terapia?
–Sí, hace años. Empecé a los 12, después hubo etapas en las que no, pero siempre voy y vengo con el psicoanálisis. Es una espacio necesario, poder tener otra visión de mis cosas, un espacio donde volcar todo lo que me pasa me ayuda mucho.
–¿Podrías vivir sin las cámaras y las revistas?
–Totalmente. De hecho empiezo a preguntarme cómo sería tener una vida más anónima. No le tengo miedo a eso aunque todavía hay Nicole para rato. (Se ríe)
–¿Cómo te imaginás en veinte años?
–(Piensa) Te iba decir siendo abuela, pero me parece un poco mucho. A los 32 años, me gusta sentir que viví todo, gran plenitud, con mis dos hijas y un marido que es un bombón. Me imagino con una familia numerosa, con una mesa larga, con mucho bochinche…
–Si tus hijas te dijeran que a los 12 quieren ser modelo, ¿qué harías?
–¡Ni loca! Yo tuve la suerte o el don de ser centrada, pero quiero que ellas vivan cada etapa de sus vidas sin apuros. Ahora las chicas de 12, vuelan y ni se me ocurriría meterlas en el mundo de las modelos. Me gustaría que ellas vivan más el día a día, el viaje de egresados, las cosquillas en el estómago de la adolescencia, las salidas con amigas y que no tengan la responsabilidad y el compromiso del trabajo como tuve yo.
Texto: Sebastián Fernández Zini
Fotos: María Teresa de Jesús Alvarez
Asistente de fotografía: Matías Salgado
Producción: Georgina Colzani
Maquillaje: Mauricio Catarain
Peinado: Martín para Hair Carrizo con productos L’Oréal Professionnel
Agradecimientos: Carolina Herrera, Fabián Zitta, Carmen Steffens, Magdalena Espósito, Min Agostini, Swarovski y Muma’s Cup Cakes.
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