Mike Amigorena: "Con Sofía no convivimos, pero cuando nazca Miel vamos a vivir en una sola casa los tres"
Está seguro de que es el resultado de todas sus vivencias, sus deseos y su trabajo. A sus 47 años, Mike Amigorena recorrió un largo camino que lo trajo hasta donde está hoy, en su mejor momento. A punto de ser padre primerizo, Mike mitiga la ansiedad mientras se ocupa de su nuevo trabajo discográfico, Daä, que presenta el martes 3 de diciembre, a las 21, en La Tangente, en Palermo.
"Es un broche de oro que le hago a este año tan generoso", dice Mike y se emociona. Y lo hace a lo largo de toda la entrevista con LA NACION. Rememora unos segundos y asegura que de chico nunca lloraba, "no podía". "Pero desde hace unos diez años, me conmueve cualquier pavada: El Chavo, por ejemplo". Y claro, la llegada de Miel, su hija, también lo tiene muy sensible.
Actor, cantante y compositor, Mike es un artista versátil. "Es una virtud pero también una discapacidad. No soy permanente por una cuestión de limitación, no puedo repetir. Y no es que me aburro sino que no sé cómo continuar. Entonces salto a otra disciplina que me desafíe", asegura.
El actor acaba de despedirse de Cabaret, obra que protagonizó todo este año con gran éxito junto a Florencia Peña, y que tendrá una segunda temporada a partir de enero. Y estrena Lectura según Justino, ópera prima de Arnaldo André que Mike interpreta con Julieta Cardinale. "Es una autobiografía de la infancia de Arnaldo: su papá falleció siendo él muy chico y su mamá le dijo que a partir de ese momento era el hombre de la casa, y salió a trabajar como cartero. Yo hago de un general alemán", detalla.
-¿Qué es Daä?
-Daá es dar. Las diéresis es un accesorio de la letra, simplemente. Dar es la salida, porque si das, te llenás. Son ocho canciones, todas composiciones mías que voy a presentar en La Tangente, también con amigos que van a cantar conmigo.
-Muchas veces te definieron como cantante que actúa. Sin embargo, primero conocimos al actor. ¿Se dio así o es parte de una estrategia?
-Se dio. Vine a Buenos Aires desde mi Maipú (Mendoza) natal en el 92 y recién en el 98 hice mi primera obra de teatro, Despertar de primavera. Todo esto es producto de remar, de trabajo y de profundizar lo que soy. Porque si remás y no tenés nada que ofrecer, no llegás a ningún lado. Pero yo lo tenía en claro. Soy un performer. Y soy actor porque canté. Toda mi vida canté. Soy autodidacta, aunque en Mendoza no hice nada hasta que empecé a estudiar canto en Buenos Aires. Se trata de confiar. El paso del tiempo te impone. Y es verdad, primero se me dio la actuación. La música era un sueño muy grande que cumplí cuando formé mi primera banda. No lo podía creer. Y no lo solté más. Se llamaba Rodolfo Bebán, pero duró poco tiempo.
-¿La banda se llamaba así porque era fans del actor?
-No. porque encontramos ese nombre para ponerle. No duró nada: uno de los chicos se fue a Europa, decidimos cambiarle el nombre y le pusimos Ambulancia. Después vino Mox, y en el 2016 edité mi primer disco como solista: Amántico. Disfruté mucho ese primer trabajo, hice una obra de teatro que me acompañó estos años hasta que necesité un segundo disco. Tiene que haber un lavado. Después de Mox tuve que lavarme un poco con Amántico. Con la obra de teatro me fui separando del crooner para entrar a lo que más me gusta que es el electro pop, el house. Este disco soy yo. Y es mi quinto disco, el segundo como solista. Es el que me define. Tengo un buen background y a partir de ahora, a seguir trabajando. Me tomo mi tiempo para disfrutar cada trabajo porque no tengo la capacidad de la reinvención rápida. Tengo que hacer un proceso, masticarlo. El año que viene voy a tratar de ir a festivales y a presentar el disco en gira. Ahora no puedo viajar, por Cabaret. Y porque va a nacer Miel.
-¿Cuándo vuelve Cabaret?
-El 16 de enero, al Teatro Liceo. Paramos cincuenta días y volvemos a hacer funciones hasta abril. Es un lujo. Un suceso. Un regalo. Me lo tomo como un premio. Y siento que mi personaje, Emcee (maestro de ceremonias), es un gran compendio de mi vida, porque tiene mucho que ver con lo que soy. Muy pocos personajes reúnen todo lo que podés llegar a ser, esa ambivalencia, ese ser multidisciplinario. Tiene afinidad con mi textura. No tengo más que palabras de agradecimiento. Después me voy a dedicar a hacer rodar el disco, hacer canciones nuevas, mechar con shows.
-¿Tocás instrumentos?
-No. En casa tengo mi guitarra y mi piano y algo toco pero no me tienta. Prefiero que mi instrumento sea el cuerpo y la palabra.
-A la hora de componer, ¿qué te inspira?
-Primero viene una canción que me gusta. Se la paso a mi productor musical, que me la devuelve hecha otra cosa. Y a esa pista le pongo la letra. De alguna manera es una creación colectiva. No me cierro.
-¿Hay proyectos para televisión?
-La tele me encanta. Este año hice Otros pecados, en eltrece, y algo más. Me convocaron de Underground para protagonizar Volver a empezar, que será la nueva tira con Carla Peterson y Juan Minujín. Y me encantaría hacerla pero estaré con Cabaret y con el disco.
-¿Debutaste en La familia Benvenuto, a principios de los 90?
-Me llamaron para tocar el timbre con una pizza en la mano porque mi tío, Rubén Marucci, era el director del programa. Fue mi primer contacto con la tele. Después hice de un enfermero en Cara bonita, una novela con Catherine Fulop. Le siguió Rostro de venganza, donde tenía un personaje con continuidad pero la tira no salió al aire. Recuerdo que era con Adrián Yospe y Cecilia Dopazo. También estoy hecho de tantos fracasos. Es todo una consecuencia y eso te va formando. No todo el mundo hizo lo que yo hice: cantidad de castings en los que nunca quedaba. No me di por vencido porque sabía que iba a ser esto que soy ahora.
-Sos consecuente. Sin embargo, varias veces dijiste que nunca ibas a convivir y que ser padre no te sacaba el sueño. Pero pronto nacerá Miel y estás en pareja con Sofía Vitola.
-Es todo verdad (ríe). Por ahora con Sofía no convivimos. Cada uno está en su casa pero estamos juntos casi todo el tiempo. Y cuando nazca Miel, a principios de febrero, vamos a vivir en una sola casa los tres. Pero cada uno tiene su casa.
-Por si acaso.
-Claro. En principio vamos a usar lo que tenemos y veremos cuál es la necesidad del vínculo. A lo mejor decidimos convivir. O quizá estamos bien así. Hasta que no lo experimentemos, no lo vamos a saber. Ella vive en Olivos y yo en Chacarita. Y, en principio, me voy a mudar a su casa.
-¿Sofía Vitola fue un flechazo?
-Nos conocimos el año pasado. Yo estaba en otra, pero hay algo divino que viene a buscarte. Nos conocimos en un asado, en la casa de un amigo en común. Fue todo tan orgánico que tácitamente sentí que iba a conocer a la chica con la que me iba a quedar. Cuando la vi y crucé dos frases, muy adentro mío dije: es ella. Le pedí el Instagram y casi no hablamos más ese día.
-Y la paternidad, ¿también te sorprendió?
-La sensación es que ya fui padre, alguna vez. Estoy chocho, feliz. Sin miedos y con algo de ansiedad. Poquitito. Toda la vida dije: hasta que venga el hijo. Y ahora que viene vamos a ver qué pasa, porque no puedo ser cabecita loca toda la vida. O quizá voy a serlo, pero con más conciencia. Estoy preparado: me das a una criatura y la cambio, le doy la mamadera, la baño, la hago dormir. Es cuestión de ponerme a tono en dos días. Por supuesto acompaño a Sofía a los médicos, obstetra, pediatra, ecografías, lactancia. A todos lados. ¡Y es una nena!
-¿Va a venir tu familia de Maipú?
-Seguramente. Pero los primeros días me gustaría que estemos los tres solos. Un buen rato. Porque quiero aprender el funcionamiento de esta sociedad. Quisiera que el vínculo esté primero más consolidado antes de recibir muchas visitas.
-Entre tantas sorpresas, quizá, hasta te casás.
-No. Eso es demodé. Es una pérdida de dinero. Me parece bárbaro para la gente que invierte y destina esa plata en una fiesta para los suyos. Yo prefiero hacer un viaje enorme. O remodelar la casa. O cambiar el auto. Un casamiento, ni en pedo.
-Miel tiene una familia muy musical.
-Sí, porque la mamá además de ser la líder de Potra, da clases de guitarra. El tío Joaquín Vitola está en la banda Indios y el tío Gonzalo, en La Zimbabwe.
-¿Qué quedó del Mike que llegó de Mendoza?
-Está intacto ese pibe de Maipú. También está el chico capitalino que quiere conquistar desafíos. Y hay una cierta plenitud.
-¿Y del chico extravagante de pollera y uñas pintadas?
-Son accesorios. Adornos. Quizá fueron provocaciones, de más chico, para que reparen en mí. Antes lo hacía más a menudo y ahora me decoro para algún evento, alguna situación. Es eso. Tengo 47 años. Cuando lo hago, es porque se justifica. Pero soy lo mismo.
-Ahora que cumpliste el sueño de cantar, ¿tenes otro?
-Me encantaría que la gente cante mis canciones. Yo ya estoy hecho. Todo esto es yapa: Cabaret, el disco, el bebé. Son regalos. Dejé de ser ambicioso una vez que hice todo lo que quise. Y cuando estuve disponible y abierto para lo que viniera, llegó todo eso.
-Cuidado con lo que le pedís al universo…
-…Porque te lo puede dar. Estoy conectado con el espíritu y el entorno. Cada movimiento y cada actitud tienen una consecuencia acorde a esa acción.
-Causa y efecto.
-Es así sí o sí. Mi abuelo decía: "hacé bien y olvidate, hacé mal y acordate". Yo estoy hecho de muchas acciones que olvidé (se le llenan los ojos de lágrimas).
-Te emocionás, ¿por qué?
-Me emociono mucho. Tengo que andar controlándome para que la gente no se asuste. A mi edad, una pavada me puede emocionar. Pero volviendo a lo que decía mi abuelo, es así: si hacés una cagada, jodete. A los días, a la semana, a los años, acordate que tenés que pagar lo que hiciste. Algunos le echan la culpa a la mala suerte, pero hay que hacer un inventario: cuántas cosas te olvidaste y de cuántas te acordás. Cuando hacés el bien, probablemente te lo marquen.
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