Matías Santoiani: "La del actor es una profesión que tiende a desaparecer"
Está contento con la posibilidad de volver a subirse a un escenario. Si las cosas salen bien, en marzo Matías Santoiani estrenará La chica del sombrero rosa en el Teatro La Casona, junto a Alberto Martín, Mercedes Carreras, Zulma Faiad, Adriana Salgueiro y Kitty Locane, con producción de Alfo Funes y dirección de Roberto Antier. "Es una comedia divertida, familiar. Estamos ensayando tres veces por semana y, de a poquito, volvemos. Estoy entretenido con eso y con muchas ganas", cuenta a LA NACION.
Ocurrente y siempre muy sincero, el actor cuenta cómo pasó la cuarentena por la pandemia del Covid-19, reflexiona sobre el futuro de su oficio en el futuro inmediato, habla sobre la convivencia con su novia y recuerda a tres de sus grandes amigos que ya no están: Carlín Calvo, Cacho Castaña y Sandro.
-¿Se te hizo larga la cuarentena o sos de las personas que encuentra con qué entretenerse?
-Vivo en Parque Leloir, y tengo una casa grande. Soy un tipo realista y sabia que la cosa venía difícil. Cuando hay tormenta, lo mejor es quedarse quieto. Esa es mi filosofía. Tenía una platita ahorrada y fui tirando. Además no tengo muchos gastos. A veces digo: "¿Comparado con quién estoy mal?". Sé que hay gente que la pasó difícil, perdió familiares. Para ser sincero, yo no la pasé mal. Me ocupé de la casa, pinté, armé cosas. No me aburro. Soy muy solitario, me entretengo. Tampoco soy de mirar series: tengo Netflix pero no sé ni cómo se prende. No soy de redes sociales, detesto el Tik Tok. Así que me quedé en casa, disfrutando.
-¿Y cómo fue la convivencia con tu novia? Para muchos no fue fácil compartir tanto tiempo con la pareja...
-Hace tiempo ya que vivimos juntos y 8 años que estamos en pareja. La cuarentena se hizo más fácil con ella. La casa es grande, cada uno tiene su actividad. Si estaba solo, seguramente hubiese sido más duro. Anita es muy independiente, se levanta temprano, va a correr, hace yoga, abrió una tienda on line de productos orgánicos que se llama Castaña y Maní. En cambio, yo soy vago para correr pero salgo a caminar. No me importa si estoy dos kilos arriba o abajo; no estoy pendiente de eso. Me gusta verme bien, obviamente, y sobre todo me cuido por salud. Volviendo a la pregunta, algún chispazo siempre hay, pero tenemos buena convivencia.
-¿Se repartieron los quehaceres del hogar?
- No soy obsesivo pero me gusta limpiar; me conozco todos los productos de limpieza porque es la parte que más me gusta del supermercado. Y también cocino bastante, porque es una especie de terapia, entonces la paso bien. Lo hago a mi manera, que tal vez no es la mejor. Por ejemplo, para mí está limpio con un lampazo y por ahí Anita dice que no, que quedó un hilito de tierra.
- ¿Les gustaría ser padres?
-Ganas tenemos, pero la cosa viene para atrás y un hijo no es un perro, es para toda la vida. Nuestra profesión tiende a desaparecer más que a quedarse. Quisiera estar tranquilo cuando decida tener un hijo y no pasar angustias. Nosotros dos podemos tomar agua y comer fideos, pero al chico tenés que darle leche todos los días. Y no sé si tengo ganas de pasar por eso todavía. Tengo 47 años ya y sé que estoy en fecha, pero bueno.
-¿De verdad crees que tu profesión tiende a desaparecer?
-No es por la pandemia, la industria viene golpeada desde hace tiempo. ¿Qué habrá... 30 mil actores? En televisión trabajan 150, con toda la furia. Todo es muy inviable, hay muchas trabas y se hace difícil. Me parece que la del actor es una profesión que tiende a desaparecer y quedarán los que queden. Cuando arranqué, Adrián Suar producía muchas tiras, y también Alejandro Romay. Ahora, para estar en la tele tenés que armar un escándalo o entrar al Cantando o a MasterChef y, ¿qué te puede durar? ¿Dos días? ¿Dos meses? Y ya está.
-¿Te convocaron para alguno de esos programas?
-No. Pero no tengo ese perfil. No me da ir y pelearme con nadie. Me quedé… Soy de Canal Volver. Hoy los productores no saben quién es Alberto Martín, Santiago Bal o Niní Marshall.
-¿Qué pensás del streaming?
- Soy canal Volver, voy en contra de todo. Siento que el streaming es un manotazo de ahogado. Cuando dicen que el streaming vino para quedarse, yo pienso que vino para quejarse. El teatro es vivo. Para ver un streaming y pagar 500 pesos, entiendo que la gente prefiere pagar Netflix donde hay series extraordinarias. Vi algún recital, pero me gusta que sea presencial. Siento que la gente tiene necesidad de reencontrarse con amigos, comer un asado, charlar y no sentarse en un teatro durante una hora y media para ver una obra de teatro con un barbijo. Sé que lo que digo va en contra de mi trabajo, pero es lo que pienso. El teatro va a ir funcionando a mediados del año que viene, creo yo.
-Hiciste gran parte de tu carrera en Polka, ¿qué pensás de su posible cierre?
-Lo último que supe es que no estaba haciendo nada e iba a cerrar. Antes se hacía una tira de 130 capítulos y hoy de 10, trabajás un mes y ya está. Me da lástima pero entiendo al productor también. El éxito es del actor y el fracaso del productor, nunca es al revés. Entonces me parece que Adrián hizo mucho, te puede gustar o no, pero pegarle como le pegaron es muy egoísta porque le ha dado trabajo a mucha gente. Yo me compré mi casa gracias al trabajo que me dio Adrián, con el dólar uno a uno. Me compré un auto, pude viajar. Viví una época bárbara en la que ibas a un programa y te regalaban electrodomésticos y viajes, y me gané un auto en el programa de Nicolás Repetto. La televisión cambió. Y por otro lado, a veces los actores no son fáciles y piden demasiado.
-Alguna vez contaste que de chico admirabas a Carlín Calvo, que lo imitabas y que una vez te presentaste al casting de Amigos son los amigos y él mismo te eligió, ¿cómo viviste su muerte?
-Siento que se muere una época y ya de esos talentos no hay más. Carlín era un porteño impecable. Ya no quedan referentes… Lo que nos queda es una cagada. Porque no hay gente que estudió para ser Carlín o Cacho Castaña o Sandro. Hoy estudian para ser famosos, para tirarse mierda en las redes sociales. Me preocupa demasiado lo que queda. Tuve la suerte de acompañar a Carlín hasta el último momento, cuando estuvo internado en la clínica. Ya se venía apagando.
-También fuiste muy amigo de Cacho Castaña y de Sandro, a quienes escuchabas de chico, junto con tu papá...
-Sí, es verdad, mi papá me los hizo escuchar. Y con los años, empecé a trabajar en el medio, los conocí y trabajé con los dos. También acompañé a Cacho y a Sandro hasta el final y volvería a hacerlo. No busco la foto. Durante años iba todas las semanas a la casa de Roberto y nadie lo supo hasta mucho tiempo después. Mi mamá murió un 9 de octubre y Cacho me llamó y me invito a pasar el día de la madre a su casa. Ese gesto fue una bisagra y entendí que el tipo era mi amigo de verdad. Tuvo muchos gestos conmigo, y fue incondicional. Un verano en el que hice temporada de teatro me invitó a vivir a su casa, con Anita. Y cuando volvía del teatro, él me esperaba como si fuera mi padre, y me preguntaba cómo me había ido. Los pienso todos los días, y también a mis padres, claro. Cuando estás más grande, las pérdidas te pegan distinto, como las letras del tango, que de chico no las entendés.
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