Murió Anouk Aimée, la recordada actriz de Un hombre y una mujer y gran musa del cine europeo
Su personaje en el film romántico de Claude Lelouch, junto a Jean Louis Trintignant, la convirtió en estrella; trabajó con Federico Fellini, Jacques Demy, Bernardo Bertolucci y Robert Altman, entre otros
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La actriz francesa Anouk Aimée, recordada por su sofisticada belleza y sensibilidad en las películas que protagonizó para algunos de los cineastas europeos más importantes de los años 50, 60 y 70, como Federico Fellini, Jacques Demy, Sidney Lumet, Bernardo Bertolucci y Claude Lelouch, murió en París a los 92 años. Su hija Manuela Papatakis confirmó la noticia en un posteo de Instagram.
La pareja romántica más recordada del cine francés volverá a reunirse. Así será en la memoria cinéfila, en el permanente celuloide o en el espíritu creyente porque a la partida, el 17 de junio de 2022 de Jean-Louis Trintignant se conoció –con sorprendente exactitud dos años más tarde- la de Anouk Aimée. Juntos fueron los rostros de ese éxito sentimental indeleble titulado Un hombre y una mujer; la película que le otorgó a Claude Lelouch el premio Oscar y la Palma de Oro en Cannes y a sus protagonistas el estrellato eterno y un romance que no necesitaba de palabras en la pantalla grande, pero sí de la necesaria aclaración en los tempranos 60 en la vida real, cuando ellos y la música de Francis Lai parecían los sinónimos exactos del amor.
Pero entonces, para Aimée, el amor no venía de la mano de Trintignant y sí del cantante Pierre Baruch, con quien se casó ese mismo 1966 y de quien se divorció tres años más tarde. Antes, su segundo marido, el director griego Nikos Papatakis –fue su hija Manuela quien confirmó la noticia de su muerte en Instagram– le presentó a Pablo Picasso para impresionarla. Estuvieron juntos diez años, y luego de su fallido matrimonio con Baruch, estuvo casada ocho años con el actor británico Albert Finney.
Pero el romance entre la ficción y la vida real sí lo vivió con Marcello Mastroianni, con quien trabajó en dos de las películas fundamentales de Federico Fellini: “Su rostro tiene la misma sensualidad intrigante que de el de Garbo, Dietrich o Crawford, estas grandes reinas misteriosas, estas sacerdotisas de la femineidad. Anouk Aimée representa el tipo de mujer que te preocupa hasta la muerte”, dijo sobre ella el realizador italiano, que la convocó para papeles fundamentales en La dolce vita (1960) y Fellini 8 y ½ (1963).
Su carrera se había iniciado con 14 años en una película de Henri Calef y, casi en paralelo, consigue su primer protagónico de la mano de Marcel Carné en La Fleury de l’age en la que comparte cartel con la ya inmensamente popular Arletty para una historia escrita por Jacques Prévert. Pero las dificultades en la Francia de posguerra hicieron que Carné no culminara el rodaje y el proyecto fuera archivado cuando ya se había completado la mitad de la película. Fue un comienzo artístico duro para una vida que ya había transitado los difíciles días de la Segunda Guerra Mundial cuando sus padres (también actores: él, católico y ella, judía), la habían enviado al sudoeste de Francia para que escapara de las habituales redadas que tenían como destino la deportación y la muerte. Pero la película que no culminó Carné sirvió igualmente para que Anouk (nacida como Nicole Francoise Dreyfus), completara su nombre artístico gracias al apellido con el cual la bautizó el mismo Prévert.
Su primer trabajo de relevancia llegará de la mano de André Cayatte con Los amantes de Verona (1948) y mucho antes de que Fellini la definiera como la nueva musa intelectual del cine de autor, ya había trabajado en un rol estelar junto a Trevor Howard en Contrabando en Túnez y había integrado los repartos de títulos como Paris Express, de Harold French; La cortina carmesí, de Alexandre Astruc; Los amantes de París, de Julien Duvivier y Los amantes de Montparnasse, donde compartió cartel con Gérard Philipe bajo las órdenes de Jacques Becker. Rojo atardecer la llevó tempranamente a Hollywood, donde la lente de Anatole Litvak la enmarcó en un estelar elenco que encabezaban Deborah Kerr, Yul Brynner y Jason Robards.
Fue primero su papel de Magdalena en La dolce vita, como la hermosa y rica heredera cansada de Roma y luego como Luisa, la esposa acomplejada de Guido Anselmi, ese director en crisis creativa que personificó Mastroianni para Fellini 8 y 1/2 que la definieron como actriz. Entre ambas realizará otro de los roles de su carrera protagonizando Lola, de Jacques Demy, donde encarna a esa inolvidable bailarina de cabaret del título.
Un hombre y una mujer le dio la fama y una nominación al Oscar, pero también eclipsó otro trabajo importante de ese mismo año en La estación de nuestro amor, donde compartió cartel con Enrico María Salerno y Gian María Volonté. Desde entonces filmó con muchos prestigiosos directores (George Cukor, Bernardo Bertolucci, Sidney Lumet, Agnès Varda) y ganó el premio a la Mejor Actriz en Cannes por Salto al vacío, de Marco Bellocchio.
Incluso se reencontró frente a las cámaras con Mastroianni tres décadas después, convocados por Robert Altman para Prêt-à-porter. Pero si algo retornó a su vida fue la permanente revisita a esa historia de amor entre una viuda joven y un piloto de carreras que brindó dos continuaciones, Un hombre y una mujer 20 años después (1986), y la que será su despedida del cine: Los años más bellos de una vida (2016): “Necesitaba las dos caras atemporales de Anouk y Jean-Louis. Necesitaba captar una perspectiva de la vida a través del viaje de dos personajes, interpretado por dos actores excepcionales”, rememoraba Lelouch al revisitar medio siglo después del comienzo, el papel que convirtió a Anouk Aimée en una marca sin tiempo y en una leyenda.
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