Meg Ryan: la novia de América que decidió divorciarse de Hollywood cumple 60 años
Desde principios de los 90 realizó un éxito tras otro en cine, comenzando por el clásico Cuando Harry conoció a Sally, pero hace dos décadas que se encuentra casi retirada de la actuación tras varios fracasos de taquilla y un romance en la vida real con Russell Crowe que muchos culpan por el fin de su carrera
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Fue la reina de la comedia romántica durante toda una década, en un arco inaugurado por la imbatible Cuando Harry conoció a Sally (1989), de Rob Reiner, y que cerró Tienes un e-mail (1998), de Nora Ephron, que si bien estaba centrada en una tecnología hoy superada (el uso del e-mail como herramienta de chateo), anticipó con asombrosa lucidez la era de las relaciones virtuales que recién comenzaba. Coronada con el título de America’s Sweetheart (“la novia de América”), Meg Ryan fue la soberana indiscutida de este género que agonizaba a principios de los 90 y cuya resurrección se debió en gran parte a esta encantadora rubia.
Alejada de los flashes hace tiempo, la actriz nacida en Connecticut el 19 de noviembre de 1961 cumple 60 años hoy. Su reinado, breve pero intenso, finalizó hace ya más de dos décadas, cuando ella misma se acercaba a sus 40. Una edad complicada para conseguir papeles en Hollywood, sobre todo si se es mujer y protagonista de un género que, casi siempre, reserva el amor romántico a los más jóvenes.
A pesar de la enorme fama de la que gozó en la última década del milenio pasado, en los últimos años Ryan fue noticia más que nada por sus cirugías estéticas, que numerosos tabloides se dedicaron a criticar con saña. Mientras, sus películas, como Ithaca, que marcó su debut como directora en 2015, pasaron sin pena ni gloria (y a pesar de contar en el elenco con su compañero de rodaje Tom Hanks). Hoy en día, apenas aparece de tanto en tanto en alguna alfombra roja o filma pequeñas participaciones en series, como la que tuvo en Curb Your Enthusiasm, de Larry David, en 2009. Es más: ya no es tan fácil encontrar sus películas en las principales plataformas de streaming, una deuda incomprensible teniendo en cuenta el brillo que la actriz irradió sobre la industria de aquel entonces.
Una periodista que comenzó haciendo publicidades
Ryan declaró en más de una oportunidad que nunca soñó con ser actriz. Fue, simplemente, algo que se fue dando. Una vez terminada la secundaria, se mudó a Nueva York, donde estudió periodismo en la universidad e hizo algunas publicidades para pagarse los estudios, como una de 1982 que aún puede encontrarse en YouTube y donde se ve a una jovencísima Ryan hablando con gran entusiasmo acerca de las bondades de una promoción de Burger King. A esta le siguieron algunas participaciones en televisión, como en la telenovela As The World Turns.
Su debut en cine fue con un papel muy pequeño en Ricas y famosas (1981), última película de George Cukor, al que le siguió otro rol menor pero que la puso en el radar de la industria como la viuda de Goose (Anthony Edwards), el mejor amigo de Maverick (Tom Cruise) en Top Gun (1986), de Tony Scott. Poco después llegaría Viaje insólito (1987), de Joe Dante, donde pudo demostrar por primera vez sus dotes de comediante como la novia de Tuck Pendleton (Dennis Quaid), un piloto que era reducido a dimensiones microscópicas e inyectado en el cuerpo de un empleado de supermercado hiponcondríaco (Martin Short). Además, fue en ese rodaje donde conoció a Quaid, con quien formaron una de las parejas más famosas de Hollywood durante unos diez años, y con quien tuvo un hijo. “Nunca quise ser actriz, y mucho menos ser una actriz famosa”, le confesó Ryan hace unos años a Gwyneth Paltrow en una conferencia para la marca de ésta, Goop. “Estudié periodismo porque soy una persona muy curiosa, me apasionaba viajar y descubrir el mundo, quería relacionarme con otras personas”, contó. Curiosamente, la actriz interpretaría a una periodista en la película que la catapultó definitivamente a la fama, Cuando Harry conoció a Sally, y también en su segundo gran éxito, Sintonía de amor (1993), dirigida por Nora Ephron, donde compartió cartel con Tom Hanks.
Un éxito sin fecha de vencimiento
Pocas películas generan tanto consenso como Cuando Harry conoció a Sally, considerada por muchos críticos la mejor comedia romántica de todos los tiempos. La fórmula tenía varios ingredientes para el éxito: un director sensible y con un enorme sentido del humor como Rob Reiner, que venía de filmar comedias como Esto es Spinal Tap (1984) y la entrañable Cuenta conmigo (1986), y dos actores con una química impensada como Ryan y el comediante Billy Crystal. Pero sobre todo, el guion redondo de Ephron, lleno de líneas memorables, como la declaración de amor que le soltaba Harry a Sally durante la noche de Año Nuevo (“cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con una persona, quieres que el resto de tu vida empiece lo antes posible”). Pero también otras hilarantes como “el pesto es el quiche de los 80″, una de las pomposas sentencias con las que Jess (Bruno Kirby), el mejor amigo de Harry, intentaba conquistar a la amiga de Sally, Marie (Carrie Fisher).
Si bien una de las escenas más recordadas de Ryan en este film es aquella en la que Sally finge un estruendoso orgasmo frente a Harry en el Katz Deli de Nueva York (que desde entonces se convirtió en un sitio de peregrinaje para cinéfilos), hay muchas otras en las que la actriz pudo demostrar su versatilidad para llevar al espectador de la risa hacia la emoción, como cuando le confesaba con mirada amorosa y los ojos llenos de lágrimas a su amigo: “Te odio Harry, realmente te odio”. Lo cierto es que Ryan se luce en toda la película como una mujer tan encantadora que Harry le perdonaba incluso sus meticulosos pedidos al mozo de turno (“quiero la ensalada del chef con el aceite y el vinagre a un costado y el apple pie a la mode, tibio, pero sin el helado por encima, sino al costado, pero de frutilla, no de vainilla. Y si no tienen, sin helado con crema batida, pero solo si es fresca, sino nada”).
Una chica para atesorar
Cuando Harry conoció a Sally le permitió a Ryan consolidar el tipo de personaje que sería su marca registrada: una mujer dulce, inteligente y naturalmente optimista (más no ingenua), pero también decidida cuando era necesario. Basta recordar a la Annie Reed de Sintonía de amor, que se enamoraba de un joven padre viudo con solo escuchar su voz por la radio, o a Kathleen Kelly, la dueña de una pequeña librería infantil de barrio en Tienes un e-mail, que defendía su negocio con uñas y dientes ante el avance de la cadena de librerías Fox. Una chica cálida, amable y servicial, el tipo de persona que ayuda a un anciano a cruzar la calle o a un turista a encontrar una dirección. Una mujer posible y cercana, incluso deliciosamente torpe por momentos (como en la escena en la que Kate se caía con gran estruendo sobre una mesa de buffet mientras trataba de espiar a su novio en Quiero decirte que te amo, de Lawrence Kasdan). Lo que en muchas comedias románticas los padres describen a sus hijos como a keeper (lo que diríamos “un buen partido”). Y también hermosa, claro, al punto que la revista “People” la distinguió en 1994 como una de las 50 personas más bellas del mundo.
Cada tanto, la actriz de ojos claros y melena rubia intentaba alejarse un poco de este estereotipo y asumir roles más dramáticos, como el de una comandante de helicóptero en Valor bajo fuego (1993), de Edward Zwick, o el de una mujer alcohólica en recuperación de Cuando un hombre ama a una mujer (1994), de Luis Mandoki, con Andy García. Probablemente fue ese deseo el que la llevó a filmar la película de acción Prueba de vida, de Taylor Hackford, en 2000, en la que interpretó a la esposa de un ingeniero secuestrado y Russell Crowe, a un negociador profesional encargado de liberarlo. El problema es que fue allí donde se enamoró del australiano, se separó de Quaid y, al parecer, se terminó para siempre su romance con el público de los Estados Unidos.
La desaparición de Ryan de la esfera pública fue tan rotunda que llevó a la reina del talk show estadounidense, Oprah Winfrey, a preguntarle en 2006, en su primera entrevista después de dos años de silencio: “¿Qué te pasó? Fue como que desapareciste. Estabas en todos lados y de repente desapareciste”, a lo que Ryan contestó: “Definitivamente era hora de tomarme una pausa”. Añadió que se había vuelto famosa a los 19 años y que, rondando los 40, deseaba estar con su hijo y ver qué quería hacer con su vida. Pero, ¿fue tan así? ¿fue realmente voluntario su alejamiento o más bien consecuencia de que Hollywood le había dado la espalda?
¿Un divorcio de mutuo acuerdo?
Algunos insiders de Hollywood afirmaron que le jugó en contra la separación de Quaid. Al parecer, los estadounidenses no le perdonaron a “su” novia eterna que (según ellos creían) tirara por la borda un matrimonio estable para irse detrás de un australiano. Los ánimos estaban tan caldeados que incluso se decidió eliminar una escena de sexo entre los dos de Prueba de vida, que por otro lado tampoco fue un gran éxito de taquilla. Ella, en tanto, explicó años después de la separación que su matrimonio estaba terminado desde mucho antes de su resonado romance de apenas seis meses con Crowe. Pero en ese entonces, al igual que ahora, parecía más fácil colgarle el cartel de adúltera que profundizar en otras posibles razones.
En 2001, Ryan decidió apostar a la fórmula que la había lanzado al éxito y estrenó la comedia romántica Kate & Leopold, de James Mangold, con Hugh Jackman como un duque inglés del siglo XIX trasplantado a la Nueva York moderna, pero esta no fue un suceso como sus películas anteriores. Dos años después, volvió a dar un giro en su carrera y filmó el thriller erótico En carne viva, de Jane Campion, donde interpretó a una mujer deseante que se sentía atraída sexualmente por un hombre inquietante (Mark Ruffalo). Quizá demasiado para un público que prefería a esa chica de andar un poco desgarbado y sexualidad acotada como la de las protagonistas de la mayoría de las comedias románticas. A partir de entonces, y a pesar de algunos trabajos de poca repercusión en la industria, su estrella se fue apagando.
En 2006 adoptó a una niña en China, Daisy Ryan (que hoy ya tiene 17 años) y estuvo durante ocho años en pareja con el músico John Mellencamp, aunque de acuerdo con la prensa del corazón se separaron en 2019. En una extensa entrevista que le brindó ese año al periodista David Marchese para la revista del diario The New York Times, confesó que se alejó de la actuación porque quería “vivir más”. “Actuar no me generaba ya tanta curiosidad como otras cosas que te puede dar la vida”, afirmó. Además, dijo que formar parte de la industria de Hollywood la hacía sentirse aislada. “¿Viste cuando te subís a un auto, quizá un auto súpercaro, pero no podés escuchar nada de lo que pasa afuera porque hay mucho metal? Hay demasiado entre vos y todo lo demás”, señaló. Entre otras cosas, extrañaba poder salir a caminar tranquila, sin tener que ocultarse o disfrazarse, y se cansó del frenesí de Hollywood. “En el medio de todo eso tuve a mi hijo. Llegué a decirle a algunas de las personas que me representaban en ese entonces: ‘Chicos, no me dejen mensajes diciendo que es una emergencia. Una emergencia es si le pasa algo a Jack. ‘No pudimos cerrar el acuerdo’ no es una emergencia”, recordó sobre Jack Quaid, quien actualmente es el protagonista de la serie The Boys en Amazon.
En la actualidad se dedica a viajar y escribir. Contó que le encanta el diseño y tomar fotos. Cuando el periodista le hizo una pregunta crucial (si cree que se hubiera alejado de Hollywood si a películas como En carne viva les hubiera ido bien en la taquilla), Ryan contestó: “Creo que el sentimiento con Hollywood fue mutuo. Probablemente sentí que la relación estaba terminada cuando ellos sintieron lo mismo”.
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