Mónica Cahen D’Anvers y César Mascetti: el rechazo inicial y los ataques de celos que no pudieron con una historia de amor que lleva 44 años
Se conocieron en los pasillos de Canal 13, se reencontraron en una fiesta por el da del periodista y nunca más se separaron; lejos de los noticieros, hoy viven en San Pedro y se dedican a la cosecha de naranjas
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El de ellos no fue un flechazo, sino todo lo contrario: cuando se conocieron no se toleraron. Sin embargo, el amor se hizo camino y fue creciendo poquito a poco, casi sin que se dieran cuenta. La primera vez que se vieron, Mónica Cahen D’Anvers ya era una periodista reconocida y de las más queridas y respetadas de la televisión, y César Mascetti estaba dando sus primeros pasos en ese medio. Ese primer encuentro fue en 1971, en los pasillos del viejo Canal 13. Por ese entonces ella estaba casada con Iván Mihanovich, con quien había tenido a sus hijos, Iván y Sandra. Todo quedó en un simple saludo y el reencuentro fue años después, cuando ella conducía Mónica presenta y ya estaba separada, y César tenía fama de rompecorazones. “Me parecía un hombre insoportable. Era muy buenmozo y se sabía lindo. Todos los días había mujeres en la puerta del canal que lo esperaban a la salida”, contó Mónica alguna vez.
El flechazo sucedió un 7 de junio, Día del Periodista, en una fiesta organizada por Goar Mestre, por entonces pope de la emisora. “Esa noche conversamos y cuando nos fuimos, él se subió a su auto y yo al mío, y en vez de ir por caminos separados, nos volvimos juntos y nunca más nos separamos. No sé por qué, pero es tal la maravilla que vivimos que nunca nos pusimos a pensar qué pasó. Es lo que fue, es lo que hay y estoy feliz de que sea así”, dice la periodista cuando habla del inicio del romance que mantuvieron oculto en esos primeros tiempos.
“Durante siete meses logramos mantener la relación en secreto. Un día alguien publicó el chimento que aseguraba que Mónica estaba esquiando en Suiza, y que yo había viajado en secreto para encontrarme con ella y hasta un canal mandó un enviado especial a Suiza para sorprendernos. Y ni Mónica ni yo habíamos pisado Suiza”, recuerda César entre risas.
Durante muchos años fueron la exitosa dupla que condujo Telenoche, adorados por el público y respetados por los colegas. La complicidad traspasaba la pantalla y ellos lo sabían y lo aprovechaban.
Una boda íntima
Se casaron después de 25 años de estar juntos, en sus bodas de plata, el de 7 de junio del 2003. “Aprovechamos la fecha y nos casamos. Nos pareció que era un buen regalo de aniversario. Le dije a César: ‘¿no te parece que es hora de que firmemos un papelito para que se sepa que esto es en serio?’. Y lo hicimos”. Fue una boda íntima, con pocos invitados, apenas la familia, algunos amigos y los testigos. Y en San Pedro, su lugar en el mundo.
“Esta historia necesitaba un moño, y lo tuvo. César propuso que nos casáramos en París, en el ‘98, mientras cubríamos el Mundial de fútbol. Pero a mí me pareció algo frío, impersonal”, decía ella sobre la decisión de casarse. Y él concluía: “En estos tiempos, cuando todo el mundo se ‘descasa’, casarse es construir algo. Sobre todo para mí, que no tengo hijos propios. ¿Qué más puedo pedirle a la vida?”.
No suelen hablar de su vida privada y él mucho menos que ella. Pero en alguna oportunidad compartieron algo de su intimidad con LA NACION y sobre sus muchos años de relación, Cahen D’Anvers dijo: “Nada más mentiroso que ‘son el uno para el otro porque son idénticos y se llevan de maravillas’. César y yo somos como el blanco y el negro. Él es el que piensa y planea, y yo soy la que ejecuta. Y creo que estamos juntos gracias a las diferencias que nos distancian”. Mascetti, en tanto, aseguró: “Un poco se trata de tener la suerte de haber encontrado a la mujer de mi vida. Y quiero creer que soy el hombre que completó su vida. Lo nuestro es un complemento acertado”.
En 44 años de amor pasaron algunas tormentas, pero ninguna fue púbica porque Mónica y César viven su amor y sus demonios puertas para dentro. “Hemos pasado de todo y más de una vez nos hemos mandado al diablo con una bronca extraordinaria. Él es más retraído y serio y yo soy más pasional, más ruidosa. Suelo dejarme llevar por el enojo del momento, pero la verdad es que nuestras peleas siempre duraron un par de horas. La cámara nunca nos enganchó, pero más de una vez ligó una patada por debajo del escritorio”, ríe con ganas Mónica.
Para los dos, también hay otra explicación sobre la longevidad de la relación: “Nos unimos a los cuarenta años, no a los veinte. A esa edad, cuando todavía cada uno tenía que escribir su historia, tal vez nos hubiéramos matado”.
Los celos fueron, muchas veces, los motivos de esas crisis de pareja. “Los dos somos celosos, y aunque César no se hace cargo, después me pasa factura. Yo soy asquerosamente celosa. Tiene la mirada fácil y se le van los ojos, pero lo que realmente me molesta es que le da demasiada importancia a cosas que no quiero que se las sé”, dice la periodista.
San Pedro, allá vamos
La boda coincidió con su retiro de la tele. En el 2003 ambos se despidieron de Telenoche y se mudaron a San Pedro, aunque un año después volvieron a trabajar juntos, esta vez en Radio del Plata. Ubicada a 11 km de su casa de campo, El independiente, La Campiña de Mónica y César es un emprendimiento que nació en los ‘80, cuando apenas empezaban a estar juntos. Es una plantación de naranjos, rosales, azares, una huerta y restaurante que ofrece comida casera.
Durante muchos años viajaron de la ciudad al campo cada fin de semana hasta que decidieron instalarse definitivamente y hoy apenas pisan la Ciudad. “Nunca nos arrepentimos del cambio. Cuando estábamos pensando en irnos de la tele, un brillante psicoanalista con el que hacíamos terapia nos tiró una frase que terminó por definir nuestra decisión: ‘No sé ustedes, pero yo quiero que a mí la muerte me encuentre vivo’, nos dijo. Y ahí se nos bajó el telón. ¿Qué sentido tenía seguir trabajando con semejante carga horaria si eso no nos permitía estar más conectados con la vida? Nosotros también queremos estar vivos cuando nos llegue la hora. Somos viejos vitales y transitamos esta etapa de nuestras vidas con la plena certeza de que estamos aprovechando cada instante que tenemos”, se sinceró César hace algunos años, durante una entrevista. “Llegamos a San Pedro en busca del sol, del río, el perfume de las flores, los pájaros, de todo lo que no encontrábamos en la ciudad. Teníamos una clara visión de entender a San Pedro como el proyecto para un determinado momento de la vida. La Campiña es un sueño que venimos criando desde hace cuarenta años y que logramos hacer realidad”.
Sus días en San Pedro transcurren trabajando en La Campiña, donde el periodista también tiene un palomar que lo entretiene durante varias horas. “Con mis palomas participo de las carreras que se organizan los domingos en San Pedro. Esto es algo que vengo haciendo desde los 12 años. Las palomas tienen la magia de hacerte volar; de alguna manera, volás con ellas”, asegura. A Mónica, en cambio, la apasionan las plantas y tiene un enorme vivero y un espacio con trescientos rosales que le regaló César cuando cumplió 70 años. “Después no digan que no es un romántico”, dice ella, con los ojos llenos de amor.
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