La periodista nacida en Santa Fe recuerda los extensos tratamientos y los vaivenes emocionales en su proceso por ser madre; familia ensamblada y amistad con la ex de su marido
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Su voz inconfundible se escucha a lo lejos de un extenso pasillo de Telefe. No hay dudas que quien se acerca es Milva Castellini, la periodista que acompaña a Germán Paoloski en El noticiero de la gente y que, luego de tantos años de trabajo en el mismo canal, es uno de los nombres referenciales a la hora de informar.
Milva Verónica Castellini. Santafecina y con un nombre de pila tan personal que cuesta encontrar a otra persona que se llame igual, salvo aquella icónica cantante italiana que falleció el año pasado y marcó una época con su arte de la mano de temas inolvidables como “Da Troppo Tempo”. “Mi mamá se fascinó con esa mujer de melena colorada, por eso me puso su nombre, algo que no fue sencillo porque, cuando nací, había un listado restringido de nombres posibles. Cuando mi papá fue al Registro Civil de Santa Fe lo miraron raro. Era un nombre sin antecedentes pero, debido a la buena voluntad de la directora del Registro Civil, se lo aceptaron”, recuerda esta mujer que en su juventud renegó de ese nombre inusual que se terminó convirtiendo en un sello distintivo.
-Salvo la cantante italiana y vos, no conocemos otra figura pública con ese nombre.
-Es cierto, pero hay varias que no son conocidas y no fueron pocos los que me dijeron que le pusieron Milva a sus hijas porque lo habían descubierto por mí.
La agenda de El noticiero de la gente, que se emite de lunes a viernes a las 13, se aparta de cierta coyuntura política macro, aunque también aborda esas cuestiones, para poner el foco en aquellos temas que hacen a la cotidianeidad de la población, a los problemas en los barrios y a entender que para un vecino la falta de asfalto, la carencia de infraestructura en una escuela o el engorro de las colas de madrugada para sacar turno en un hospital son prioritarias y esenciales. Ese interés por todo aquello que hace a la vida cotidiana de la gente de a pie hace que El noticiero de la gente suela estar entre los diez programas más vistos de cada día y liderando su franja.
“Este noticiero lo creó Roberto Mayo, el gerente de Noticias del canal, con esa premisa de llegar al barrio para contar y vivenciar lo que le sucede a la gente en su vida cotidiana. El desafío fue ser cercanos. Además, armamos un equipo integrado donde todos nos complementamos desde roles bien definidos y esto me parece que lo aparta de los noticieros tradicionales. Incluso, hasta los movileros son personajes en sí mismos y la gente los identifica en cuanto los ven en la calle”, sostiene la periodista de porte llamativo, alta, erguida y muy segura de sus palabras.
-La agenda de necesidades cambia según la realidad del momento. Hoy, de acuerdo al trabajo de campo que hace el noticiero, ¿qué es lo más acuciante que sobresalta a la gente?
-Inseguridad e inflación son las dos cosas que preocupan muchísimo. La gente se siente insegura y no llega a fin de mes y eso va de la mano con el temor a perder el trabajo. Cuando apareció la pandemia, también la salud fue un tema prioritario, cuando antes ocupaba un lugar más secundario.
Cuando en marzo de 2020 estalló la pandemia de Covid-19, algunas actividades esenciales fueron exceptuadas de los confinamientos y del home office. El periodismo fue uno de esos roles imprescindibles en un contexto desconocido y hasta de tintes apocalípticos. Para el trabajador esencial, salir a trabajar en ese tiempo en el que no había vacunas y con contagios masivos en alza era poner en riesgo su integridad, pero también confirmar una vocación sellada a fuego. “Nunca dejamos de trabajar. Fueron días muy difíciles. Era extraño entrar a Telefe y ver su impresionante edificio vacío. Los periodistas, productores y técnicos que lo transitábamos lo hacíamos con un nivel de aislamiento terrible. Buscábamos entender qué era eso que nos pasaba”, reconoce la profesional que también se desempeña en Radio con Vos y en la flamante AM 540.
-¿Alguna foto que te haya quedado grabada especialmente?
-Hubo varias. Recuerdo haber transitado sola la Panamericana, algo pocas veces visto. Me preguntaba cómo podía ser que eso estuviera pasando.
Sebastián Lugones, su marido, es director de cámaras de Telefe y realizador, otro rol esencial en aquellos tiempos difíciles que hoy se ven lejanos, pero acontecieron no hace mucho. “Llegábamos a casa y nos quitábamos la ropa con desesperación, con la angustia de no saber cómo se transmitía ese virus nuevo que nos estaba acorralando”.
-Entiendo que se resignifica la tarea en una situación extrema como la pandemia.
-Sabíamos que teníamos que seguir trabajando, era un compromiso. Lo hicimos de todas las maneras posibles y hasta hubo un tiempo en el que nuestra casa se convirtió en un estudio de televisión cuando nos tocó aislarnos preventivamente.
-La pareja de conductores de noticieros es esencial para generar fidelización y credibilidad. ¿Cómo sentís que el público recibe al tándem que conformás con Germán Paoloski?
-Nos mostramos tal cual somos, con su personalidad y carácter y eso es lo que recibe la gente. Germán lidera el equipo de una manera maravillosa, pero sin dejar de lado que somos un equipo donde cada uno tiene un rol que complementa al otro. Me parece que ser auténticos es el secreto para traspasar la pantalla. Sin sobreactuaciones, si nos enojamos o divertimos es en serio y si algo nos ahoga de angustia no lo disimulamos, y esa me parece que es la base de nuestra credibilidad.
-A nivel personal, no todos los días son iguales y eso debe incidir en la forma de informar.
-Hay momentos en que nos pesa contar algo, situaciones donde uno se satura de contar la violencia urbana. Hay una irascibilidad en la calle que es muy agobiante.
-En el caso del periodista, también ciudadano, se trabaja con una materia prima que no les es ajena, lo cual genera un peso mayor. Llegás a tu casa y vivís todo aquello que fue la materia prima de tu trabajo. ¿Cuál es tu cable a tierra?
-No sé sí, en algún momento, salimos de nuestro rol. Estamos todo el día enchufados a la información. Creo que lo que te rescata son esos momentos junto a la familia, en contacto con los afectos. Un abrazo o una risa te sacan de la realidad. En mi caso, ponerme a jugar o a dibujar con mi hijo Martiniano y dejar volar la imaginación un rato me sana. Cuando mi hijo me cuenta algo que hizo con un amigo o lo que le sucedió en el colegio, eso sí ayuda a salir del ecosistema informativo y de la realidad. Edita en el Tik Tok, supongo que ahí está el germen del papá, pero no siempre entiendo lo que hace. Los chicos tienen una decodificación distinta a la nuestra, son digitales, lo cual tiene algunos aspectos en contra, pero también mucho a favor, y tienen otras búsquedas y necesidades.
-Entonces, Martiniano opera el milagro de la desconexión con la realidad.
-Sí, aunque es imposible no estar pendiente o irte a dormir sin chequear la última noticia. Este verano hice algo inusual, me fui a Santa Fe de vacaciones un mes entero, ya que siempre voy por pocos días. Me instalé en una casa muy linda, con pileta y mucho verde. Fue recuperar estar con la familia y los amigos sin límite de tiempo. Fue sanador luego de un tiempo muy difícil, en el que pasé un año sin ver a los míos.
La maternidad
La llegada de Martiniano, hace nueve años, no fue sencilla. En Milva y Sebastián nació el deseo de la paternidad, pero el destino quiso que el proceso hasta concretarlo no estuviera exento de dolor. Fueron varios tratamientos de fertilización que invadieron el cuerpo y diezmaron el alma.
-¿Qué fue lo peor de todo ese proceso?
-La espera, manejar la ansiedad. Terminás entendiendo que tenés que aprender a esperar, que no hay certezas y que nadie te va a garantizar el resultado. No se sabe cuándo será, pero no hay otro camino cuando no se puede naturalmente. Por otra parte, los procesos de fertilización te alteran el cuerpo debido a todo lo que hay que tomar. Son procedimientos invasivos. Y te pone en otro lugar con respecto a tu pareja y a la manera de mirar el mundo.
-¿Por qué?
-El tema se transforma en una obsesión, no hay otro pensamiento, ves embarazadas por todos lados y todo pasa por ahí. Ni hablar de lo pendiente que se está del ciclo y de estar atenta a si te viene o no te viene. Cuando eso sucede, hay que tomar la decisión de parar.
En El camino de la vida, un segmento del noticiero que generó junto a Gisela Busaniche, contó la experiencia en la que tantas personas con el deseo de ser padres se vieron espejados. “No lo hicimos porque fuera extraordinario lo que nos pasaba, sino porque les sucedía a muchas personas. Se aprende muchísimo en ese camino. Cuando lo hicimos, todavía no había ley, así que poner eso en palabras hizo que mucha gente se sintiera acompañada”.
La periodista también se puso al frente de un espacio virtual donde conectaba con todos aquellos que pasaban por lo mismo. “Fue como una cadena de favores”, cuenta.
-Un tratamiento de este tipo es sencillo para la estabilidad de la pareja.
-Hay muchas que se rompen en este camino de incertidumbre. O te unís más o te separás. Hay que aprender a llevar el proceso.
-La frustración de los tratamientos sin resultados exitosos conllevan el riesgo del resentimiento, el enojo, la pelea con el entorno. ¿Cómo se maneja eso?
-Uno pasa por las etapas que se manifiestan cuando te confirman una enfermedad. Pasás por el enojo, la depresión hasta llegar a la aceptación. La infertilidad es una enfermedad y una tiene que reconciliarse con lo que le pasa. Mi frase de cabecera era “llorar y deprimirse un ratito y basta de drama y empezar de nuevo”. No hay que instalarse en la angustia, es un camino a seguir.
-¿Fueron muchos los intentos?
-Nosotros hicimos cinco tratamientos, pero hay gente que hace doce en diez años. Es una vida.
-¿Qué sucede con el entorno?
-Hoy es algo sobre lo que se habla, pero, hasta no hace mucho, se desconocía. En ese desconocimiento, aparece la familia o los amigos que no te entienden o quieren ayudarte y no saben cómo. O, sin mala intención, te dicen “ándate de vacaciones y te relajás”.
-Es algo mucho más profundo.
-No se trata de una vacación. Por eso, siempre decía que había que enseñarles a nuestros familiares y amigos cuál es la forma de acompañarnos.
-¿Cada cuánto tiempo se puede hacer un tratamiento?
-Depende el caso, como yo no recibía estimulación externa con medicación, podía hacerlo todos los meses, ya que trabajaba con los ciclos naturales, pero, en general, no es así. Se estimula mucho a la mujer y, luego de un intento, hay que esperar tres o cuatro meses hasta que el cuerpo se reacomoda y la emoción de la persona esté lista. Hoy contamos con la ley, pero están los trámites de las coberturas, no es algo rápido.
-¿Qué aportó la ley?
-La ley debía salir para hacer el procedimiento más justo. Antes, solo podían acceder al tratamiento quienes podían pagarlo. El deseo de ser padres es universal y quien lo desea tiene que tener la posibilidad de recurrir a la técnica de fertilidad.
-La ley democratizó esa posibilidad.
-Sin dudas, pero la decisión tiene que estar amparada en el deseo y no en el mandato. En esto soy muy clara. Hubo un tiempo en el que se puso de moda que había que ser madre y padre, porque se decía que eso hablaba bien o completaba a una persona, pero no es así. Ser padre o madre es un deseo genuino y hay que ser muy respetuoso de la gente que decide no tener hijos y no molestar con preguntas como “¿para cuándo el bebé?”.
-La sociedad patriarcal juzga a la mujer que no tiene el deseo de ser madre. Por otra parte, se lo confunde con un instinto, cuando tal cosa no es posible.
-Es horrible tener que explicarlo, es un deseo y una decisión. Por eso hay que aprender a no preguntar y no juzgar. Nadie es mejor o peor por tener o no hijos. Tenemos que evolucionar hacia ese respeto.
-¿Qué le sugerirías a una mujer que desea ser madre y no puede lograrlo?
-¿Sola o en pareja?
-En ambos casos.
-Cuando la mujer inicia el tratamiento sin tener una pareja, es un camino de mucha valentía, aunque siempre hay familia y amigos que acompañan. Si la situación se da en pareja, existe ese acompañamiento de a dos, pero hay que saber cómo llevar el proceso, porque, como dije, la pareja se puede romper. En ambos casos, lo que hay que entender es que nada es rápido y que hay que aprender a esperar. Nadie puede garantizar que vaya a suceder. Creo que estas pruebas difíciles de la vida sirven para evolucionar, siempre hay algo para aprender. Algo tenemos que hacer con todo lo que nos pasa.
-¿Pensaron en la adopción en algún momento?
-Adoptar es el acto de amor más enorme.
-Aunque también tiene dificultades de concreción debido a los mecanismos de la justicia de nuestro país.
-Es así, pero hay que intentarlo. Volviendo a tu pregunta inicial, creo que hay que duelar etapas, ya que la adopción no llega en reemplazo de nada. Nuestro primer deseo era que pudiera quedar embarazada con nuestras células. La segunda opción, como yo tenía endometriosis y los óvulos muy dañados, era quedar embarazada a través de la donación de óvulos. Ahí hay que hacer un duelo genético, porque tenemos una construcción social que romper. El amor de una madre se construye, no es genético.
-El amor de los padres adoptivos es un caso.
-Y tenés las situaciones de madres biológicas que abandonan a sus hijos después de parir. La maternidad es una decisión y una construcción de amor.
-¿Qué otros aspectos inciden cuando el embarazo es a través de la donación de óvulos?
-Cuando se apela a la donación de óvulos, esperma o de embrión completo, hay que estar preparados para contarle a ese hijo cuál fue el camino, porque tiene el derecho a la identidad, tiene que saber cómo fue concebido. En nuestro caso, el último óvulo que había fue Martiniano. Fue el único embarazo, ya que tuve la suerte de no perder ninguno.
-Un médico te diagnosticó de manera errada con una noticia alarmante.
-Fue horrible. Tenía 30 años, tenía un dolor fuerte en la cintura, razón por la que me hacen una ecografía y descubren algo en la vejiga. Cuando consulto al urólogo, me dice que tenía la pinta de un tumor y que la mayoría suelen ser malignos. Me planteó que tenía que operarme urgente. Como ya estaba conduciendo en Telefe Noticias, le pedí que tratara de que no se me cayera el pelo. En ese tiempo también me había separado.
-Diagnóstico de cáncer de vejiga que no fue...
-En el quirófano se dan cuenta que no era tal cosa, sino un extraño caso de endometriosis en vejiga.
-Qué alivio cuando te dieron la noticia.
-Así es, luego vendría la lucha de la fertilidad.
Oficio
Antes que la vocación periodística emergiera como deseo, Milva Castellini intuía que lo suyo era ejercer la pediatría. Su tono claro y didáctico podrían haber hecho un buen maridaje a la hora de atender a las infancias. “Admiraba mucho al doctor Eduardo Filomena, mi pediatra y el de mis hermanos”.
-Otra forma de servicio al fin. ¿Cuándo te diste cuenta que lo tuyo era la comunicación y el periodismo?
-Poco antes de ir a una clase en la facultad. Había ido a buscar los datos de mi carrera en unos libros gigantes que había en una de las sedes de la universidad y, pasando las páginas, apareció Comunicación y me encantó.
Como en la casa de estudios de Santa Fe no existía la carrera que la había impactado, cursó en la vecina Paraná, en Entre Ríos, túnel subfluvial mediante. Cuando este cronista le habla de la tragedia acontecida con un micro que cayó a las aguas en el recorrido entre Santa Fe y Paraná, la periodista recuerda que esa fue su primera cobertura para Telefe, ya que Milva trabajaba en el Canal 13 local, emisora que integra la red de Telefe.
En su Santa Fe natal forjó los primeros pasos de su carrera profesional hasta que la convocaron de Telefe para hacer una cobertura de verano en Mar del Plata. Fue el puntapié para demostrar sus capacidades en el canal líder de nuestro país. Corría 1999 y su jefe en el noticiero de Santa Fe, confiado en el talento y carisma de la periodista, le auguró que no regresaría más a su ciudad, ya que su rol sería sobresaliente y terminaría efectivizada en el canal capitalino. Así fue. “No fueron años fáciles. Cuando se llega a Buenos Aires desde otro lugar del país, la ciudad puede ser abrumadora. Buenos Aires es distinta, hubo momentos en los que me quería volver”.
-Tu marido de ese entonces, ¿había quedado en Santa Fe?
-No, vino conmigo, pero no estaba muy de acuerdo. La mudanza a Buenos Aires no fue algo muy convalidado. Estuvimos casados durante seis años y al tiempo de estar en esta ciudad, nos separamos. En el 2005 me divorcié, el mismo año donde comienzo a conducir en los distintos horarios del noticiero de Telefe.
-A Sebastián Lugones, tu actual marido y el padre de Martiniano, lo conociste en Telefe.
-Llevamos doce años juntos.
-¿Cómo se produjo el vínculo?
-Como a veces sucede, fue en el patio del canal. Él ya estaba divorciado y yo no tenía ningún proyecto, así que comenzamos a salir.
-¿Cómo fue ese cruce en un patio del canal?
-Le tiré un poquito de onda, pero como Sebas es muy respetuoso, me dijo que primero yo tenía que arreglar mis papeles.
-¿Por qué?
-No estaba sola, aunque la relación no venía muy bien. Sin embargo, Sebastián me cortó de una porque pensó que, si nos enganchábamos, podían pasar cosas importantes.
-No se equivocó.
-Para nada. Arreglé los papeles, avanzamos y ya pasaron doce años.
Sorprende lo que, quizás, no debería sorprender. Casi como un guion de vodevil, pero sin nada de ficción. Los tuyos y los míos, todos juntos y en armonía. “Somos una familia ensambladísima. Carla Quiroga, la ex mujer de Sebas, y yo somos grandes amigas y mamás de Abril, la hija que tuvieron ellos. Amo a Abril, siempre le digo que soy su madrastra. Somos una gran familia, eso es muy importante”.
-Muy sano.
-Sí, no me olvido más la emoción de Carla cuando nació Martiniano. Recuerdo que llegó con Abril y llorando le decía: “Mirá a tu hermanito” y lo abrazaba a Sebastián. Eso me quedó muy marcado. Ella siempre ha sido muy generosa conmigo, ha tenido cero celos en el vínculo que establecí con su hija. A Abril la conozco desde que tiene cinco años y en marzo comenzó la facultad, así que ha estado siempre con nosotros, una tenencia compartida. Ella tiene sus dos casas, sus dos cuartos y adora a su hermano y su hermano la adora a ella.
-¿Te sentís una figura?
-Para nada. Soy una periodista que hace televisión y lo peor que me puede pasar es perder conexión con lo que le sucede a la gente. Intento vivir una vida lo más cercana a la realidad. Haber sido tantos años movilera, me ayuda un montón.
-¿Cómo te ves dentro de 25 años?
-Me cuesta pensar mi propio futuro, sé que quisiera estar en mi mejor versión posible y, físicamente, de la manera más real, lo más natural posible y con salud. Me gustaría estar muy cerca de mi hijo, vaya a dónde vaya y haciendo lo que más le guste ser y compartiendo la vida con Sebas, riéndonos como lo hacemos hoy y generando algún proyecto. Por supuesto, me veo eternamente periodista y siempre cerca de la gente, eso es lo que me define. Y me encantaría que la vida me premie como abuela, aunque mi hijo dice que solo quiere tener perros. Es una decisión.
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