Michel Noher: la relación a distancia con su padre, la obra sanadora que está por estrenar y el amor que nació a partir de un “like”
El actor, de 40 años, se prepara para su regreso al teatro con Pequeños grandes momentos y, en diálogo con LA NACIÓN, reflexiona acerca del complicado presente de la cultura en la Argentina y de la condición personal que lo lleva a elegir sus trabajos
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Michel Noher está pasando un buen momento personal y profesional. En lo personal, está de novio desde hace casi un año con la periodista Valentina Sarsur, a quien conoció a través de las redes sociales. Y en lo profesional lo entusiasma su vuelta al teatro con Pequeños grandes momentos, que se estrena el 15 de abril en el Multiteatro. “Siento que esta obra es un abrazo, porque hay algo muy afectuoso que sucede y es, súper sanadora”, le confía el actor a LA NACIÓN.
El actor, de 40 años, dice también que está feliz de volver a hacer teatro con sus colegas porque en los últimos años protagonizó un unipersonal, El hijo eterno, “y no es lo mismo interactuar con otros actores” sobre el escenario. “Tenemos un lindo grupo y además es un reencuentro con muchos porque con Tomás Fonzi hice en Costumbres argentinas, que fue mi debut en televisión. Con Sabrina Garciarena hicimos la película Felicitas y la novela Tierra rebelde, y con Malena Sánchez una película que se llama Todo lo que veo es mío”, detalla Noher.
-¿Qué podés contarnos de Pequeños grandes momentos?
-Nace de un blog donde escribían personas contando sus historias y había alguien que les respondía. Eso se convirtió en obra de teatro y en una serie que se llama Tiny Little things. La obra me llamó la atención porque siento que es un abrazo. Porque hay algo muy afectuoso que sucede y es súper sanadora. Son relatos personales, valientes y valiosos de gente sola. Cada uno de los actores atraviesa distintos personajes y no hay forma de sentirse al margen. En este mundo en el que vivimos hoy, tan bombardeado y que nos lleva a un lugar de una eficiencia que no tenemos, la obra es una joyita.
-¿En qué sentido creés que estamos bombardeados?
-La irrupción de la inteligencia artificial creo que nos lleva a un lugar en el que el hombre tiene que adaptarse a la máquina y no al revés. Nosotros somos inteligencias emocionales y eso es lo que rescata la obra. En este mundo que está cada vez más conectado, a veces nos sentimos cada vez más solos. Todos hacemos varios personajes y uno de ellos dice que tiene miles de seguidores, pero en su casa se siente solo. Es algo que nos pasa a todos. La obra, entonces, es un llamado de atención para volver al abrazo, a mirarse a los ojos, a escucharse.
-¿Y a vos te ayudó a sanar algo? Muchos actores dicen que el arte sana. ¿En tu caso te acercó a tu papá, Jean Pierre Noher?
-Puede ser. Me crié en Bariloche y vine a Buenos Aires a los 17 años y me reencontré con él y con toda mi familia, porque yo estaba allá solamente con mi mamá. En ese momento no había teléfono en casa y tenía que ir al locutorio de Entel del centro de Bariloche cuando me avisaban por radio que iba a llamarme a tal hora. Después hubo teléfono, pero llamar a Buenos Aires era carísimo.
-Pero pudieron estrechar la relación…
-Sí, claro. Y trabajamos juntos también. En Brasil hicimos una telenovela y fue muy gracioso porque estaba basada en la historia de siete hermanos de un mismo padre, pero que era un donante de esperma. Y mi papá hacía de mi padre adoptivo y era muy divertido. Y El hijo eterno es una obra que mi viejo vio en Brasil hace 9 años y quedó muy conmovido. Pasó un tiempo y me comentó que quería producir y traer esa obra, y que la hiciera yo. En principio no me daban ganas porque intento no mezclar, pero nos fue muy bien.
-¿Cómo fueron esos primeros años en Buenos Aires?
-El inicio en el medio fue dificultoso y hay que insistir, probar y seguir cuando te sentís rechazado, porque ir a un casting es eso (risas). Hay que entender y apoyarse mucho en el deseo personal. Y también hay momentos muy gratificantes.
-Este año se estrena la serie La mente del poder, ¿qué nos podés adelantar?
-La serie está buenísima. Mi personaje es interpreta a Luciano, la mano política del Presidente de la Nación. Es el asistente personal, alguien que lo ayuda a llegar al poder y está embebido del funcionamiento de la política. Porque el Presidente es un outsider, alguien que viene de otro palo y que de la noche a la mañana logra un lugar de mucho poder. Mi personaje está muy alejado de mí y es distinto a los últimos que interpreté. Es frío, calculador. Tiene un grado de distancia con lo que ocurre alrededor que le permite meterse y reaccionar según su conveniencia, y no es quizá lo que le sale naturalmente. Está bueno eso porque me permite explorar otras zonas. Estoy entusiasmado, porque es un juego actoral que me encanta. Es una alegría estar grabando una serie bien Argentina y al mismo tiempo con una visión internacional. La serie habla de algo muy nuestro, somos un país muy politizado y tiene ese aire.
-¿Cómo vivís la actualidad política de nuestro país?
-La locura es generalizada en el mundo entero, me parece, aunque obviamente se parte de realidades distintas. Vivimos el fin del capitalismo, la lucha entre el mundo industrial y el mundo financiero que es un mundo de las ideas y no necesita del humano y genera dinero que no es tangible. Es un mundo que creamos nosotros pero no nos necesita, y en el medio entra la inteligencia artificial y cada vez quedamos más replegados y entonces empiezan las guerras, que es la manera en que el mundo industrial encuentra para sobrevivir. Es un horror. Todos estamos viviendo mal. Y por eso esta obra es tan valiosa, porque necesitamos un rato para encontrarnos y saber que no estamos solos y a todos nos duele.
-¿Qué pensás de la quita de subsidios al área audiovisual y de cultura?
-Es un horror lo que pasa. Decir ‘defendamos la cultura’ es real pero romántico. Defendamos la industria, defendamos las fuentes de trabajo. Porque es una industria superavitaria, un sistema que se autoabastece, porque cuando vas al cine o ves una peli en la tele, una pequeña parte va al fondo del INCAA y con eso se dan créditos para hacer películas. No subsidios, porque ese dinero se devuelve. Si queremos estar mejor tenemos que cuidar lo que trae dinero a la Argentina, y el cine trae dinero. Están destruyendo algo que funciona y está mal.
-¿Cuál es tu refugio en estos momentos difíciles?
-El afecto. Mi hijo. Mi novia.
-¿Cómo es tu relación con Antón [el hijo que tuvo con la actriz Celeste Cid]?
-Hermosa (sonríe). Me gusta ser un papá presente, compartir con mi hijo, verlo crecer. Tengo oportunidades de trabajar en España, por ejemplo, pero este año preferí quedarme. No aguantaría estar tanto tiempo lejos de mi hijo. Y cada vez me lo banco menos, porque va creciendo y es hermoso. Antón tiene 7 años y no quiero perderme nada. Me gusta estar en el día a día.
-¿Cómo se conocieron con tu novia?
-Mi elección es preservar mi vida y quizá es porque soy una persona muy psicoanalizada. Valoro mucha la intimidad. Pero puedo contar que nos conocimos por redes sociales. Ese like que te lleva a conversar con otra persona. Caímos en las redes (risas).
-¿Qué otros proyectos tenés para este año?
-Estoy esperando el estreno de la segunda temporada de Limbo, que terminamos ya hace tiempo, y de una serie que hice para los Estados Unidos, en inglés. El mundo de las plataformas es muy diferente a lo que conocíamos, y nunca sabes dónde va a salir, ni cuándo, ni tampoco ves nada de tu trabajo. El año pasado estuve en España trabajando, yendo y viniendo para presentar la tercera temporada de La unidad. Tengo una película para filmar en el sur, pero con todo lo que pasa se atrasó.
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