Murió Stella Stevens, la rubia ingenua que enamoró en la pantalla a Elvis Presley y a Jerry Lewis
Tenía 84 años y en la década de 1960, después de posar para Playboy, se transformó en uno de los rostros más populares y reconocidos de las comedias de Hollywood
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Stella Stevens, uno de los rostros más bellos y reconocidos del cine de Hollywood durante la década de 1960, murió a los 84 años en Los Ángeles. Su único hijo, el actor y productor Andrew Stevens, dijo al dar la noticia que padecía desde hace algunos años Alzheimer.
El recuerdo más inmediato que tenemos de la presencia de Stevens en la pantalla es aquella aparición rebosante de belleza y picara ingenuidad en El profesor chiflado (1963), una de las grandes películas de Jerry Lewis. Allí interpretaba a la alumna rubia de aire inocente que volvía loco a su profesor de química, genial creación de Lewis.
Ya había hecho Stevens otras apariciones en el cine, pero de la mano de Lewis encontró el lugar ideal para mostrar de qué modo podía aprovechar al máximo, de la mano de un talento artístico innato y una envidiable inteligencia, el natural encanto y la sensualidad de su figura.
Un año después de debutar en la pantalla de la mano del gran Frank Tashlin (el primer director que aprovechó al máximo la genialidad de Lewis) con un pequeño papel en la comedia Divino o profano, junto a Bing Crosby y Debbie Reynolds, Stevens llamó la atención de todo el mundo al convertirse en chica de tapa de Playboy.
Fue elegida como la chica Playboy del mes en enero de 1960 y, ya famosa, volvería a posar desnuda para la revista dos veces más, en 1965 y 1968. Pero tuvo la sagacidad de no quedarse en la superficie de aquella temprana imagen de símbolo erótico. El mejor ejemplo fue El país de la alegría, también de 1960. En esa película sobre el mundo de Li’l Abner, la popular historieta creada por Al Capp, Stevens interpretó a la sexy Appasionata von Climax y se las ingenió para llevar al personaje más allá de cualquier previsible estereotipo, como destacó por entonces más de un crítico.
Pero fue la propia Stevens (nacida como Estelle Egglestone en Yazoo City, Mississippi, el 1° de octubre de 1938) la que reconoció que su carrera en el cine se puso en marcha en 1962, como la principal conquista de Elvis Presley en Chicas, chicas y más chicas. Ese mismo año tuvo un breve papel en El amor llamó dos veces, de Vincente Minnelli, junto a Glenn Ford, con quien un par de años, ya asentada como estrella, protagonizaría la comedia Avance a la retaguardia.
De allí en adelante, la perspicaz Stevens afianzó su carrera con un par de apariciones destacadas junto a Dean Martin. Primero, en la aventura inicial del paródico detective Matt Helm, y más tarde en otra comedia brillante, ideal para sus personajes pícaros e ingenuos, Cómo salvar un matrimonio y arruinarse la vida. Y en 1969 volvió a lucirse interpretando a una prostituta en La balada del desierto, complejo western de Sam Peckinpah.
Curiosamente, su presencia en un colosal éxito de taquilla del cine catástrofe como La aventura del Poseidón (1972) precipitó el prematuro ocaso de Stevens en la pantalla grande. Quedó a partir de allí confinada a aparecer en discretos telefilms o como figura invitada en algunas series. Fue convocada por Peter Bogdanovich en 1976 para el elenco de Aquella locura del cine (Nickelodeon) y desde que aceptó personificar a una corrupta guardiacárcel en Cadenas calientes (1983), sus posteriores apariciones se circunscribieron a modestas historias de suspenso y de terror con letra y espíritu de cine clase B.
Fuera del cine protagonizó junto a Sandy Dennis una versión teatral con elenco femenino de Extraña pareja, el clásico de Neil Simon, interpretando el papel que hizo famoso Walter Matthau. Y en las últimas décadas, más alejada que nunca de la actuación, consagró su tiempo a la lucha por los derechos de los animales y a criar caballos y llamas en su propiedad rural de Texas.
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