La reconocida actriz protagoniza Empieza el baile, film que se estrenó hoy y en el que conforma un trío estelar junto a Darío Grandinetti y Jorge Marrale, y es en los papeles el rostro de las producciones argentinas de Netflix gracias a la serie El reino, y los films Elena sabe y Norma
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“Todavía no vi la película terminada”, sostiene Mercedes Morán en el momento de mantener la charla con LA NACION y con vistas al estreno de hoy de Empieza el baile, el exquisito y conmovedor film escrito y dirigido por Marina Seresesky, en el que comparte el protagónico con Darío Grandinetti y Jorge Marrale, un dream team que lleva a buen puerto este film que apela al humor y a la emoción y es una suerte de road movie entre Buenos Aires y la Cordillera de los Andes.
-El material pivotea entre las presencias y las ausencias, ya sea físicas como emocionales, así como también en el olvido, como tópico muy movilizador para la condición humana.
-Tiene que ver con los temas que atraviesa la gente mayor, como la cercanía de la muerte y la pérdida de los amigos. La directora tiene esa mirada de quien se fue hace mucho tiempo, entonces se maneja con una cierta administración de la nostalgia dulce.
-El relato se ancla en esa nostalgia dulce y en el humor, por momentos desopilante.
-Los personajes se ven envueltos en situaciones que generan humor a pesar de ellos. Hay un grado de verosimilitud que el género permite y con una paradoja que me parece muy atractiva, que es hablar del tango recorriendo el interior del país y no desde Buenos Aires.
-Es interesante no poder ubicar a la película en un género específico.
-Es toda una aventura encontrar el lenguaje de lo que se está contando.
Mercedes Morán interpreta a Margarita, quien en su juventud conformó con Carlos, el personaje interpretado por Darío Grandinetti, una famosa pareja de bailarines de tango. Pasado el esplendor de aquellos años dorados, Margarita quedó arrumbada en el olvido del público y en la soledad, y Carlos se radicó en España, donde formó una familia. Entre ellos, Pichuquito –el muy querible veterano que compone Jorge Marrale– un amigo de ambos que vive algo detenido en el tiempo y que los ayudará a iniciar un viaje para saldar una cuenta pendiente.
“Filmar con estos actores tan queridos y admirados fue un verdadero viaje, ya que filmamos en pandemia, con todo lo que implicaba el cambio de equipos, ya que se rodó en Buenos Aires, Rosario, Mendoza y Madrid. Fue milagroso poder hacerlo, nos acompañó la suerte, ya que si nos enfermábamos, había que parar”.
-¿Se cuidaron mucho?
-Muchísimo.
La película, que ya comenzó a recorrer el mercado internacional, se llevó dos premios en la 26° edición del Festival de Málaga, como Mejor Película elegida por el Público y un galardón que reconoció la labor de Jorge Marrale como Mejor Actor de Reparto.
Según pasan los años
Para la composición de Margarita, la actriz no ahorró recursos expresivos. Esa mujer madura y algo achacada la obligó a interpretar desde el cuerpo entregándose, despojo mediante, a lo que el personaje pedía, caminar algo lento y a cara casi lavada. “Es un ejercicio, un piletazo, no es sencillo, pero una vez que entrás es bárbaro, te olvidás de todo aquello que la industria te recuerda permanentemente. Con Darío (Grandinetti) y Jorge (Marrale) bromeábamos con que teníamos que componer a gente tan mayor siendo nosotros tan jóvenes. Fue muy cálido hacerlo”.
-Es interesante porque se percibe en el andar a esa bailarina que fue.
-Carezco de esos dotes y, si bien en la película no teníamos que bailar, se tenía que percibir que esta mujer tenía en su cuerpo el registro de haber sido bailarina, hay algo que se conserva. Fue un ejercicio de mucho aprendizaje y descubrimiento. Además, me da mucho placer contar historias de gente mayor.
-En la ficción, los personajes de cierta edad no son los que abundan. Se hace un recorte narrativo muy escindido de la realidad.
-No solo no hay demasiado, sino que lo inteligente es que se cuente lejos de la macchietta, sin caer en la ancianita de cuento.
-Tu personaje es una artista que padece el olvido, algo muy alejado de tu realidad. De todos modos, ¿cómo te llevás con la presión de la vigencia?
-Siempre he tratado de correrme del lugar de la “carrera”, de lo que implica ir por la vida haciendo una especie de encuesta para saber qué es lo que la gente espera de mí. Siempre he tratado de operarme de eso, creo que lo mejor que puedo hacer como actriz es llevar adelante un proyecto que me inspire, que me implique un riesgo y que sea una historia que tenga ganas de contar. Por supuesto, deseo profundamente que el público empatice, pero a mí no me funciona la especulación con respecto a la elección de los papeles. Sí busco que cada personaje nuevo que me toca hacer sea diferente al anterior, como para no correr el riesgo de echar mano a lo probado y sentir que es algo así como la primera vez.
-Te referías a lo que la “industria te recuerda permanentemente”. ¿Tiene que ver con la crueldad de mostrar una eterna juventud?
-Sí, claro, es necesario salirse de eso. En realidad, es algo que vengo haciendo desde que era joven. Para empezar, no tengo un físico convencional que responda a determinados parámetros. Desde que protagonicé aquella tira emblemática que fue Gasoleros, ya me corrí de esa convención de lo que debía ser la protagonista. Así que siempre estuve jugando con eso. Me gustan las antiheroínas, los personajes oscuros. Me interesa curiosear dentro de mí y trabajar con la observación. Es un placer encarnar a una mujer diferente cada vez, y tener, durante un rato, esa mirada sobre las personas y las cosas. Me resulta enriquecedor ya no solo como actriz, sino como persona.
-En tu fuero más personal, ¿te hacen crecer los personajes?
-Absolutamente. En primer lugar, me destronan todos los prejuicios que pueda tener, me alejan de lo preconcebido y de las generalidades. Ponerme en la piel de cada mujer que me toca hacer siempre me hace correr de un lugar establecido, por eso me gusta interpretar a gente que está alejada de mí, con caracteres diferentes.
-Margarita, tu personaje en Empieza el baile, ¿de qué preconcepto te corrió?
-Me apartó del prejuicio sobre las mujeres que se enamoran de hombres tan machistas, como los que se solían ver en el universo del tango. Y fue muy atractivo ponerme en el lugar de quién fue una musa, alguien que inspiró.
-Si bien prevalece el tono de comedia, en la película se habla de la muerte desacralizándola.
-Se juega con esa idea. Además, la muerte sirve de excusa para que alguien regrese.
-¿Te has sentido muchas veces muerta en vida?
-Creo que el aburrimiento es lo que más se parece a eso. Me he aburrido y me he escapado del aburrimiento y hasta me he tirado de cabeza…
-¿Te has tirado de cabeza al aburrimiento?
-Claro, porque siempre me escapo de eso y, en un momento de mi vida, me propuse experimentarlo. El sinsentido a veces nos intercepta y es necesario volver a encontrarle un sentido a la vida, al mañana. Por otra parte, la pandemia puso en evidencia que somos muy vulnerables y, pensando a sentirse muerto en vida, creo que lo que te aleja de la muerte es poder proyectar, justamente lo que anuló la pandemia. Vivíamos el hoy, no había mañana. Fue un gran aprendizaje que vamos a poder apreciar mucho más con el paso del tiempo, cuando tomemos distancia.
-La reciente pandemia será materia de estudio ya no solo durante las próximas décadas, sino más allá de este siglo.
-No teníamos mucha idea sobre lo que significa una pandemia. Yo recordaba que, cuando era chica, me hablaban de lo que pasó con la poliomielitis. En el jardín de infantes tenía compañeritos que tenían parálisis, pero no sabíamos qué era atravesar una peste. Lo más cercano a la peste era el libro de (Albert) Camus.
-Entonces, el rodaje de Empieza el baile estuvo atravesado por la incertidumbre del momento pandémico.
-Hacer en esa época una película que está en contacto con el tema de la muerte, si bien se maneja en un hilo de comedia, fue un desafío.
-¿Cómo te despegás de las narrativas de ficción?
-En este caso, fue muy sanador, las películas tienen eso. Recuerdo que, en una de las jornadas de rodaje que teníamos que cumplir en la montaña, nos pasaron a buscar por el hotel a la madrugada, con lo cual pudimos ver el amanecer en la Cordillera. En ese momento pensé “por esto tenía que hacer esta película”. Después de haber estado encerrada, con miedo, con la oscuridad que significó la pandemia, con poder ver la salida del sol en la montaña ya estaba todo pago. Esas son las maravillas, los regalos, de esta profesión.
-Imagino que otro de los regalos del film fue cruzarse entre ustedes, con Grandinetti y Marrale conformaron un gran trío.
-Es así.
Responde y se ríe, pensando en mil y una anécdotas de rodaje. “Soy muy obsesiva, así que los internaba un poco antes de rodar, pensando en los personajes, reflexionando sobre las escenas y ellos me decían ´Cortala Mecha, vamos a disfrutar´. Fueron unos compañeros muy relajados, hermosos. Y rodar en una provincia como Mendoza, con su gente que es tan increíble, fue maravilloso”.
Compromiso
-Se milita por muchos motivos, pero suele olvidarse la que es, quizás, la militancia esencial por el cuidado del medio ambiente. No es tu caso, levantás recurrentemente esa bandera, por ejemplo, pensando en el daño sobre los humedales.
-Me he puesto al frente de muchos temas que me importan, como el feminismo, pero también, en un momento me pregunté dónde iban a ser puestos en práctica todos esos derechos conquistados. Si seguimos dañando al planeta, no vamos a tener lugar para aplicar lo logrado. Estoy muy atravesada por la preocupación por lo que está pasando con la naturaleza y el planeta. Todo eso que pensábamos que podía suceder, ya llegó. El que no lo quiere ver es porque está con una negación importante.
-Las grandes potencias suelen mirar para otro lado.
-Siempre hay motivos económicos que se priorizan ante todo.
-También hay una decisión individual en torno al tema.
-Es una cuestión personal y, si bien no creo que lo que sucede en el planeta sea una responsabilidad de los ciudadanos de a pie, creo que tenemos cosas para hacer. Hay una manera posible de cambiar al mundo que es cambiando una. Si una cambia, ya hay algo del mundo que cambió, y eso es algo factible de poner en práctica.
-Toda una decisión de vida.
-Soy una mujer ecológica, anticonsumista, procartonera.
-¿Qué significa “procartonera”?
-El reciclado es fundamental. Me perturba que no sepamos qué comemos, no tomar conciencia que los mares están infectados de plásticos, que los peces están llenos de antibióticos. Somos lo que comemos, pero no lo entendemos.
-El arte es también una forma de cambiar al mundo.
-Por supuesto. Además de hacer arte, consumir arte es una forma válida. La visita a un museo, una película, un concierto te permiten cambiar la manera de mirar las cosas, eso es revolucionario.
-Militar por una causa es también pararse en un lugar de espíritu crítico sobre el contexto en el que se vive. En ese sentido, estás en las antípodas ideológicas de la pastora que interpretás en la serie El reino.
-Ideológicamente, estoy muy lejos de ese personaje. Es un ejercicio interesante hacer a esa gente tan distinta a mí, me abre la cabeza.
En los últimos tiempos estuvo abocada, prácticamente con exclusividad, a la realización de largometrajes y series. Más allá del rodaje de Empieza el baile o la serie El reino, ofrecida por Netflix, también forma parte del elenco de Elena sabe, material basado en la novela de la escritora Claudia Piñeiro, donde comparte el protagónico con Érica Rivas y es dirigida por Anahí Berneri y cuyo rodaje culminó hace poco tiempo y se verá próximamente como producción original de la plataforma.
“Interpreto a un personaje muy difícil, doloroso. Se trata de una mujer mayor que padece una enfermedad, el Parkinson rígido, que la tiene tremendamente limitada, y que depende de la medicación para poder moverse. A pesar de eso, emprende la búsqueda de los asesinos de su hija. Fue un rodaje demandante, doloroso, quedé noqueada después de esa película, pero creo que va a estar muy bien”.
Indudablemente, el recorrido de los materiales audiovisuales que rodó le imprimió a la carrera de la actriz repercusión internacional. El Premio Retrospectiva del Festival de Málaga y el Premio del Público como Mejor Actriz en los Premios Platino son una muestra del lugar que ocupa en la cinematografía en español. “Antes era solo el cine, ahora también son las plataformas las que nos deparan ese viaje hacia otros países e interactuar con actores y actrices y directores de otros lados, es muy interesante”.
De eso no se habla
-Preservás muy bien tu vida privada.
-No tengo mucha cosa interesante para contar.
Mira con gesto cómplice y celebra lo dicho. Y no queda otra que acompañarla en su ocurrencia. Vivi Tellas, dramaturga y directora que estructuró el biodrama teatral, le refutaría tal cosa, apelando a la concepción de la riqueza de toda vida. Morán lo sabe. “En realidad, a mi vida personal la comienzo a preservar desde mi casa, quiero decir que no llevo a la actriz a casa, me resulta muy agobiante pensar que puedo someter a mi familia a mi trabajo. Si fuera cirujana tampoco estaría hablando todo el día de operaciones. Me parece sano, me hace olvidar que soy una actriz que tiene un trabajo expuesto o que soy conocida y popular. No trabajo de actriz en la vida, entonces el contrasentido de todo eso es que hay algo de mi vida privada que se mantiene aparte. Tengo cosas más interesantes que mi propia vida para ofrecerle a la gente”.
-En varios momentos de tu vida artística te has corrido de la televisión.
-Me gusta alternar entre la televisión, el teatro y el cine. Me interesa hacer películas de la gran industria y también el cine de autor o hacer un espectáculo pequeño como mi último unipersonal (Ay amor divino) o llevar a cabo una obra como Agosto de tres horas de duración con doce personajes.
-Recuerdo aquella escena donde te enfrentabas físicamente con el personaje de Norma Aleandro.
-No podía creer terminar un acto agarrándome de las mechas con Norma.
-Era un montón.
-Un montón. Fue una obra que me costó mucho llevar a cabo, ya que los productores tenían miedo que la gente no entendiera o se aburriese porque era larga. Incluso, me han llegado a decir que el público argentino no estaba habituado a eso.
-La Argentina es un país muy teatrero.
-Tenemos el mejor espectador de teatro del mundo.
Si para muestra vale un botón, cuenta sobre la respuesta del público en cada función de A Buenos Aires, el espectáculo que marca la despedida de Héctor Alterio de los escenarios argentinos y que contó a Morán como espectadora: “Es un remanso de humanidad, talento y sensibilidad. Es un regalo que nos hace él y es un regalo que le hacemos nosotros como público”.
-¿Está en tus planes hacer teatro?
-Sí, después de mucho tiempo de cine, tengo ganas de hacer teatro.
Antes de emprender una aventura escénica, la actriz partirá a Brasil a rodar bajo las órdenes de una directora de ese país, preámbulo a un paréntesis que dedicará a pensar su futuro artístico: “Estoy buscando un buen material para pisar un escenario”.
-¿Hay algo en vista?
-Aún no, pero estoy tirando de la piolita de la comedia para ver qué aparece, deseo volver a escuchar la risa del público.
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