Murió Chita Rivera, figura fulgurante del teatro musical, a los 91 años
Brilló como una verdadera pionera en los escenarios de Broadway desde la innovadora puesta original de Amor sin barreras; su presencia, asociada a las grandes producciones musicales de las últimas siete décadas, no se extendió al cine y a la televisión, salvo contadas excepciones
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Chita Rivera murió en la mañana de este martes a los 91 años en Nueva York, la misma ciudad que la vio triunfar en todas las facetas posibles del teatro musical. Según anunció su publicista y confirmó luego la hija de la artista, Lisa Mordente, Rivera falleció “en paz” después de atravesar una breve enfermedad.
En los últimos años pudo disfrutar de su condición de leyenda viviente y como tal se llenó de reconocimientos, aplausos y homenajes. Verdadera pionera en la evolución del teatro musical a lo largo de las últimas siete décadas, Rivera no dejó papel destacado sin representar y espacio sin cubrir en los escenarios de Broadway.
Tan arraigada estaba en ese mundo que rara vez salió de allí para aparecer en otros lugares. Casi no hay registro de alguna aparición destacada de Rivera en el cine o la TV, salvo alguna excepción destacada. En todo caso, si su imagen llegó a destacarse en la pantalla fue pura y exclusivamente como reflejo directo de su dedicación full time al teatro. La última vez que lo hizo fue para recibir el homenaje de Lin-Manuel Miranda, que incluyó a Rivera entre sus “leyendas de domingo” en la película Thick, thick... Boom!, sobre la vida del autor de Rent Jonathan Larson.
Había nacido en la ciudad de Washington el 23 de enero de 1933, de madre irlandesa y padre portorriqueño, como Dolores Conchita Figueroa del Rivero. Su nombre artístico nació de una necesidad: el real era demasiado largo para las marquesinas. Primero lo acortó a Conchita del Rivero. Y más tarde se convenció de que tenía que reducirlo todavía más. “Chita Rivero no sonaba tan bien como Chita Rivera”, recordaría años más tarde.
Heredó la veta artística de su padre, que era saxofonista. Muy temprano su madre la llevó a tomar clases de baile para que aprovechara allí toda la energía que mostraba en la calle haciendo cosas propias de los varones. La futura estrella era incansable: se trepaba a los árboles, saltaba vallas, patinaba, andaba en bicicleta. Esa temprana intensidad forjó muy rápido su temperamento. “Creo que puedo hacer frente a cualquier cosa que surja”, reconoció una vez.
A los 14 años logró una beca en la Escuela de Ballet Americano de Manhattan, fundada por George Balanchine. Su destino parecía ser la danza clásica hasta que una vez acompañó a una amiga a una audición para la puesta en Broadway del musical Call Me Madam y terminó llevándose el papel de bailarina principal. Muy rápido creció sumándose a otros espectáculos y elencos hasta que en 1957 se convirtió en la primera Anita de la historia en la puesta original que Jerome Robbins, Leonard Bernstein y Stephen Sondheim hicieron de Amor sin barreras en Broadway.
Esa puesta revolucionaria también marcó a sus intérpretes. “Los bailarines –recordaría Rivera más tarde- hacíamos exactamente lo que el coreógrafo nos decía. Pero de repente nos encontramos con un tipo nuevo de libertad que nos permitía, mientras bailábamos, lidiar con nuestras propias emociones”.
A partir de allí, Rivera se convirtió en estrella del género y ganó toda clase de papeles protagónicos. En Broadway se recuerdan especialmente su aparición como Nickie en Sweet Charity (papel que luego repetiría en la versión cinematográfica dirigida por Bob Fosse y protagonizada por Shirley MacLaine) y el personaje principal de El beso de la mujer araña. También fue Velma Kelly en la primera producción original de Chicago, uno de los musicales más populares de todos los tiempos. Aquella aparición de 1975 llevó a que Rob Marshall, director de la adaptación al cine que ganó el Oscar en 2002, le diera un brevísimo papel a modo de reconocimiento.
Su primer Tony como actriz protagónica, sin embargo, le llegó mucho después, en 1984, por The Rink, musical en el que compartía el cartel estelar con Liza Minnelli. Dos años después estuvo a punto de despedirse de la actividad a la fuerza, tras sufrir un accidente automovilístico en el que se rompió una pierna en 12 lugares distintos. Pero logró regresar con gloria, de la mano de El beso de la mujer araña.
Vivió su último gran éxito musical en Broadway como integrante estelar del elenco de Nine, encabezado por Antonio Banderas. Y en 2004 tuvo un muy comentado paso por Buenos Aires, a instancias del destacado coreógrafo Rob Ashford, para participar como invitada en un congreso de comedia musical que se realizó en la escuela de Valeria Lynch. En esa ocasión fue nombrada ciudadana ilustre de la Ciudad.
“No hay nadie que pueda bailar, cantar y actuar como Chita Rivera. Todos los coreógrafos la querían”, dijo una vez de ella el productor Harold Prince. Admirada por sus largas piernas, el poder seductor de su voz e irresistibles ojos verdes, Rivera protagonizó una obra retrospectiva de su vida y su carrera titulada A Dancer’s Life, estrenada en 2005. Estuvo casada con el coreógrafo y actor Tony Mordente, compañero en aquella primera puesta de Amor sin barreras. De esa unión nació Lisa Mordente, única hija de la gran figura del teatro musical que acaba de fallecer.
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