Natalia Oreiro: la villana que la hizo llorar, el personaje que la obsesionó y por qué se “enfrió” su regreso a la TV abierta
La actriz, que se encuentra nominada a los Premios Platino por su labor en Santa Evita, dialogó con la prensa acerca de los desafíos que se propone como artista en pos de salir constantemente de su zona de confort
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MADRID. Hace apenas unas horas que Natalia Oreiro arribó a la capital española, pero el extenso vuelo sobre el océano Atlántico no parece haberla afectado en lo más mínimo: impecablemente vestida con un traje oscuro y de muy buen humor, la actriz uruguaya se prestó este jueves por la mañana a una sucesión de entrevistas televisivas y con medios gráficos de distintos países de iberoamérica. Y es que mañana será una de las grandes protagonistas en la alfombra roja de los Premios Platino y, posiblemente, suba al escenario del Palacio Municipal IFEMA para retirar su galardón a mejor actriz en miniserie por su labor en Santa Evita.
El trabajo que llevó adelante en la ficción basada en el libro de Tomás Eloy Martínez es uno de los temas ineludibles en la entrevista con varios medios de la que participó LA NACIÓN, apenas unas horas después de la entrega de los Platino del Público que ya la dieron por ganadora, justamente, por su trabajo como Eva Duarte en la serie de Star+.
-¿Considerás que esa fetichización que se hace del cuerpo de Eva Perón guarda similitudes con la cosificación del cuerpo femenino que existe aún hoy?
-Sí, lamentablemente es absolutamente actual la serie. Eso era parte de lo que charlábamos también con Rodrigo García [uno de los directores de la ficción]: aunque obviamente su punto de vista está basada en la novela, el cuerpo de una mujer desnuda, sin vida, al servicio de las vejaciones de hombres poderosos, con esa fascinación morbosa que se tiene sobre ella particularmente porque no puede defenderse. Yo creo que básicamente lo que se le tenía, y se le sigue teniendo, es mucho miedo. A mí me gusta mucho una frase de Eduardo Galeano que habla de eso, del miedo del hombre a la mujer sin miedo... Y es terrible, al menos a mí como intérprete lo que más me costaba era atravesar esa situación como mujer y como persona.
-Hay otro trabajo destacado que también estrenaste el año pasado y es Iosi, el espía arrepentido (Prime Video). ¿Cómo fue el desafío de afrontar estos personajes tan fuertes que tienen un anclaje en la realidad?
-Sí, el personaje que interpreté en Iosi... existió, y en la segunda temporada, que se estrena muy pronto, tiene más peso aún. Pasa que en la primera estaba también preparando Santa Evita y fue más acotada mi participación. La serie es tremenda, muy cruda. Y sí, a este personaje también entré por casting; Eva fue por casting también. Y no lo digo porque me guste especialmente hacer castings, sino porque siento que no todos los actores pueden interpretar todos los personajes; hay algunos pocos elegidos que sí pueden, pero no estoy yo dentro de esa lista, y me gusta saber que el director encontró algo que después voy a poder trabajar. Evita, por ejemplo, es un personaje que sentía que no iba a poder abarcar, pero lo de Iosi... me costó mucho desde lo ideológico.
-¿Por qué?
-Porque era hacer una villana, pero una villana con convicción. Siempre lucho por no juzgar a los personajes sino entenderlos y darles humanidad y verdad. Me costó mucho ella, porque llega un punto en que ella me da pena, me parece una pobre mujer, pero en la segunda temporada le pasan muchas más cosas, se abre mucho más y deja ver algo que en la primera no se veía tanto. Hay escenas en las que terminaba llorando, sobre todo en escenas de improvisación. Porque soy actriz pero también soy persona, y acepto hacer un personaje porque se separa mucho de mí y porque un gran desafío pero, al mismo tiempo, mi emocionalidad está el servicio de lo que interpreto.
-¿Qué es lo que te mueve a presentarte en un casting, que buscás hoy en un papel?
-Salir de mi zona de confort. Creo que soy así por naturaleza. Y resignificar mi vocación; yo empecé a trabajar muy chica, y eso a veces tiene cosas buenas y cosas malas. Obviamente uno se queda con lo bueno y por eso sigue, pero te podés llegar a aburrir de vos mismo. Para mí tomar riesgos es una forma de vivir la profesión, aunque en lo personal soy bastante más tradicional. Soy muy crítica conmigo misma. Es un poco pretencioso de mi parte decir: “Ok, esto no me sale, pero voy a trabajar y me va a salir”. El casting me permite tirarme a la pileta, prepararme para un personaje y ver si lo logro, y escuchar qué respuesta obtengo del otro lado. Pero cuando tuve que hacer el proceso de convertirme en Eva me encontré con alguien con un cuerpo distinto al mío, con una edad distinta a la mía, y con una voz, sobre todo en el proceso de su enfermedad, muy distinta también. Eso a mí me dio pánico, porque nunca quise imitarla ni a ella, ni a Gilda, ni a ningún personaje que haya existido, pero sí estoy más cercana a Gilda en el estereotipo femenino que a Eva. Requirió mucho trabajo y frustración de mi parte, y tuve dos coaches, una en la parte actoral y otra en la parte vocal.
-Trabajaste mucho en ese personaje...
-Solemos decir: “Los sueños se cumplen”, y no es así. Hay mucha gente que lo intenta y no, y a mí me ha pasado que he intentado cosas y no me han salido. Pero sí tenés más posibilidades de lograrlo si tenés un tiempo para hacerlo, y la convicción, las ganas y gente que esté para acompañarte. Le dimos con todo... Pero ahí está el compromiso que uno le pone a los trabajos, ¿no? Yo soy muy intensa, pero no a todos los trabajos le pongo el mismo compromiso y me doy cuenta de eso. Me acuerdo que llegaba a casa con una energía... Pero no me daba cuenta, porque estaba todo el día escuchando los discursos de Eva, super concentrada. Fueron como cinco meses de ser otra persona.
-Tenés un público muy fiel, que te sigue en todos tus proyectos, pero también hay una porción que quiere que vuelvas a la telenovela. ¿Qué tan lejos está ese regreso?
-Lamentablemente, bastante. Tenía un proyecto para hacer con el que veníamos trabajando hace dos años, una comedia hermosa, todo firmado, pero la tele está tan rara que se viene posponiendo. Y pasa un poco como con una pareja: si estás con alguien y te dice “no, mejor mañana”, te enfriás... Y yo tengo la suerte de tener posibilidades de hacer series geniales, películas. Tengo ganas de hacer ficción en la tele, pero lamentablemente los que manejan hoy la televisión no todos tienen ganas de arriesgarse. Entiendo que estamos en una situación mundial muy compleja en la que todo está como cambiando, pero yo venía esperando hace bastante y dándole prioridad hasta que en un momento me di cuenta que tengo que soltar. Si sale, sale, pero ya no es mi prioridad. A mí me encanta la tele y no es cierto que la gente ya no mira más tele; todo depende de lo que hagas, cómo lo hagas y cómo programes también, sino no funcionarían las ficciones extranjeras. Hay un montón de factores que inciden.
-¿Te condiciona “el afuera” a la hora de elegir un proyecto, aun cuando querés abandonar tu zona de confort?
-Uno se expone a la opinión, lo que no quiere decir que no te afecte; pero si uno se queda con la opinión, no puede arriesgarse. Y además, en un punto, todo lo que uno hace es político, cualquier decisión que uno tome. Me considero una persona comprometida socialmente, entonces mis personajes también tienen, en muchos casos, que ver un poco con lo que a mí me pasa en relación a lo social. Ahora, por ejemplo, voy a hacer una película con Benjamín Ávila que me tiene muy conmovida: se llama La mujer de la fila, porque habla justamente de las mujeres que hacen la fila para entrar a las cárceles porque tienen un familiar adentro. Independientemente de si es una cárcel de hombres o una cárcel de mujeres, siempre son las mujeres las que están al servicio y el cuidado de esa persona que está encerrada, y la idea es mostrar toda la burocracia y lo que sucede alrededor de esas mujeres que, por alguna situación particular, terminan teniendo a alguien privado de su libertad. Y así como voy a hacer esta película, muy pronto, en julio, vamos a estrenar Casi muerta, una comedia dramática dirigida por Fernán Mirás que tiene un humor muy particular. Decidí hacerla sin ver el guion porque vi su primera película, El peso de la ley, mientras estábamos filmando Re loca y le dije: “Fernán, acabo de ver tu película y, en la próxima película que hagas quiero participar”. Está buenísima, es muy ácida.
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