Meryl Streep: “Nadie hace nada en Hollywood a menos que piense que va a ganar mucho dinero”
La premiada y talentosa actriz mantuvo ayer un encuentro con alumnos de interpretación y también participó de una charla con Antonio Banderas; hoy participará de la gran ceremonia
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Cuando llegó al hotel de la Reconquista, el miércoles en Oviedo, Meryl Streep se puso a bailar al ritmo de la banda de gaitas que la recibía. Por la noche, al entrar en el Palacio de Congresos para charlar con Antonio Banderas, la actriz norteamericana se tumbó alegremente en el sofá que la esperaba, ante la hilaridad y el aplauso de un auditorio repleto con 2000 personas. Streep se está cultivando en Asturias una imagen de celebridad simpática y desenfadada en mitad de la rigidez protocolaria de los Premios Princesa de Asturias, galardón que recibirá hoy.
Meryl Streep (Nueva Jersey, Estados Unidos, 74 años), además de simpática, se ha convertido con el paso de los años en la figura estereotípica de la actriz respetada internacionalmente que, además, no tiene remilgos en comprometerse con causas sociales, como el feminismo (en ocasiones ha levantado las iras de Donald Trump, que hizo del progresismo de la actriz objetivo de sus dardos tuiteros). Y en su paso por España, la actriz, flamante ganadora del premio Princesa de Asturias de las Artes, está cayendo bien.
El bailecito 😄#merylstreep pic.twitter.com/NuT1acqemu
— Meryl Streep Spain (@Meryl_SP) October 18, 2023
Ayer, la actriz, vestida de riguroso negro y gruesas gafas, ha llegado a la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) de Gijón ante el delirio de los fans que la esperaban en la puerta y los estudiantes que aguardaban dentro. La traían para presenciar algunos fragmentos hilados de obras interpretadas por los estudiantes. Por ejemplo, El caballero de Olmedo, de Lope de Vega, o La vida es sueño, de Calderón de la Barca, mezcladas con otras piezas más contemporáneas. Por supuesto, apareció Federico García Lorca, con Doña Rosita. Streep presenció todo el espectáculo, flanqueada por su hermano Harry William, que la acompaña en su periplo asturiano, con el rictus amable y autoconsciente de quien sabe que la están observando mientras observa. Le pusieron subtítulos.
Streep entró, vio el espectáculo durante media hora, aplaudió de pie, apasionadamente, y luego dirigió algunas palabras a los asistentes que la escuchaban con la fe con la que se escucha a un oráculo. “La vida está llena de contradicciones, y hacer teatro consiste en resolver esas contradicciones. Hacer teatro es como esculpir en la nieve”. Alguien le preguntó si le quedaban aún sueños por cumplir. “Sí, todavía tengo sueños por cumplir, tengo la cabeza llena de cosas”, y rompió a llorar emocionada. También lloró torrencialmente el niño que afuera le esperaba con una foto y que pudo disfrutar de la firma y de la atención de la actriz. Fue una mañana de lágrimas y lluvia.
Una charla con Antonio Banderas
Streep ya había hablado la noche anterior con Antonio Banderas. “Cuando era más joven, pensaba que era frívolo ser actriz, me parecía vanidoso y tonto, pero cuando empecé a crecer entendí el poder y valor de este oficio”, relató. También explicó que el “fama” y la “celebridad” la aterrorizan todavía hoy en día; aunque con la soltura que muestra en los eventos nadie lo diría. “La ficción es un lugar seguro para estar loco. En la vida real no podés estar loco, tenés que ser responsable”, añadió.
Habló sobre sus inicios en la actuación, sobre la necesidad de expresarse, sobre la adoración al dinero en la industria de Hollywood: “Nadie hace nada en Hollywood a menos que piense que va a ganar mucho dinero”. También tuvo opiniones sobre alguno de los grandes temas de nuestro tiempo, como la inteligencia artificial, que, según la actriz, “va a cambiar todo y mucho más rápidamente de que estamos preparados”. Las preguntas arrecian en ese lugar en el que la revolución tecnológica roza con la industria audiovisual: “¿El público querrá eso? ¿Va a querer personajes imaginarios sin vida o va a querer seres humanos?”, reflexionó.
La Escuela Superior de Arte Dramático se encuentra en el mastodóntico complejo arquitectónico de la Universidad Laboral, un gran hito de la arquitectura franquista, mezcla de neoherreriano y neoclásico. Impresiona por sus grandes dimensiones y su tono solemne, casi imperial. Allí, antes de la llegada de Streep esperaban algunos de sus fans. Por ejemplo, Piedad, que analizaba con finura: “Meryl me gusta como profesional y como persona, representa a la mujer empoderada laboralmente, creo que lo ha cumplido todo. He seguido sus películas y veo que ha envejecido como el buen vino. Sus papeles han ido a mejor”.
En el vestíbulo de la escuela, una multitud de aspirantes a actores, con esa pintas variopintas que gastan los jóvenes artistas, esperaban entre nerviosos y eufóricos, lo que motivaron algunos gritos de los responsables para poner orden. “Estoy muy nerviosa porque siempre he admirado a Meryl Streep”, decía Lola Núñez Prieto, que ha venido desde el Centro de Imagen y Sonido de Langreo, donde estudia realización. “Me encanta la versatilidad que tiene y la elección de sus papeles, no suele hacer películas de esas que tiene secuelas y precuelas... Su carrera es extensa y admirable: desde pequeña me ha inspirado”. Esa carrera extensa y admirable ha dado su fruto, como en una idealización meritocrática. Streep es la persona que más veces ha sido nominada para el Oscar en la historia de la humanidad. En 21 ocasiones, tres de las cuales se lo ha llevado a casa (con Kramer vs. Kramer, La decisión de Sophie y La dama de hierro). Tiene tres Emmy. Dos Bafta. El Donostia del festival de San Sebastián. Y el de mejor actriz en Cannes. Ahora agrega un nuevo título a su nutrida colección: el Princesa de Asturias.
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