Melissa Gilbert se rio de sus cirugías: “Cuando me puse bótox, me convertí en un engendro de Satán con ojos y cejas puntiagudos”
La actriz de La familia Ingalls se sinceró sobre su lucha contra el paso del tiempo y explicó por qué decidió dejar de teñirse el pelo, realizarse tratamientos cosméticos y quitarse los implantes mamarios
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Millones de personas alrededor del mundo vieron a Melissa Gilbert pasar de la niñez a la adolescencia y luego convertirse en mujer. Su rostro es conocido en todo el mundo, pero en un momento, ni siquiera ella logró reconocerse frente al espejo. Así lo reconoció la actriz de La Familia Ingalls en una reciente entrevista.
La exlíder del sindicato de actores aseguró que si bien se sometió a cirugías estéticas y varios procedimientos cosméticos en el pasado, eso quedó bien atrás y lo que pretende ahora es dejar de resistirse al paso del tiempo.
Cuando La familia Ingalls llegó a su fin, Gilbert -que había sido nominada a un Globo de Oro por su trabajo en la serie y a un Emmy por interpretar a Helen Keller en una adaptación de The Miracle Worker- tenía sólo 19 años. Sacarse a esa niña dulce, decidida y amada por todos que le tocó interpretar en la serie no fue fácil. “Cuando era niña actriz, me convertí en lo que todos querían que fuera. Y eso me creó mucha angustia mental y emocional. Realmente nunca me permití ser yo misma”, reflexionó, en un artículo publicado por People.
Si bien con el tiempo aprendió a dejar a Laura Ingalls a un costado, su nombre volvió a sonar fuerte recién en 2001, cuando fue elegida presidenta del Screen Actors Guild, el antiguo sindicato de actores. Más o menos al mismo tiempo, fue convocada para participar de Dancing with Stars, un programa televisivo similar a Bailando por un sueño, que se emite en los Estados Unidos. ”Me acercaba a los 50 y eso me llenaba de pánico. Pensaba: ‘Esto es todo. Tengo que exprimir el tiempo que me queda’”, recordó.
Eso la llevó a tomar una serie de “malas decisiones”, incluidos procedimientos cosméticos de los que llegó a arrepentirse: “Es agotador mantener ese tipo de fachada”, dice. “Creo que me sometí a todas esas prácticas porque estaba muy insegura”, confió.
La primera vez que tomó conciencia de que debía parar fue cuando vio una fotografía suya en una alfombra roja y se horrorizó: “Literalmente me parecía al comediante Carrot Top: mi cabello era demasiado rojo... Y cuando me puse bótox, me convertí en un engendro de Satán con ojos y cejas puntiagudos. No tenía expresión facial, lo cual es un pecado mortal, considerando a qué me dedico”, señaló.
Ese mismo año conoció a su marido, Timothy Busfield, y con su apoyo decidió abandonar sus intentos de detener el tiempo. “Lo acepté”, dijo sobre la idea de envejecer. “Cuando yo decía: ‘Creo que voy a dejar de teñirme el cabello’, él decía: ‘No puedo esperar a ver de qué color es. ¡Esto es tan emocionante!’. Cuando le dije: ‘Creo que quiero que me quiten los implantes mamarios de forma permanente’, dijo: ‘¡Hacelo!’”, recordó.
“Es increíblemente alentador estar con alguien que dice: ‘Te amo exactamente tal como sos’. Hace una gran diferencia volver a casa y encontrarme con alguien que me ve en remera, sin maquillaje y con el pelo recogido en una cola de caballo y me dice: ‘Sos la mujer más hermosa’. A diferencia de alguien que dice: ‘Creo que podrías perder un poco de peso’. O: ‘Me estoy poniendo nervioso por estas líneas alrededor de tus ojos’. Lo cual sucedió en mi pasado”, agregó.
El inicio de su relación con Busfield también marcó el inicio de otra nueva etapa para Gilbert. “Básicamente, la menopausia ha sido parte de nuestro matrimonio desde el comienzo. Así que nuestras conversaciones son muy abiertas y muy honestas al respecto. Él sabe todo lo que está pasando y es muy tranquilizador”, indicó.
Para los fanáticos de La familia Ingalls, el programa que celebrará su 50 aniversario el próximo año, puede ser difícil aceptar que aquella chica con trenzas haya llegado a la menopausia. “Hay gente que siempre asumirá que tengo 12 años. En algún punto, siempre seré esa niña, llena de asombro y corriendo por los campos. Laura está dentro de mí siempre. Pero todos estamos envejeciendo”.
Consciente de que la etapa que está atravesando no suele ser contemplada por las grandes marcas de productos de belleza, Gilbert decidió fundar su propia marca. “Había muy poco espacio para las mujeres mayores. O fuimos marginados como una anciana distraída o como una anciana malhumorada a la que quieres evitar. Claramente, hay mucho más para nosotros que eso”, indicó.
Y agregó: “Todos los productos destinados a nosotras se anuncian como ‘antienvejecimiento’. ¡No existe tal cosa! Es despectivo y degradante. Enseñarle a la gente a tener miedo de envejecer es un error. Envejecer es un regalo. Me gusta decir que estoy envejeciendo con gratitud “.
“Hoy en día, ya no me tiño el pelo. No me pongo rellenos ni bótox en la cara. Me cuido lo mejor que puedo, pero soy lo que soy. No voy a sacrificar mi propio bienestar porque alguien espera que sea algo que no soy”, explicó.
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