Espléndida a los 71 años, la actriz contó cómo hace para ser feliz y lucir siempre joven
El tiempo no pasa para Nacha Guevara. Divina, se luce en la producción de fotos en traje de baño, y su figura (perfecta, a los 71 años) genera admiración entre quienes pasan por los acantilados de estas playas alejadas de Mar del Plata, la ciudad que la vio nacer. "Tengo buena genética", anticipa ella, y parece que el secreto está en su estilo de vida y en una suerte de pacto que dice que firmó con la naturaleza. Talentosa y perfeccionista, Nacha se define a sí misma como "muy exigente", y asegura que se mantiene siempre joven porque ha logrado brillar de adentro hacia fuera. Confesiones sinceras de una mujer única, frente al mar.
–Hace años que estás sola. ¿Te gustaría volver a enamorarte?
–Claro que sí. ¿A quién no? Pero la verdad es que no hago nada para enamorarme. Hace más de diez años que no tengo pareja, vivo sola y me gusta, pero algunas veces querría estar acompañada, compartir los buenos momentos con alguien que me quiera.
–Quizás el amor aún te sorprenda…
–Puede ser. Y, si no me sorprende, igual está bien; yo ya tuve mucha acción en la vida. Algunas noches, cuando llego tarde a mi casa después de un día difícil, valoro el silencio, mis plantas y animalitos que no hablan. Una convivencia sería muy complicada, porque hay que negociar todo el tiempo, y yo ya no tengo ganas.
–¿Es difícil convivir con la soledad?
–No me resulta difícil, y fui aprendiendo a estar sola. Además, creo que para estar acompañado, primero hay que saber estar solo. Pero lo que pasa es que con el tiempo te vas poniendo medio maniático, querés todo a tu gusto y en el momento en que vos lo deseás. Y así es casi imposible construir algo de a dos. ¡Ojo! Eso también se llama libertad, y para mí la libertad es el bien más preciado: no lo cambio por ningún amor.
–¿Cómo te llevás con los hombres que fueron tus grandes amores?
–Muy bien, tengo una relación genial con mis ex maridos (N. de la R.: Anteo del Mastro, Norman Briski y Alberto Favero), y la unión perdurable de un hijo con cada uno. Con Favero, por ejemplo, trabajamos juntos y nos llevamos mejor que nunca, nos queremos y nos respetamos muchísimo. Con Norman (Briski) también estamos siempre en contacto. Incluso cuando tengo que hacer algún rol puramente teatral, de mucho texto, le pido ayuda porque él es un gran maestro de teatro y ha colaborado conmigo en numerosos espectáculos.
–¿Qué balance hacés de tu paso por la política? ¿Qué aprendiste de esa experiencia?
–Aprendí que no soy para eso: ni la política es para mí, ni yo soy para la política. De todos modos, me resultó una experiencia lindísima de vivir, porque conocí gente muy interesante.
–Un mundo completamente distinto del tuyo, con otros códigos. ¿Te costó adaptarte?
–En general, me llevé bien con los políticos porque soy una persona que no reconoce la autoridad. Debe tener que ver con que casi no tuve padre. Ellos están acostumbrados a rodearse de gente obsecuente que los adula, y yo no soy así. Para mí, son seres humanos normales con trabajos extraordinarios.
–Conociste a tu padre de grande. ¿Pudiste perdonarle tantos años de ausencia?
–Tenía 46 años cuando volví a verlo, así que para mí es como no haber tenido padre. Y, si bien él se esforzó por reparar algo de ese abandono, la relación padre-hija era casi imposible de reconstruir.
–¿Hacés terapia?
–Me llevo mejor con los psicólogos que con los psicoanalistas, pero hice terapia en varios momentos de mi vida para resolver cosas puntuales, y siempre tuve la suerte de encontrar buenas personas. Soy más de buscar ayuda en una etapa de crisis o por un período determinado, y resolver aquí y ahora. No me gusta eso de quedarme regodeándome en el pasado.
–¿Hasta dónde influyó el exilio en la Nacha que sos hoy?
–El exilio deja huellas profundas. Se trata de una experiencia límite a la que poca gente se ve sometida, algo extraordinario que requiere actitudes extraordinarias. Es como volver a nacer; te tiran en un lugar sin historia, sin familia, sin trabajo y tenés que arreglarte como puedas. Resulta doloroso, costoso… y, sin embargo, salís, la mayoría sale adelante y ahí está el aprendizaje que te cambia la vida.
EL PASO DEL TIEMPO
–¿Cuál es el secreto de Nacha Guevara para estar espléndia a los 71 años?
–La gente me lo pregunta siempre, sobre todo las mujeres, y de esa pregunta casi permanente surgió este espectáculo que estoy haciendo ahora, ¿Cómo hace esta mujer?
–Una obra en la que te confesás con absoluta sinceridad. ¿Por qué decidiste hablar ahora sobre tus cirugías y secretos de belleza jamás contados?
–Creo que si vas a hacer una cosa así es para ser sincero; si no, no lo hagas. Además, yo cuento muchas cosas más delicadas e íntimas que mi cirugía de mentón o nariz. La exposición es enorme, porque la cosa no queda en las silicionas –que me las puse y lo cuento–, sino que hablo de mi infancia, cuento detalles entrañables, muy personales. Hay un tiempo para todo y sentí que era el momento de abrirme a través de mí misma, y no de un personaje de ficción.
–También decís que las cirugías por sí solas no sirven, que hay que tener algo más. ¿Cuál es tu fórmula?
–Yo medito hace muchos años y esa practica tiene notables beneficios sobre el cuerpo y la piel, que están estudiados y probados. La meditación es como una transformación: cuando cuerpo, alma y emociones empiezan a estar en equilibrio, se produce una armonía interior que después se manifiesta hacia fuera. ¿Cómo? Con una mayor oxigenación, una mayor coherencia entre los dos hemisferios cerebrales y una mejor relación con el mundo de tus deseos, por ejemplo. No olvidemos que la piel es el órgano más grande del cuerpo y que contiene todas las terminales nerviosas. Así que cuando una persona medita y ordena su sistema nervioso, la consecuencia inmediata es que la piel mejore.
–¿Cómo es tu relación con el espejo?
–No vivo mirándome al espejo. Y aprendí a trabajar con él como un reflejo de mi mejor parte. Lo peor que uno puede hacer es mirarse al espejo y juzgarse.
–¿Vivís de manera diferente el paso del tiempo ahora que como lo vivías a los 30, 40 o 50 años?
–Y... se aprecia más. Se aprecia más todo. Las pequeñas cosas y los detalles, los instantes. Aprovecho más el momento, vivir el presente y tratar de ser feliz. Es la consecuencia lógica de haber vivido.
UNA BISABUELA FASHION
–Cuesta imaginarte como abuela y bisabuela: tenés siete nietos y una bisnieta. ¿Te sentís cómoda en ese rol?
–No soy una abuela tradicional, eso está claro. Pero sí me siento cómoda. Tengo una familia desparramada por el mundo y por Argentina, así que la relación con mis nietos y con mi bisnieta no es cotidiana, de todos los días. Tengo nietos divinos, muy diferentes unos de otros, todos cariñosos y buenas personas.
–¿Sos de consentirlos y malcriarlos?
–No, en absoluto. Siempre he creído que tienen que educarlos los padres y no los abuelos, así que en eso soy muy desapegada: no me meto para nada.
–¿Te gusta la moda?
–En mi casa soy un desastre, no me maquillo ni me arreglo, pero cuando salgo sí. Me gustan la moda, la belleza y la armonía, me gusta producirme y ornamentarme. También entiendo mucho de moda, de épocas y de estilos. Yo sería una buena estilista.
–¿Vos te comprás la ropa?
–Sí, yo me compro hasta el último de los accesorios. Eso no lo delego, es algo muy personal. Además, como soy ecléctica y adoro mezclar, sólo yo sé lo que quiero ponerme.
–¿También te maquillás, peinás y arreglás sola?
–Sí, siempre. Yo me peino, me maquillo y elijo cada prenda que me pongo. Aprendí a hacerlo con los años y la verdad es que no necesito que me ayuden con eso.
–Tenés carácter fuerte. ¿Sos de enojarte?
–Me enojo bastante. Me enojan las cosas cotidianas que podrían hacerse bien y fácil y se hacen mal y difícil. Pero los temas grandes o importantes no me enojan: soy muy fría para las situaciones de crisis y sé cómo manejarme.
–¿Qué situaciones te generan inseguridad? ¿A qué le tenés miedo?
–Tengo inseguridades y miedos, como todos los artistas, que en general somos gente tímida, reservada, con un mundo interior muy rico, que supimos capitalizar nuestra experiencia de vida para actuar.
–¿Te arrepentís de algo?
–No, arrepentirme no, porque el arrepentimiento hace que te sientas mal y no tiene solución. Pero eso no quiere decir que no me haya equivocado, porque equivocarte es parte del aprendizaje.
–¿Tenés algún sueño por cumplirse?
–Me gustaría ganar un Oscar. Ese es un gran sueño.
Texto: Gabriela Grosso
Fotos: Gabriel Machado
Producción: Natalia Zubeldía
Agradecimientos: Ainara y María López
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