Mercedes Sosa: su infancia, su pionera voz y sus luchas en un minucioso documental de la serie Bios
Star+ presenta el nuevo capítulo dedicado a la cantora de la serie Bios: Vidas que marcaron la tuya; Abel Pintos se destaca como conductor del especial
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La voz que se escucha pregunta en italiano: “¿Cómo se define?” Y Mercedes Sosa responde: “Una cantora que pretende reflejar en su canto todo lo que sueñan los poetas y los músicos de este continente. [Alguien] que vive en este mundo sufriendo las mismas cosas que sufren todos. Un poco más holgada es su vida, pero que de ninguna manera puede olvidar que hay gente a la que le cuesta mucho vivir.”
Así comienza el documental de la gran artistas tucumana que forma parte de la serie Bios. Vidas que marcaron la tuya, que ya está disponible en Star+, con realización de National Geographic Original Productions.
En el capítulo dedicado a la gran voz del folklore argentino el popular cantante Abel Pintos es el nexo entrevistador de muchas otras voces que construyen el relato, con estricto sentido cronológico. Para esta producción se contó con testimonios de su hijo Fabián Matus, de sus nietos Araceli y Agustín, de su sobrina, la periodista Maby Sosa, y de una larga lista de artistas: Gilberto Gil, Teresa Parodi, Charly García, Soledad Pastorutti, Fito Páez, Pedro Aznar, Víctor Heredia, Charo Bogarín y Julia Zenko, entre muchos otros.
Casi un destino marcado fue para Mercedes haber nacido un 9 de julio, en la provincia donde se celebró la Independencia argentina. En esos primeros minutos se describen las carencias materiales, pero en una familia con “calidad humana”. El relato que Bios ofrece es una construcción colectiva por voces que en muchos casos son famosas pero que no solo traen anécdotas que compartieron con la cantante. También suman reflexiones.
Es la propia voz de Mercedes Sosa la que habla de su infancia. Su nieta Araceli complementa con el recuerdo de las vivencias con su abuela y la cantautora Teresa Parodi recuerda charlas con Sosa en las que la voz tucumana le hablaba de cuando salía a pasear con su mamá “para olvidarse del hambre”. Pobreza y felicidad (que no son antónimos) son algunas de las pistas sobre esa niñez. “Un día los Reyes Magos no pudieron llegar porque el camino estaba lleno de barro”, describe su sobrina.
Gladys Osorio (el nombre de una tía y el apellido de una vecina). Con ese apodo se presentó por primera vez a un concurso. El contexto histórico y político de las dos horas de documental lo ponen el cantautor Víctor Heredia y historiador Felipe Pigna, y también las adjetivaciones.
Teresa Parodi comparte anécdotas que explican varias de las decisiones y pasos que dio Mercedes Sosa. Y son esenciales los aportes del periodista Rodolfo Braceli, en comentarios, en apostillas que van más allá del dato formal que construye la columna vertebral de la narración biográfica.
“Mi sueño era estar casa, ser como mi mamá, tener familia. No pensaba en salir de Tucumán”, se le escucha decir a quien la vida le tenía preparado otro destino, ese que comenzó a seguir de manera muchas veces intuitiva desde que se casó con Oscar Matus y tuvo a su hijo, Fabián, en Mendoza.
Luego, en su vida hubo otros nacimientos, como el del Manifiesto del nuevo cancionero (“Los folkloristas quedaron medio asustados al principio”, decía Mercedes), o su primera actuación en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín que, gracias al gesto que tuvo Jorge Cafrune de invitarla a subir al escenarios, hizo que, con el paso de los años, Mercedes también le diera oportunidades a tantos otros artistas.
En aquellos años de juventud hubo despedidas y bienvenidas. La despedida de su esposo, que eligió otro camino para su vida, y la llegada de Pocho Mazzitelli, que terminó siendo su gran compañero de vida y pieza clave de su desarrollo artístico, porque la ayudó a salir de un circuito local peñero que no la favorecía y la impulsó ganarse al público en el exterior.
“Cuantas mujeres en el interior de la Argentina nos mirábamos en Mercedes y pensábamos que porque ella estaba haciendo ese camino, para nosotras también era posible”, dice Teresa Parodi. “Ella plantó una bandera”, resume Soledad Pastorutti. Claro que muchas de las opiniones y las decisiones de Mercedes Sosa tuvieron un costo para ella. “La posición de uno está tomada cuando se elige un tema“, decía la cantora. Y eso le costó el exilio.
La cronología biográfica es muy formal y accesible a todo público, no en el sentido de rango etario sino por estar planteado como un documental que se puede ver en los más diversos países. Pero también hay datos muy localistas que invitan a reflexionar puertas adentro de la Argentina sobre algunas actitudes de Mercedes Sosa. Una de ellas fue cuando cantó en el Teatro Colón, en 1972, junto a otros colegas, y un presidente de facto, Alejandro Agustín Lanusse, se puso de pie para aplaudirla, aunque ella no se hubiera acercado a su palco a saludarlo.
Tres años más tarde recibiría amenazas de la Triple A, a las que respondió con una firme decisión: no abandonaría la Argentina (“No elegí nacer en este país, pero quiero morirme en este país”). Hacía finales de los setenta, durante la última dictadura militar, sí debió exiliarse.
Dos valijas, un bombo y un reproductor de cassette inmenso. Así se fue a Europa. Allí se quedó entre 1979 y 1982, y tuvo un regreso triunfal, con 13 conciertos en el Teatro Opera. “Sacarme a mí fue una equivocación muy grande. Porque largaron a una artista que ya era famosa en Europa a hacer una prensa en contra de ellos.”
Los cassettes del rock argentino llegaron a sus oídos durante su estadía en España y eso también le dio forma a ese concierto de regreso y a los nuevos repertorios que abordó con el paso de los años. “Ella logra sentar a una mesa a personas tan disímiles como Ariel Ramírez, Antonio Tarragó Ros y Charly García –dice Fito Páez-. Y todo empieza a funcionar. De alguna manera, su nombre y apellido conlleva la idea del espíritu de una nación”. Y a esto hay que sumarles sus “transgresiones” como grabar un disco con Charly García y llevar al astro del rock vernáculo al escenario folklórico de Cosquín, sorteando todos los pronósticos agoreros de fracaso.
La producción es muy amplia en variedad de voces, sin opiniones contrastantes. Un único discurso, homogéneo y sólido, bien editado. Si esto fuera un libro, el capítulo siguiente no tiene que ver con las ideas, la cultura y la política sino con la salud. La soledad y, probablemente, la depresión fueron muy determinantes en su deterioro físico. Sentir que lo tenía todo y se sentía sola.
Eso se exteriorizó como un virus que la afectó en medio de una gira, cuando estaba en Canadá. Pero hubo, como dice la canción de Víctor Heredia, “Razón de vivir”. “Para aligerar este duro peso de nuestros días, esta soledad que llevamos todos, islas perdidas. Para descartar esta sensación de perderlo todo, para analizar por donde seguir y elegir el modo (…) Fogata de amor y guía, razón de vivir mi vida”. También hubo tiempo después, grandes discos, como Al despertar y casi una década más tarde, Cantora, con muchos artistas invitados, que terminó de grabar en sus últimos días. Es el capítulo más emotivo de este documental.
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