Murió la actriz María Onetto, a los 56 años
La protagonista de La mujer sin cabeza tuvo una carrera destacada en cine, teatro y televisión
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María Onetto fue encontrada muerta este jueves en su domicilio. La actriz, de 56 años, según pudo saber LA NACION, venía atravesando un cuadro depresivo luego de la muerte de su madre y fue hallada sin vida por su cuñado, Bernardo Ramírez.
Según el parte policial, personal de la Comisaría Vecinal 14 B de la Policía de la Ciudad fue desplazado esta tarde a la calle Humboldt al 2200, en el barrio de Palermo, debido a que una mujer, entonces no identificada, no respondía a los llamados. Al llegar al lugar, los efectivos se entrevistaron con el cuñado de la damnificada, quien informó que no lograba contactarse con ella desde el pasado 27 de febrero y que la misma se encontraba con un cuadro de depresión por la pérdida de su madre. En consecuencia, y por medio de un cerrajero, se ingresó al domicilio y se encontró a la actriz en la cama y sin signos vitales. Al arribar un médico del SAME, se confirmó su fallecimiento.
La triste noticia fue también confirmada en el transcurso de la tarde por la Asociación Argentina de Actores. “Con gran dolor despedimos a nuestra afiliada, la querida actriz María Onetto. Su prestigiosa y nutrida trayectoria incluye trabajos en teatro, cine y televisión. Nuestras sentidas condolencias a sus familiares y seres queridos. Su labor televisiva y de plataformas incluye los ciclos Maradona, sueño bendito, Vientos de agua, Mujeres asesinas, Montecristo,Tratame bien, TV por la inclusión, 12 casas, En terapia, Mi hermano es un clon, La celebración, entre otros. En cine, trabajó en Yo nena, yo princesa, Relatos salvajes, La mujer rubia, Perdida, La vida después, El cerrajero, Cuatro mujeres descalzas, entre otros films”, escribieron en un comunicado en el que también se destacó su extensa trayectoria teatral.
Con gran dolor despedimos a nuestra afiliada, la querida actriz María Onetto. Su prestigiosa y nutrida trayectoria incluye trabajos en teatro, cine y televisión. Nuestras sentidas condolencias a sus familiares y seres queridos. pic.twitter.com/hdSoFhLzow
— Asociación Argentina de Actores (@actoresprensa) March 2, 2023
Su último trabajo fue en la serie de Star+, Ringo, sobre la vida del campeón argentino de boxeo, Oscar “Ringo” Bonavena, en la que interpretó a su madre, Doña Dominga. Este jueves, su ausencia en el evento de prensa de la ficción encendió las alarmas. En cuanto a su incansable labor teatral, en septiembre del año pasado formó parte de la puesta que se realizó en el Teatro San Martín de Bodas de sangre, basada en el emblemático texto de Federico García Lorca y dirigida por Vivi Tellas.
La actriz, nacida el 18 de agosto de 1966, empezó a estudiar psicología y luego de recibirse afrontó una crisis existencial. “Terminé la facultad y me di cuenta de que no quería ejercer. Estaba realmente muy perdida, muy angustiada, no podía creer que me estuviera pasando eso a mí, no era una persona a la que le pasara eso, era muy prolija y encontraba mucho refugio en todo lo institucional. La vacilación no entraba en mi mundo, me convertía en un problema ver que la gente se estaba organizando y yo no”, compartió con LA NACION.
A sus 22 años, emprendió un viaje a Europa. “Me fui en un tour con una casa rodante, con muchas personas. Pero todo ese sistema lo manejaba alguien que hablaba en inglés y yo entendía muy poco inglés. No entendía a qué hora había que llegar, no entendía nada”, le contó la actriz a este medio.
Al regresar a la Argentina, retomó las clases de teatro que había comenzado con Hugo Midón y, sin contemplar seriamente la posibilidad de ser actriz, asistió al Sportivo Teatral, el taller de teatro de Ricardo Bartis, un momento bisagra en su vida. “Descubrí que ser actor en lo de Bartis era peor que ser médico cirujano. Era a todo o nada”, aseguró y destacó: “Era desafiante su manera de dar clases porque pocas veces algo estaba bien o muy bien. Y empecé a darme cuenta de que ese mundo era un mundo muy potente. En la vida tenía que trabajar para no ser tan intensa, tan hipersensible, o estar tan pendiente de las personas. Pero esta hipersensibilidad mía ahí tenía un lugar. Estar muy vinculado a un compañero, ser intenso en escena, tener verdad; esos sentimientos urgentes eran muy valorados. Pero yo, la verdad, no quería ser actriz. Desde que empecé a tomar clases con Midón hasta que se empezó a desarrollar ese deseo habrán pasado como trece años”, compartió con este medio la intérprete que trabajaría en numerosas obras, como La escala humana, Sonata de otoño, Muerte de un viajante, Monólogos de la peste, Almas ardientes y Valeria radioactiva, ésta última dirigida por Javier Daulte, uno de los dramaturgos con quien más colaboró.
“Cuando entré a lo de Bartis, en 1989, yo no era para nada el perfil del alumno que tomaba clases en lo de Bartís. No era canchera para nada, la persona menos coqueta del universo, sin rock and roll, sin noche. No era un lugar de reviente, para nada, pero sí iba un perfil de personas libres, rebeldes, bohemias. Yo era lo contrario a la persona rebelde”, compartió con este medio.
En ese momento, Onetto también daba clases de teatro, hasta que finalmente pisó las tablas. “No entendía que algo que me daba tanto placer fuese un trabajo”, manifestó y recordó sus comienzos. “En 1995 (Rafael) Spregelburd me llamó para trabajar en Raspando la cruz, su primera obra, y no dejé nunca de trabajar como actriz. Siempre pienso la suerte que tuve de ser parte de esa generación: Spregelburd, Tantanian, Daulte, Wehbi, Bartis, lo que era el Sportivo... Un hervidero, salió mucha gente de ahí ideológicamente bien formada para el teatro. Porque lo que era fuerte en el Sportivo, además del rigor de Bartis, era la ideología. Te decían: ‘No esperes que te llamen, hacé'”.
La actriz también definió de manera muy precisa el significado que tenía el teatro en su vida: “Es una actividad muy valiosa para las personas el teatro. Me resulta increíble que la humanidad haya creado semejante asunto de juego, de compromiso, en el que la gente generosamente va a verte y disfruta de vos desplegándote”.
En su carrera cinematográfica se destaca su excelente interpretación en La mujer sin cabeza, de la directora Lucrecia Martel, por el que recibió el premio Cóndor de Plata. En diálogo con LA NACION, la actriz repasó sus trabajos destacados y las figuras con las que colaboró y esbozó su concepción del feminismo en el espacio creativo: “Lo que entiendo del feminismo es que te tiene que pasar algo concreto que te modifique -como las mujeres lo hemos vivido en nuestro cuerpo ese patriarcado, nos impulsa a salir- o tenés que sentar la cola en la silla y empezar a leer qué es el feminismo y no opinar por los epígrafes o zócalos que ves en televisión. Esa frase ‘no se nace feminista’ es así, suponés que hay cosas que son así y las estás naturalizando y hay que deconstruir. Hay gente que está dispuesta y gente que no. Porque la igualdad supone un problema que es el desgaste de no saber cuál es mi nuevo rol”.
Con la colaboración de Pablo Montagna.
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