Para Miley Cyrus y Liam Hemsworth , y sus familiares cercanos, diciembre fue un mes ajetreado. Es que a los preparativos por las tradicionales fiestas navideñas y de fin de año se sumó otro acontecimiento de igual relevancia: el 23 de diciembre la pareja contrajo enlace luego de un noviazgo de una década que incluyó una separación de tres años entre 2013 y 2016. Pero la pasión de un vínculo que se negó a extinguirse pudo más, al punto tal de coronarse con una boda de notable perfil bajo, contradiciendo el protocolo que se espera de celebridades con semejante estelaridad.
Miles to go
Tal como reza el nombre de la autobiografía de Miley, publicada en 2009, la actriz y cantante pop siempre tuvo claro cuál era su objetivo profesional y qué impulsaba a sus sueños personales. La vida por delante fue el título con el que se editó el volumen en algunos mercados de habla hispana. Una buena síntesis del motor que atraviesa los anhelos de la estrella. Aspiracional y referencial para millones de adolescentes en el mundo, Miley siempre supo que lo que dice y hace repercute. Y mucho. Será por eso que guardó bajo siete llaves su boda. Liam Hemsworth no se queda atrás. El actor australiano comparte estos mismos códigos que se pelean con lo desaforado de las redes sociales intrusivas. No es que la pareja se encuentre al margen de los fenómenos mediáticos y de las plataformas de comunicación, pero ambos saben cómo manejarlas. Aprendieron a la fuerza. De hecho, Miley fue víctima de hackers y sufrió bastante con la difusión de fotografías que no se correspondían con el perfil cándido que ella pregonaba y, mucho menos, con lo que le pedían las compañías, como la Disney, para las que trabajaba. Será por eso que el casamiento recién se difundió una vez concretado. El silencio es la mejor herramienta para defender la privacidad.
El 23 de diciembre último, la pareja dijo su "sí, quiero", solo ante sus familiares más cercanos. Entre ellos, los padres de la gran protagonista de Hannah Montana, Tish y Billy, quienes aprobaron felices esta unión. Es que Liam fue el galán mejor visto de todos lo que la chica les presentó. Tampoco fueron tantos, a pesar de lo que podría suponerse por la belleza y el éxito de la estrella internacional. La oficialización de la boda llegó con una mensaje de ella en Instagram: "10 años después…". Todo dicho.
El vestido de Miley, sobrio y cándido a más no poder, fue diseñado por Vivienne Westwood y recuerda a esas mujeres de películas de teléfonos blancos, escaleras de mármol y palacetes donde solo es posible una vida feliz. Hollywood de oro en estado puro. En cambio, el actor eligió un traje negro elegantísimo con un toque irreverente: zapatillas blancas. A los lindos, jóvenes y exitosos se les perdona todo. No es momento de ahondar en cuestiones de vestimentas reglamentarias.
El tema "Uptown Funk", de Mark Ronson y Bruno Mars significó uno de los puntos altos de la fiesta. La canción, bailada por todos, se volvió a convertir en un hits en las redes, en los últimos días, gracias a que la pareja la compartió en su cuenta de Instagram.
La canción que selló el amor
Así como hubo una melodía que desató la euforia entre los invitados a la boda, La última canción fue la película que logró el encuentro de Miley y Liam. Sucedió en 2009 y fue un verdadero flechazo. Ella ya era una estrella consagrada del universo adolescente y con varios discos editados, fruto de ser la voz de la banda sonora de las series y películas en las que trabajaba y también por algunos emprendimientos en solitario. Él, por su parte, ya llevaba algunos títulos exitosos en su haber y se había desarrollado en el mundo de las telenovelas en su país natal. Incluso, protagonizando junto a su hermano, también actor.
El rodaje de La última canción fue el acontecimiento que generó el encuentro, pero deberían pasar dos años hasta que la pareja concretase, al menos públicamente, la confirmación del noviazgo. Sin embargo, a pesar del profundo amor que los unía, no fueron pocas las desavenencias. Sin dudas, fue una pasión con idas y vueltas. Peleas volcánicas. Y separaciones prolongadas. "Crecimos diferente", dijo ella, alguna vez. Algo de eso había. Ni bien concretaron el romance, una breve ruptura opacó la felicidad, pero pudieron recomponerse. Sin embargo, en 2013, la situación se volvió irremontable. Modo cambio. Eso es lo que planteó ella: "Necesitaba modificar mi vida, mis pasos laborales. No podía continuar con alguien que no cambiase también". Él fue más cauto y casi no se refirió a la ruptura: "Es una mujer extraordinaria, pero ya no nos une lo mismo que antes".
Cuestión de barajar y dar de nuevo. Se tomaron su tiempo. Tres años después volvieron a encontrarse. Y a construir sobre cimientos conocidos. Aún se amaban. Y los puntos de inflexión se convirtieron en los puntales de la comprensión. "Nos recuperamos mutuamente", dijeron a dúo en una reciente red carpet. En 2016, a la gran animadora Ellen DeGeneres le confirmaron la reconciliación y el compromiso. Dos por uno para una primicia para la gran estrella de la televisión. El la llama "pequeño ángel". Y algo de eso hay. Es que la chica de 26 años que la rompió con su consagratorio Wonder World Tour es un puntal que guía los pasos de su ahora marido con notable madurez. Liam no se queda atrás, y a sus 28 años es un verdadero estratega que cuida sus pasos artísticos y asesora a Miley con buen sentido común.
En 2018 debieron atravesar la pérdida de su hogar en Malibú a causa de los incendios en California. Pero ellos, lejos de rendirse o sumergirse en un duelo, donaron medio millón de dólares a una ONG que colabora con las víctimas y con la reconstrucción de las viviendas. Así son. Con el Miles to Go de ella accionando siempre en línea recta. Observando el futuro. Y hay quien se anima a vaticinar que en ese mañana, más cercano que lejano, ya suena la palabra hijos. Tuvieron sus diferencias. ¿Quién no? Pero este presente los encuentra atravesados por esa madurez que se construye con los años de conocimiento. Y hasta con los aprendizajes de las rupturas y las soledades. Las recetas de la vida. Nada menos. En este caso, una vida compartida que ya lleva una década. Diez años de un amor intermitente que se coronó con una boda secreta.
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