La actriz habla de los diez kilos que subió para su rol en la serie de Prime Video, Barrabrava y de cuánto tiempo le llevó bajarlos; el recuerdo de sus días de ícono sexual y el estado en el que se encuentra la causa por la fiesta clandestina que organizó su hijo en pandemia, en Uruguay
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Dice Mónica Gonzaga que siempre la convocaron para interpretar personajes “de damita joven y después de señora rica y espléndida”. Por eso, cuando la eligieron para ser Gladys en la serie Barrabrava (Amazon Prime Video), no lo dudó. “Me interesó el desafío de interpretar a una mujer de otro nivel socioeconómico, un poco descuidada por las circunstancias que vive”, le explica a LA NACION. Cuenta que para esa transformación engordó diez kilos y se dejó las canas y también habla de cirugías estéticas, de amor, piensa que no es fácil conocer a alguien, y dice que su hijo Adriano, que se había ido a vivir con amigos, tiene que volver a su casa porque no puede sostener el alquiler. Además, revela que todavía no resolvió la causa judicial que tiene en Uruguay por una supuesta fiesta clandestina en tiempos de pandemia que hizo su hijo, aunque ambos pueden entrar librementa al vecino país.
-Es conmovedor el personaje que hacés en Brarrabrava, una mujer humilde y un poco abandonada en su aspecto físico, muy lejano a lo que siempre mostraste. ¿Cómo construiste a Gladys?
-Engordé diez kilos y enseguida tuve papada. Sabía que me iba a dar un aspecto de mujer grande. Y me dejé canas, pero no prolijas sino de una mujer que se tiñe, si tiene tiempo, cada cuatro o cinco meses, que tiene un hijo discapacitado, una familia muy humilde que come pasta, polenta, pan y mate. Fue mi manera de ubicar físicamente al personaje, y así estuve cuatro meses en Montevideo. Con Angelo Mutti Spinetta, que interpreta a Enzo en silla de ruedas, ensayamos yendo caracterizados a un shopping de Uruguay y la gente fue muy amable, nos decía dónde había ascensores, nos ayudaba. Y para el casting tomé un momento muy triste de mi vida que fue cuando me quedé viuda, y utilicé esa memoria emotiva. Tenía muchas ganas de hacer el personaje. Mi último profesor de teatro fue Julio Chaves y en ese momento terminaba de hacer El puntero y venía a las clases con pantalones enormes, ojotas, camisas tres talles más grandes y era porque estaba volviendo a su físico, todavía con la ropa que usaba en esa serie. Fue un gran maestro que me dio seguridad, me dijo que con un buen texto y un buen director podía hacer lo que quisiera y fue muy alentador. Barrabrava tenía que ser híper realista, no era una telenovela ni una serie narco tampoco. No está basada en hechos reales, pero tranquilamente podría porque es la realidad misma. En el elenco hay cantantes traperos como Neo Pistea y Frijo, todos con las caras tatuadas de verdad; un fisicoculturista que comía sus cosas de un recipiente de plástico y venía con sus pesas y es lo que hace en la vida real; un chico de la Villa 31. Había que meterse en esa estética.
-¿Quedaste satisfecha?
-Si, tenía mucha ansiedad porque tardó en salir. Quería saber qué había hecho, cómo había salido. Y me gustó. La hicimos en pandemia, con protocolos, así que se formó una familia porque durante cuatro meses estuvimos en un hotel en Uruguay, todos juntos desde el desayuno hasta la cena. Hace dos semanas vinieron todos a casa y la pasamos bárbaro. Hay mucho cariño. Y deseamos que se haga la segunda temporada. Además, las devoluciones de la gente son hermosas, dicen que maratonearon la serie y quieren ver cómo sigue.
-Engordaste diez kilos, ¿tardaste más en subirlos o en bajarlos?
-Tardé más en subirlos. Los bajé en tres meses. Pero tres meses bravos, comiendo carne, pollo o pescado del tamaño de la palma de mi mano y ensalada o un tomate o una papa hervida, porque necesitás algo de carbohidratos. Nada de harinas, dulce ni alcohol. ¿Cómo engordé? Con harinas, dulces, alcohol (risas). Y fui feliz, me sentí bárbara. Engordé más lento porque tenía el estómago chico y no podía comer mucho al principio. Comí todo lo que se me daba la gana y nunca pude, porque me cuido. Me costó hasta que se me agrandó el estómago, pero después no porque me encanta comer.
-¿Fuiste a un nutricionista?
-No, lo hice sola. Por lo general, los actores van al nutricionista para adelgazar. Pero en este caso, me dio el régimen una amiga que estaba tratando de bajar de peso. Tomé mucho mate, a la mañana, al mediodía, a la noche. Quedé flaca como si me hubieran puesto un chaleco de piel porque bajé muy rápido, pero con el tiempo se fue equilibrando. Yo hago gimnasia desde los 20 años, en casa y con un video de Jane Fonda. Cuando te tacharon de sex symbol e ícono sexual, crecés y no hay manera de que engordes o de que el cuerpo cambie. Entonces me acostumbré a hacer actividad física bailando, y después con este video que dura 35 minutos y que hago tres o cuatro veces a la semana. Cuando empecé a bajar de peso, lo hice más.
-Decís que te tildaron de sex symbol, ¿te abrumó?
-No, pero a mis 30 años ya empezaron a aparecer chicas más jóvenes que venían a ocupar el lugar que yo tenía en el cine, en la tele, en el teatro. Tuve una pequeña depresión y aunque no lo pensara intelectualmente, lo que vivía me hacía preguntarme: ‘y ahora a dónde voy a ir a parar’ o ‘qué voy a hacer’. Hoy trato de cuidarme por salud; tenía mal el colesterol, un poco de azúcar en la sangre y la dieta me estabilizó. Le dije a Jesús Braceiras, el director de Barrabrava, que si se hace la segunda temporada me avise con tiempo porque me cuesta engordar, aunque mucho menos que antes, claro, porque ya no tengo el mismo metabolismo. Cuando tuve que engordar comía lo mismo que cuando tenía 20 y era la sex symbol y no engordaba.
-¿Y vos te sentías un ícono sexual o te molestaba que te pusieran en ese lugar?
-Empecé a trabajar a los 13 años y siempre tuve muy buena relación con mi cuerpo y muy poco pudor, entonces hacía los desfiles en bikinis y después las películas con personajes sexies. Luego entré a Matrimonios y algo más y era Pepita, la que metía a los hombres en el placard. Y me fui acomodando a todo eso. La época en la que trabajé con Alberto Olmedo fue la mejor de mi vida.
-¿Por qué?
-Porque hacíamos comedia y me encanta. Hice Mesa de noticias y lo disfruté mucho. Durante quince años hice de sexy.
-Cuando sentiste que otras actrices más jóvenes ocupaban tu espacio, ¿cómo te reubicaste?
-Hace 30 años el reloj biológico empezaba a correr mucho antes. Por ejemplo, yo empecé a interpretar madres a los 36 años, en La banda del Golden Rocket. Hoy se corrió el rango de edades. Y yo me tuve que ir reacomodando poco a poco. Hice muchísimas películas en las cuales ya no era la rica y glamorosa, sino que tenía otros personajes, como por ejemplo el de una administradora de departamentos en una película con Jorge Marrale, y en Amor bandido hice de loca empastillada. En otra interpreté a una mujer adicta a la cocaína, una ‘pendevieja’ en una película con Mariano Martínez. Como dice una amiga mía: “en Argentina las mujeres no envejecen, se vuelven rubias” (risas). Con el tiempo hubo otros personajes para mí. Hoy todo es diferente y las mujeres se dejan las canas y están hermosas.
-¿Te llevás bien con el paso del tiempo? Otras actrices de tu edad ya se hicieron cirugías estéticas.
-No me hice nada porque le tengo pánico a las cirugías. No sé si no me las hago por dignidad o por miedo (risas). Hay directores que me dicen: “qué bueno, una cara que no está tocada”. Se notan mucho las cirugías. Cuando miré Barrabrava vi que tenía los ojos hinchados por los kilos de más, pero en ese momento no me daba cuenta. Y pienso que las personas con cirugías quizá no se ven. Hay grandes actrices que se han destrozado con las cirugías. Yo les tengo miedo, esa es la realidad. Una vez conversé con un médico que me dijo que en las cirugías, al lado del 10 está el 0. Quizá si tuviera un personaje de ‘pendevieja’ y me tuviera que poner un poco de hialurónico en la boca o en la cara, por ahí lo haría porque sé que en unos meses se va. No me gustaría hacerme nada que sea radical.
-¿Tenés proyectos?
-Estoy estudiando neutro porque hay una posibilidad de hacer la vida de una escritora argentina, y necesitaba hablar neutro mexicano. No sé si se va a hacer y si me van a volver a llamar, pero por las dudas yo me preparo porque me encantaría. Es un personajón. Tengo una profesora de neutro que es mexicana y en eso estamos. Actué en inglés, en italiano, en portugués. Y hablo también francés. Me gusta mucho estudiar idiomas y me mantienen la mente activa; algunos hacen crucigramas, yo estudio idiomas. Hace poco terminé de filmar Elena sabe, con Mercedes Morán, basada en el libro de Claudia Piñeiro, para Netflix. Y tengo una coproducción con Brasil que se va a filmar en el Chaco, a fin de año.
-Hace un tiempo contaste que tu hijo Adriano se mudó con amigos, ¿te acostumbraste ya a vivir sola?
-En la pandemia se fue a vivir con dos amigos, pero ahora vuelve porque no pueden pagar el alquiler. Tiene un departamento y lo va alquilar para Airbnb porque está haciendo una pasantía y el sueldo es bajo. Le falta un año para recibirse de ingeniero. Está muy difícil todo.
-Tuviste que pasar la etapa del nido vacío y ahora vuelve, ¿qué te provoca?
-Me pone contenta porque es mi hijo y me gusta que esté cerca, pero hay un tema de convivencia que se complica; deja las luces encendidas, la ropa tirada, no baja la ropa al lavadero. Ahora estamos tratando de readaptarnos y por ahí viene el domingo y se queda a dormir. Poco a poco es la cosa y en septiembre tiene que mudarse. Los chicos vienen mucho a casa porque soy sola y no hay problema.
-¿Y tenés ganas de volver a enamorarte?
-No sé de quién porque salgo muy poco (risas). Soy muy casera. Mi última pareja fue Rosendo Fraga, en 2011. Creo que con el paso de los años vas prescindiendo de parejas. Yo estoy bien. Por ahí me gustaría tener un compañero con quien conversar cosas que hoy charlo con mis amigas, por ejemplo. Pero no me veo conviviendo otra vez.
-En pandemia te denunciaron y acusaron a tu hijo de hacer una fiesta clandestina, ¿está resuelto ya el tema?
-El abogado sigue luchando por esa multa que nos hicieron. Entiendo que fue un momento delicado. Yo estoy sobre la costa, mi casa no tiene ni dirección, nunca se pudieron haber juntado 500 personas. Todavía no está resuelto, aunque gracias a una gestión del abogado, mi hijo y yo podemos ir a Uruguay.
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