La diva, que murió este lunes a los 78 años, llegó con sus canciones al país a fines de los 70; pegadizas e irresistibles, “03 03 456″, “Hay que venir al Sur” y “Pedro” se convirtieron rápidamente en hits; fue la reina de la TV italiana y su programa, una inspiración para Hola Susana; amiga de Diego Armando Maradona, lo visitó en el programa La noche del 10, en su último viaje al país
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De niña, le gustaba corretear por las orillas del río Savena, en su Bologna natal. Allí cantaba y bailaba ante la mirada de su familia que veía cómo la pequeña Raffaella comenzaba a dar indicios de su vocación por el arte. Raffaella Maria Roberta Pelloni fue el nombre con el que la anotaron aquel 18 de junio de 1943, pero se consagró como Raffaella Carrà, la diva italiana que paralizaba el país con shows televisivos como Pronto... Raffaella! (formato que inspiró al Hola Susana! local) y con ese repertorio de canciones pegadizas que fueron éxito en varios mercados internacionales.
Hoy, su muerte a los 78 años enluta al mundo del espectáculo. Una noticia inesperada que fue confirmada por Sergio Iapino, su pareja durante años. Con su muerte se va una de las divas más famosas que ha consagrado Italia y cuya fama se extendió a buena parte del mundo. Actriz, bailarina, coreógrafa, cantante, compositora y presentadora de televisión. Una artista multifacética que siempre conto con la aprobación del público.
Neorrealismo
Raffaella Maria Roberta Pelloni nació cuando aún faltaban dos años para que concluyera la Segunda Guerra Mundial, contexto que la marcó para siempre: “Haber crecido en esa época te enseña a que cualquier cosa te puede suceder en la vida y que no todo depende de uno”, dijo en alguna oportunidad. Aunque luego tendría algunos encontronazos con la Iglesia, de niña fue educada en el Colegio Español de Bologna.
En su adolescencia, experimentaba cierta fascinación por ese cine de reconstrucción que convirtió a Cinecittá en un emporio de la ficción y el entretenimiento. Ahí había una semilla que fue germinando en ella con convicción. Primero fue La dolce vita hasta, ya adulta, el deslumbramiento total con Amarcord. Aquel Federico Fellini en su mejor época resumía muchos de los sueños de la joven Raffaella Pelloni, quien debutó a los 9 años, de manera precoz y afirmada en su deseo. El famoso director Mario Bonnard fue quien la escogió entre varios niños para cumplir con un pequeño papel en la película Tormento del passato. A los 15 años, ya estaba matriculada como bailarina en el Instituto de Cinematografía (Centro Sperimentale di Cinematografía).
Aunque el cine no fue su fuerte, cuando se recibió formó parte de La larga noche del ’43, película con guion de Pier Paolo Passolini, donde la actriz aún figuraba con su nombre y apellido de nacimiento. Además, integró el elenco de I compagni, bajo las órdenes de Mario Monicelli y acompañando a Marcello Mastroianni. En la década del 60, Raffaella intentó probar suerte en Hollywood, su meca anhelada, y llegó a participar en ficciones de televisión junto al comediante Bill Cosby, pero al cabo de unos años regresó a Europa para seguir construyendo su carrera en Italia y España.
Fue el director Dante Guardamagna quien la bautizó como Carrá, un apellido de inspiración pictórica y con más glamour que el Pelloni verdadero. Eran tiempos donde las estrellas solía contar con seudónimos artísticos, muchas veces caprichosamente impuestos por los directores y productores y sin que terminen de ser del agrado de las figuras.
En poco tiempo, y gracias a sus talentos multifacéticos, Carrà se convirtió en una figura popular y convocante. La RAI, con sede en Roma y TVE, con estudios en Madrid, eran las televisoras europeas que más la contrataron y donde lograba mediciones de audiencia con récords impactantes gracias al carisma que tenía como presentadora, bailarina y cantante. Aunque amaba la actuación, tuvo la inteligencia para reconocer dónde residía su verdadero don y qué era lo que sus fanáticos esperaban de ella.
En el aire
Canzonissima fue el programa de la RAI que la coronó como una show girl. El ciclo, que se emitió los sábados por la noche entre 1970 y 1974, demostró el talento de la actriz para animar una gran gala nocturna de televisión, rol que primero compartió con el popular Corrado. En este contexto, Carrà presentó su primer single musical: “Ma che musica Maestro”, corte que arrasó con las ventas y se convirtió en la cortina musical de todo un país. Su tema “Tuca, tuca” y el estilo desenfadado para bailar, siendo precursora en mostrar el ombligo en cámara, le valieron algunas llamadas de atención del Vaticano.
En 1975 llegó a España contratada por TVE, alertada por el éxito que su figura despertaba en Italia. Pronto, la emisora le armó un programa a su medida: La hora de Raffaella Carrà.
Hits
En la segunda mitad de los 70, sus canciones, pegadizas y pícaras vendían discos por millones. “Fiesta”, “0303″, “Hay que venir al sur”, “Explota, explota” o “En el amor todo es empezar” fueron algunos de esos hits sin fronteras.
Esas canciones de enorme difusión son las que la llevaron a recorrer el mundo. En Latinoamérica fue Sábado Gigante, el popular programa de Don Francisco en Chile, el que le dio las llaves de todo un continente. Luego de aquel paso consagratorio por Chile, en 1978 llegó a la Argentina en tiempos de la dictadura militar que gobernaba al país. En esa época de censuras, el “para hacer bien el amor hay que venir al sur”, que pregonaba una de sus canciones, mutó en el más naif “para enamorarse bien hay que venir al sur”. Otra vez la censura sobre la chica kitsch que terminó seduciendo al ambiente del rock y convirtiéndose en un ícono de la comunidad gay. Se dijo que lo que hacía era porno-pop, en esa búsqueda por encorsetar estilos.
En su paso por la Argentina, filmó Bárbara, una de las pocas películas de su carrera y en la que compartió protagónico con el galán Jorge Martínez.
A comienzos de los 80 era una de las celebridades mejor pagas de todo el continente. En 1982, participó en el Festival de la Canción de Viña del Mar donde recibió la coronación mayor ante el “monstruo”, como así se apoda al difícil público del famoso encuentro musical.
Pronto, Raffaella
En Italia, entre 1983 y 1985, condujo uno de sus mayores éxitos televisivo,s Pronto... Raffaella?, aquel ciclo donde la diva jugaba por teléfono con el público y recibía a grandes estrellas internacionales para conversar animadamente. El formato se replicó entre 1992 y 1994 en España bajo el título de ¡Hola... Raffaella!
La conductora tiene el mérito de haber convertido el living de su ciclo en un lugar aspiracional para las principales estrellas del mundo. Nunca nadie se negó a concederle una entrevista, claro que detrás había una gran producción y suculentos cachets.
Uno de los hitos de Pronto... Raffaella? fue la visita de la Madre Teresa de Calcuta, siendo la única vez que la religiosa pisó un set de televisión.
En Argentina, el productor Ovidio García, inspirado en aquel formato, creó Hola, Susana!, el programa que consagró a Susana Giménez como diva y que le otorgó una cercanía inusitada con el público. La emulación del ciclo contó con anuencia de Carrá.
La última visita de la diva italiana a nuestro país se dio en el 2005, 23 años después de la última vez que había pisado el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. La excusa del viaje fue visitar a un querido amigo: Diego Armando Maradona y participar de La noche del 10, aquel programa de eltrece conducido por el ídolo.
En aquella oportunidad, la italiana había pedido expresamente que no hubiese nada violeta en el set, dado que es el color que detestaba, tanto como el número 17. Carràmba! Che sorpresa! Y Carràmba! Che fortuna fueron otros de sus sucesos frente a cámaras.
La Carrá y sus dos maridos
La diva vivió dos grandes historias de amor. La primera fue con Gianni Boncompagni, autor de muchos de sus hits musicales. Como él ya tenía tres hijas, la pareja decidió no tener descendencia. Paradójicamente, el éxito de aquellas canciones que él componía son las que hicieron pasear a su mujer por el mundo y a estar poco tiempo en la casa matrimonial. El exceso de trabajo detonó la relación.
El segundo vínculo formal de la actriz fue con Sergio Iapino, un coreógrafo que se había convertido en su mano derecha. Fueron y vinieron muchas veces, pero jamás dejaron de quererse.
Durante la pandemia del Covid-1′ que aun azota al mundo, Raffaella Carrá no dudó en aconsejar a sus fans para que se quedasen en sus casas tomando todas las precauciones. Tampoco se privó de elogiar al Papa Francisco, figura a la que admiraba.
Dama de la Orden del Mérito Civil en España y multipremiada en su país de origen donde el público la reverencia. Se fue la mujer que detestaba el bótox y las cirugías estéticas, la amante de la natación, la estrella que había decidido en la madurez dedicarle más tiempo a su vida interior. “Raffaella nos ha dejado. Se ha ido a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento permanecerán para siempre”, hoy expresó acongojado Sergio Iapino. La partida de Raffaella Carrà enluta a sus millones de seguidores, esos que vibraban y vibran con sus canciones pegadizas y los movimientos contagiosos tan característicos de la reina de la televisión italiana.
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