En una charla extensa y relajada, el cantante y DJ profundiza su visión sobre la industria musical y la nueva generación de artistas argentinos; “Suenan todos iguales, no tienen personalidad”, sostiene
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El cambio es de las pocas cosas constantes en la vida de Maxi Trusso. A sus 13 años decidió inscribirse en un colegio como pupilo. A los 21, mudarse de país con sus padres. Estudió finanzas, trabajó en un banco en Roma, se dedicó al diseño y a la moda pero sobre todo a la música. Es uno de los precursores en utilizar el efecto autotune que Cher hizo mundialmente famoso con en el single más vendido de una cantante mujer al día de hoy, “Believe”. Salió un tiempo con la ex Spice Girl Geri Halliwell. En 2011 grabó el éxito “Please Me” con Poncho y a partir de ese momento su exploración en busca de nuevos sonidos no mermó. Es excéntrico, lo sabe y no se hace eco. Su vida nunca encajó en ningún molde y su colección de sombreros y galeras lo confirma. Los escándalos que desata en Twitter no parecen generarle ningún tipo de conflicto interno o externo en su vida real, la que ocurre fuera de las redes sociales.
Inquieto, innovador, multifacético. Maxi Trusso es difícil de etiquetar. Entra a la redacción de LA NACION acompañado de su novia Tracy, sin pausa y sin apuro. Listo para charlar sobre su trayectoria, las polémicas que desataron sus comentarios sobre Lali y Bizarrap, sus sueños sobre viajar en el tiempo y su mirada de la política argentina y la industria musical.
-¿Cómo ves este momento de tu vida?
-A partir de que cumplí 50 me di cuenta que se inició un cambio en mi. Soy más libre que cuando tenía 40. Volví a reconocerme con cosas de mi infancia y también sumé perspectivas nuevas. Soy menos diplomático que antes a la hora de demostrar en verdad quién soy y para qué estamos en este mundo.
-¿Hoy sabés quién sos?
-Creo que uno en el fondo siempre sabe quién es, pero le cuesta animarse a buscar ese saber. En general, uno lo tapa, pero ahora me di cuenta que no quería perder más tiempo. Que la vida pasa. No tengo que ser un actor de mi vida, un actor que no soy yo. Antes me costaba decir lo que pensaba, sentía culpa por cualquier cosa. Creo que en Argentina hay una cosa temerosa, veo que la gente tiene mucho miedo de mostrarse tal cual es. Muchos tienen miedo de ser guillotinados. Un poco por cómo se maneja la política y otro poco por la historia de los inmigrantes, se respira nostalgia y lamento, sobre todo en Buenos Aires. Yo nunca busqué cambios pero la vida siempre me dio cambio. Muchos más de los que busqué. Pero siempre me tuve que reinventar. Esos cambios me hicieron estar siempre un poco más despierto, más atento y más sensible al mundo externo.
-¿Sentís que la vida te fue presentando esas situaciones de cambio o que fueron decisiones tuyas?
-Creo que siempre hice el sacrificio de moverme. Y que el exceso de estancamiento me hacía sentir mal. Soy capaz de tirar todo por la borda, dejar atrás todo lo que hice y apostar por un nuevo camino. Lo hice a los 13 años cuando decidí ser pupilo de un colegio y cuando decidí irme con mis padres a vivir afuera. Siempre busqué lo que parecía imposible.
-¿Qué es lo imposible para vos hoy?
-Lo imposible para mí hoy tiene que ver con el tiempo. Estoy obsesionado con el tiempo. Me gustaría viajar en el tiempo.
-¿Te gustaría viajar al pasado o al futuro?
-Para el pasado y para el futuro. Creo que serviría para conocerse más, para entender más, para cambiar la humanidad y para cambiarnos nosotros mismos.
-Usás mucho las redes sociales...
-Sí, pero creo que es un plomo que estén manejadas, que los dueños de las redes sociales sean tres. Tendría que ser más libre. Hoy dependés de alguien que puede cerrar la plataforma de un día para el otro.
-¿Te gustaría ponerte en el rol de enseñar a las nuevas generaciones?
-Creo que todos los que hacen un poco de arte tienen ese rol. Enseñás cuando contás tu trayectoria. Me gustaría poner en tela de juicio varias cosas. Que hagan arte sin certezas y viendo que todo es un equilibrio que se mueve de un lado para el otro como un péndulo.
-¿Qué pasó con Lali y con Bizarrap? Vos hiciste comentarios negativos sobre su música y eso desató una polémica...
-Fue un enojo. Vivimos en un mundo donde ciertas cosas tienen que estar aceptadas sí o sí. Nadie puede decir cosas que no sean las “aceptadas”. Estás obligado a mantenerte dentro de lo esperable. Siento que hay una especie de encarcelamiento de la comunicación. Los tuits fueron el resultado de sentir que no podía expresarme en nada. Había probado antes de expresarme con otras cosas que tenían que ver directamente con el arte pero no tenía forma de llegar a la luz. Estaba todo blindado para mi mensaje. Ahí me acordé de un señor que había dicho que había ido a un restaurante, esperó horas y nadie lo atendía. Entonces prendió un cigarrillo y ahí todos se acercaron a él para decirle que lo apague. Y él dijo: “¿No ven que estoy así hace cuatro horas? Tuve que hacer esto para que ustedes presten un poco de atención”. Estamos atentos a las cosas que no se pueden hacer. Vivimos programados en eso en vez de focalizarnos en cómo ayudamos a los demás. En vez de estar al servicio de cosas importantes estamos al servicio de algunas prohibiciones inútiles. Si querés opinar algo lindo no te prestan atención.
-¿O sea que vos quisiste hacer una crítica constructiva a la música urbana, pero usaste una estrategia para que prestarán atención?
-Quise tener un acercamiento y era imposible. También reconozco que es una generación que está muy ensimismada, no buscan aprender de los más grandes. Creen que reinventaron el mundo. Yo entiendo que antes había una represión muy fuerte, pero tampoco hay que hacer como si antes no hubiera existido nada. Es un tema que trasciende a los músicos. Lo veo con mi hija. Tiene que ver con las redes sociales. Respetan el movimiento de ellos, el nuevo mundo que armaron ellos, pero el resto no.
-¿Hay un sesgo generacional?
-Si opinás algo que molesta a ese grupo quedás afuera de un sistema general de medios. Entonces, no podés meterte.
-Entonces cuando vos tuiteaste que la música de Lali era “fea” ya te imaginabas la repercusión que iba a tener...
-El fanatismo de hoy es absurdo. Hoy me odian y mañana puedo ganar un Gardel. Está tan raro todo que me di cuenta que de un minuto al otro podés pasar de ser el más amado al más odiado, depende de un tuit que publiques. No quiero que esto se interprete como un odio contra Lali. Ella empezó hace tiempo, se fue armando y le fue costando mucho. No tiene que ver específicamente con ella. Cuando hice esos comentarios sabía que ella era un exponente fuerte y que prender ese cigarrillo en medio de ese restaurante iba a tener sus consecuencias. Ella es buena bailarina y carismática pero siento que la llevan por un camino muy programado.
Deben ser hijos míos , todos con auto tune . De nada pic.twitter.com/rbf0gZ9GlY
— Maxi Trusso (@maxitrusso) June 4, 2023
-¿En qué coincidís con esta generación y en qué no?
-No coincido en que piensan exageradamente en el hoy. Y si mañana no te morís, ¿qué pasa? Tampoco comparto del todo el manejo de las redes sociales, aunque siempre sentí que iba a venir un mundo así. Sí coincido con el tema de la apertura sexual. Pero, eso de “no juzgar” cayó en una manipulación externa. La supuesta rebelión de los chicos ante el sistema anterior terminó siendo un negocio para ciertas personas. Termina cansando. Al final parece que todo se trata de mostrar marcas de ropa.
-¿Sentís que lo que transmiten es muy homogéneo?
-Fui de los primeros que empezó a meter la moda en la música, pero estoy hablando de los 90. Y sabía que había un límite, ahora pasaron ese límite y terminó siendo todo aspiracional. Tenés que mostrar todo y no importa el contenido. Entonces son todos músicos vestidos de marcas pero con contenido artístico cero. Lo que muestran es: “Llegué, me puedo poner esta ropa y tener un buen auto”. Lo que transmiten es que si no te vestís con Louis Vuitton es que no llegaste a ningún lado. Y encima esas son marcas que fabrican todo en China. Puro verso. Creo que es un concepto viejo, que hoy ya deberíamos haber trascendido el tema de las marcas de ropa.
-¿Creés que la música urbana se disfraza con un discurso disruptivo pero es una mera fórmula publicitaria?
-Un poco trajeron cosas del hip hop y lo mezclaron con cosas urbanas y regionales, pero lo siento genérico y que no va a fondo con el autor. El sistema está aprovechando estos artistas urbanos que supuestamente serían la nueva iluminación para comunicar otras cosas. Entonces, Fito Páez termina haciendo el featuring de El amor después del amor con todos los pibitos porque sino ¿quién lo va a escuchar de nuevo?
-¿Vos no harías ninguna canción con alguno de ellos?
-Sí, haría.
-¿Harías una colaboración con Lali?
-Sí, con cualquiera de ellos.
-¿Con Bizarrap?
-Si, pero no creo que me llamen nunca. Porque tienen un negocio muy blindado, entonces no les conviene llamar a un artista como yo, sino el que busca el management o el equipo con quien trabaja. Por eso no la llama ni a Lali. Está muy armado. Y si das una mínima sensación de intolerancia a lo que el sistema quiere, te rechazan. Si a mi me hubiera pasado lo que le pasó a Lali yo hubiera levantado el teléfono para saber por qué alguien piensa eso. Si a mi me pasa, yo llamo y pregunto: “¿Por qué te ensañaste tanto conmigo?”. Pero no fue un ensañamiento con ella: fue por otras cosas. Soy de los que creen que si se arma una linda canción no solamente para el negocio, la gente no es tonta, y por más que no esté promocionada con el tiempo llega. Pero hoy las discográficas tienen demasiado compromiso con Spotify.
¿No te parece que Spotify sea una plataforma interesante?
No, son acaparadores del mercado. Creo que no se deberían mostrar los números. Hay mucho lobby. Por ahí ves millones de reproducciones porque son canciones que mete la plataforma dentro de listas random. Por ahí hay un montón de gente que te escucha en Apple Music y ahí no aparece. Por eso ahora voy a lanzar una canción de 7 horas, 7 minutos 7 segundos, la ponés y es como una lista.
-¿Qué es la música para vos?
-Es un modo de comunicar. Es el elemento más importante para que creas en vos mismo, en las cosas reales que están adentro tuyo y que no son todas cosas ganadoras. No es todo fiesta y consumo. Porque si eso es lo único que la música tiene para decir llega un punto en que no lo escuchás más. Son letras que funcionan para TikTok, para reírte un rato y pasar el hoy.
-¿Qué músicos de hoy te inspiran?
-Hay cosas de la cumbia que me parecen interesantes. Me parece mejor la generación nueva de la cumbia que la de la música urbana. Me parece mejor La Joaqui que Tini. Más genuina. Si no empiezan a hacer estos compromisos absurdos pueden ir por buen camino. Sin hacer un featuring forzado con cualquiera con canciones que terminan diciéndote nada. Ese tipo de artistas se están matando ellos mismos porque son los primeros que van a ser reemplazados por la inteligencia artificial. Suenan todos iguales, no tienen nada de personalidad. Yo creo que la clave de la música es que cada uno busque su personalidad y cuente cosas intensas, y a los 20 o a los 17 años es cuando tenés todas las ganas de contar cómo te sentís vos. Eso no es fácil de reemplazar, el resto sí.
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