La obsesión por el reconocimiento público puede tener síntomas patológicos e ilimitados. Y las redes sociales pueden agravar aún más esta cuestión. Pepper, todo por un like, la flamante serie emitida por Flow, transita, con humor e hilaridad, el universo de los "influencers", en donde la necesidad de mostrar el éxito se convierte en una verdadera pesadilla para un joven que hace de la vidriera pública el sentido de su existencia. "Mi personaje desarrolla una obsesión que está amparada por un mercado porque esa obsesión por ser querido se traduce en dinero y en canjes. Se mezcla algo muy sentimental y, por otro lado, muy material", reconoce Martín Slipak, quien protagoniza la serie y le da vida a ese joven que hace todo, y más, por un "me gusta" de sus seguidores. No se trata de demonizar a las redes, sino de hacer foco en las consecuencias que pueden aparejar. "Es un estilo de vida que no tiene freno, a estas personas las corre la posibilidad de quedar en el camino", reflexiona el actor que se contactó con varios representantes de ese universo de relaciones virtuales para darle vida a su personaje que hipoteca hasta sus vínculos afectivos buscando la repercusión masiva y la aprobación.
Producida por Planta Alta, en coproducción con Flow y TEC TV, Pepper, todo por un like se desarrolla a través de ocho capítulos que desandan el camino de este particular personaje. El material, que fue escrito y dirigido por Jonathan Barg, ganó el concurso de producción de series web sobre redes sociales e influencers realizado por el INCAA y TEC TV. "Aparece la necesidad de reciclar contenido permanentemente, contenido que inventan ellos mismos, día a día", explica el actor a LA NACION sobre las exigencias de la estirpe virtual.
-¿A quiénes está dirigida Pepper?
-La serie no es solo para adolescentes. Es una excusa bien contada que juega con los distintos planos de cámaras y habla del éxito y el fracaso, de lo efímero del éxito y qué significa para cada uno.
-¿Qué significa para vos el éxito y el fracaso? ¿Cómo te llevás con todo eso?
-No disfruto el éxito por el éxito en sí mismo. No gozo el éxito cuando se me da en torno a propuestas donde no me siento representado. Las veces que me fue muy bien con trabajos con los que no me sentía cómodo, hubo más sufrimiento que disfrute. El éxito me interesa cuando me representa lo que hago, me siento orgulloso y nutre o genera preguntas en el otro. También es éxito poder elegir qué hacer y con quién.
Acerca de la productividad
Andrea Bonelli, Andrés Granier, Emiliano Carrazzone, Julieta Goncalves y los youtubers Merakio y Nicolás Dalli Bortolt acompañan a Slipak en esta serie de muy buena factura. "Los influencers me generan una sensación muy contradictoria. Por un lado, son responsables de contenidos super banales que no me convocan, pero debo reconocer que verlos trabajar es llamativo, porque se inventan a ellos mismos y aprenden a producir, presentarse y editar. Conocen todas las aristas del oficio. Tienen una vocación de trabajo muy grande y una relación con el mercado extremadamente hábil. Eso es genial para los actores porque son muy pocos los que tienen la mirada empresarial.
-El marketing del propio trabajo.
-Si yo supiese venderme más, calculo que me iría mejor, pero solo sé poner la energía en las escenas. Sin embargo, hay algo del sistema que nos está pidiendo, cada vez más, aprender a vendernos. Eso es bastante abrumador.
-El estímulo de la creación artística está puesto en otro lugar alejado de determinadas mecánicas comerciales.
-Es que los artistas trabajamos con la crisis, incluso con la crisis personal, muy alejado de todo lo que sea exitista.
-Hoy, el mercado y la industria parecen pedir otra cosa.
-Se nos pide ser más exitistas y eso hace que el contenido sea, cada vez, más superficial. El otro día me llegó un proyecto y, como suelo hacer, pedí que me pasaran la carpeta para conocer de qué se trataba. Me sorprendió ver cómo, al lado del nombre de cada actor, figuraba el número de seguidores que tenían en las redes. Muy ingenuo le pregunté a mi novia por qué le ponían el peso al lado del nombre de cada persona. Yo leía 90 K, 60 K y pensé que era lo que pesaban. ¡No lo pude creer! Las carpetas ahora se arman con el número de seguidores al lado.
-Eso conduce a que el artista deba también regularse por las leyes de las redes.
-Un actor no tiene obligación de tener un Instagram, no puede ser que haya que tener redes para no quedar afuera del mercado laboral. Además las redes están armadas para que la gente se muestre exitosa. Es una lástima volvernos a los artistas como a esos seres que solo exhiben éxitos. Nosotros siempre laburamos con zonas más interesantes.
-Más frágiles.
-Absolutamente. Además ese exitismo vuelve cada vez más superfluo el contenido.
-El recorte de los influyentes mediáticos o el que se da en las redes es absolutamente parcial. En realidad, casi siempre pesa más la balanza de los fracasos que la de los éxitos. Eso también habla de la banalidad de lo que se expone.
-Lo que se hace en las redes es una construcción insostenible. Mi personaje está tan arriba, tan pendiente de esa careta que se arma para los seguidores, tan montado en un éxito ficticio que, finalmente, todo se le derrumba. Siempre se dice que el ser humano se compara con el éxito del otro, pero ahora está pasando algo más grave aún, nos estamos empezando a comparar con nuestro propio muro de Instagram.
-La apoteosis de la dinámica de la sociabilidad virtual.
-Construimos para el afuera algo tan irreal que, cuando lo vemos, nos angustiamos porque nunca llegamos a ese ideal que fabricamos para los demás, es muy terrible.
-¿Esto se exacerba en las figuras públicas? ¿Qué rol cumple en esa posibilidad el público?
-Tenemos que aprender a ser público porque solemos ser muy exigentes con respecto a lo que les pedimos a las figuras públicas. No dejamos pasarles un error y no les perdonamos el fracaso. Es muy loco como funciona, nos encanta tener héroes, pero estamos esperando que se caigan. La prueba es más fracaso que éxito, pero el mundo exitista lo que hace es anular la prueba porque no se tolera ese riesgo. De hecho, si pensamos en el teatro comercial argentino la crisis es tremenda, solamente se hacen obras de afuera que hablan de los mismos temas: crisis matrimoniales o la ambición por el dinero.
-Ante eso, ¿qué sucede con el público?
-Las obras no funcionan y enflaquecen la cultura.
-Eras muy chico cuando fuiste parte del elenco de Una bestia en la luna, una obra que apelaba a cuestiones que no están en la agenda del entretenimiento comercial y, sin embargo, tuvo una gran respuesta de público.
-Hay mucha especulación con eso y pocas ganas de probar cosas. Cuando hay calidad y dedicación, el público lo agradece.
En plan de entender el oficio como un espacio de laboratorio, el actor debutó en la dirección cinematográfica con Celine, un corto de su autoría protagonizado por Marilú Marini y que puede verse por la plataforma CineAR Play. "Que una actriz como ella me dé la oportunidad que la dirija, ya es un éxito. Me daba pudor mostrarlo, pero, por suerte, la gente recibió las distintas capas que yo quería contar.
-La industria de la ficción televisiva atravesaba una crisis profunda antes de la pandemia. Hoy, está absolutamente paralizada, lo cual torna dramática la situación de la mayoría de los actores. ¿Cómo atravesás este tiempo?
-Es muy angustiante, en lo personal estoy poniendo la energía en difundir los materiales que ya hice. En Telefe pasaron Educando a Nina y eso me da algún dinero, es una manera de sobrevivir. Por eso es tan importante que pasen ficciones nacionales en la televisión de aire, para que los actores podamos subsistir. Estamos todos muy angustiados y desesperados. Cuando comenzó la pandemia nos empezamos a preguntar sobre el rol fundamental del artista en la sociedad. Cuán indispensables somos, cómo nos paramos en una situación cómo esta, nos planteamos qué es el teatro a partir de las nuevas posibilidades de plataformas virtuales. Tengo la necesidad de volver a actuar, lo siento en el cuerpo.
-Imagino que eso se traduce a un estado de ansiedad general.
-Estoy más sensible e hipocondríaco. Es el medio de expresión y de vida que elegí y no está sucediendo. Además, en parte, nos sentimos desamparados por nuestro gremio y por los organismos de cultura. Es una situación difícil y no nos sentimos apoyados del todo. Conozco a muchos compañeros que la están pasando feo. La mayoría, además, vive de otra cosa. Conozco gente que tiene un talento increíble y no labura de la profesión.
Perfil bajo
"Fui papá muy joven, a los 22. Tengo una hija de 10 y una novia con la que vivimos desde hace dos años. Mi hija vive mitad del tiempo con su mamá y mitad conmigo. Tengo una familia muy hermosa con la que estamos en contacto todo el tiempo, sobre todo con mis viejos, ambos psicólogos".
-¿Dónde sentís que te atravesó esa mirada de los padres dedicados a indagar la psiquis?
-Me dio una mirada muy humanizada que, incluso, me marca a la hora de construir los vínculos personales y laborales. Cuando quise estudiar actuación, me llevaron a Río Plateado, la escuela de Hugo Midón, el lugar más progresista de los ´90. De ahí pasé a Magazine For Fai. Mis padres me hicieron ver aspectos de la vida que me nutrieron mucho.
-¿Hubo algún dolor en esa infancia y adolescencia que te haya marcado especialmente?
-Uh, que pregunta...
Martín Slipak no es un actor proclive a mostrar su vida privada. El foco está puesto en otro lado, bien lejano a aquello que muestra Pepper, esa criatura ficcional que tan poco tiene que ver con él. El silencio y la pausa extendida ya permiten imaginar una respuesta en torno a algún padecimiento prematuro: "El divorcio de mis viejos fue duro y, cuando era adolescente, murió un tío de manera repentina. Todo eso me marcó. Nunca hablé sobre estos temas. Mis viejos se divorciaron cuando yo estaba en la edad de consolidarme como persona, entraba en la adolescencia, tenía 12 años. Eso se mezcló con el trabajo, con la inseguridad y con mis deseos. Fue una época especial donde se me reconfiguraron los vínculos. Y, la muerte de mi tío cuando yo tenía 16, fue un golpe. Falleció de un infarto en pleno veraneo. Fue muy duro ver a mis abuelos en esa situación y acompañar a mi viejo en ese duelo. Además, soy un pibe muy hipocondríaco y con mucho miedo a eso desde siempre".
El divorcio de mis viejos fue duro y, cuando era adolescente, murió un tío de manera repentina. Todo eso me marcó
-¿"Eso" sería la muerte?
-Le tengo mucho miedo a la muerte. Es algo que trato mucho en mi terapia, es loco. Además uno va creciendo y hay gente querida que va partiendo, con lo cual la muerte se transforma en algo más concreto.
-¿Eso fomenta la fobia?
-Quizás no, al ser concreto se vuelve más real y lo real deja de ser tan terrorífico. La muerte y la soledad son temas que aparecen en mi escritura. Pepper también habla del pánico a la soledad.
-Toda una paradoja tratándose de personajes que buscan ser alimentados por la mirada del otro.
-Este tipo de influencer viven en un falso sentimiento de acompañamiento, que es solo un número, efímero.
Martín Slipak desarrolló una carrera teatral precoz que se continúa hasta hoy. En los últimos años, las piezas Yepeto y El principio de Arquímedes lo contaron entre sus protagonistas. En ambos materiales, de una u otra forma, el lenguaje corporal cobra especial relevancia en función de lo que se cuenta: "Soy muy pudoroso con el cuerpo, porque soy pudoroso con exponerme en general. La exposición aparece cuando me siento amparado en la construcción de algo artístico, a través de una historia. En estas obras ni siquiera tengo que pensar en justificación, sino que la desnudez era parte de las historias y por eso me sentía amparado".
-¿Considerás que hay una exigencia al respecto de parte del medio?
-Generalmente se les pide a las figuras públicas que se vean hermosas, que respondan a los cuerpos hegemónicos, pero hay una búsqueda del teatro o el cine independiente que rompe esos parámetros. Hay que normalizar ciertas cuestiones físicas, lo extraño es tapar. En Instagram, las mujeres tienen que tapar sus pezones y los hombres, en cambio, pueden mostrarse con el torso descubierto. Hay que hacer esa revolución en lo corporal.
-Resabios de un modelo machista.
-Es exactamente eso. Es la cultura patriarcal la que impone que la mujer es la que tiene que estar perfecta y es la que prueba los anticonceptivos.
-Hablabas del teatro y el cine indie. ¿Qué sucede en la televisión con estas cuestiones?
-Está un paso atrás, fomenta los cuerpos hegemónicos. Las otras expresiones artísticas ya dieron ese paso, en la danza se ven los cuerpos desnudos sudando, reales, como somos. Me gusta esa normalidad y no el reflejo especulativo de la tele.
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