Mia Farrow: una vida marcada por la tragedia
Un halo de dramatismo y cierta extravagancia colaboró para que esta actriz y activista social superara, a lo largo de sus 72 años, toda suerte de golpes e infortunios
María de Lourdes Villiers-Farrow nació en 1945, en Los Ángeles, meca del cine. Su padre fue el director australiano John Farrow y su madre, la actriz irlandesa Maureen O’Sullivan, que encarnó el personaje de Jane en Tarzán (1934).
Ya como Mia Farrow protagonizó películas tan populares como el clásico de terror El bebé de Rosemary (1968), El gran Gatsby (1974) o La rosa púrpura del Cairo (1985). Y fuera de la pantalla, es embajadora de buena voluntad de UNICEF desde el año 2000, participando activamente en causas relacionadas con los derechos humanos y llegando a adoptar niños de distintos lugares el mundo. Fue tapa de diarios y revistas, trabajó como modelo y hasta escribió su propia autobiografía. Pero el eje de su vida, fueron los escándalos, una constante que tuvo todos los condimentos, como si ella pudiera ser la verdadera protagonista de una película dramática.
Inocencia interrumpida
Se crió en una mansión de Beverly Hills y se educó en un internado de monjas hasta que, a los 9 años y en el medio de una epidemia, se enfermó de poliomielitis y pasó tres semanas aislada en el área de enfermedades contagiosas del Hospital General de Los Ángeles. Sola aprendió sobre la enfermedad, los dolores, la vida y la muerte, y si bien no le quedaron secuelas, ya no volvió a ser la misma. Años después ella misma describió esa experiencia como reveladora, ya que le transmitió la sensación de que debía encontrarle un sentido a su vida. Terminó adoptando a 10 chicos, muchos de ellos con necesidades especiales, incluyendo uno parapléjico como consecuencia de la polio, que encabezó junto a ella campañas de concientización y vacunación.
A sus 13 años murió uno de sus hermanos y su familia se desintegró. Hundido por su adicción al alcohol y la depresión, su papá ya no pudo volver a trabajar. Murió años después, a causa de un ataque cardíaco. Mia sintió la responsabilidad de hacerse cargo de su familia y empezó a presentarse a audiciones. Así consiguió un papel en una telenovela llamada Peyton Place, y de la experiencia se llevó a su primer gran amor: Frank Sinatra.
Por ese entonces, el cantante protagonizaba El coronel Von Ryan. Fue una mañana en la cafetería de los estudios de la Century Fox en la que él la invitó a desayunar y el flechazo fue inmediato. Apenas estalló la noticia, los medios se hicieron un festín por sus 29 años de diferencia (ella tenía 19, él 48) y llegaron a llamarlo “asaltacunas”. Los amigos y la familia de ambos también se opusieron y las fanáticas de "La Voz" hicieron de todo para separarlos: hasta enviarle una torta envenenada con arsénico por correo. Imposible frenarlos, su pasión era arrolladora.
Blanca y radiante
"Cuando me casé con Frank, mi padre había muerto poco tiempo antes, y él acababa de cumplir 50 años, así que la gente dijo: 'Oh, estás buscando un padre'. Me resulta muy difícil... negarlo o confirmarlo. Pero lo que puedo decir es que él era el tipo más encantador, apuesto y sexy. No creo que haya muchas mujeres, de cualquier edad, que hubieran podido resistirse a él. Era absolutamente encantador. Adorable. Así que pueden decir lo que quieran del tema, él no se parecía en nada a mi padre", declaró la actriz, que al momento de la boda apenas pasaba la mayoría de edad.
Su rebeldía no le gustaba nada a Sinatra, que prefería tener todo bajo control, y la primera crisis llegó por ¡un corte de pelo! que Mia se hizo sin consultarle, el día de su boda. Resulta que al cantante le pareció demasiado moderno e inadecuado que su esposa esté prácticamente rapada en la ceremonia, ante los 37 reporteros y las 17 cámaras de televisión que cubrieron el evento. Él pretendía una mujer que estuviera en su casa, cocinando y atendiendo a los hijos, y Mia quería tomar decisiones por sí misma.
Fue así que, desoyendo sus advertencias y aprovechando su incipiente fama, dejó a su marido viviendo en Los Ángeles y se fue a vivir a Nueva York para filmar El bebé de Rosemary, a las órdenes de Roman Polanski. Sinatra también tomó una decisión sin consultar: le envió a su abogado con los papeles de divorcio para presionarla a volver a su casa, pero ella finalmente accedió a firmarlos y se quedó a terminar la película. Era el final del matrimonio, que duró dos años. En una entrevista ella confesó: "Creo que nunca debimos casarnos. Es decir, a esa edad yo no tenía ni idea de lo que quería, ni qué quería ser o hacer con mi vida. Cada tanto nos seguimos viendo, nos queremos mucho".
Lejos de frustrarse, Mia lo hizo otra vez. En 1970 y con 25 años, pasó a ser la mujer de André Previn, un pianista germano-austriaco 16 años mayor al que conoció estando casado y del que quedó embarazada de mellizos antes de que él obtenga su divorcio. Un verdadero escándalo para la época. Se casaron y se trasladaron a Inglaterra. "Durante el primer año que estuvimos casados lo vi en total unos quince días. Y eso juntando todos los días", contó ella. Eso no les impidió tener tres hijos -Matthew, Sascha y Fletcher- y adoptar otros tres -Soon Yi, Lark Song y Daisy-. Se divorciaron en 1979 tras ocho años de matrimonio.
El efecto Allen
Con su familia numerosa a cuestas, se trasladó a Nueva York. Una noche de 1979 conoció a Woody Allen. "Era encantador, brillante y muy inteligente. Y fue bienvenido en mi vida", reconoció. Juntos tuvieron un hijo, Ronan, y adoptaron a dos niños más, Moses y Dylan. La alegría no duraría demasiado.
Antes del naufragio, la dirigió en trece de sus películas y parecían inseparables, aunque no llegaron a casarse ni a convivir. Él pasaba todas las noches por su departamento y ella se instalaba con los chicos los fines de semana en el de él. Y sin buscarlo, fue protagonista de uno de los mayores escándalos de la industria del cine estadounidense: en 1992, se descubrió que el actor y director estaba teniendo una aventura con su hija adoptiva mayor, Soon-Yi Previn, entonces de 22 años.
Mia narró el momento del descubrimiento tiempo después: "Aquel 13 de enero de 1992, estaba en el piso de él con una de mis hijas pequeñas. Él no estaba, pero habíamos hablado por teléfono así que él sabía que yo estaba allí. Colgué el teléfono y vi que había unas fotos al lado del aparato. Es decir, que estaban a la vista de cualquiera. Eran como las fotos obscenas que salen en Penthouse [revista erótica masculina]. No pude pensar en nada. Estaba en estado de shock, fue un verdadero mazazo. Estaba totalmente traumatizada. No sé, apenas podía respirar. Tomé el teléfono y lo llamé a su oficina. Le dije: 'He visto las fotos. No vuelvas nunca más'. Y colgué el teléfono. Me acuerdo que volví a mi casa y que la metí de un empujón en el dormitorio".
¿Los argumentos de él? También los contó la actriz y parecen una escena sacada de cualquiera de sus guiones. "Entre otras muchas cosas, dijo que estaba enamorado de Soon-Yi. Fue entonces cuando le contesté: 'Muy bien, entonces tómala y vete'. Recuerdo que decía que lo que había pasado era bueno para ella, que iba a darle confianza en sí misma. Y siguió hablando y hablando sin parar. Estábamos los dos en la habitación y yo intentaba echarlo. Estuvimos allí cerca de cuatro horas", relató ella años después.
Sus peores momentos
Luego de la separación, Farrow avivó aún más el fuego y acusó al actor de haber abusado sexualmente de su otra hija adoptiva, Dylan, que en aquel entonces tenía 7 años. Muchos señalaron este hecho como un acto de despecho, pero lo cierto es que fue la propia Dylan la que publicó una carta en The New York Times en 2014, en la que narraba los hechos. Y logró el apoyo de su hermano Ronan -único hijo biológico de Woody y Mia-, quien después de denunciar a su padre fue quien escribió el informe de The New Yorker en el que revela trece abusos sexuales cometidos por Harvey Weinstein a otras actrices de Hollywood. O sea, un militante comprometido con la causa de género.
Ya alejada del cineasta, Mia siguió adoptando niños de orfanatos en países no desarrollados que visitaba en sus campañas humanitarias. Así se sumaron a la familia: Tam, Isaiah, Quincy, Frankie-Minh y Thaddeus, este último fallecido el 22 de septiembre 2016 tras haberse disparado en el torso. El joven, adoptado a los 5 años en un orfanato de Calcuta, mantenía una estrecha relación con su madre, que había sido una pieza fundamental para superar la paraplejia que sufría a causa de la polio. Desde 2013 su estado había mejorado bastante y ya podía caminar. De hecho, estaba trabajando como mecánico y preparándose para convertirse en agente de policía.
Pero para su desgracia, esta no era la primera pérdida a la que se enfrentaba la actriz: dos de sus 14 hijos también han fallecido en la última década. Su hija Tam murió de insuficiencia cardíaca en el 2000 y Lark Previn, el día de Navidad de 2008, en el Hospital Metodista de Nueva York en Brooklyn. Aunque la causa no se hizo pública, habría recibido tratamiento previamente por una neumonía relacionada con el sida. Ambos fueron adoptados en Vietnam.
Una precursora de las adopciones, una activista incansable, una mujer desbordada de amor que justamente, nunca tuvo un hombre que la ame de verdad.
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