La actriz, que en teatro protagoniza Me duele una mujer y que se prepara para estrenar en Telefe El primero de nosotros, habla de su temprana vocación por la actuación y de sus afectos
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Mercedes Funes vuelve al ruedo por partida doble: de miércoles a domingos protagoniza Me duele una mujer, en el Multiteatro, y pronto estrena la tira El primero de nosotros, por Telefe. En charla con LA NACION, un rato antes de subir al escenario, la actriz hace un recorrido por su historia, cuenta sus inicios, la relación con su padre, el Chango Funes, que fuera asesor de Juan Domingo Perón y con su hermana Luciana, en quien se inspiró inconscientemente para hacer uno de sus personajes. Además, habla de su gran amor, el periodista Cecilio Flematti.
-Me duele una mujer habla del desamor contado desde una mirada masculina, ¿qué le aporta tu personaje a la obra?
-Esta obra es como un hijito para el director, Manuel González Gil, porque la escribió hace un tiempo y la viene macerando y transitando hasta que quiso sacarla a la luz y estoy feliz de que me haya convocado. Es un texto satírico, romántico y es interesante porque es el desamor escrito y transitado por un hombre, desde un lugar melodramático. Es uno de las tantos clichés que nos adjudican a las mujeres, pero este es el corazón roto contado desde un varón. Y el desamor es inherente al ser humano y no exclusivo de un género porque todos sentimos alguna vez esas mariposas en la panza y ese estrujarse el corazón, y estamos de pie y seguimos adelante. Está bueno ver desde afuera los lugares ridículos a los que se puede llegar cuando uno está completamente tomado por ese dolor que genera el desamor, y reírnos de nosotros mismos y desdramatizar esto de que ‘el amor te deja estaqueado en el medio del patio’, como decía Julio Cortázar. Manuel hace referencia a un poema de Jorge Luis Borges, “El amenazado”, que dice: ‘hay una esquina por la que no me atrevo a pasar, me duele una mujer en todo el cuerpo’. Como mujer tengo la mirada más inteligente con respecto a esta situación, no solo porque soy su psicóloga y lo miro desde afuera y trato de guiarlo, sino porque todas las mujeres escritas por Manuel tienen una mirada inteligente. No es una pulseada entre hombres y mujeres, pero está bueno hacer obras que deconstruyan esa estructura clásica que tenemos de la mujer sufriente y el hombre fuerte; todos podemos ser sufrientes y fuertes en distintos momentos de la vida.
-Estrenaron y a los dos días tuviste Covid, ¿cómo lo transitaste?
-Sí, ¡qué bajón! La pasé más o menos mal. Tengo las dos vacunas y con mi diagnóstico de Covid me llegó el turno del refuerzo, pero ahora tengo que dejar pasar un tiempo. Lo bueno fue que ninguno de mis compañeros ni mi familia se contagiaron. Tuve mucho cansancio, dolor de cuerpo, de garganta. Después de todo lo que vivimos en el mundo, es muy emocionante volver a subirme al escenario. En los primeros meses, cuando tuvimos el aislamiento obligatorio, no entendíamos qué estaba pasando, de qué se trataba esto, y lo viví como una especie de enemigo o monstruo del que no sabía su dimensión. La verdad es que me asustó la posibilidad de enfermarme o morirme, o que le pase lo mismo a la gente que amo. También me pregunté si el mundo había cambiado para siempre y si la presencialidad iba a ser cosa del pasado, porque mi trabajo está directamente ligado a eso. Tuve mucha angustia. Después, como todo en la vida, lo vamos transitando y nos acomodamos a la realidad.
-El año pasado grabaste una tira para Telefe, ¿cómo fue la experiencia?
-Estaba haciendo Perfectos desconocidos en teatro, antes de la pandemia y durante el aislamiento hice un proyecto muy hermoso con Corina Fiorillo sobre unos cuentos de Hernán Casciari, que se llamaba Algo puede salir mal. Lo hicimos en streaming y después también presencial en el Metropolitan, a sala llena. Fue hermoso ver cómo la gente volvió al teatro apenas hubo protocolos. Sinceramente no creí que eso fuera a pasar tan rápido, pensé que el teatro iba a convalecer más tiempo. Todo el año pasado grabé El primero de nosotros, que va a salir al aire en breve por Telefe y por Paramount +. Fui muy afortunada de trabajar. Es una miniserie de 60 capítulos, que cuenta la historia de seis amigos que están pisando los 40 y les sucede algo que los moviliza y es que el personaje de Benjamín Vicuña se entera que tiene una enfermedad.
-¿Y a partir de ese hecho?
-A partir de ese momento hay una premisa general que es: qué queres hacer con lo que queda de tu vida, cómo la querés vivir. Los 40 es una etapa en la que todos rompemos algo, algunos entran en crisis con su trabajo, otros con su estilo de vida y cambiar su alimentación, o se vuelcan al budismo, o se separan o deciden tener un hijo. Los 40 son un momento de quiebre, nos damos cuenta de que todo pasa muy rápido y no queremos perder el tiempo y nos proponemos saborear la vida al máximo. Esos personajes empiezan a desarmar algunas cosas de sus historias que claramente no los hacen felices. Soledad, mi personaje, es una mujer que está casada con su primer novio y son como amigos, ya no sienten pasión, tienen un hijo. Ella no tiene una profesión y se replantea qué quiere de su vida, qué hace por ella, y toma un giro muy divertido, que es probar cosas nuevas, incluidos los hombres (ríe).
La crisis de los 40
-¿Qué te replanteaste cuando cumpliste 40?
-Soy como una rara avis que a los 11 años ya supe que quería ser actriz. De alguna manera tuve una crisis inversa y creo que la pandemia tuvo mucho que ver. Venía de trabajar mucho en el 2019 con ATAV Argentina tierra de amor y venganza, Perfectos desconocidos y un proyecto de teatro hermoso que al final no se dio por la pandemia y que era La fuerza del cariño, con Solita Silveyra y Miguel Ángel Rodríguez. Y de pronto se paró el mundo y mi crisis fue: ‘yo no sé hacer otra cosa que no sea ser actriz’. Fue muy angustiante, pero pensé que debería haber diversificado mi vida porque no sé hacer otra cosa. Por supuesto que si tengo que hacerla, no hay problema porque me adapto a cualquier situación. Pero fue una crisis muy fuerte descubrir que había dedicado todo lo que soy a un único oficio, porque me apasiona y lo amo. Y me di cuenta que no tengo un plan B y fue muy angustiante.
-¿Ahora tenés un plan B?
-Mi plan B es seguir apostando a mi plan A (ríe con ganas) y no dejarme ganar por los miedos y tener fe en mí y confiar en que mi profesión es algo que todavía tiene mucho para darme porque no está directamente ligada a mi edad: nunca me dediqué a trabajar aferrándome a la juventud, al contrario, hice a Alicia en ATAV, que era un personaje más grande que yo y no tengo drama en transitar por bellezas o no bellezas o por edades. Me divierten esos desafíos.
La familia Funes
-¿Cómo fue que a los 11 años ya habías decidido tu futuro? Naciste en Rosario, ¿se mudaron a Buenos Aires por esa razón?
-No, mi familia es un poco nómade y todo estaba sujeto al trabajo de mi papá, relacionado a la política. Fue asesor de Perón, quien lo mandó a llamar a Puerta de Hierro (en Madrid, donde Perón estuvo exiliado) y mi papá ayudó en el proceso para su retorno al país. Se llamaba Carlos Funes y todos le decían El Chango. Falleció en 2001. Era un tipo muy querido y respetado en política, maestro de muchos políticos y constructor de políticos también. Toda su vida fue de la mano del peronismo. La familia estaba en Buenos Aires, mi mamá estaba embarazada de mi y eran épocas complicadas, con desapariciones y todo lo demás y a mi papá le avisaron que estaba en la mira, así que decidió mudarse a Rosario, empezó a trabajar en publicidad, porque él también era periodista, un tipo muy particular: ajedrecista, cantautor, escribió unas cuantas canciones, dos de ellas las cantó Alberto Cortez. Entonces yo nací en Rosario un poco de casualidad. Y cuando volvió la democracia estuvimos un tiempo más en Rosario y después volvimos a Buenos Aires. Desde muy chica manifesté que quería cantar, actuar y fui lo suficientemente insistente como para que me llevaran a castings. Quedé en Superclan, en Canal 13, en el 90. Terminé el secundario y me metí de lleno en todas las clases de teatro que podía. Mi mamá me pedía que estudiara una carrera universitaria, pero yo estaba muy convencida de que quería hacer esto. Me independicé de muy chica, me fui a vivir sola a los 19 años y siempre estuve relacionada con el medio. Si me preguntás hoy, me hubiera gustado tener una carrera universitaria, sí.
-¿Cuál hubiera sido?
-Medicina me hubiera gustado mucho. Por otro lado, estoy viviendo de lo que me gusta y atravesando un momento laboral y profesional muy rico. Entonces será que no tenía que ser. No sé qué me deparará el futuro y aprendí también que siempre es muy incierto.
-Alguna vez contaste que tu personaje en ATAV, Alicia, estaba inspirado en tu hermana Luciana, que murió hace unos años. ¿Qué recuerdos tenés de ella?
-Quizá no lo hice de manera consciente, pero ver sufrir a un ser amado que es parte de mi familia ha sido una de las tantas particularidades de mi vida. Somos cuatro hermanos, dos varones mayores, Luciana y yo soy la más chica. Luciana fue una niña a la que siempre todo le costó más que al resto y tenía dificultades para el aprendizaje. Era muy dulce y recuerdo que volvía a casa llorando casi siempre, porque en el colegio la cargaban o le pegaban. Vivió ese acoso, porque además usaba antojos, y sufrió alguna que otra agresión. Ha sido muy duro para todos. Mucho dolor. Ahora hay una toma de consciencia mayor por parte de las autoridades pero aun así el bullying sigue existiendo. Fue muy triste ese aspecto de su vida y siempre crecí, lógicamente, con un sentido de justicia y con una comprensión del dolor del otro. Con mis personajes, lo primero que los identifica es su herida, y trato de solidarizarme con ellos.
-Hay una segunda parte de ATAV, ¿vas a ser parte?
-La verdad no lo sé porque nadie me llamó. Mi personaje podría volver porque en un principio parece que se muere pero después se la ve vivita y coleando. Depende de la decisión de la época que decidan contar, no lo sé. Pero lo hice con mucho amor y la pasé genial, fue hermosísimo trabajar en ATAV.
El amor y la maternidad
-¿Es verdad que con Cecilio tienen deseos de ser padres?
-Con Cecilio estamos juntos hace unos cuantos años, nos casamos y alguna vez quisimos tener un hijo. Cecilio tiene un hijo ya y yo quise ser mamá pero no vino naturalmente, hice tratamientos que, en una primera instancia, no funcionaron. Y cuando estaba por pasar a una segunda instancia tomé una decisión muy interna, y sentí que ya estaba grande para eso. Cecilio me ayudó mucho, es una decisión muy personal porque otras mujeres de mi edad lo intentan y se sienten plenas. Pero en mi caso sentí que no lo iba a poder vivir con plenitud, que me hubiera gustado en otro momento de la vida que no fue. Soy consciente de que me pierdo ese amor único, pero también sé que hay cosas que en este momento no estoy dispuesta a transitar.
-¿Te costó tomar la decisión?
-Fue algo que me costó mucho aceptar porque hay un mandato según el cual no te recibís de mujer cien por ciento si no transitás la maternidad; que sos incompleta o te falta algo si eso no sucede. Y yo misma tenía esos prejuicios hasta para conmigo y tuve que abrazarme mucho, amarme y aceptarme, y entender que no hay nada malo en mí, que simplemente no sucedió cuando quizá todas mis energías hubieran estado a disposición. Ahora mis energías no están a disposición y prefiero abrazar lo que tengo y vivir con el mayor goce posible. No fue fácil aceptar esa decisión porque se trata de mí y no hay nadie a quien culpar. Me encantan los niños, soy sumamente maternal. Y bueno, seguiré maternando con sobrinos, con mascotas y con otros niños. No sucedió antes y que ocurra ahora sería forzarlo. Y también digo que no sé lo que pueda suceder mañana. Hoy es hoy. Cecilio tenía muchas deseos de ser padre conmigo pero también fue la persona que cuando yo transitaba esta incertidumbre y no sabía cómo ordenarla, se sentó y me dijo que no necesitamos tener un hijo para recibirnos de familia, porque ya lo somos. Mi mamá, con las mejores intenciones, con amor y desde su experiencia de vida me decía: ‘no dejes de tener un hijo que todo lo demás no importa’. Y la entiendo, porque ella consagró su vida a tener cuarto hijos y fue muy feliz con eso, y yo sentía que el camino de la felicidad plena tenía que ir sí o sí por ese lado. Y la verdad es que no me sucedió y he tenido muchos momentos de felicidad plena. Yo estoy para querer a quienes me quieran querer.
-¿Cómo se conocieron con Cecilio?
-Fui invitada a su programa de radio cuando hacía De caño vale doble y después me invitó a un programa de entrevistas que hacía en C5N. Fue muy amable, muy caballero, me escribió un tiempo después y me pidió disculpas por la impertinencia pero quería invitarme a tomar algo. Durante un tiempo le dije que no, que muchas gracias, hasta que un día le dije que sí y después de esa primera cita no nos separamos más.
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