Humorista, músico, y también entrevistador, acaba de estrenar Una casa, miniserie de Flow; en charla con LA NACION, reflexiona sobre su presente, sus sueños y obsesiones
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Migue Granados es el protagonista de Una casa, una nueva miniserie de Flow en la que el humorista, músico y actor levanta los cimientos y paredes de un hogar. Un sueño cumplido que traspasa la ficción y al que llegó tras solo seis meses en obra como “patrón” de un staff sometido a su arma más fina: el humor.
De estilo americano, la vivienda fue construida con el sistema de steel framing, un entramado de barras de acero que se unen como las piezas de un rompecabezas. La cocina es “la estrella” del inmueble, que Migue bocetó junto a su pareja. En la decoración no faltan los muñequitos de ficción de su colección y en la zona exterior un elemento centra la atención: una enorme cancha de básquet a la que Facu Campazzo dio su bendición.
“Mi objetivo siempre fue ahorrar para hacer una casa. Por ahí hacía laburos que no me gustaban con ese único fin. Decía: ‘hoy vine acá porque con esto me compro una bacha o tal otra cosa’”, cuenta en charla con LA NACION y agrega que de chico canalizaba su afición a la construcción frente a la pantalla de la computadora: “Era re fan de Los Sims, un enfermo de ese juego, no jugaba a convivir, sino a hacer casas”.
Durante los seis episodios de 20 minutos de la miniserie (ideada por él), Granados se encarga de comprar los materiales para la obra, de comparar precios, de supervisar el avance de los trabajos y de estar encima de arquitectos y albañiles. Juega, como de costumbre, a incomodar en clave de comedia.
-¿Qué aprendiste en términos de construcción?
-Siempre me gustó la construcción, la arquitectura, arreglar cosas, por eso me encantó toda la experiencia de haber ido a comprar los pisos, las paredes, los sanitarios, la grifería. Me encanta ir a esos lugares. Aprendí un montón, aunque siempre me di maña con las máquinas, el taladro, la soldadora. La primaria la hice en una escuela técnica.
-¿Cuáles son tus lugares preferidos de la casa?
-La cocina. Fue lo que más me gustó diseñar y pensar. Además, la casa es súper sustentable, eco friendly mal, tiene paneles solares y no se usó agua para hacerla. La estructura es de acero. El sistema steel framing es muy práctico: vos la diseñás y la armás como querés. Se manda a imprimir el esqueleto (de barras de acero que uno las atornilla y arma una jaula), después se rellena, se aísla y se cubre con los revestimientos que vos quieras: mármol, porcelanato, azulejo, yeso.
-La cancha de básquet tuvo su bautismo nada menos que con Facundo Campazzo.
-Sí, y Facu aparece en la serie. Vino y tiramos unos tiros en la canchita. Hermoso. Lo admiro y lo quiero mucho. Lo banco a muerte donde está. Normalmente, uno cuando hace una casa o una reforma, tiene fotos del avance. Y a mí me quedó un registro, con esos momentos, para toda la vida, que es la serie.
Luego de su exitoso paso por Últimos cartuchos, el programa de radio que tuvo en Vorterix con Martín Garabal, Granados encaró nuevos proyectos. Con casi un millón y medio de seguidores en las redes, el humorista conduce Playroom por ESPN y se luce como entrevistador en La Cruda, un podcast de Spotify en el que aborda múltiples realidades sociales.
De las reglas de un swinger pionero como Mario a charlar sobre “las internas” del judaísmo con el sociólogo Emmanuel Taub, y de ahí al recuerdo Carlos Páez Vilaró de aquellas 72 noches a 4.000 metros de altura en los Andes y a la historia de vida de la escritora Camila Sosa Villada, Migue cuenta que las conversaciones del ciclo lo “deconstruyeron a cachetazos”.
“Varias de estas historias me partieron al medio, como la de Alexis Padovani, que tras un partido amistoso de rugby quedó cuadripléjico, u otras sobre el autismo, Malvinas o la trata de personas”, menciona el conductor.
-¿Va a seguir La Cruda?
-Sí, La Cruda sigue un año más. La esencia es la misma que en la serie de Flow: soy yo, investigando y aprendiendo, desde la ignorancia. La Cruda son temas fuertes pero con preguntas de asado.
-Tu entrevista a Aníbal Pachano, la primera del ciclo, cambió para muchos la visión que tenían sobre el personaje, ¿lograste explorar otro costado suyo?
-A mí también me cambió la visión que tenía de él. La entrevista con Pachano fue el piloto. La idea de todo el podcast surgió de una charla con Pachano y se dio después de que me lo cruzara en un restaurante y nos sentáramos a hablar. Fue el capítulo 1 y yo tenía miedo de que la gente pensara que eran entrevistas a famosos. Y no, como la de Pachano, son historias de vida, de cosas crudas justamente.
-¿Qué figuras te inspiran, a quiénes admirás o les chusmeás las redes?
-Entrevistadores me gustan muchos. El programa que hacía Matías Martin en la TV Pública me gustaba mucho. Me fui dando cuenta de que es mucho más importante escuchar que hablar.
-Estos días también aplaudiste la acción de Santi Maratea y su recaudación de fondos para ayudar a Corrientes. ¿Qué opinás sobre todo el fenómeno que surgió en torno a esto: la movilización ciudadana, las críticas desde ciertas posiciones políticas?
-Creo que lo que consiguió no tiene nada que ver con el Estado. No me parece que exponga al Estado. Santi me parece un superhéroe. O sea, en Nueva York está la policía y también está Spiderman. Eso pienso, que es él. Y obviamente lo que me gusta es que el pibe pide plata y vos sabés esa plata adonde va. Yo a Santi lo banco mucho y cada vez banco menos a mis amigos que no lo bancan. El chabón en vez de estar en un boliche un sábado a la noche le dicen que se está quemando Corrientes y consigue cien palos. Es un fenómeno.
-¿A qué ves equiparable hoy el poder de un influencer? Desde tu lugar, ¿te parás a pensar en eso?
-Sí, obvio. Creo que es mucho más fácil ser un influencer para el mal, tiene mucha más llegada porque a la gente que está buceando en las redes le divierte más una crítica que un elogio.
-¿Quién te hace reír?
-Me hace reír todo lo que está mal. Cuando en un programa pasa algo que no tiene que pasar, como esos archivos en los que se acerca un escribano y le dice mal a (Mariano) Peluffo el ganador. Esas cosas. La desubicación, lo que está en un lugar que no tendría que estar. La incomodidad, la repetición de algo hasta que harte, hasta que la gente se moleste. Y la serie es eso: empiezo a “quemarle la gorra” a la gente que está laburando y ahí se pone re divertido. La gente también me causa gracia pero creo que las redes sociales le cambian mucho la actitud o la postura a la gente. Eso me la baja. Cuando alguien se sabe bueno, para mí pierde toda la frescura.
-¿Tu papá, Pablo Granados, te hace reír?
-Sí. Mi viejo labura mucho, piensa las cosas, las edita. Es re laburante el chabón. Se encontró con ser el único que tiene su edad y que está generando cosas a pleno.
-¿Siempre que estás en un lugar la gente se ríe?
-No soy alguien que se crea gracioso. Soy un boludo que cuando hay dos que me festejan, sigo. Mi primer parámetro, la primera fila de lo que hago es mi gente, que si no le gusta me lo re dice.
-Disfrutás mucho con la música, ¿tenés algún proyecto en mente relacionado a ella?
-Me encanta y en algunos programas toco, en la radio canto, en los videos de Instagram también. Es lo único que me quedó limpio y no quiero intentar profesionalizarlo.
-También te gusta la cocina, ¿te tentaron alguna vez para unirte a MasterChef?
-Me llamaron y amo ese programa. Lo vi todo. Me encanta pero no quiero hacer algo que sea tan popular, tan mainstream.
-¿Volverías a la radio?
-Hay un par de ideas para volver a hacer radio y puede ser que se materialicen...
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