Marzenka Novak, la actriz nacida en medio de un bombardeo, que conoció al gran amor de su vida en una clase de teatro
Llegó al país con apenas 4 años, estudió canto y actuación, trabajó en cine, teatro y televisión y estuvo junto a Hugo Arana durante 43 años hasta que falleció
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Marzenka Novak nació el 2 de septiembre de 1945 en una casa abandonada, en un pequeño pueblo de Polonia mientras los rusos bombardeaban todavía esa área, a pesar de que la Segunda Guerra Mundial había terminado oficialmente. Llegó a Buenos Aires a los 4 años junto a su familia, huyendo de la miseria de la post guerra. Con muchas condiciones para el canto, estudió actuación y en una de esas clases conoció al amor de su vida, que también era un estudiante: Hugo Arana. Tuvieron un hijo, Juan Arana, y estuvieron juntos hasta que ella falleció, el 1° de julio de 2011.
“Mi mamá siempre contaba que nació en una casa abandonada, que no era la suya. Estaban huyendo, de paso, por un pueblito polaco mientras caían bombas soviéticas. La guerra había terminado oficialmente, sin embargo, Rusia seguía tirando bombas sobre Polonia con la excusa de perseguir nazis. Varias familias se metieron en una casa abandonada para cubrirse del bombardeo y, como mi abuela estaba por parir, mi abuelo fue en bicicleta a buscar a una partera. Cuando volvieron, mi mamá ya había nacido, ayudada por esta gente. Así llegó al mundo”, le cuenta a LA NACIÓN un Juan Arana emocionado.
Y aclara: “Mi abuelo era uno de los líderes de la resistencia civil y luchó clandestinamente, aunque era capitán o coronel. Logró salvar a toda la familia, salieron de Polonia, pasaron por Italia, Francia, Alemania e Inglaterra, en donde la Cruz Roja Internacional había armado barracas para que los polacos que escaparan tuvieran un lugar donde vivir. Viajaban con documentos truchos, de alemanes muertos que conseguía la resistencia. En Dover salieron para Argentina en un barco que se llamaba Entre Ríos. La idea original era irse a los Estados Unidos o Canadá, pero no quedaban pasajes y vinieron a la Argentina, que para ellos era un país exótico y desconocido. Llegaron en 1949 y al principio mi abuelo trabajó en una fábrica de cerveza, pudieron comprar un terreno, construyeron una casita en Lavallol y vivieron hasta que se murieron”.
A Marzenka le gustaba cantar, bailar y actuar y de chica, entró al coro Federico Chopin; su mamá tocaba el violín y el piano, y ella heredó ese buen oído. En 1968 decidió estudiar teatro y se anotó en la escuela de Marcelo Lavalle, en donde conoció a Hugo Arana, el gran amor de su vida. “Siempre decía que se enamoró viéndolo actuar. No iban al mismo curso, pero se espiaban y se metían en la clase del otro para mirarse en el escenario. Un día mi viejo la citó en un bar, él llegó tarde y le dijo: ‘Hola, me gustás mucho, quiero estar con vos’ (risas). Y se fue. A la siguiente cita ya fue mejor y se amaron hasta que mama murió”, recuerda Juan. Y suma: “Eran muy compinches, con humores muy distintos. Papá siempre decía que mamá lo hacía reír mucho porque tenía un mecanismo que no era el mismo que el suyo y lo hacía llorar de risa. Y mi mamá igual. La risa, la ternura y la actuación los unió y los mantuvo juntos. Perdieron un hijo antes de que yo naciera, lo cual fue tremendo. Se llamaba Andrés, nació con algunos problemas y murió a los diez días. Fue muy duro para los dos. Al año y pico, nací yo. Me criaron hermosamente porque eran dos tiernos que me dieron todo el amor del mundo y los extraño todos los días, todavía”.
Debutó como actriz en televisión en 1978, el mismo año que se casó, en la telenovela Juana rebelde. También participó en Alta comedia, Trampa para un soñador, Clave de sol, Matrimonios y algo más, El árbol azul, La nena, Montaña rusa, La condena de Gabriel Doyle y El garante, entre otros ciclos.
En cine participó de producciones como Este loco, loco amor, Toto Paniagua, el rey de la chatarra, Espérame mucho, Made in Argentina y Los gauchos judíos. Su última película fue en 2008, No mires para abajo. También fue parte de dos producciones de Hollywood que se filmaron en nuestro país: Assassination tango, con Robert Duvall, e Imagining Argentina, con Antonio Banderas.
Lo que más hizo fue teatro y trabajó con los mejores directores. Actuó en Eclipse de Luna, La señorita de Tacna, El pasajero del barco del sol, Tu nombre es Florencia, Despertar de primavera, Drácula, La vuelta al mundo en 80 minutos, Sólo ochenta, La cocina, Jesucristo Superstar, Locos por el biógrafo, La ópera del malandra, El violinista en el tejado, Corte fatal, Calle 42, Las dulces niñas, Hermanos de sangre, Cyrano de Bergerac y Dulce... dulce vida, entre muchas otras. Durante muchos años hizo un unipersonal en el que cantaba toda su historia, Marzenka un canto de post guerra y además grabó un disco con esas canciones.
“Hizo mucho teatro, más que papá. Teatro independiente, dramas, comedias musicales, porque cantaba muy bien. Fue nominada dos veces al premio ACE, por una obra que hizo con Rodolfo Bebán y por su unipersonal, en el que cantaba en seis o siete idiomas. Era un espectáculo precioso y la invitaron para ir a hacerla a Polonia, pero nunca pudo porque sufría de diabetes y su salud era frágil”, dice Juan.
“Era un misterio para mí”
Alguna vez, Hugo Arana contó sobre su esposa: “Ella es una persona que siempre me sorprendió porque tiene un humor distinto al mío, hasta me parecía contradictoria. Y era un misterio para mí, todo lo de ella era distinto: por ser polaca, porque su padre fue héroe de guerra, un tipo extraordinario que debe haber liquidado unos cuantos nazis, pero actuaba en la clandestinidad, se cambiaba el nombre. A ella le decían ‘la princesita’ en la escuela y yo era todo lo contrario. Me costó años pulirla para que aprendiera a putear. Y creo que, de a poco, nos entró una ternura del uno por el otro; las asperezas se pulieron y ya no son importantes”.
Marzenka volvió a su Polonia natal solamente una vez, acompañada de su marido. Sobre ese viaje de sus padres, Juana Arana expresa: “Mamá siempre contaba que cuando escaparon de la postguerra, estuvieron en Niza, en una playa de piedras. Tendría dos años y apenas caminaba, pero la dejaron en el piso y ella salió casi corriendo. Treinta años después, en el único viaje que mamá hizo a Polonia con papá, fueron a esa playa y ella dijo que no le traía ningún recuerdo, que no se conectaba. Papá le sugirió que se descalzara y fueron sus pies los que reconocieron esa playa y empezó a llorar desconsoladamente. Le vino todo el recuerdo de golpe”.
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