Radicada temporalmente en Barcelona, la actriz argentina habla del éxito de El inocente y de los mensajes que recibe de distintas partes del mundo
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Con un pie en España y otro en la Argentina, Martina Gusmán lee con una sorpresa que le llena el corazón los mensajes que recibe por su participación en la serie de Netflix El inocente. “Vienen de la India, de Corea. Y eso que ni siquiera es un personaje protagónico. Esta posibilidad que tienen las plataformas me parece alucinante, es como un regalo, una sensación muy gratificante”.
La actriz de Elefante blanco, Leonera, La quietud, entre otros proyectos que hizo codo a codo junto a su marido Pablo Trapero; la “Emma” de El marginal; la mamá de Mateo y Lucero, de pronto se encuentra inmersa en esa vorágine que significa que un trabajo que hizo se vea en más de 190 países al mismo tiempo. Algo que no debe ser muy fácil de manejar.
–¿Qué sentís con esta inmediatez producto de la combinación del streaming con las redes sociales?
–La verdad es que no lo dimensioné hasta que empezó a pasar. Durante el rodaje me di cuenta de que El inocente tenía una estructura de proyecto muy grande, pero al mismo tiempo el director, Oriol Paulo, mantuvo un espíritu muy íntimo y familiar. Todo lo que pasó después me generó un poco de vértigo.
–Y más presión para lo que vaya a venir...
–No quiero verlo de esa manera porque siento que me generaría inseguridad. Cada trabajo que hago es un proyecto en sí mismo, y le pongo el cuerpo, el alma y el corazón. A la hora del resultado trato de soltar un poco porque por más presión o estrés que le ponga no lo voy a poder modificar.
–Muchos de los que vieron El inocente la relacionaron con otra serie, Sky Rojo, por tratar ambas el tema de los prostíbulos y la trata de personas. ¿Cómo ves la comparación?
–De Sky Rojo vi solamente el primer episodio. Entiendo que hay un mundo muy similar, pero por lo poco que pude ver son registros muy diferentes. El inocente es claramente un thriller, un policial negro, y me parece que Sky Rojo va por otro lado. Son dos cosas que no tienen nada que ver.
–El club donde trabajan las chicas y la relación con el proxeneta tienen bastante similitud.
–Sí, pero en la nuestra todo lo que pasa en el club es solo una parte de la historia. La nuestra no es sobre la trata de mujeres, es un policial. En función de eso puede tocar una temática como la prostitución con cierta profundidad, pero no es una serie social. No está bueno compararlas.
–Si bien no aparece en todos los capítulos, tu personaje es muy fuerte y determinante en muchos aspectos de la historia. Siendo una actriz que siempre aporta ideas, ¿cuánto de vos hubo en la creación de Kimmy Dale?
–El arco narrativo es el mismo, pero Oriol es un director muy generoso y muy abierto, y todo lo que le propuse lo fue tomando. Desde el día 1 le dije: “Yo puedo ser una tromba de propuestas, vos decime hasta dónde sí y hasta dónde no”. Kimmy fue una recontra combinación entre los dos. Yo tomé lo que él tenía en mente y al mismo tiempo me la súper apropié.
–¿Siempre estuvo en el guion que fuera argentina y se llamara Martina?
–No, si bien era latinoamericana, no se sabía de qué país. Cuando se supo que lo iba a hacer yo, él me dijo: “Me encantaría ponerle una impronta argentina”, y lo del nombre fue un guiño. También era un personaje más “duro”. Luché un montón para que mostrara más vulnerabilidad. Kimmy o Martina es una resiliente, por un lado una mujer súper empoderada, que defiende a sus compañeras, pero a la vez tiene un pasado terrible que intenta revertir. Me gustaba esa complejidad. Cada semana en la sala de maquillaje el chiste era preguntar: “¿Qué le pasa hoy a Kimmy?”, porque todo era medio tremendo.
–El personaje tiene una impronta muy sexual, ¿te costó trabajar eso?
–Me resultó muy atractivo colocarme en un lugar que no tenía nada que ver con todo lo que yo había hecho hasta ese momento. Hice desnudos en el cine pero siempre desde un lugar mucho más “naturalista”. En El inocente hubo más una construcción de mujer montada que no tiene nada que ver con mi estética, ni con mi estilo. No me dio pudor, hubo una imagen muy border pero muy cuidada, muy linda. En cuanto a la estética, todos tenemos alguna parte de nuestro cuerpo que nos gusta más y otra menos, pero me siento conforme, tranquila con mi edad. No me pasa tanto por ahí.
–¿Y el pole dance? Porque dicen que no es nada fácil.
–Tal cual. Lo poquito que hice me llevó dos meses aprenderlo, es muy difícil. Otra cosa interesante del personaje es que me exigió un desafío físico y un desafío estético. Actuar te permite darte licencias, experimentar cosas que no harías en la vida real. Todas las que estuvimos ahí tuvimos eso de mirarnos, divertirnos con las uñas, con la ropa.
–Volviendo a los mensajes en las redes, hubo uno de una chica que me llamó la atención: “Lo heteroflexible que me pone Martina Gusmán no se puede explicar”.
–(Se sorprende). Me encanta, es un piropo espectacular. No puedo creer tantos mensajes hermosos, a veces siento como si le estuviera pasando a otra persona. Creo que lo que me salva es una cierta inconciencia, que es también un mecanismo de protección, sino estaría como paralizada. Siempre trato de volver a mí.
De Barcelona a la cárcel
–Ahora estás viviendo en Barcelona, ¿la idea es quedarte allá?
–No, la idea es ir y venir, tener como dos bases de operaciones y moverme de acuerdo a los proyectos. Tengo mi agente en la Argentina y mi agente en España. Terminé El inocente en marzo del año pasado, nos fuimos para allá y volvimos en agosto, porque había varios proyectos y nuestro hijo más grande empezaba a estudiar acá.
–¿Qué porcentaje de la decisión tuvo que ver con los nuevos proyectos y cuánto fue para acompañar al “nene”?
–Si sos papá, ya sabés la respuesta (risas). Para ponerlo más lindo: fue la excusa perfecta. Pero sí, la idea principal fue la de acompañar a mi hijo, pero fue un poco de las dos cosas. Cerraba idealmente a nivel familiar, lo acompañábamos y podíamos también trabajar. En la Argentina tengo familia y me encantan los proyectos que se hacen, así que no me gustaría dejar de trabajar allá.
–Un ejemplo puede ser El marginal, ya que volviste en febrero para hacerlo. ¿Me explicás cómo puede ser que se encuentren Emma y Pastor (Juan Minujín) si la historia transcurre en una nueva cárcel?
–¡Ah! Eso no te lo puedo contar. No sabemos dónde está ella, pero sí que se reencuentran y retoman esa historia que hubo entre los dos. Ya grabamos las temporadas 4 y 5, fue una experiencia alucinante volver a encontrarme con Juan, lo estaba esperando un montón. Hicimos cosas re lindas.
–¿Notaste mucha diferencia en el trabajo a partir de los protocolos sanitarios por la pandemia?
–Obviamente hay un impedimento concreto que tiene que ver con el cumplimiento de los protocolos, pero es cierto que no rodé cuando comenzó la pandemia sino un año después, entonces ya había vivido un año de cuidados que ya eran parte de mi vida. Lo que hizo el rodaje fue hacer un poco más estricto lo que ya venía haciendo en la vida cotidiana: PCR todos los días, el distanciamiento, las burbujas con los grupos en los que podía estar.
–Y no saber cómo saludarte.
–Tal cual. El grupo de Underground es como una familia, así que me apenó un poco perder cuestiones como encuentros, asados, pero es aceptar que significa cuidar a todos y cuidarme a mí. Además, el Covid ya lo había pasado en Barcelona.
–¿Llegaste a estar muy mal?
–No, por suerte no tuve ninguna complicación respiratoria. Lo viví como una gripe muy, muy fuerte y nadie de mi familia se contagió. Me tuve que quedar sola en una habitación quince días, pasándola muy mal, pero por suerte más que eso no me pasó. Así y todo uno puede ser portador, así que me pareció muy bien que nos cuidaran tanto en El marginal. Por un lado es un engorro, y por el otro es la posibilidad de volver a trabajar. Así que muy agradecida de retomar, con todo lo que se tenga que cumplir.
–¿Ya te vacunaste?
–No todavía. No es algo que tengo como una urgencia porque me parece que lo importante es que se vacune la gente más vulnerable y siento que falta un montón para eso. También tengo mis peros con las vacunas, yo me trato con homeopatía así que no tomo ni un ibuprofeno, pero al mismo tiempo, si corresponde, lo voy a hacer. A más largo o más corto tiempo nos vamos a tener que vacunar todos porque supongo que con el tiempo va a ser condicional para ciertas actividades como viajar, o incluso trabajar. Ya tuve una primera experiencia con el Covid y sé cómo reaccionó mi cuerpo, y por más que me puedo volver a contagiar y pasarla mucho peor, eso me relaja un poco la urgencia.
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