A los 44, repasa su vida luego de haberse alejado del candelero. Rememora su romance con Alan Faena y explica por qué, en un momento, tuvo que cortar con todo y volver a empezar. Ahora, con un hijo y en pareja, regresó a la televisión.
Hacemos las fotos en el campo de mi familia, en Baradero!", dice Natalia Lobo (44), entusiasmada. Sólo tiene una condición: que en la producción se incluyan vestidos de Pablo Ramírez y Evangelina Bomparola, sus diseñadores preferidos. El porqué es simple: "Quiero sentirme linda y, después de tantos años, volver a posar como una reina", explica, divertida, ante la invitación de ¡Hola Argentina! Sucede que, después de aquella relación high profile que mantuvo durante seis años con Alan Faena (50), con quien se casó en una ceremonia sui generis en Punta del Este en 1995, sobrevinieron años de acérrimo perfil bajo … O "en el llano", la metáfora a la que recurre para describir esta última etapa que recorrió con sentido y valentía junto al instructor de yoga Pablo Pirillo, el hombre que la acompaña desde hace quince años y con quien tuvo a Inti (12), su único hijo.
Con las grabaciones de Somos familia –la tira de Telefe– y el ciclo Abrir la boca y cantar –en el que "endulzó" las noches de Clásica y Moderna con su interpretación de las canciones que la acompañaron durante su vida– ya finalizados, tiene unos días libres y ganas de disfrutar. El plan, entonces, es pasar una jornada en uno de sus lugares favoritos, "El Romerillo", la estancia de mil hectáreas en la que sus padres, Chabela Castiglione y Martín Lobo, fijaron residencia. Después de posar con la ductilidad que conserva de su época de modelo, Natalia se dispone a una charla profunda.
–Hace un par de años atravesaste la barrera de los 40...
–No, la verdad es que no, porque cada vez me siento mejor. Igual, cuando escuchás "cuarenta y…" suena fuerte. No me siento de 44, pero, a la vez, siento que tengo una sabiduría que a los 20 o a los 30 no podría haber tenido, ya que implica un recorrido.
–¿Qué es lo que más te gusta de esta etapa?
–[Piensa]. La tranquilidad y la mayor capacidad que tengo para bucear en mí. Hay que saber reinventarse cuando el cuerpo va envejeciendo.
–¿Te preocupa el paso del tiempo?
–Por ahora, no. Me asombra ver cómo la piel se va cayendo y cómo las primeras canas se empiezan a asomar. Lo veo, no me asusto, pero tampoco me abandono. Me pongo cremas, que antes no usaba, hago mesoterapia, que funciona de verdad, durante años hice yoga y ahora hago crossfit… Me ocupo, no voy en contra: voy a favor de la edad. Haber apostado por mi propio camino fue fundamental para esta segunda etapa de mi vida. Tener proyectos te ayuda a vivir la edad de otra manera, pero no te voy a mentir: hay días que te ves más linda que otros, en los que te levantás ¡y no entendés de dónde salieron esas ojeras tremendas! [Se ríe].
–¿Qué recuerdos tenés de tus 20 y de tus 30?
–Era muy insegura, necesitaba saber si tenía talento, si atraía. Siempre fui muy sensible, algo que, "metida" dentro de ese envase tan sexy, era difícil de manejar. Recién ahora puedo manejar mi máquina, mi todo, porque me siento integrada.
–En los 90 eras una cara muy conocida...
–Sí, un poco sí. Tenía acceso a lugares superglamorosos y vip. Al principio lo pasé muy bien y cuando empecé a padecerlo, cambié. Fue una época mía para afuera, con una confusión interior muy grande, y alejarme completamente de eso me ayudó.
–¿Requirió coraje decir "basta"?
–No, porque empecé a sentirme muy vacía y a pasarlo mal. Estaba triste y angustiada en el mejor lugar del planeta. Estaba atrapada, entre comillas, en una historia que no era la mía, porque Alan [Faena] era un príncipe y yo no era una princesa. Tuve que cortar con todo lo que él representaba, como la comodidad y la tranquilidad económica, para enfocarme en mí.
–¿Cuándo hiciste el clic?
–Alrededor de los 30, me di cuenta de que había una montón de cosas que yo no tenía resueltas y que, para solucionarlas, tenía que bajar al llano porque desde el palacio no se puede salir a luchar. Seguí una intuición y no me traicionó. Me fui a vivir a un departamento en Congreso, que era lindísimo pero no tenía nada, y me puse a estudiar actuación con Julio Chávez. Le dije adiós a mi vida de antes, pero no improvisé, tenía un plan: quería actuar de verdad y cantar. Necesitaba que me valoraran por otras cosas más allá de la belleza. Necesitaba que me respetaran por mi trabajo y por lo que tenía para dar.
EL CAPITULO "FAENA"
Su romance con el entonces empresario de la moda (hoy devenido real estate developer) fue uno de los más retratados y comentados en aquella época cargada de burbujas que fueron los 90. "Yo volvía de España, de tres años de bohemia absoluta", rememora. "Venía en un vuelo de Aerolíneas, mirando una revista, y vi que en la parte de los sociales todos estaban pasándolo bomba. Fue en ese momento en el que me dije a mí misma: ‘Yo quiero estar acá’". Lo logró, con creces, y el súmmum de aquel deseo fue el amor de película que vivió con Alan Faena.
–¿Cómo se conocieron?
–Un amigo de él me insistió muchísimo para salir y, finalmente, le dije que sí. Yo había llegado hacía muy poco de Barcelona y no tenía idea de qué era Via Vai, ni quiénes eran Alan y Paula Cahen d’Anvers [dueños de la firma, socios y novios en aquel entonces]. Fuimos a comer con unos amigos suyos, que resultaron ser ellos. ¡Nunca había visto una pareja tan linda! Estaban bien vestidos, los dos eran jóvenes y exitosos. Después él se peleó con Paula, me llamó y empezamos a salir como amigos. Antes de ponernos de novios, fuimos íntimos durante mucho tiempo.
–¿Qué te enamoró de él?
–Era un mago enigmático, con él perdí la cabeza. Era un príncipe, siempre estaba bien vestido, era como si el Conde Valmont [el personaje que interpretó John Malkovich en el film Relaciones peligrosas] hubiera salido de la pantalla para estar conmigo. Alan armaba unos espacios soñados, con música increíble y yo caí rendida.
–¿Se mantienen en contacto?
–No. No nos vemos ni nos hablamos, pero lo adoro.
UN AMOR Y UNA NUEVA VIDA, CON LOS PIES EN LA TIERRA
Diametralmente opuesta fue su relación con Pablo Pirillo, un instructor de yoga que conoció en el set de La mujer del presidente, que protagonizó con Ricardo Darín en 1999. En aquel entonces, Pablo trabajaba en producción, buscando locaciones para Telefe. "Cuando lo conocí, lo primero que pensé fue: ‘Con él tendría un hijo’, y al año de estar juntos quedé embarazada de Inti (12)", confía emocionada.
–¿Te deslumbró?
–No, fue algo distinto. Hubo algo que nos unió más allá de nosotros, una atracción física, o química, que fue lo que hizo que tuviéramos un hijo y que sigamos juntos durante tanto tiempo.
–Este año cumplen quince años de amor.
–Sí. Con él volví a empezar, volví a lo concreto, a meter las manos en el barro y a pagar las cuentas de la casa. Fluimos desde el principio y una cosa fue llevando a la otra. Lo nuestro fue, sin dudas, un encuentro de energías.
–¿Cuál es tu balance después de tanto tiempo?
–Lo quiero un montón y no quiero vivir sin él, pero tampoco sé cómo seguir, es raro estar mucho tiempo con alguien. Abrí los ojos y estamos acá, quince años después. Siempre fluimos, nos llevamos bárbaro, no discutimos, no forzamos nada: las cosas fueron, y fueron bien, pero estamos en un momento en que, más allá de todo el amor que nos tenemos, tenemos que ver cómo seguir.
–Siendo madre, ¿qué entendiste de tu mamá?
–Que no es fácil criar a un hijo y que uno hace lo que puede. Mi mamá siempre fue muy exagerada y yo también soy así. Cuando era chica, su intensidad me asustaba muchísimo. Un día, íbamos en el auto con Inti, él tendría 4 años, y yo me saqué por una tontería mecánica. Al toque me di cuenta de que estaba haciendo lo mismo que hacía mamá y que a mí tanto me había afectado. Lo que quiero decir es que uno, sin querer, repite, y es necesario estar muy atenta para corregir esos "legados" que no querés continuar.
–¿Cómo es él?
–Cuando era más chico hablaba mucho y era superexpresivo, ahora está más tímido, más callado. Es un gran dibujante, algo que admiro mucho de él, y quiere estudiar Diseño Industrial, ¡que me encantaría!
–¿Por qué?
–Porque vengo de una familia en la que nadie estudió formalmente, entonces, para mí, el estudio es importantísimo. Tan entusiasmado está que me propuso hacer el ingreso a la ORT para ya empezar a estudiar diseño ahí. Está con el curso de ingreso y sale contentísimo.
–¿Le temés a su adolescencia?
–Al sufrimiento de la adolescencia. Yo no sé cómo es "salir al mundo" siendo hombre, entonces hay un montón de herramientas que no voy a poder darle. Me concentraré, entonces, en que sepa cuidarse a sí mismo y en que aprenda a detectar el peligro.
–¿Nunca quisiste darle un hermano?
–Me hubiera gustado tener otro bebé, pero cuando Inti tuvo un año volví a trabajar y no tenía estructura para otro hijo.
–Si bien estás en un cross-road con su papá, se te ve contenta.
–Sí, volví y estoy divertidísima. Me tuve que alejar porque necesitaba decir la verdad, tenía la plata justa y no podía estar en un lugar top y después volver a mi realidad, que era básica. Ahora, finalmente, me siento cómoda conmigo misma.
Texto: María Güiraldes
Fotos: Pilar Bustelo
Producción: Anita Noseda
Maquillaje: Luli de la Vega, para De La Vega Make Up
Peinado: Nilda, para Estudio Olivera
Agradecimientos: Benito Fernández, CHER, Evangelina Bomparola, Las Juanas Night, Luna Garzón, Ménage à Trois, Pablo Ramírez, Paruolo, Ricky Sarkany y Rossi & Caruso
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