Murió el cineasta coreano Kim Ki-duk, a los 59 años, tras contagiarse de Covid-19
El cine coreano es reverenciado en todo el mundo por dos vertientes opuestas. Por un lado, gracias a las películas de género; y, por otro, por sus autores consagrados en los festivales y las salas de arte y ensayo. En este selecto segundo grupo, del que forman parte desde Hong Sang-soo hasta Lee Chang-dong, se destacó en las últimas dos décadas Kim Ki-duk, quien murió, a los 59 años, en un hospital de Letonia (país en el que se había instalado hace casi un mes y donde había aplicado para la residencia permanente) por complicaciones derivadas del Covid-19.
Pocos directores pueden presumir de haber ganado premios en las tres principales muestras del mundo: Cannes, Venecia y Berlín. Kim Ki-duk lo hizo y, de hecho, es hasta hoy el único cineasta coreano en haberlo logrado. Pero este siempre audaz y provocador realizador (que en principio hizo gala de una filmografía de fuerte espíritu humanista y luego fue mutando hacia una mirada mucho más oscura y desencantada no exenta de crueldad) no solo se convirtió en un favorito de los grandes festivales. Sus películas trascendieron el marco de la cinefilia más intelectual y llegaron a las salas comerciales con notables resultados. En la Argentina, sin ir más lejos, títulos como Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera (2003) y Hierro-3 (2004) resultaron sorprendentes y masivos éxitos de taquilla. Otros films suyos que se conocieron a nivel local fueron Domicilio desconocido, La isla, El arco, El tiempo, Sueño y La red.
Desde su debut en 1996 con Cocodrilo el prestigio de Kim Ki-duk fue creciendo y así fue como le llegaron los reconocimientos en Cannes (Arirang ganó la sección Un Certain Regard en 2011), Venecia (Piedad recibió nada menos que el León de Oro en 2012), Berlín (Samaria le reportó el galardón a mejor director en 2004) y Locarno (Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera obtuvo cuatro distinciones en 2003). La relación con la crítica fue oscilante y pendulante, pero Hierro-3 (también premiada en la Mostra Venecia) fue elegida como la mejor película de 2004, tras la votación de los integrantes de todo el mundo de la prestigiosa Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci).
Veloz y prolífico, hizo un promedio de un largometraje por año (y en varios incluso dos) sin perder jamás la solidez de la puesta en escena, la belleza de sus imágenes, la potencia de su narración, la profundidad de sus personajes ni la inquietante mirada social.
Sin embargo, su situación artística y personal se fue deteriorando en los últimos tiempos. En 2017 fue acusado de abusar sexualmente de sus actrices durante un rodaje, pero el caso fue desestimado por la justicia coreana un año después. Desde entonces, solo pudo filmar en Kazajistán el largometraje Din (Dissolve), que tuvo su estreno mundial en la edición 2019 de Cannes.
Con su muerte queda su legado cinematográfico, que es una extensa e intensa filmografía que marcó a fuego el cine de autor del último cuarto de siglo. Su ausencia se notará. Quedan sus películas.
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