La cantante repasó su carrera y algunas particulares decisiones que tomó y además habló con LA NACION sobre el momento más difícil que tuvo que vivir el año pasado
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Desde que descubrió la astrología hace treinta años y se metió de lleno en ese mundo, la música dejó de ser su prioridad. “Por eso mi carrera es tan intermitente”, reflexiona Mónica Posse, que acaba de sacar el single “Ama y haz lo que quieras”, después de varios años sin novedades musicales. “Hace rato que tengo la canción en la cabeza, pero no pensaba grabarla y mucho menos sacarla”. Sin embargo, se desafió y lo está disfrutando. De este regreso, de su pasión por la astrología y de cómo la aplica para ayudar a sus consultantes, habla con LA NACION. Y también se anima a abrir su corazón y recordar a su hija Agustina Posse, fallecida hace un año, y contar cómo transita el duelo.
Mientras espera que se enfríe el té, Mónica Posse explica que decidió sacar un single “porque funcionan mejor que las canciones”: “‘Ama y haz lo que quieras’ es una cita de San Agustín. Tardé en darme cuenta de la profundidad de esa frase, aunque no soy nada religiosa. En marzo pasado sentí que mi alma estaba vibrando con la música otra vez y que en las frecuencias de la voz había sanación para quien la escuchara. Decidí desafiarme a intentarlo, le pedí al novio de mi nieta Juanita, que es un músico peruano, que le hiciera un arreglo a la canción, y me encantó. Tiene tres instrumentos: piano, bajo y chelo. Grabamos y acá estamos. Todo a pulmón, y me siento muy orgullosa de este logro. Hace rato que la tengo, pero ni pensaba grabarla ni sacarla. No pensaba hacer nada de eso”.
-¿Por qué?
-Porque estoy haciendo algo que me apasiona mucho y está relacionado a la astrología. Hago el seguimiento del proceso de transformación y de funcionamiento de las personas, algo que tenía en mente pero nunca lo había implementado. Los ayudo a que aprendan a funcionar de otra manera porque por defecto nuestro cerebro ya está condicionado y actuamos de acuerdo a una lógica de supervivencia, búsqueda de protección, comparación de competencia, sustitución del faltante. Soy astrologa desde 1992 y empecé de a poquito, tímidamente. Hace unos seis años me di cuenta que no alcanzaba con hacer la carta natal solamente, al menos desde la mirada que la hago yo, que no predigo nada, sino que me interesa que la persona se conozca, saber qué energías tiene, cómo está constituida y cómo funciona eso psicológicamente. La gente se quedaba impactada, después se hacían revoluciones solares cada año, pero nada cambiaba. Entonces entendí que había que hacer un seguimiento para acompañar el proceso, hago la carta natal y una vez por mes volvemos a tener una sesión. Es alucinante porque vi muchas transformaciones.
-¿Por qué estudiaste astrología?
-Porque mi vida era un caos y yo quería entender. Ya tenía 40 años y me pareció que era una carrera larga, de cuatro años, pero un amigo me dijo algo que me encantó: “Los cuatro años van a pasar de todos modos y por lo menos vas a ser astrologa”. Y esos cuatro años fueron de una profunda transformación.
-¿La astrología armonizó tu vida?
-Me cambió a mí y entendí por qué pasan algunas cosas y empecé a trabajar en cómo reaccionar y modificar la perspectiva. Es algo que lleva años. Cuando dejé de cantar y estar solamente con la música, pensé: “Tengo que matar a Mónica Posse”.
-¡Qué fuerte! ¿Por qué sentiste eso?
-Porque necesitaba saber qué más había y porque sino me iba a ser muy difícil bajarme del ego. La profunda transformación espiritual viene cuando podés mirar al ego desde afuera. Porque el ego es útil en cierta medida, en la cotidianeidad, pero no tiene que tomar las decisiones ni interpretar nada sino estás en un problema. El ego es un producto de la memoria, de los ancestros, de los traumas y siempre está condicionado. El ego hace que tengamos esa sensación de que siempre nos falta algo y ser real no tiene ninguna de esas cosas.
-Entonces la música quedó de lado...
-Sí, pero si tengo una guitarra, toco y si se me ocurre una letra la escribo. Fue un proceso de muchos años por eso soy intermitente. Empecé en 1983 con Tiempos de cambio y saqué varios discos hasta 1987, hice cine (Me enamoré sin darme cuenta, dirigida por Fernando Siro), televisión (Aquí vienen los Manfredi) y un programa para chicos de 7 a 12 años que se llamaba Superclan y era muy interesante. Pero había algo que no me gustaba y me fui, aunque era un éxito. Si algo me hace ruido, siento que no pertenezco y doy un paso al costado.
-Empezaste como modelo y actriz, pero te dedicaste a la música, ¿por qué?
-Quizá porque en mi casa todos éramos muy musicales, hacíamos voces, tocábamos. Era nuestro juego, pero nunca imaginé que iba a ser una forma de vida.
-¿Y qué sucedió para que terminaras en este camino?
-Vino a mí. Todo lo que me sucede me encuentra. Estaba en pareja con (Oscar) Gómez Castañón y me decía que tenía que dedicarme a cantar porque me escuchaba en la casa. Yo le decía que no porque además soy muy tímida. Insistió, me ayudó, grabé dos singles para una compañía y después surgió Interdisc, con Pelo Aprile. El disco no vendía al principio y Pelo no entendía porque tenía canciones impactantes y dijo: “Quizá es porque sos muy linda”. Porque yo era muy linda y se propuso vencer y siguió dándole difusión hasta que explotó. Hice una temporada de un mes en Carlos paz, en Keops, y recuerdo que para subir al escenario tenían que llevarme a la rastra, pero una vez que estaba ahí pasaba algo mágico. Empezó a gustarme lo que podía transmitir y lo que se producía en el que me escuchaba. Y desde entonces voy a mi aire, no tengo un género musical definido y lo que escribo son como canalizaciones porque me bajan la letra y la música juntas. Toco la guitarra, pero una vez, sin saber tocar el piano, compuse “13 de septiembre”, del álbum Brilla, porque la escribí ese día y es la fecha de nacimiento de mi padre. En 2013 saqué un single que se llama “Linaje de mujeres” y habla sobre el abuso a la mujer. Es una canción hermosa, pero no tuvo difusión y no pasó nada. Lo mismo sucedió con “Pachamama”. Supongo que no tenían que ser. Seguí con la astrología y me olvidé hasta hace un tiempo.
-¿Estás en pareja?
-No, estoy sin pareja hace más de veinte años y estoy en la misma gloria (risas).
-Hace poco se cumplió un año de la muerte de Agustina, ¿cómo estás transitando el duelo?
-Ella estuvo una semana en coma y yo no me moví de su lado. Le canté (hace un silencio sin poder contener la emoción). Creo que perder a un hijo es lo peor que te puede pasar. Mis hijas también perdieron a su hermana y muchas veces hablamos del tema; Pamela, la mayor, vive en los Estados Unidos, y Lucía vive acá y es la más chica. Agustina es la del medio. Esa semana que estuvo en terapia intensiva la acompañé todos los días. Le acariciaba las cejas para que no tuviera miedo porque me encantaban sus cejas y se las acariciaba desde muy chiquita. Le hablaba, le decía que ella tenía que tomar una decisión, que se sintiera libre de hacerlo, que como su mamá le daba permiso si tenía que irse y que iba a cuidar de sus hijos. Se murió a los dos días. Y después empezó la cuestión porque esa primera semana a su lado yo estaba muy cansada, aturdida, porque puse toda mi energía, le cantaba, le hacia reiki, le hablaba. Luego fue acostumbrarme a la idea de que ya no está. Fue muy doloroso. He llorado tanto los primeros dos o tres meses. Entendía que era natural porque ese dolor tiene que drenar, pero al mismo tiempo estaba atrayendo una compresión profunda: en este juego del ego que está condicionado y que cumple patrones, la familia es un patrón por excelencia y no somos la mamá que pierde a su hijita sino dos seres que hicieron un pacto que viene desde mucho antes de nacer y lo sucedido es parte de ese pacto. Fue muy duro, he llorado mucho.
-¿Sentiste su presencia después?
-Cuando habían pasado un par de meses de su partida, sentí su presencia y tuve una hermosa comunicación con mi hija en la que me decía que venía a saludarme, a honrarme, a despedirse porque tenía que hacer su camino de evolución. Y que le había cantado al principio, cuando nació y también al final y que se lo llevaba en su corazón. Le agradecí que me hubiera elegido como mamá y su paso por la Tierra y le dije que siguiera su camino en libertad. Fue algo alucinante y sanador.
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