"La televisión es mi medio natural. No me siento de un canal, sino una persona del periodismo en la tele. No hay lugar donde me perciba más segura que en un estudio", le cuenta Mónica Gutiérrez a LA NACION en las cómodas oficinas palermitanas de la productora Mandarina que tiene Mariano Chihade y a Mario Cella como cabezas visibles y responsables de Crónicas de la tarde, el ciclo que debutará este lunes 6 de enero a las 14.30 por eltrece y que significará un cambio de timón para la periodista. Desde ya, seguirá ligada a la actualidad inmediata, pero focalizada en reflejar y analizar los casos policiales de mayor trascendencia, impacto y repercusión social. De eso se trata, de poner en blanco sobre negro la crónica policial acontecida y que atraviesa el pulso diario sin distinción de jerarquías, clases sociales, grupos etarios o territorialidad.
"La idea es poder contar las crónicas de las cosas que van pasando, sobre todo con el foco puesto en la inseguridad. Vamos a intentar reflejar lo que le sucede a la gente en la vida cotidiana desde un criterio muy profesional con periodistas y especialistas en la materia". El programa, que reemplazará al clásico vespertino El diario de Mariana, de Mariana Fabbiani, además de la conducción de Mónica Gutiérrez contará con la participación del psiquiatra forense Enrique De Rosa, el abogado penalista Christian Poletti y el periodista Ricardo Canaletti. Los móviles, a cargo de Germán Mónaco, Ignacio Juliano y Martín Candalaft, recorrerán las zonas calientes donde se generen los temas abordados.
"Mi trabajo es contar y poner en contexto cada historia, no se trata de estadísticas de inseguridad sino de lo que le va pasando a la gente hoy. De hecho, las modalidades de la inseguridad están muy relacionadas con los momentos políticos y económicos que se viven en el país. Cuando se saca la plata de los bancos comienzan las salideras; cuando la gente se va de vacaciones, aparecen determinados delitos. El hecho de que el parque automotor se deteriore acelera los accidentes de tránsito. Si la gente está nerviosa o maneja con tensión, eso es provocador de situaciones de violencia, por momentos, incomprensibles. Nos interesa poner en contexto todo esto que sucede y no caer en las estadísticas frías", reconoce la periodista.
–Algunas corrientes del campo de la sociología sostienen que el mostrar, en los medios, el accionar de la delincuencia desde un enfoque muy minucioso puede generar un efecto contagio u otorgarle cierto "status" social al delincuente. ¿Cómo te posicionás ante esta idea controvertida?
–Si fuera así estaríamos muy enfermos como sociedad. Lo que creo es que la gente necesita contarle a los demás cuando ha sido víctima de un delito. Incluso están quienes no quieren hacer denuncias porque sienten que es inconducente hacer la cola en una comisaría para denunciar algo que puede caer en vía muerta. Entonces, la gente se lo cuenta a los medios. La gente nos pide que lo contemos y que se lo comuniquemos a las autoridades porque, en general, la dirigencia los minimiza. Por ejemplo, para las autoridades las tragedias viales son inevitables y lo que le sucede a una infinidad de mujeres víctimas de la violencia de género está relacionado con el área de la vida privada. La estadística fluye en un sentido y pareciera ser que, cuanto más se habla, aparecen más casos. A lo mejor los hubo siempre y no los hablábamos. ¿Quién lleva la estadística de las mujeres muertas dentro de su casa? ¿Quién toma en cuenta lo que le sucede a las nenas abusadas dentro del círculo familiar? ¿Quién se hace cargo de todo eso? Desde hace unos pocos años se habla del sufrimiento de las mujeres.
–A diferencia de esa corriente que apela a no generar un efecto contagio mostrando el accionar delictivo, se contrapone el denunciar y visualizar para no naturalizar.
–Si se habla de los conflictos, se visualizan. Y, en la medida en que se visualizan, se comienzan a encontrar cursos de solución. Eso no quiere decir que rápidamente se solucione lo que sucede, pero la gente necesita que se cuente lo que le pasa. La gente se siente muy olvidada si no se muestran sus historias. Detrás de cada historia hay personas, familias. No hay que contar solo lo que luce o brilla.
A la hora de mencionar referentes en la conducción de noticieros, su nombre emerge rápidamente. Es que en ese género, de reglas propias, como todos los géneros, tiene allí un sitial bien ganado. Desde esa plataforma de noticias crudas, que se convierte en pulso diario del acontecer, ella se maneja con tempo propio. Desde hace años, canaliza su rol de periodista ocupando ese trono que resulta tan cercano, empático en el televidente y que cumple con una función ineludible. Cuesta utilizar el pretérito a la hora de vincularla con el mundo del noticiero. Sin embargo, en pocas horas, la periodista comenzará a transitar una experiencia nueva que la apartará, por algún tiempo, de esas aguas que tanto conoce. Aunque, nobleza obliga decirlo, estas nuevas aguas no le son extrañas. Aquel vanguardista 20 Mujeres, junto a Fernando Bravo por ATC, o Las unas y los otros, un ciclo de entrevistas que se emitía por la desaparecida señal de VCC, son solo dos de los programas que la contaron como conductora. Este lunes retorna a un viejo amor: ser bastonera de un ciclo de pensamiento, ideas, y entrevistas, esta vez focalizado en la crónica policial.
Despedida de América
Mónica Gutiérrez condujo el noticiero de América durante 22 años, de los cuales, los últimos 16 fueron junto a Guillermo Andino, quien se emocionó al despedirla al aire con sentidas palabras. "El vínculo con todos mis compañeros fue muy bueno. Con Guillermo, especialmente, porque estuvimos tantos años trabajando juntos. Con el compañero de todos los días de la pantalla uno se hace familia. Seguramente lo voy a extrañar y lo voy a seguir viendo las veces que sea posible. Con el resto de mis compañeros también tuve muy buena relación, me han escrito cosas muy lindas, nos hemos juntado a comer a modo de despedida. A veces, cuando sucede algo así, las cosas que nunca se dicen se dicen todas en unos pocos días".
–¿Fue una decisión tuya no despedirte formalmente, y al aire, de la audiencia de América Noticias?
–No, lo decidió el canal.
–Se dijo que el canal te había ofrecido que condujeras un último noticiero para despedirte en cámara. ¿Es así?
–A ver... yo me quería ir a fin de año y ellos precipitaron las cosas. Si ellos precipitaron las cosas diciéndome que no podía regresar a la pantalla, no iba a volver solo para despedirme. Entonces dije que me iba a despedir desde la pantalla de otro canal.
–Despedirte de América desde la pantalla de eltrece...
–Así es...
–Es decir que llegará la despedida cuando debutes con Crónica de la tarde.
–De alguna manera... ¿no? Me estaré despidiendo y reencontrando desde la pantalla de otro canal. Si no puedo volver a una pantalla, sin saber la razón o porque los abogados tienen miedo a algún conflicto, siempre voy a tener una pantalla o un micrófono desde el cual despedirme. Lo dije en ese momento...
–¿Qué dijiste?
–Dije: "No se preocupen, me puedo despedir desde la pantalla de otro canal".
Habla con ironía, humor y convicción. Sabe que acarrea una trayectoria que la avala. Y que tiene por delante un desafío importante. Aunque le resta presión a la cosa, quizás como una estrategia de protección: "Es un ciclo pensado para tres meses, luego se verá". Y cuando el cronista le augura mayor continuidad y una agenda de contenidos que no solo abarque lo policial, no duda en mostrarse gustosa con la idea, pero vuelve firme sobre su plan maestro: "Es por tres meses, y se verá".
–¿Evaluás como una actitud ingenua de América no haberte permitido despedirte, sabiendo que, de una forma u otra ibas a tener pantalla para hacerlo en otro lado?
–No lo sé. No miro para atrás. Agradezco a todos los lugares donde he tenido trabajo. De todos me he ido sin conflicto, sin romper nada. No hay un solo medio en el que haya dejado una situación de conflicto. Cuando no me he sentido cómoda agarré mis juguetes y me los llevé a mi casa. En general he agotado todas mis situaciones de trabajo.
–¿Qué significa eso?
–Que siempre di todo lo que he tenido, mientras lo he tenido. Hay una expresión que usé mucho en el último año: "No te vayas antes de irte". A full hasta el final. Tengo otra que es más fea y no la voy a decir porque no quiero lastimar a nadie.
Luego de su salida abrupta de América, a Mónica Gutiérrez le llovieron ofertas laborales. Y lo que se podría haber convertido en unas vacaciones prolongadas, y forzadas, es tan solo una pausa de algunas pocas semanas sin aire. Cambio de canal, formato y horario para esta testigo privilegiada de la historia política, económica y social del país. La rosarina que debutó a los 19 en televisión y que le prestó su mirada profunda a ciclos como el Noticiero Nacional de la televisión pública, junto a Carlos Campolongo, en la vuelta democrática de la mano de Raúl Alfonsín. Tiempos en los que le tocó informar sobre el copamiento al cuartel de La Tablada, entre otros acontecimientos de un país convulsionado que se iba acostumbrando, de a poco, a la nueva y necesaria libertad. Micrófono en mano en la calle o sentada frente al telepronter de una cámara, munca paró. Y esa voz de timbre tan personal, como también lo son sus mutantes peinados exóticos, se convirtió en sello, en identidad, y, sobre todo, en compañía fundamental para la audiencia que la sigue, diariamente, desde hace tantos años. "Lo digo con humildad, pero debo tener más horas de aire que Pinky".
–Con tantas horas de televisión diaria, ¿cómo hacés para moverte con tanta comodidad sin compartir, y sin que te fagociten, determinados códigos del medio?
–Me interesa el periodismo en la televisión, no la tele en sí misma, que es el medio en el cual he tenido más oportunidades de trabajo, aún más que en la radio o en la gráfica donde he hecho colaboraciones eventuales. Es mi medio natural, al que ingresé porque me interesaba el periodismo, no la exposición pública. No me divierte esa exposición.
–Sos una mujer con trabajo publico y, a tu pesar, con un alto rango de popularidad. ¿Cómo manejás el moverte, al menos laboralmente, en una vidriera permanente?
–Siempre cuidé mi capacidad de estar en la calle, aunque reconozco que tengo un altísimo grado de conocimiento público. Recuerdo que, en un viaje por Iruya levanté a tres personas y los tres me conocían con nombre y apellido. Pero esto no me cambia el vínculo con la calle, con la gente que es de normalidad, de confianza.
–¿En qué se sostiene ese lazo?
–Tiene que ver con que siempre hice noticias. La gente no me vincula con el show off o con la farándula, sino con la vida cotidiana, con lo que sucede en la calle, con los avatares de la política, la economía, la inseguridad. Cuando alguien me para por la calle lo hace para hablar de esas cosas, no para sacarse una selfie conmigo.
–La gente siente que, en buena medida, son los conductores de los noticieros los que le ponen voz a eso que les sucede y que, desde ese rol, puede cobrar trascendencia la problemática abordada y hasta generarse una solución posible.
–Hoy se habla mucho de las diversas plataformas, pero la televisión abierta será cada vez más vibrante para el mundo del vivo y de las noticias. La pantalla te hace saber que estás compartiendo con millones de personas un mismo contenido. Eso no te lo da un teléfono o una búsqueda individual. El vínculo entre los contenidos y las audiencias es cada vez más dinámico, y no hablo del rating sino de la empatía que se genera a través de la pantalla.
–Más allá de las señales de noticias que cumplen su rol durante todo el día, la televisión abierta es hoy un espacio donde las audiencias recurren a la comunicación en vivo, al debate, a la palabra, a encontrar eco de lo que les sucede, quizás en detrimento de la ficción.
–Es hacia donde va la televisión abierta: a compartir la vida, lo que está pasando y poder compartirlo con razones y con emociones, no con un tratamiento frío sino en caliente.
–En ese sentido, la gente siente que hablás desde un lugar autorizado, pero, además, te siente cercana. Esa es una construcción de años que no es sencilla de lograr.
–La autoridad se construye con la interacción con los demás, desde el momento en el que andás por la calle, te relacionás con la gente, sentís qué les pasa y lo vivís, porque también te involucran las generales de la ley.
–Es decir, no hay un distanciamiento, a pesar de la diferencia de roles o el espacio de autoridad que ocupás.
–Significa no sellarse frente a todo lo que le sucede a la gente. Entonces eso hace que se comunique en la misma frecuencia. A lo largo de mi carrera he tratado que fuese así porque mi vida ha sido así. Mi vínculo con los televidentes lo siento muy natural, por eso, cuando me me encuentran, me comparten lo que les sucede. Puedo ingresar a un lugar, en el que nunca haya estado y donde no conozco a nadie, y que la gente me llame por mi nombre. Esto no sucede desde el lugar del cholulo, sino desde la historia común compartida.
–¿Cómo te manejás con la competencia en el universo televisivo?
–Sucede como en cualquier otro medio. Entre los profesores o entre los médicos debe haber competencia, pero queda más encriptado. Teniendo en cuenta lo que hay en juego cuando uno se pone delante de una pantalla, donde está expuesta tu imagen, tu identidad, y las miradas que los otros tienen de vos, obviamente se transforma en una situación competitiva. Pero no sangrientamente competitiva. Tengo montones de amigos que trabajan en la tele, muchos me llamaron para saludarme en estos días. Todos competimos por el espacio que nos gusta tener, pero también hay amistades, colaboración, familias, parejas que se han formado en el medio.
Tiempo compartido
Desde hace 28 años, la periodista está en pareja con Alejandro Gawianski. Juntos tuvieron a Greta, de 24 años, Azul, de 23, e Ian, de 20. Aunque no es afecta a mostrar su vida privada, no duda a la hora de reflexionar sobre ese logro que significó desarrollarse profesionalmente sin resignar su costado personal: "Alejandro es una persona muy especial. Me compró hecha, aunque, cuando nos conocimos, él no sabía quién era yo porque no miraba televisión. Vivía en otra dimensión. Él me aceptó como era y yo lo acepté a él. Es una persona muy igualitaria en el trato. Nos respetamos las libertades individuales y el desarrollo del mundo personal de cada uno. Probablemente tengo más cosas para admirar yo de él que él de mí. Supimos convivir así. Fue así desde el vamos".
–A pesar de tantas horas de televisión y todo lo que ello implica, no postergaste tu vocación maternal.
–Obviamente, una madre que trabaja no tiene los mismos tiempos que una mamá que no trabaja fuera de su casa, pero cuando mis hijos empezaron a crecer, lo agradecieron. Yo quería que ellos vieran a una madre en acción, no me gustaba que vieran a una madre que estuviera todo el día pendiente de ellos. Me parece que una manera de criar es también con el testimonio personal, con el ejemplo. Para las hijas mujeres, ver a una madre insertada en el mundo, implica un gran avance en torno a la educación de ellas. He perdido momentos, pero también he resignado cosas de trabajo para adecuar mis tiempos para estar con ellos.
–La conducción de noticieros dentro de un estudio no te restó el deseo de salir a hacer trabajo de campo. Recuerdo coberturas tuyas en inundaciones o tragedias de gran magnitud. Cada salida al aire implicaba un complejo equilibrio entre la emoción y la información.
–La idea es que el que está mirando comprenda lo que le pasa a quien está, en ese momento, del otro lado de la cámara. Y el vehículo es uno con su relato, y la imagen del camarógrafo que también es un cronista.
–En Crónicas de la tarde se espejarán historias que, de no ser reales, podrían haber surgido de una pluma excelsa.
-Los periodistas tenemos que contar eso. La realidad hoy nos propone historias que bien podrían ser de ficción o, quizás, que no podría alcanzar la ficción. Es tan intenso lo que sucede en la realidad que desborda a la ficción.
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