Natalia Lobo, entre las dudas alrededor de su futuro como actriz y los planes de boda en un bosque de Uruguay
La intérprete se replantea si quiere seguir dentro del medio y prepara su casamiento con Ariel Polaco, su pareja desde hace más de cinco años
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Estos dos años de pandemia por el covid-19 alteraron los planes de todos. También los de Natalia Lobo, que todavía se está haciendo muchos replanteos, entre ellos la fecha de su boda con su novio Ariel Polaco. Hasta hace muy poco tiempo, su idea era casarse en marzo, en Uruguay, en un bosque entre Punta del Este y José Ignacio. Pero el rebrote y la suba de contagios posiblemente provoque que ese soñado proyecto se atrase un poco. En diálogo con LA NACION, Lobo cuenta detalles de la ceremonia, habla de su historia de amor con su pareja y revela que, de alguna manera, se está despidiendo de la actriz para recorrer un nuevo camino.
Lobo le sacó provecho a estos tiempos de pandemia “porque por algo pasan las cosas” y eso la llevó a reflexionar mucho. “Cuando no se podía salir a la calle, al inicio de la cuarentena, sentí que lo único que podía hacer era meterme para adentro y meditar, conocerme, ver qué me hace bien y qué me hace mal, qué comportamientos repito y no me sirven, averigüé sobre alimentación. Tuve la suerte de no necesitar salir corriendo a trabajar, porque todo depende de dónde te agarre la situación, no nos pega a todos igual. Yo tuve esa posibilidad de quedarme en casa y me metí para adentro”, relata.
-Y en medio de todo eso, tu novio te propuso casamiento, ¿cómo fue?
-Me propuso casamiento, pero todo fue mutando, y en octubre pasado activamos otra vez y la idea era hacerlo en marzo, en un bosque, en Uruguay, con familiares y amigos. Pensamos en unas 80 personas, no más, pero hasta que esto no pase no sé si pueden viajar mi mamá y mi hermana. Está en stand by, y si no es en marzo será en octubre o noviembre. Siento que todo es día a día de verdad y no podemos encapricharnos con nada. Algo nuevo va a pasar, no sabemos qué, pero la película cambia todo el tiempo.
-El “solo por hoy” antes era solo una frase que se repetía y hoy es real.
-¡Claro! Ahora es real. Hay que entrenar el “solo por hoy” y parece una pavada, pero no es fácil. Hay que lidiar con el día a día, porque es muy difícil hacer planes.
-¿Probaron convivencia?
-El año pasado empezamos a convivir porque me quedé en la casa de él, parecía un mes, después parecían dos y el tiempo fue pasando. Inti (su hijo de 19 años, fruto de su relación anterior) se quedó con su papá, Pablo Pirillo, en casa y de repente estábamos conviviendo. Éste año volví a mi casa porque estuvo buena la experiencia de que mi hijo viviera un año con su papá, pero yo lo necesito y él me necesita a mí, todavía es chico y yo no quiero vivir sin él. Entonces este tiempo fue así, vivo un poco con mi hijo y un poco con Ariel, la que se mueve soy yo. De todas maneras, vivimos muy cerca. Es prueba y error. No puede haber ensamble por ahora porque él también tiene hijos adolescentes y es complicado; lo mejor es que yo vaya y venga.
-Nada de ensamble familiar…
-Si se hace la ceremonia en marzo, o cuando sea, eso no va a cambiar porque siento que Inti me necesita y que hay algo nuestro que es de nosotros dos nada más. Pirillo vino un tiempo a casa y fue genial, ahora está viviendo en el sur del país. Pirillo es mi familia, cuando te separás, al principio lo querés matar y después es tu mejor amigo. Me di cuenta que Inti me necesita y para mí es muy importante tener mis momentos con mi hijo, porque el origen somos él y yo, por qué lo voy a meter en un formato que no va aunque suene divino. En nuestro caso no funciona. Podemos hacer una comida y pasar un tiempo en familia y compartir, pero no convivir.
-¿Cómo fue la propuesta de matrimonio?
-¡Qué se yo! En el medio de esta situación un día me lo propuso, a mí me encantó pero se fue diluyendo. En octubre me lo volvió a decir. Conocer a alguien y respetar las individualidades lleva mucho tiempo. Pasamos por muchas pruebas: que íbamos a ensamblar familias, que no se puede, que tengo mis cosas y él las suyas. Sentimos que después de todo un recorrido de conocernos, de ver cuáles son nuestras diferencias, cómo queremos vivir, qué es importante para cada uno de nosotros, había llegado el momento de dar un paso y avanzar.
-Y el casamiento es el paso que hay que dar.
-Si, llevamos 5 años y 8 meses juntos. Empezamos a hablar con nuestras familias, a planear, pensar en el vestido y a fin de año dijimos ‘vamos viendo porque los casos aumentan’. Quiero que la unión sea en el bosque al lado del campo, en la naturaleza, como me gusta a mí, una ceremonia debajo de un árbol, que me case mi amiga, que Benito (Fernández) me haga el vestido, que no será blanco, quizá color tiza, crema. Bien simple. Y Ariel hará su aporte.
-¿Cuál va a ser?
-Es judío y tendrá su parte de ceremonia. A mi parte la va a oficiar mi amiga María Fernanda que vive en Merlo, San Luis. Si esto avanza veremos cómo hacemos el mix: es una creación conjunta. Tengo un amigo que es músico en un templo y quizás ese sea un aporte. Está bueno que la unión represente lo que queremos de la relación, como dos árboles que se unen, cada uno con su esencia y sus creencias más profunda. Como si fuéramos de dos reinos diferentes, cada uno con sus costumbres.
-¿Por qué en Uruguay?
-Porque compartimos los veranos ahí, es nuestro lugar de reencuentro; en Buenos Aires cada uno tiene su lugar. Además, no se me ocurre casarme en un lugar en la ciudad. Estos son los planes y después estoy abierta a lo que pase, sin enojarme. Aprendamos de lo que nos está pasando a toda la humanidad. Hasta fin de año venía con todo y la frenamos porque la cosa; a mediados de febrero veremos cómo sigue.
-No es con papeles la cosa…
-No, no. Cada cual con lo que cree y le gusta.
-¿Cómo se conocieron?
-Nos conocimos en Buenos Aires. Yo estaba muy triste porque se había roto la familia con Pirillo hacía poco menos de un año, y una amiga me llevó a comer, porque yo no comía nada. Fue uno de esos años para el olvido: me separé, me mudé a lo de mi hermana porque tenía que vender la casa, se cayó un proyecto de trabajo que iba a empezar a hacer. Yo estaba re mal. Ariel es amigo también de esta amiga mía, se enteró que estaba comiendo con ella, se apersonó en el lugar y empezamos a charlar. También se había separado hacía un año. Un día nos miramos a los ojos y nos vimos, la unión de almas. La relación fue creciendo poquito a poco porque en muchas cosas somos muy distintos, como si fuéramos de dos tribus diferentes, con costumbres diversas, él es más estructurado y es licenciado en comercio exterior, otro mundo. Enamorarse de una persona que no es de la misma tribu que la tuya lleva un trabajo, sobre para que uno no aplaste al otro y cada uno conserve lo suyo. Es un trabajo diario. Pero hay algo más allá de nuestras diferencias que nos une.
-¿Tenés proyectos de trabajo?
-No sé cómo voy a seguir, no sé si quiero seguir trabajando como actriz. Ya hacía un tiempo que sentía que tenía que ir por otro lugar. Tampoco quiero cerrar una puerta ni hacer ningún anuncio porque si aparece un proyecto que me interese me sumaría con todo gusto. Pero siento que esto de meterme para adentro e investigar otras cosas me conectaron más con mi familia, y quizá pueda organizar retiros. No lo tengo claro todavía. Hoy no me veo más trabajando de actriz, como si fuera una etapa cerrada en mi vida y se abre otro camino, tal vez organizar espacios para que la gente se conecte con la nueva vibración. Lo que único que siento con todo mi corazón es que hay que conectarse con la naturaleza, como si ahí estuviera la respuesta. Hace mucho que estoy en este camino porque desde que tengo memoria mi mamá me hizo leer a Carlos Castaneda, fuimos juntas a Machu Pichu, sé de piedras, astrología, Krishnamurti. Crecí de esa manera. Mi abuela curaba en el pueblo (Azul) con sus manos, tenía su altar. Y siento que ahora me estoy reencontrando con algo de la trama de las mujeres de mi familia y que nunca pensé que estaba en mí. Siento que ese próximo paso es por ahí.
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