Natalia Lobo, sobre su “devastadora” separación de Ariel Polaco: “Fue el peor año de mi vida, nunca sufrí tanto”
La actriz no consiguió superar una fuerte crisis con el empresario, con quien había contraído matrimonio en marzo de 2022; “No fue por falta de amor”, asegura
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Natalia Lobo se separó de Ariel Polaco, con quien compartió siete años, sueños y proyectos. Se habían casado en marzo de 2022 y, aunque tuvieron períodos de convivencia, el pacto de la pareja era que cada uno tenía su casa, con sus hijos. Durante un tiempo funcionó, pero algo se rompió en enero pasado. Y aunque hubo acercamientos, finalmente decidieron decirse adiós.
En una charla íntima con LA NACIÓN, la actriz habló de la separación, del momento oscuro que vivió durante todo este año, de su gran aprendizaje, y asegura que hoy está feliz y contenta, con muchos proyectos para el nuevo año. “Fue muy triste para mí porque no fue por falta de amor. Somos diferentes en muchas cosas de lo cotidiano, como si fuéramos de distintas tribus. Y a veces con el amor solamente no alcanza”, asegura.
“Fue muy triste porque no es que no nos queríamos más; de alguna manera, para uno estar con el otro, tenía que dejar de ser quien era. Y el camino es ser la mejor versión de uno mismo. Lamentablemente, tuvimos que alejarnos, con un dolor enorme. Tuve un año re duro. Hice un retiro en mayo y después entré en una oscuridad tremenda; fue el peor año de mi vida. Nunca sufrí tanto porque separarme de Ariel fue devastador. Nos separamos en enero pasado y después hubo un pequeño acercamiento porque el amor es muy grande, pero la realidad es la realidad”, explicó la actriz, conmovida.
-Entonces se separaron amándose...
-Sí. Fue muy difícil, sentí un amor enorme y tuve una gran entrega con Ariel. Pensé que era el amor de mi vida. Después de mayo entré en la famosa noche oscura del alma y fue muy triste, pero a la vez estoy agradecida porque empecé a indagar en mí, a ver que había cosas que no tenía tan resueltas como yo pensaba. Medité, adquirí más herramientas y en un momento pensé que estaba en el fondo del amor y no salía. Y ahí me di cuenta que hay situaciones que te empujan a profundizar más y a terminar de curar heridas.
-¿Cómo pudiste sanar?
-Revisé mi trama familiar, el linaje femenino de mi familia, el abandono de mi papá, hice retiros de salud, constelaciones familiares y canalizaciones. Desde fin de mayo hasta noviembre que viajé a Perú y fue el final de este tránsito, hice una limpieza energética y una conexión con la naturaleza increíbles. No dormía, no comía, lo extrañaba y fue un golpe muy duro porque mi vida era con él. Y a veces no se puede. Fue muy duro soltar a Ariel, me costó mucho porque lo amé con todo mi corazón. No me imaginaba una vida sin él. Pensé que íbamos a poder ordenarnos de alguna manera, pero nuestras diferencias pudieron más que el amor. Fue muy triste.
-Convivieron poco tiempo porque decidieron ser un matrimonio en casas separadas...
-Sí, pero estábamos juntos porque el amor era enorme. En este año aprendí un montón, pude aplicar todo lo que aprendí en mi vida y puse en acción todas las herramientas adquiridas. Me enfoqué en atravesar la crisis, salir adelante y encarar una nueva vida. Trabajé el perdón, el enojo. Y por eso no hablé hasta ahora porque me costó atravesar todo el proceso.
-¿Qué descubriste en el viaje a Perú?
-Fui sola y trabajé con una chamana y pude soltar el enojo, perdonar y perdonarme. Se dio casi sin querer y fue increíble. Me doy cuenta que atravesar esto me dio más herramientas para ayudar a la gente.
-¿Qué proyectos tenés para 2024?
-Quiero reordenar el trabajo con mi socia y mejor amiga para hacer retiros y darle a la gente herramientas concretas y armar una red de contención. Quiero transmitir mi aprendizaje. En este tiempo crecí mucho, me siento otra persona, feliz conmigo misma. Termino el año en paz y eso ya es un montón. El año que viene va a ser fuerte para todos, pero en lo personal siento que va a ser muy bueno para mí. Tengo esperanzas, proyectos, ganas y paz. Después de un año horrible siento paz. Fue duro alejarme de Ariel. A veces me despertaba a la madrugada y pensaba que estaba viviendo una pesadilla, que no era verdad. Pero confío en el universo, todo tiene un por qué, hay que sentir humildad y darse cuenta que no podés controlar todo y que quizá con el tiempo, sea para mejor.
Un amor con historia
Natalia Lobo y Ariel Polaco se conocieron en 2015, por una amiga en común. “Yo estaba muy triste porque se había roto la familia con Pablo Pirillo hacía poco menos de un año y una amiga me llevó a comer porque yo no comía nada. Fue uno de esos años para el olvido; me separé, me mudé a lo de mi hermana porque tenía que vender la casa, se cayó un proyecto de trabajo que iba a empezar a hacer. Estaba re mal”, contó tiempo atrás.
“Ariel es amigo también de esta amiga mía, se enteró que estaba comiendo con ella, se apersonó en el lugar y empezamos a charlar. También se había separado hacía un año. Un día nos miramos a los ojos y nos vimos, la unión de almas. La relación fue creciendo poquito a poco porque en muchas cosas somos muy distintos, como si fuéramos de dos tribus diferentes, con costumbres diversas, él es más estructurado y es licenciado en comercio exterior, otro mundo. Enamorarse de una persona que no es de la misma tribu que la tuya lleva un trabajo, sobre todo para que uno no aplaste al otro y cada uno conserve lo suyo. Es un trabajo diario, pero hay algo más allá de nuestras diferencias que nos une”, le había contado a LA NACION.
Se casaron el 26 de marzo de 2022, en el Boating Club de San Isidro y con una ceremonia mixta creada por la actriz y dos amigos. Fue una boda muy esperada que se suspendió varias veces por la pandemia. “Fue un día soñado, la gente estaba tan contenta, había alegría y amor. Aunque muchos no se conocían, bailaban todos juntos y no había grupitos. Quedé mareada de amor. Al principio, el día estaba nublado y de repente salió el sol cuando entré en el barco”, contaba.
No pasaron por el registro civil y en cambio firmaron un contrato, como parte de la ceremonia judía, la ketuvà. El contrato hablaba sobre los compromisos que adquirían con el otro y uno de ellos fue no convivir. “Cada uno va a vivir en su casa, al menos por ahora porque Ariel tiene sus hijos y yo tengo a Inti, que me necesita. Parte de casarnos fue comprendernos. Cada uno tiene su casa y entendemos las diferencias y nos ayudamos a ser nuestra mejor versión y no dejar de ser uno por el otro. Ahora es así y en dos años no lo sé; no es que va a ser siempre así. Cuando pensamos en ensamblar familias no fue posible porque a veces las cosas no se pueden. Las estructuras se están transformando y cada uno tiene que hacer lo que le viene bien”, decía.
Sin embargo, en pandemia convivieron. “Un día me quedé en la casa de él, el tiempo fue pasando y de repente estábamos conviviendo. Durante ese tiempo mi hijo estuvo viviendo con su papá en el Sur, y cuando volvió, yo también volví a casa. De todas maneras, vivimos muy cerca. Es prueba y error. No puede haber ensamble por ahora porque él también tiene hijos adolescentes y es complicado; lo mejor es que yo vaya y venga. Cómo respetar al otro y no dejar de ser nosotros mismos, es todo un aprendizaje. Estamos en ese camino que no es fácil, pero hay mucho amor. Todos estamos en la búsqueda de lo que nos hace bien. Antes parecía que todos encajábamos en algún formato y ya no es así. Aquello se diluye, hay nuevos formatos, nuevas familias y cada uno busca lo que le hace bien. El amor es enorme y las diferencias también, y por eso en nuestro casamiento yo llegué en un barco porque venía de otro lugar. Somos de dos tribus diferentes que se encontraron y estamos armando la nuestra. Nos queremos con el alma y estamos viendo cómo armar un ‘nosotros’ en casas separadas, y cada uno con su patrón familiar”, decía hace un año atrás.
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