Molly Ringwald: el regreso de la actriz a la que Julia Roberts le debe su carrera y con la que De Santis tuvo un frustrado romance
Con su estilo natural y su talento, se convirtió en la adolescente más famosa del mundo y enamoró a toda una generación, pero se cansó de los desmanejos y los maltratos y huyó de Hollywood; ahora, de la mano de Ryan Murphy, volvió a las grandes ligas
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Su historia es atípica. Julia Roberts debería agradecerle de por vida y Demi Moore, otro tanto. Molly Ringwald ya era toda una estrella cuando rechazó protagonizar Mujer bonita y Ghost, la sombra del amor. Y, con apenas veinte años, ya era un ícono, un referente para las chicas de su generación y una de las actrices más requeridas y mejor posicionadas de Hollywood. Sin embargo, decidió pegar un portazo e irse lejos, muy lejos.
Había cursado sus estudios secundarios en el Liceo Francés de Los Ángeles y dominaba el idioma a la perfección, por eso, eligió París como destino. Aquella huida le costó cara y aunque años después intentó retomar su carrera en los Estados Unidos, no le resultó sencillo recobrar el estatus de estrella que tanto la había abrumado. Hasta que Ryan Murphy la convocó para protagonizar junto a Moore y otras grandes actrices como Diane Lane, Calista Flockhart, Naomi Watts y Chloë Sevigny Feud: Capote vs. The Swans, miniserie que se estrena este miércoles en Star+.
En la serie, que se basa en la amistad “por conveniencia” del autor de A sangre fría con las mujeres más poderosas y elitistas de Nueva York en los años 60 y 70, Molly interpreta a Joanne Carson, exesposa del actor y conductor Johnny Carson. Joanne fue la única que se mantuvo junto al escritor hasta el momento de su muerte, a pesar de que él las “traicionó” a todas, revelando sus secretos más íntimos en la revista Esquire, como adelanto de su novela Plegarias atendidas, que quedó inconclusa. Esa mujer, la que más responde a los cánones de lo que debe ser una estadounidense correcta, parecía un personaje escrito especialmente para ella.
Molly nació en Roseville, California, en las afueras de Sacramento. Su madre, Edith Frembd, era chef, y su padre, Robert Ringwald, un pianista de jazz ciego que vio en una de sus tres hijas potencial de estrella. El debut de la actriz en los escenarios fue precoz: a los cinco años protagonizó una producción teatral de Alicia en el país de las maravillas y al año siguiente grabó junto al conjunto de su padre, Fulton Street Jazz Band, su primer álbum. A los 10, fue elegida para interpretar a Kate en la puesta de Annie en Los Ángeles, y un año más tarde formó parte del elenco de la serie Blanco y Negro.
Sin embargo, las miradas de los principales productores se posaron sobre ella en 1982, cuando por su interpretación en la película Tempestad consiguió una nominación a los premios Globo de Oro como mejor actriz de reparto y se impuso como mejor artista joven. Una de esas miradas fue la del guionista John Hughes, que estaba preparando su debut como director. Él mismo contó en más de una oportunidad que, luego de verla, pegó una foto de Molly en su máquina de escribir. Así nació Se busca novio (1984), la primera de una serie de colaboraciones entre ambos que los lanzó a ambos a la fama.
En ese film, Ringwald le dio vida a Samantha, una adolescente común y corriente que se enamora de uno de los chicos más populares de la escuela, alguien que ni siquiera repara en su existencia. Luego vino El club de los cinco, la película que fue abrazada por toda una generación que se sentía totalmente disconforme con las reglas que imponía la era Reagan. Tal fue el éxito del film, que el rostro de Molly llegó a la tapa de la revista Time.
Tres éxitos y un mentor rompecorazones
En el artículo se la mostraba como la chica estadounidense ejemplar. Y, aunque para muchos esa tapa fue consagratoria, la actriz considera que, de algún modo, tuvo el efecto contrario. “Yo compararía aquella portada con un tren descarrilando en el que no me sentía cómoda. Acepté porque no podés rechazar una portada de Time, pero casi desearía no haberla hecho porque me quedé grabada indeleblemente en la cabeza de la gente con 16 años. Mi existencia era definida por la prensa, por mis personajes, y era muy difícil para mí decidir quién era yo en medio de todo aquello. Siempre sentía que debía portarme bien, que debía ser buena. Todo el mundo me llamaba la adolescente perfecta, todo el mundo quería que fuese su hija, o su amiga. Y yo solo pensaba ‘¿pero quién soy yo?’”, confesó en una entrevista una década después.
Ya por ese entonces Hughes estaba transitando sus treinta, pero se comportaba con los actores de sus films como un adolescente más. Y si bien sabía que Ringwald era su coequipier perfecta, no estaba dispuesto a soportar el más mínimo desplante. El problema fue la manera en la que decidió dejar en claro que era él quien mandaba: en lugar de enfrentarla y ponerle los puntos, hizo todo lo contrario.
Todo comenzó cuando días antes de empezar el rodaje de El club de los cinco, Ringwald le hizo notar que el guion final no se parecía en nada al que habían venido trabajando durante la preproducción y que ahora incluía escenas “picantes” que nada tenían que ver con la historia que se contaba, como la que mostraba a uno de los profesores espiando a una colega en las duchas. En un principio, el director se mostró permeable y concurrió a la primera lectura de guion con todas las versiones del libreto para que entre todos eligieran las que quedarían. Sin embargo, nunca volvió a hablarle ni a ella ni a su coprotagonista, Anthony Michael Hall, con quien la actriz había comenzado un romance.
“A John no le gustaba en absoluto nuestra relación. No estoy segura de por qué. ¿Quizá porque Michael y yo nos habíamos desviado de su guion y estábamos creando una trama propia? Fue muy doloroso. Y todavía me duele. Yo le tenía un cariño muy profundo y él tuvo un impacto enorme en mi vida, no solo en mi carrera sino en mi desarrollo como persona, como mujer”, contó la actriz, en 2010.
“John fue la primera persona que me rompió el corazón. Yo lo adoraba. Por supuesto que no me acosté con él, pero era la relación más fuerte que tenía en aquel momento, mi pubertad, cuando todo lo que te ocurre te prepara para la vida. Yo pensaba que aquel hombre lo era todo. Que no hacía nada mal. Que todo lo que escribía era brillante. Que todo lo que decía era divertido. Pero también fue el primer hombre que me hizo pensar que los chicos pueden no ser muy buenos. Yo creía que no era nada del otro mundo y, de repente, pasé de ser un patito feo a una chica que tenía un director de cine diciéndole: ‘Sos muy especial, sos genial, tenés que estar en todas mis películas’. Era la primera persona que parecía cautivada conmigo. Yo habría hecho cualquier cosa por él. Me he pasado años tratando de entender lo que pasó”, explicó la actriz mucho tiempo después.
Hughes era infantil, pero no tonto. A pesar de no hablarle, volvió a recurrir a su musa para escribir un tercer guion. Así nació el tercer film de la trilogía: La chica de rosa. En este caso, para evitar tener contacto con la actriz, decidió no dirigirla. A pesar del gran éxito, Ringwald consideró que ya era hora de soltar la mano de su mentor y enfocarse en papeles más adultos. Él la quería para que protagonizara Alguien maravilloso, pero rechazó el proyecto. “Yo quería crecer y sentía, con razón o no, que no iba a poder hacerlo si seguía trabajando con John. A veces me pregunto si eso fue lo que él encontró tan imperdonable. Éramos como los niños perdidos de Peter Pan cuando decidieron abandonar el país de Nunca Jamás. Y John era Peter Pan, advirtiéndonos que si nos íbamos no podríamos volver nunca. Y, en honor a su advertencia, no solo nos impidió regresar sino que fue un paso más allá: destruyó el país de Nunca Jamás”, explicó la actriz. Y con razón: a pesar de haberse convertido en su caballito de batalla, Hughes no volvió a escribir más guiones que abordaran la adolescencia.
Un casting humillante, dos malas decisiones y la huida a París
Despegarse de su mentor y continuar transitando el camino del éxito no fue fácil. La actriz tenía algo en claro: ya era grande para seguir interpretando adolescentes atribuladas, pero tampoco quería convertirse en la nueva reina de las comedias románticas. Por eso rechazó, entre otros proyectos, ponerle el cuerpo a las heroínas de Mujer bonita y Ghost, la sombra del amor, los papeles que consagraron a Julia Roberts y Demi Moore como las actrices más importantes de 1990.
“Después de La chica de rosa hice películas fallidas y todos caían sobre mí. Se me rompía la espalda con cada fracaso. Y cada vez que estrenaba un nuevo film decían ‘¡Molly Ringwald regresa!’”, resumió aquella época en una entrevista. Además, contó que uno de los detonantes que la empujaron a dar un paso al costado fue un casting humillante. Según recordó en más de una oportunidad, en 1991, en medio de una audición de la que participaban ella y un actor que conocía desde hacía mucho tiempo, el director le pidió a su colega que mientras repasaban sus líneas se quitara el cinturón y se lo atase a la actriz en el cuello como si fuese un perro. Aunque ella evitó dar nombres, todo indica que el realizador aludido era Jean-Jaques Annaud, el actor, Craig Sheffer, y la película, que terminó protagonizando Elizabeth McGovern, fue Wings of Courage.
En 2017, en la cresta del movimiento #MeToo, Ringwald escribió un artículo dedicado a sus “propios Harvey Weinstein”. Allí reveló que un técnico de 50 años le restregó su miembro erecto cuando ella tenía 13 y que un director intentó besarla cuando tenía 14. Sobre aquel casting en el que fue abiertamente humillada, recordó “la cara de vergüenza” de su colega y que apenas salió de allí, se encerró en su auto a llorar. Cuando se calmó, llamó a su agente para anunciarle que prescindía de sus servicios.
Algunas de sus colegas también ayudaron a que sintiera que era momento de tomar una determinación. “Las actrices de mi edad suelen tener etiquetas. Pero yo no, porque no hice papeles de Molly Ringwald. La gente no me recuerda como la reina del baile”, expresó, por ejemplo, una jovencísima y soberbia Winona Ryder en un reportaje. Además, tuvo la mala suerte de encontrarse con Weinstein. “Creo que mi huida tuvo que ver con la ambivalencia que siento hacia todo lo relacionado con la fama. Asumo cierta responsabilidad, pero Hollywood es un negocio muy duro. Hay mucha gente muy talentosa, y además siempre hay alguien, no importa lo exitosa o famosa que llegues a ser, que intenta derribarte. Y también gente que intenta levantarte. Hay muchos elementos en juego. Yo actué en una de las primeras películas de Harvey Weinstein como productor [Strike It Rich] y tuve que demandarlo por incumplimiento de contrato. Todas las películas de los noventa que yo quería hacer estaban producidas por él, así que aquello no ayudó”, reveló.
Dos maridos y un frustrado romance con Donato De Santis
Entonces, sacó un pasaje a París y se instaló allí, con la idea de darle un vuelco a su carrera, pero también con el deseo de poder vivir su juventud sin dar explicaciones a nadie. “No estaba casada, tenía veintitantos y entendí que si había un momento para viajar, era ese”, rememoró Ringwald.
“Me pasé la adolescencia pensando ‘¿Les caigo bien?’ y a partir de los 30 la pregunta se convirtió en ‘¿Me caen bien ellos a mí?’. Nunca pensé que iba a alegrarme de envejecer, pero ha sido un alivio”, contaba. En Francia vivió fogosos romances, filmó y comenzó su carrera como escritora, traductora y ensayista. En 1999, se casó con el escritor francés Valéry Lameignère y le contaba a los cuatro vientos que la clave de la felicidad dentro de su pareja estaba en no compartir la habitación. Sin embargo, admitía que él era celoso y que no soportaba ver sus escenas románticas con otros actores.
El matrimonio terminó en 2022. Y si bien ella no habló nunca públicamente de los romances que vivió durante sus años de soltería, hubo un hombre que pasó por su vida y es bien conocido por los argentinos: Donato De Santis. El juez italiano de MasterChef Argentina contó en PH: Podemos Hablar que mientras vivía en Los Ángeles conoció a la actriz estadounidense. Corrían los años ochenta y en ese entonces él le daba clases de cocina. La buena relación entre maestro y alumna fue creciendo, pero antes de que pasara a mayores, el manager de Ringwald comenzó a boicotear el romance porque no quería que se relacionara con un desconocido.
“Él hizo de todo para que no saliera conmigo. Después de tomar una clase de cocina, ella empezó a escribirme, venía a comer al restaurante, se inventaba excusas para venir a verme”, recordó Di Santis. Sin embargo, reconoció que la oposición del manager surtió efecto y de un momento a otro no volvió a verla.
Actualmente, Ringwald está casada con el también escritor Panio GIanopoulos, con quien tuvo a su hija mayor Matilda -que sigue sus pasos delante de cámara- y a los mellizos Adele y Roman. Su gran regreso a las primeras planas se produjo en 2017, cuando escribió aquel artículo sobre los abusos en Hollywood para la revista The New Yorker. Si bien nunca pasó mucho tiempo sin actuar, la serie Riverdale le dio la posibilidad de ser conocida masivamente por las nuevas generaciones de televidentes.
Con el tiempo, comenzó a mirar aquellos primeros años con cierta nostalgia, pero también comenzó a entender que aquello que le ocurrió a muy corta edad dejó huellas imposibles de borrar: “La gente siente que creció conmigo, estoy vinculada a sus primeras pijamadas, a sus primeras citas. En su memoria formo parte de esos recuerdos. Y yo notaba que el mundo estaba enamorado de mí, lo cual me resultaba agradable, pero en cuanto tenía un momento de lucidez o un ataque de ansiedad sentía miedo porque sabía que ese amor iba a ser efímero. Y lo sabía porque ya me había ocurrido: en cuanto se estrenó mi primera película, todas mis amigas dejaron de hablarme”.
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