La actriz está atravesando un buen momento laboral, aunque sufre la partida de su hijo que está estudiando en Italia; además está preocupada por el problema que tuvo el año pasado en Uruguay
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Es una de las mujeres más sensuales y hermosas de nuestro país, por la que suspiraron varias generaciones. Mónica Gonzaga se metió en el mundo del espectáculo con apenas 13 años y tuvo cintura para sostenerse a través de los años; nunca paró de trabajar. En cine y televisión estuvo al lado de todos los capocómicos: Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Juan Carlos Altavista y Juan Carlos Calabró. Ahora se prepara para hacer la segunda temporada de la serie Barrabravas (Amazon Prime Video) y acaba de filmar el thriller Pensamiento lateral, junto a la española Itziar Ituño. En diálogo con LA NACION, Gonzaga repasa su vida, cuenta cómo es la relación con su hijo Adriano, reflexiona sobre el problema que tiene con la justicia uruguaya y la multa que le hicieron por una reunión en su casa de Punta del Este en febrero de 2021. También habla de amor y de sus relaciones con Julio Iglesias, Cacho Castaña y el productor de cine Alejandro Sessa, padre de su hijo.
Por estos días está atareada haciendo algunos arreglos en su hogar. “Me estoy acostumbrando a estar de paso por mi casa. Creo que las casas tienen alma porque te vas, las cerrás y a la vuelta se rompe todo”, dice. La actriz acaba de volver de Italia, en donde pasó un mes compartiendo con su hijo Adriano, que está estudiando en Roma. “Tiene una beca para cursar un cuatrimestre de ingeniería industrial. Le falta un año y medio para recibirse. Tiene 24 años y mucha facilidad para el estudio. Me vine porque tenía que filmar una película en agosto, en Paraguay, pero se pasó para febrero. Y en abril tengo que irme unos meses a Montevideo para hacer la segunda parte de Barrabravas, y hace poco terminé de filmar Pensamiento lateral”, detalla.
-Criaste sola a tu hijo porque su papá falleció cuando era bebé, deben ser muy apegados...
-Así es. Lo crie sola, con poca ayuda de la familia porque mis padres eran grandes. Mi suegra nos acompañó y fue nuestro pilar durante los primeros diez años de mi hijo; era una mujer sensible, culta, bella. Después falleció y estuvimos los dos solitos, así que lo llevaba a grabar, a filmar y dormía en los decorados. Era muy gracioso porque hablaba en su idioma, claro, y cuando decían silencio porque se iba a grabar, yo le ponía el dedo en la boca y él se callaba, y cuando decían corte, volvía a hablar.
-Lo tenías entrenado...
-Sí, no se podía creer (ríe). Somos muy compañeros. Hoy es mi representante. Confío mucho en su criterio, conversamos, me da su punto de vista y, en general, tiene razón. Ya hizo dos películas como productor, A orillas del río, y otra película de terror, que todavía tienen que filmar dos escenas en casa.
-¿Sigue los pasos del padre?
-Es lo que a él le gusta, pero le dejo bien en claro que hoy día hay que tener un plan B y por eso estudia ingeniería industrial. Todo cambió y hoy en la tele todo es gente cantando y yo odio los formatos. Me divierten mucho más los programas con panelistas porque me entero de algunas cosas, pero no miro ni loca un reality. Me gustaba mucho Los mammones, Jey lo hacía con mucha magia. Hice mucha ficción, aunque tuve mi época de panelismo con Moria y Pamela David porque estoy abierta a lo que sucede.
-¿Siempre tuviste continuidad de trabajo?
-Me armé un bache cuando estuve con el padre de Adriano, Alejandro Sessa, porque me dediqué al detrás de cámara cuando filmaron Highlander, películas italianas, alemanas, y trabajaba con los actores, pero desde la producción. Ser parte de Highlander fue alucinante, filmamos en el Teatro Colón y yo trabajaba asistiendo a Sean Connery y estaba fascinada. Era maravilloso compartir charlas con él, un gran actor.
-¿Qué te hizo volver a trabajar como actriz?
-Cuando terminaron esas producciones, volví. De todas maneras, paralelamente, hacía algunos trabajos como Amigovios, por ejemplo. Nunca dejé la profesión. Por eso le digo a mi hijo que por más que le guste el cine, está bueno que tenga una segunda opción.
-¿Vos la tuviste?
-Sí, porque ahorré, compré departamentitos y los alquilaba, y a veces hacía también el trabajo de recibir y despachar a la gente. Con eso tuve la fortuna de poder sobrevivir a una pandemia, por ejemplo. Fue mi papá quien me dijo que invirtiera en departamentitos. Por el lado de mi madre, tuve la veta artística y por el de mi padre, la comercial.
-¿Cómo llegaste a los medios?
-A los 13 años me sacaron una foto en la playa, en Mar del Plata, y me seleccionaron para un concurso de belleza. Participé de varios concursos y los gané; había premios increíbles. Así empecé a trabajar en publicidad, como modelo. Y después tuve la oportunidad de hacer La carpa del amor, porque había una actriz que no podía hacer la película, me hicieron una prueba de cámaras con Jorge Martínez y Cacho Castaña y quedé. Ese fue mi debut como actriz.
-Todavía eras menor de edad...
-Sí, durante años mentí en los concursos. Mentía 17 años, pero tenía 14 o 15. Tuve mucha promoción porque trabajaba un montón como modelo, me acuerdo que casi vivía en la editorial Abril porque hacía fotos para varias revistas. Me decían que soy de esas personas con mucha suerte.
Una bomba sexy
-¿Supiste manejar la popularidad siendo tan joven?
-Yo creo que sí. Me sentía bien, cómoda. En ese momento, los estrenos de las películas eran como en Hollywood. La televisión me dio también mucha popularidad, sobre todo con la Pepita de Matrimonios y algo más, el sketch que hacía con Fernando Siro. Me acuerdo que el verano siguiente fue una locura en Mar del Plata, un día fui al mar y cuando salí había una multitud detrás mío y me asusté, la verdad. Ahí supe que no podía ir más sola al mar, pero no me hizo mal la fama. Disfruté mucho todo lo que me fue pasando, nunca lo sufrí. Viajé mucho, hice giras y nunca me sentí incómoda. Sabía que si entraba a algún lugar se iban a dar vuelta todos.
-Fuiste una de las mujeres más deseadas de la Argentina, ¿cómo te hacía sentir eso?
-Empecé muy jovencita y a los 13 años tenía el mismo cuerpo que a los 30. Pasaban los años y seguía haciendo de sexy.
-¿Te molestó en algún momento?
-No. Hice de mujer sexy todo lo que tuve que hacer y los personajes cambiaron con el paso del tiempo. Este año hice de una mujer de 50 en un proyecto, y en otro una de 70, arruinada.
-¿Tenés personajes preferidos?
-Hay muchos trabajos que quedan en el corazón y no solo por el personaje sino por el contexto. Recuerdo Mesa de noticias, un programa maravilloso en el que trabajábamos contra reloj. Juan Carlos Mesa lo escribía en el día, con la actualidad y con humor. Hubiera sido buenísimo seguir mi carrera acá, pero me fui a México. Hacía la chica de tapa y trabajaba de la mañana a la noche, me encantaba hacer reír y cómo se reía el equipo conmigo. Y en cine me acuerdo de Rehén de ilusiones. Hice muchas pequeñas intervenciones con actores muy piolas y no reniego de películas como La carpa del amor, La playa del amor, Los bañeros... Ahora que estuve en Italia me recordaron a la bruja mala que hice en Cenderentola con Lola Ponce.
-Decías que tuviste suerte, ¿fue solo eso?
-Es todo. Siempre le explico a mi hijo que esto es talento y suerte, 99% de traspiración y 1 % de inspiración. Es azar o destino, no lo sé. He trabajado con actores muy talentosos y muchas veces me pregunté por qué no los llamaban de todos lados o no salían en las revistas.
-Hablemos de la denuncia que le hicieron a tu hijo en Punta del Este por una fiesta que hizo durante la pandemia, ¿en qué quedó?
-Todo empezó con un asado que hizo mi hijo en casa, para ocho amigos. Eran todos más chicos que Adriano: dos sobrinos, un chico de una inmobiliaria de la zona, el mecánico. Hicieron un flyer, lo mandaron a dos chicas de dos colegios y se viralizó, palabra que yo ni conocía. Empezaron a llegar chicas y chicos que se quedaban en la playa porque frente a mi casa hay una rambla de arena. Y es cierto que la música venía de mi casa. Yo estaba mirando una serie, y de pronto llego la policía. Fue en febrero de 2021.
-¿Desde entonces pudiste volver a Uruguay?
-Sí, pero nunca pudimos declarar. Me dijeron que pusiera un abogado porque había una orden para que Adriano no pudiera volver a Uruguay. Regresamos a Buenos Aires porque no quería terminar siendo el perejil de alguien. Esa parte se arregló, mi hijo ya volvió a Uruguay y yo también.
-Pero tenes que pagar una multa...
-Me queda pagar la multa que es irrisoria. Era de 30 mil dólares y ya debe ser más porque se incrementa. Está todo en manos de abogados por ahora, en la justicia. No sé cómo se va a arreglar, pero lo que sé es que hubo una gran confusión, en medio del gran miedo que estábamos viviendo todos y yo caí justo, como para dar el ejemplo. Era en un quincho en el que no pueden entrar más de 10 o 15 personas. Me enteré que hubo jugadores de fútbol, alguien con una Ferrari. Cómo pasó eso, no lo sé.
-¿Qué dice Adriano de lo sucedido?
-Se sintió muy mal, lloró mucho, pensó que no podía ir nunca más a la casa de Punta del Este, en donde pasó todos sus veranos y sus cumpleaños. Ahora está muy preocupado por la multa, que es de él. Vamos a ver cómo se define eso. Hubo periodistas argentinos que trataron el asunto con mucha maldad y periodistas uruguayos como Gustavo Descalzi, que se tomó el trabajo de ir hasta casa y mostrar que no podía haber 500 personas ahí. Es una casa sobre la paya, onda ranchito con un terreno de 1000 metros. Esperemos que se aclare, pero mientras tanto es un dolor de cabeza, el único grande que tengo.
Alejandro, Julio y Cacho, los amores de Mónica
-Cambiemos de tema, ¿estás en pareja?
-Estoy sola. Mi última pareja fue Rosendo Fraga, hace algunos años. Me gustaría estar con alguien. De alguna manera, estoy viviendo el síndrome del nido vacío porque Adriano se fue a vivir solo el año pasado, y yo estaba acostumbrada a que mi casa estuviera llena de chicos. En casa se hacían las previas cuando mi hijo jugaba al rugby yo llevaba a todos los chicos al club, ahora van a ver el mundial acá todos juntos. Siempre se podía venir a casa.
-¿Tenés buenos recuerdos de todos tus ex?
-Sí, por todos tengo un afecto que perdura. Mi novio de mis 14 años siempre me manda algún mensaje y yo a él; estamos enterados de la vida de uno y de otro.
-¿Qué memoria guardas de Julio iglesias?
-La última vez que lo vi fue hace como doce años, en Punta del Este, y la última vez que hablé, él estaba en Santo Domingo: fue el último teléfono que tuve. Me gustaría saber cómo esta, sé que tiene complicaciones de salud porque de joven tuvo un accidente muy grande que lo dejó sin caminar durante dos años. Era arquero del Real Madrid y después empezó a cantar. Tuvo una operación de columna brava y aunque siempre fue muy activo, tenía complicaciones. Yo lo he acompañado a muchos lugares del mundo, fue muy positivo en mi vida y gracias a él estudié inglés, por ejemplo. Y años más tarde estudie francés cuando estaba con el padre de mi hijo y lo acompañaba a festivales.
-¿Y qué lugar ocupó Cacho en tu vida?
-Cacho fue mi amigo de la vida hasta que falleció. Sentí mucho su partida porque el gran amor que tuvimos se transformó en una amistad entrañable. Nos mirábamos y sabíamos lo que le pasaba al otro.
-¿Fue el amor de tu vida?
-Esa misma pregunta me hizo mi hijo en Italia, de paseo por las fontanas en Piazza Navona, en Campo dei Fiori, en donde charlábamos mucho. Una comunicación fantástica de madre e hijo, adultos. Me preguntó a quién quise más, si a Cacho o a su papá. Le contesté que no se podía medir de esa manera, que adoré a su padre y también a Cacho. Que su padre me dejó algo que no me dejó Cacho y que era él, y con Cacho he vivido momentos maravillosos de éxito, de películas, de reírnos. Sucede que en esta vida duró más Cacho que su padre, que falleció cuando Adriano era bebé. Mi hijo me acompañaba a todos los recitales de Cacho y, en el camarín del Gran Rex le cantaba “Café la humedad” para que después yo lo llevara a comer una hamburguesa a una de esas famosas casas de comidas chatarra. Nos reíamos mucho. Ellos nunca se van a ir de mi corazón, ni de mi alma.
-¿Tuviste otro gran amor?
-No, yo los pondría en primer lugar. Con Julio estuvimos juntos diez años, desde mis 16 a mis 26 años, entre idas y vueltas. Con él conocí el mundo y con Cacho también viví momentos hermosos, lo mismo con Alejandro, que además me dejó a mi hijo.
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