Natalia Oreiro y Pablo Rago: el reencuentro de dos “torbellinos” que, 30 años después, intercambian anécdotas y aprendizajes
Los actores, que protagonizan la nueva película de Netflix Campamento con mamá, recordaron sus particulares infancias, el momento en el que se conocieron y reflexionan sobre el rol más comprometido que les tocó interpretar: el de padres
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Trabajaron juntos por primera vez hace 30 años. En ese momento, él era uno de los galanes jóvenes del momento y ella una adolescente recién llegada de su Uruguay natal con la energía de un “torbellino”. Él era el protagonista de la telenovela Inconquistable corazón y ella, que daba sus primeros pasos dentro de la actuación después de haberse coronado como la “paquita rioplatense” de Xuxa, apenas tenía diálogos dentro de la ficción. Volvieron a coincidir cuando los convocaron para ser la dupla protagónica de Kachorra, uno de los éxitos de Telefe, allá por 2002. Y si bien se cruzaron alguna que otra vez en los sets, este año Natalia Oreiro y Pablo Rago tuvieron la posibilidad de redescubrirse el uno al otro, desde un rol y en un entorno muy particular.
Este viernes 6 de diciembre, Netflix estrena Campamento con mamá, la nueva película de Martino Zaidelis (Re loca, La extorsión) que los tiene como protagonistas. La historia, escrita por Natacha Caravia, Andrés Gelós, Martino Zaidelis y Andrés Pascaner, se centra en Patricia Peiró, una mujer divorciada y maniática del control que, al enterarse de que su hijo Ramiro (Milo Lis), de 12 años, quiere irse a vivir con su padre, consigue acompañarlo a su viaje de egresados para pasar más tiempo con él y hacerlo cambiar de idea. Rago, a su vez, es Diego, un profesor compinche de los chicos que también los acompaña en la travesía y en quien el personaje de Oreiro encuentra algo más que un aliado.
Más allá del reencuentro de los protagonistas, el rodaje de esta comedia familiar tuvo dos ingredientes muy particulares: la mayoría de las escenas transcurren al aire libre y con la presencia del numeroso elenco infantil. Esos condimentos, justamente, fueron determinantes para que se lograra un clima familiar que llevó a Rago y a Oreiro a conocerse desde un lugar más íntimo y profundo.
-¿Cómo fue la experiencia de filmar casi completamente en exteriores y rodeados de preadolescentes?
Natalia Oreiro: -¡Wow! Niños y exterior son como una bomba, ¿no? De hecho, nos llovió en parte del rodaje... Pero creo que así se consiguió transmitir la magia de algo que está sucediendo de verdad. Bueno, el paisaje de Tandil es otro protagonista dentro de la película, que es un film familiar que habla justamente de compartir un viaje con nuestros hijos. Yo pude viajar con mi hijo, Pablo también, los chicos se hicieron amigos... Atahualpa tiene 12 años, la misma edad que tenían ellos. Nos quedamos en unos en unos hoteles re lindos, cantamos, todo el tiempo me pedían que cantara. Yo la pasé genial. No nos faltó nada.
Pablo Rago: -Fue una experiencia hermosa. Uno podía presumir que trabajar con 18 chicos de 12 años iba a ser muy complicado, pero la verdad es que no lo fue. Hubo buena onda desde el primer día. El trabajo que hace Milo, que tiene 12 años y es un profesional desde hace rato, es genial. Además se armó un grupo relindo y fue muy divertido, más allá de que a simple vista uno podría pensar que el contexto no era el ideal, porque la filmación fue en distintos lugares: había que caminar, subir a la montaña, tirarse en tirolesa...
Oreiro: -Pablo es muy pachorro. Yo me tiraba de la tirolesa y estaba feliz. Me tiraba otra vez, y a los dos minutos volvía y él me decía: ‘¿Cómo llegaste tan rápido?’.
-¿Cómo fue el reencuentro entre ustedes, que se conocen desde hace tanto tiempo?
Oreiro: -Pablo sacó cuentas y este año se cumplieron 30 años del estreno de Inconquistable el corazón. Yo era una adolescente, tenía 16. Creo que la esencia es más o menos es la misma. Imaginate que tenía un personaje que no hablaba y me relacionaba con los protagonistas como si fuera una protagonista más, o sea, yo era un relleno dentro de los alumnos y salíamos a bailar, me acuerdo, me super cuidaban. Y me acuerdo que un día Pablo me dijo: ‘¡Vos sos un torbellino!’. Él, que en esa época era más torbellino que nadie.
Rago- (Risas) ¡Lo sigue siendo! Sigue haciendo doscientas millones de cosas por minuto, como cuando era chiquita. Y este reencuentro se dio cuando ya somos padres, yo de un muchacho de 22 años, y Nati de un niño de 12. Hablamos muchísimo durante esta filmación sobre nuestros roles como padres. Nos contamos las experiencias, las dudas que tenemos; uno no deja de tener dudas por más que sus hijos sean grandes, porque cada etapa sigue siendo única. Además, ninguno de los dos tiene un hijo anterior como para saber cómo afrontar cada momento de la vida de los chicos. Fue un reencuentro re lindo. Si bien ya nos habíamos cruzado en La noche mágica, esto fue especial, porque se generó un clima familiar en Tandil.
Oreiro- Creo que la gente de nuestra edad se va a identificar, porque formamos parte de una generación que está intentando ejercer la paternidad de una manera muy diferente a la de nuestros padres, al menos en la mayoría de los casos, no quiero generalizar. Nuestros padres obviamente nos dieron todo el amor que pudieron, y ellos tuvieron a su vez padres aún más estrictos. Mis abuelos eran inmigrantes españoles que vinieron con muchas necesidades. Después, con mis padres emigramos hacia España, también, con mucha necesidad.
-¿En qué creés que esta generación de padres es más abierta?
Oreiro -Sin dudas, en cuanto al diálogo. El ‘de eso no se habla’ no existe en nuestra comunicación. Por supuesto que no soy la amiga de mi hijo, pero él puede encontrar en mí una persona más humana, que se puede equivocar, que está aprendiendo, que le dice que aprende de lo que él tiene para darme. Yo me permito decirle que tengo mucho miedo, que hay cosas que no sé cómo manejar... Que ser madre es tener el corazón fuera del cuerpo y que en algún momento él puede ser mi bebé para convertirse en un preadolescente. Que quiero estar más tiempo con él y a veces no puedo. Le puedo decir que estoy cansada o que estoy frustrada. Para mis padres, con todo el amor que me dieron, las cosas eran de una manera y si lo hacías de otra forma estaba mal. Y yo no sé cuál es la forma... Para mí la forma es que sea feliz y que quiera ser él, no que yo le marque el camino.
-¿Sentís que tenés puntos en común con Patricia, tu personaje a la hora de afrontar la crianza?
Oreiro- Sé que soy una mujer controladora en todos los aspectos de mi vida, pero me hago cargo y lucho contra eso. Hago un esfuerzo enorme por intentar relajar, y a veces me sale mejor que otras. Sé que por más que yo quiera cuidarlo, hay un mundo ahí afuera esperando que él va a descubrir con sus propias herramientas. Posiblemente, con todo el amor y el acompañamiento que su padre y su madre le están dando, él tenga más seguridad en sí mismo. Es importante que sepa que lo amamos, pero después, va a ser él solito en el mundo y yo no voy a poder hacer nada para cubrirlo de eso que le puede pasar. Sé que no voy a dormir hasta que vuelva, pero no quiero adelantar.
Rago: -No, preparate... Vito tiene 22 y hasta que no escucho que volvió, no me quedo tranquilo. Me hace acordar a lo que le pasaba a mi vieja conmigo, que prendía un toque la luz para que yo me diera cuenta que estaba pendiente, y después la apagaba y seguía durmiendo.
Oreiro: -Eso es maravilloso. Pero tu hijo vive con vos. ¡Yo me fui a los 16 a otro país!
Rago: -Claro. Hay algo en el arco del personaje de Nati que está muy bien contado, que es cómo aprende a desaprender cosas que ella cree. Ella cree que las cosas tienen que ser de una manera y va aprendiendo, a partir de todos los acontecimientos que van pasando, a ser más relajada, a soltar no solo al niño que va creciendo, sino a tener todo bajo control en el trabajo. Eso está muy bien contado, muy bien desarrollado y muy bien actuado, también.
Oreiro: -Está relacionado con lo que hablábamos sobre los mandatos familiares, porque Patricia es una mujer que hereda de su padre una empresa y siente que se tiene que hacer cargo de y quizá deja sus propios deseos, de dedicarse a la música o de enamorarse, y se enfoca de lleno en su trabajo y en su hijo. Y eso hace que poco a poco se vaya autoasfixiando ella y también su vínculo con su hijo.
-Deja de lado la pasión, como le marca en un momento Diego...
Oreiro: -Exacxtamente. Él le pregunta cuál es su pasión y ella le responde que su trabajo le gusta. Él insiste, y ella termina confesando que su pasión es cantar. Y es en ese punto donde por primera vez el hijo puede verla vulnerable, porque la escucha cantar ante otros, y a través de esa canción que compuso para él puede decirle , sin necesidad de una charla frente a frente, lo que le está pasando. Y, además, ella no sabe que él la está escuchando.
-La película muestra a un puñado de chicos que ocupan distintos roles dentro del grupo. Ustedes, por cuestiones distintas, tuvieron infancias particulares. ¿Cómo se recuerdan cuando eran niños?
Oreiro: -Todo lo que uno es resulta de la construcción de lo que fue y lo que será; a medida que vas transitando la vida vas cambiando de ideas y vas sumando características. Debo de reconocer que ciertas cosas que no tuve forjaron mi personalidad y son cosas que intenté brindarle a mi hijo. El sentido de pertenencia en la primera infancia sobre todo, y sus vínculos con sus amigos y amigas era algo que quería brindarle. Yo me mudé 36 veces en mi vida, mis padres por diferentes situaciones sociales, fueron cambiando de barrio, de casa, de país. Hice un año en cada escuela. Por eso, cuando mi hijo comenzó la primaria tomé la decisión de instalarme en un lugar con la idea de quedarnos mucho tiempo y de mandarlo a una misma escuela. A veces uno tiene que cambiar, porque lo que sentiste como ideal no es y tenés que barajar y dar de vuelta, pero en el caso de él, por suerte, si funcionó y tiene los mismos amigos de que se conocen desde los 6 años, la misma maestra y la misma casa. Y siento que eso le da mucha seguridad: sentir que pertenece a una tribu.
-Eso no te pasó a vos...
Oreiro: - No, pero sé que a mí la realidad que viví me dio herramientas para este trabajo golondrina, que es el trabajo de los actores, donde te ves durante dos meses y después con mucha suerte volvés a coincidir en otro trabajo. La sobreadaptación implica un gran esfuerzo: volver a entrar a un grupo nuevo, volver a entender los códigos y siempre ser la nueva... Como me mudé de país, siempre hablaba raro, cuando me fui y cuando volví. Las necesidades económicas también hacían que siempre me tuviera que vestirme igual, y cuando sos joven te querés empezar a poner de lo que se usa... Eso me empujó a empezar a diseñar mi ropa. O sea, vuelvo a ponerlo como un valor en cuanto a mi personalidad, es decir, sé que tengo esta personalidad en parte por lo que carecí, pero en el caso de mi hijo intenté que tuviera una infancia más tradicional en ese sentido.
Rago: -Siento que tuve una vida re normal, a pesar de que no lo era. Iba al colegio, pasaba el tiempo libre que tenía en la calle, porque se podía, y si no, dentro de un canal de televisión. Pero me parecía lo más normal del mundo. En la adolescencia, cuando estaba haciendo Clave de sol, tuve una crisis, porque me decían mucho: ‘¡Cuántas cosas te perdiste por estar por estar actuando’. Y llegué a la conclusión, tiempo después, de que no es que me había perdido de vivir esas etapas, sino que había tenido otro otra tipo de experiencias. Entonces, lo valoré. Eso fue alrededor de los 18 o 19 años; estuve enojado durante un tiempo y después me di cuenta de que lo que me había tocado vivir tenía un valor en sí mismo, que era algo extraordinario. Pero yo hice la vida que me tocó vivir y la pasé bastante bien. Es muy impresionante escuchar a Nati hablar de su experiencia, del desarraigo, de viajar, de estar en distintos lugares... Eso a mí no me pasó y viví hasta los 18 años en la casa de mis viejos, en la misma casa y el mismo barrio. Con mi hermano nos levantábamos, desayunamos y salíamos a jugar con el de enfrente o el de la vuelta y nos pasábamos el día hasta el almuerzo, que salía mi vieja y gritaba: ‘¡A comer!’. Y volvíamos a salir después del almuerzo hasta la merienda y después de la merienda hasta la noche.
-Campamento con mamá se estrena este viernes en Netflix en un contexto poco favorable para la industria del cine. ¿Sintieron algo especial al respecto mientras filmaban?
Oreiro: -Saber que Campamento con mamá va a llegar a 286 millones de personas, que está traducida a todos los idiomas y que eso suceda en medio de esta situación, me parece que es algo buenísimo para la industria en un momento muy complejo. Tanto Pablo como yo somos personas privilegiadas en ese sentido, porque tenemos mucho trabajo, pero no es lo que está sucediendo en general. Si bien esta es una película 100% Netflix, que solo está en plataformas, para mí la presencia del cine en las salas sigue siendo muy importante. Con mi hijo vamos al cine dos veces por semana y no hay películas nacionales para chicos. Eso me da mucha tristeza, porque cuando filmé Un argentino en Nueva York era muy común este tipo de películas. No solo no están en el cine, tampoco están en las plataformas. Y creo que está bueno poder hacer películas nuestras para toda la familia, volver a ese tipo de cine sensible, emocional, con humor, que habla de nuestra idiosincrasia. Y si encima se puede ver el mundo, ¡gol! Recuperar esa industria, me parece muy importante para la cultura y para la sociedad.
Rago: -Coincido en que, más allá de que el estreno se produzca en una plataforma y no en las salas, que se estrene un film argentino para toda la familia es muy importante, porque no hay. Solamente encontrás de películas norteamericanas que podamos compartir con nuestros hijos, poder sentarnos juntos en casa a ver una película o ir al cine es para celebrar. Hay que seguir trabajando para recuperar nuestro cine porque, como se ve venir, el año que viene va a ser muy complicado.
-La película toca dos temas que atañen a los chicos de hoy, el bullying y la hiperconectividad. ¿Cuál es el tema que más les preocupa de las infancias en la Argentina?
Oreiro: -Principalmente, que la mayor parte de la infancia en la Argentina está bajo el nivel de pobreza. Cuando no tenés tus necesidades básicas cubiertas es muy difícil poder aprender en la escuela. Entonces, atender eso es fundamental. Y después, por supuesto todo lo que tiene que ver con el bullying tanto en las escuelas como en las redes sociales, la hiperconectividad... Justamente, la exposición a pantallas es un tema que como adultos se nos va de las manos. Y es muy difícil a veces para un padre que no llega con un único trabajo poder estar presente, físicamente, en la vida de sus hijos y que los niños no estén hiperconectados. Si tienen que tener tres trabajos para pagar la canasta familiar es difícil que puedan tener este espacio para que sus hijos puedan jugar con ellos o puedan jugar a la pelota en la calle. Pero esas son para mí las temáticas más importantes: el tiempo de calidad la poca calidad y la alimentación.
Rago: -Hay que preocuparse por darles un futuro.
Oreiro: -Y que tengan un presente, también. Porque ese futuro tiene que ver con lo que hacemos hoy por y con ellos y con lo que a ellos las cosas que a ellos les están pasando.
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