Nicolás Scarpino y una historia de amor que tuvo que vencer muchos miedos y prejuicios
Este lunes se cumplieron dos años del casamiento del actor, que debió atravesar varias etapas en su vida para poder consolidar su pareja
Era un lunes como cualquier otro. Nicolás Scarpino regresaba de una intensa gira teatral y, como cada semana, quería dedicarse a descansar. Sin embargo, le pesaba el hecho de no haber ido a ver aún la obra en la que trabajaba su amigo Emiliano Rella y que, casualmente, tenía función en día atípico para la rutina escénica. Así que aquella noche de primavera decidió no postergar más el compromiso y cumplir con el convite. Poco recuerda sobre aquella obra. Es que ni bien se levantó el telón, sus ojos no pudieron desprenderse de la figura de uno de los actores del elenco. “¿Quién es ese?”, preguntó Scarpino a sus dos acompañantes. Se trataba de Sergio Paglini. Ya en el foyer, cumplió con las felicitaciones de rigor y, sobre todo, con alabanzas hacia aquel joven a quien saludó “como si se tratase de Al Pacino”, recuerda, con humor, Scarpino a LA NACION. Este primer encuentro sucedió un octubre, ocho años atrás.
Operativo celestino en marcha. Todo el elenco se fue a cenar y Scarpino los acompañó. Se confabularon para que se pudiesen sentar juntos. “Fue mágico, como si se hubiese generado un cono de silencio. No sabemos qué sucedió a nuestro alrededor porque no paramos de hablar entre nosotros”, rememora el actor, quien hoy es uno de los protagonistas de la comedia Como el culo . A la hora de las despedidas, “curiosamente” todos tomaron caminos diferentes a los habituales. Conclusión: Sergio no tenía quién lo llevase a su casa y, servicial, Nicolás lo alcanzó. Ya vislumbrando la empatía incipiente quedaron en verse al día siguiente. Ese martes fueron juntos a tomar un helado a la costanera de Vicente López. El Río de la Plata fue testigo del comienzo de una relación idílica que se coronó con un casamiento legal hace dos años. La historia de Nicolás y Sergio parece uno de los intensos relatos de Gustave Flaubert, pero con final feliz. Una novela escrita por una pluma avezada de romanticismo, aunque sin ficción. Esta historia de amor es un cuento entrañable que habla de vencer miedos, escuchar la voz interior y apostar por los profundos designios del corazón.
No quiero fingir
La novela rosa tuvo un preámbulo sembrado de dudas, miedos, sinsabores. Prejuicios propios y ajenos. Durante la adolescencia la tarea fue titánica. Parábola del dolor. Decidieron ser como los demás querían que ellos sean, haciendo caso omiso a lo que sentían. Y así vivieron largos años Nicolás y Sergio, cada uno a su modo. Cada uno por su lado. Nicolás en el porteño barrio de Villa del Parque y Sergio en Tres Arroyos. Sin conocerse, una historia similar los alineaba. Una experiencia de buceo interior, de búsqueda de una plenitud que no llegaba. La de ellos es una historia como la de muchos que, empujados por las “leyes de la normalidad” que impone el mandato social, sufren el sinsentido del no ser y oprimen sus lágrimas para no ser juzgados.
Scarpino: -De chico siempre pensé que me iba a casar siguiendo el mandato. Luego, uno se da cuenta que siente distinto y esa idea pasa a otro lugar. Cuando llegó el matrimonio igualitario, ya había logrado sortear miedos e inseguridades, así que volví a tener esa ilusión del casamiento y después apareció la persona con la que quería compartir la vida. No sucedió solo porque salió la ley y entonces había que casarse por obligación. Sin juzgar, mucha gente encontró la puerta abierta y la usó sin demasiada convicción. En nuestro caso, fue por un sentimiento muy profundo. La ley marcó una igualdad, un concepto de no discriminación. Por qué algunos sí y otros no, si todos tenemos el mismo derecho.
Paglini: -El problema era cómo se llevaba adelante la unión porque aún no se hablaba públicamente de la sexualidad de ninguno de los dos.
S: -En muchas ocasiones nos habían pedido notas y nos negamos, pero no desde un lugar de rechazo, sino porque hay momentos de evolución. Nadie nos apuró. Tuvimos nuestros tiempos para transitar el crecimiento, la propia aceptación, el no miedo.
-¿Cuándo blanquearon con su familia lo que les pasaba?
S: -Mi mamá me encaró cuando yo tenía 22 años porque se había dado cuenta que algo sucedía conmigo, pero con mi padre lo pude hablar recién el mismo año del casamiento.
-¿Tu mamá no lo habló con él?
S: -No, decía que si le decía algo a mi viejo, él la iba a culpar por mi homosexualidad.
Lejos de dramatizar, Nico se toma con humor aquellas reacciones a las que tamiza con un saludable grado de comprensión: “No lo juzgo a papá. Es un tano que vino escapando de la guerra a los 4 años. Nunca me preguntó nada. En realidad él se imaginaba, era un secreto a voces que se escondía debajo de la alfombra. Hablar con la familia era uno de mis grandes miedos. Hoy hasta puede sonar gracioso, pero en su momento fue traumático. Son procesos que también tenían que transitar ellos. Ahora todo está divino. Es hermoso lo que vivimos y mis viejos están orgullosísimos de nosotros, pero la tormenta hubo que atravesarla”.
La historia de Sergio tiene algunos puntos en común con la de su marido. “Soy de una ciudad pueblo donde estos temas no se hablaban tan abiertamente. Si costaba en Buenos Aires, mucho más en Tres Arroyos. En la adolescencia, me hubiese gustado tener un novio, pero no se podía por los prejuicios, tenía que evitar ser señalado. Así que fue algo que tuve guardado hasta que, mientras vivía en La Plata y cursaba diseño gráfico, me anoté para estudiar y trabajar con Pepe Cibrián en la Capital. ¡Fue como entrar a Disney! El prejuicio no existía dentro de las cuatro paredes del teatro. Hice mi proceso, hablé con algunos amigos y con mi mamá que ya se había dado cuenta".
El universo gay friendly del teatro impulsó a Sergio a transitar con libertad sus sentimientos: “Comencé a salir con un chico y me propuse no ocultarlo. Me dije ´que sea lo que Dios quiera´. Una Navidad fue clave para abrirme con mi familia. Estábamos en Necochea y el 24 de diciembre a la tarde, comprando regalos, mi hermano me encaró en el auto. Me confesó que se había dado cuenta que yo estaba saliendo con un chico, que me apoyaba y que deseaba que yo fuese feliz. Fue muy fuerte. ¡Lloramos los dos! Fue sacar el velo que durante 24 años me atravesó. ¡Por fin me conocerían tal cual era! Me dijo que él iba a hablar con la familia para que todo sea más fácil para mí. Esa Nochebuena, después de las doce, cuando se habían ido todos, me encaró mi mamá. Me dijo que no estaba muy de acuerdo, pero yo le respondí que toda la vida fui así y lo entendió”.
-No se opta, se siente...
S: -Uno no se transforma, no elige, ¡uno es así! Yo me puse a prueba con eso. En la adolescencia, cuando me daba cuenta que sentía diferente, buscaba torcer la pulseada, quería ser “normal”. Lo que yo entendía que era ser “normal”. No quería saber nada con ser gay, por cuestiones del mandato, por la familia, para no sentirme rechazado. Y uno no se da cuenta que lo que hace con eso es matarse a uno mismo.
P: -Yo escuchaba la canción “Soy lo que soy” y lloraba. Me preguntaba, ¿cómo hago para decirlo? Sabía que no iba a dejar de ser quien era porque me enamorase de un hombre.
Durante el verano de 2015, Nicolás aprovechó la estadía de su padre en Villa Carlos Paz, mientras él cumplía con la temporada teatral. El hermano de Sergio también asumió la responsabilidad de hablar con su padre y blanquear el secreto a voces. Todos avisados. El mundo siguió andando. “Tenía tanto miedo y, sin embargo, no solo nada terrible sucedió sino que mis viejos lo adoran a Sergio. Y yo me siento muy querido por su familia”, explica Scarpino. “A la última que se lo conté fue a mi abuela, que me dijo con más de ochenta años ´pero querido ya me había dado cuenta, cuánto hace que lo sé. Me encanta Nico. Si vos sos feliz, yo soy feliz´. Mi abuela me demostró tener una cabeza increíble”, comenta Paglini.
Mi creación y mi destino
Ni la primera noche, ni la segunda, ni la tercera. Debió transcurrir más de un mes de salidas, charlas y cenas románticas para que Nico y Sergio consumaran su amor. “Eso a mí me terminó de enamorar de Nico”, confiesa Paglini.
-¿Quién es el más lanzado de los dos?
P: -En el amor, Nico.
S: -Yo sentía que no me quería perder de contar esta historia de amor de ninguna manera.
P: -Durante ese primer mes y medio solo hubo algún beso.
S: -Es lindo decir esto porque hay un prejuicio sobre la promiscuidad del homosexual y no es así. Todos somos seres sexuales. La promiscuidad y las relaciones románticas existen en todos lados.
-Seguramente en ese romanticismo auguraban y sentaban las bases de un vínculo más profundo.
S: -A tal punto que, al día siguiente de conocernos, hablamos de viajes.
P: -Le dije que quería conocer Disney.
S: -Y yo le respondí: vas a conocer Disney conmigo. El descreía un poco.
P: -Es que yo había vivido una gran decepción y entonces estaba escéptico. Ya me habían vendido espejitos de colores y no quería caer otra vez en la trampa.
S: -Lo gracioso fue que preguntó cómo estaba tan seguro que iba a pasar algo así, si no lo conocía y le dije: "Porque llegué a tu vida para hacerte feliz".
P: -¡Me mató! ¡Fue muy fuerte!
El sagitariano y el pisciano concretaron el viaje a Disney un año después. Una carta natal confirmó que estaban hecho el uno para el otro. Y, cuestión de fe mediante, el día de la boda fue escogido a partir de un estudio de numerología. Amor, astros y cifras confluyeron.
-¿Sufrieron mucho por amor?
S: -¡Si! ¡Un montón! Lo interesante de esos sufrimientos es cómo uno capitaliza esas experiencias para no volver a tropezar y que el presente sea más amoroso. Cuando apareció Sergio yo estaba preparado y abierto a vivir el amor que deseaba vivir.
P: -Yo tuve una sola pareja formal antes de Nico y no terminó bien. Salí dolido.
Poco tiempo después de haberse conocido, a fines de 2009, probaron la convivencia en Mar del Plata, en donde Scarpino tenía que estar para cumplir con su temporada teatral con Facundo Arana. Una prueba que se convirtió en un modo de vida. No se separaron más.
-¿Qué los conquistó del otro?
P: -A mí me seduce la mirada de Nico. Es un ser genuino. El amor que me tiene me resultaba extraño al principio. Uno tiene un tema con el merecimiento, me preguntaba si era verdad que era para mí. Iba con miedo, esperaba la cachetada. Cuando no vino la cachetada, me relajé. Tomé conciencia que no nos íbamos a lastimar. Fue hermoso. Nos adoptamos. Hoy ya no hay que decir nada, cada uno sabe lo que tiene que hacer con solo mirar al otro.
S: -Yo me siento protegido y cuidado por él. Me siento como debajo de su ala, con una protección eterna. Contenido y comprendido. Me lo transmite su corazón.
A nadie hago mal
-¿Cómo llegan a tomar la decisión de casarse?
P: -A mi me gustaba la idea.
S: -Yo no quería que nada se modifique, me daba miedo que un papel arruine las cosas.
Una noche, Sergio fue a buscar a Aeroparque a Nicolás. Esperando el aterrizaje del vuelo, decidió consultar en un restaurante de la zona el costo de una reunión para cincuenta personas. Al día siguiente regresó con su novio y comenzaron con los preparativos de la boda. En cuanto Nico hizo un guiño, Sergio se encargó de armar todo a la velocidad de la luz. Ya en 2011 se habían comprometido con alianzas a modo de augurio de lo que podría ser.
-A dos años del casamiento y con varios años más juntos, ¿cómo es la convivencia? ¿Hay roles repartidos?
P: -No somos de pelearnos. Luego de ocho años, eso es rarísimo. No existe el no hablarnos o estar dos días sin mirarnos. El respeto siempre está presente y nadie quiere lastimar al otro. La división de roles es clara: como yo tengo un poco más de tiempo libre me ocupo de la casa
S: -Aunque nos gusta ir al supermercado juntos.
-Al compartir la misma vocación, ¿existe la competencia laboral?
S: -Para nada. Me siento protegido por Sergio. El ve cosas de mi profesión que yo no veo. Cuida mi carrera. El dice que cuidarme a mí es cuidarse a él. Siempre pensamos que lo mío es de él y lo de él es mío.
-¿Quieren tener hijos?
P: -Es un tema que está ahí, tenemos muchas ganas aunque, a veces, nos pinchamos.
-¿Bajo que modalidad: adopción, vientre subrogado?
P: -Pensamos en todas las opciones.
S: -Es una decisión que hay que tomar con mucha responsabilidad. Hay que estar ciento por ciento comprometido para llevarlo a cabo.
P: -Sabemos que seríamos muy buenos padres o, al menos, intentaríamos serlo, pero también nos gusta la vida independiente y eso nos frena un poco.
S: -Somos egoístas.
-Egoísmo sería tener un hijo y no darle el tiempo, el amor y la vida que merece. Quizás lo de ustedes sea prudencia...
S: -Esa es una buena mirada, porque nosotros sentimos que somos un poco egoístas. También nos frena lo complejo de todo los trámites de adopción o lo costoso del proceso de vientre subrogado. No queremos frustrarnos al intentarlo. Si lo decidimos, queremos que suceda.
-¿Qué le dirían a alguien que no se anima a mostrarse auténtico y ve en ustedes una gran historia de amor, un ejemplo de superación de prejuicios?
S: -Lo único que puedo decirle a alguien que no se anima es que no le tenga miedo a la entrega ni al amor.
P: -El miedo paraliza. Yo pensaba “tengo una sola vida y se me está pasando”, eso me desesperaba. Me angustiaba el paso de los años y no vivir como yo quería. Tenemos una sola vida y hay que disfrutarla. Nosotros no molestamos a nadie, somos muy respetuosos con quien no está de acuerdo, no vamos por la calle haciendo exhibicionismo, pero vivimos nuestra vida con felicidad.
S: -No nos casamos para mostrarnos. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer sin más, sin que el miedo te paralice, sin que la angustia te frene. Cuando transitás la vida y sos fiel a tus sentimientos, nada pasa. Nadie tiene que influir en lo que uno siente.
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