La actual panelista de LAM habló con LA NACION sobre su carrera, su decisión en 2010 de alejarse de todo y dedicarse a sus locales de zapatos y por qué ahora decidió volver a la TV; además recordó a sus grandes amores y a dos parejas que sintió que fueron como “dormir con el enemigo”
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No es una novedad que Marixa Balli es una usina de anécdotas. “Soy polirubro”, bromea ella, entre risas. Y tiene razón porque de cada una de sus vivencias guarda recuerdos: fue cantante de música tropical, bailarina, vedette, actriz, emprendedora, creó su propia marca de zapatos y de indumentaria, tuvo novios famosos, vivió amores intensos, tuvo un accidente que le costó la vida a una de sus parejas, se alejó de los medios durante 12 años y volvió hace apenas unos meses para sumarse a LAM (América). En una entrevista con LA NACION, Balli habló de todo esto y también contó que después de la muerte de su hermano volvió a vivir con su mamá. Además aseguró que sueña con un futuro en Europa. Y aunque volvió a la televisión después de mucho tiempo, no descuida su principal actividad, su marca Xurama: “Es mi prioridad, yo diseño y estoy muy enfocada en eso. Con el calzado empecé en 2012 y con la indumentaria mucho antes, en 2005. Tengo locales en La salada, en Flores, varios empleados y amo ser zapatera”.
-¿Te habías despedido para siempre o pensabas volver al medio?
-La verdad volver no estaba en mi cabeza. En 2010 di un paso al costado porque me agoté. Le tenés que dedicar mucho tiempo a la profesión para discutir, pelearte, defenderte y me cansé. Ya tenía negocios en Saladillo y en Mar del Plata y me encantaba, entonces ya no quería perder el tiempo en discusiones y me iba muy bien a pesar de que en las notas yo contaba sobre mi nueva actividad y nadie me daba bolilla. Me prestaron atención cuando se enteraron que estaba en La salada y habrán dicho: “Pobrecita, tocó fondo y mirá dónde terminó”. Yo estaba fortaleciendo Xurama porque hay que estar en un lugar así y fue fantástico. Cuando lo descubrí me enamoré de La salada; todos los argentinos deberían conocerla y ver cómo se trabaja. Muchos dicen que no hay trabajo y ese lugar te demuestra todo lo que se puede hacer si tenés fuerza y voluntad. Ahí hay muchas oportunidades, si tenés ganas. Muchos quieren todo de arriba y ponen excusas, y nadie quiere trabajar.
-¿Cómo se dio el regreso a LAM?
-Ángel tenía muchas ganas de que estuviera en su programa. La propuesta llegó el año pasado cuando abrí un local en Flores. Ya tenía otros, entre ellos uno grande y hermoso que yo misma había diseñado y que se inundó durante la pandemia porque se rompió un caño del edificio de al lado. Fue terrible, perdí más de 400 pares de zapatos y el local quedó destruido. Había que poner demasiada plata para sacarlo adelante y decidí cerrarlo. No me deprimí porque no llego a tocar fondo.
-¿Y qué hiciste?
-Fortalecí mi mente porque cuando hago las cosas con el corazón me va mal (risas), así que utilizo el cerebro y ahí ya nadie me detiene, soy mi propia psicóloga. Me costó tomar la decisión de cerrar e irme de Flores. Monté un showroom en Palermo, donde tengo el depósito y en quince días, estaba armada hasta los dientes, y seguí trabajando como hice toda mi vida. Sin embargo, tenía bronca con lo que había pasado y a eso se sumó que mis empleados se autodespidieron y algunos me hicieron juicios que todavía tengo porque mucha gente no tiene ganas de laburar ni de crecer sino que esperan que les regalen todo. Si esperás que el gobierno te dé algo, vas a recibir lo básico para que los votes, pero no vas a tener anhelos de crecimiento. Yo no soporto que me den limosna. Los jubilados sí necesitan ayuda porque han trabajado toda su vida y no deberían pasar necesidades. Es muy triste. Mis padres me educaron y me dijeron que lo que fortalece en la vida es el trabajo y el estudio, que sea independiente, que nunca dependa de un hombre.
-Buen consejo...
-Sí. Yo ya estaba haciendo fotos en gráfica y no hacía desfiles porque soy pocket (risas) cuando mi papá se dio cuenta que estaba dejando la danza de lado porque no me daba dinero. Ahí me dijo: “Mirá que todo dura poco, que la belleza se termina, la piel se arruga, el cuerpo se afloja. Trabajá, crecé y enfocate en lo que te gusta”. Y le hice caso, dejé el Colón porque estaba haciendo otras cosas que me dejaban dinero y cuando sos adolescente querés tu independencia.
-Contabas sobre tu regreso a LAM, ¿costó convencerte?
-Muchísimo (risas). Todo empezó cuando volví a Flores, después de haber cerrado, había una esquina en Nazca y Bogotá en la que había un banco y yo pensaba que esa era la ubicación ideal. Un día descubrí una inmobiliaria que no conocía, llamé y me dijo que tenían un local para mí y... ¡era esa esquina! Lo señé inmediatamente, a pesar de que todavía tenía que esperar seis meses. Los de LAM empezaron a buscarme para hacer una nota, insistieron durante casi siete meses hasta que acepté un móvil en vivo, antes del día de la madre, en octubre pasado. Me entraron por el laburo...
-Y lo lograron...
-Sí, me sentí muy bien, cómoda, me divertí, me relajé. Un día probé ser “angelita” y pensé que no tenía nada que perder. Luego, me re enganché.
-¿Cómo te llevás con tus compañeras?
-¡Bien!
-Estefi Berardi dijo que entraste a trabajar hace poco y ya te vas de vacaciones...
-Es que el contrato es así, tres semanas de trabajo y una de vacaciones. De todas maneras, todavía no me tomé ninguna porque me cebo y no descanso. Me autoestafo (risas). Arreglé así porque necesito descansar, despejar la cabeza.
-¿Tenés una compañera preferida?
-Con todas me llevo bien. Yanina Latorre me divierte mucho porque la conozco desde los 15 años y jamás pensé que íbamos a terminar trabajando juntas. Éramos vecinas en Mar del Plata, íbamos a bailar juntas con su hermana y éramos las cancheritas del boliche. Pero las quiero a todas, a Andrea (Taboada) la adoro porque es una muy buena profesional, a Marcela (Feudale) la conozco desde hace mucho porque hacía la locución de La casona, que además era auspiciante del programa de Marcelo Tinelli en ese entonces. Me reencontré con Nazarena (Vélez) porque estábamos distanciadas por malentendidos; las dos tenemos carácter y nos dijimos cosas duras. Ahora compartimos camarín y nos divertimos mucho, ambas pasamos por muchas cosas y crecimos mucho también.
Las mil vidas de Marixa
-Fuiste bailarina clásica, cantante de música tropical, conductora, vedette, actriz, trabajaste con todos los capocómicos de los 80 y 90, ¿de todo tenés un buen recuerdo?
-Es verdad, tremendo todo lo que hice. Sí, tengo buen recuerdo de todos excepto de Jorge Porcel, era bravísimo y yo empecé a trabajar con él cuando era muy chica. Fui a montar una coreografía a Las gatitas y los ratones de Porcel y cuando me vio se enloqueció y me dijo: “Nena, vos tenés que estar acá”. Le dije que tenía que pedirle autorización a mis padres y a él eso no le entraba en la cabeza. Fue todo un tema porque mi papá no entendía cómo del Colon iba a trabajar en Las gatitas y los ratones de Porcel y yo tampoco nunca me imaginé que iba a ser vedette. Tenía mucha lola y mucha cola y era rara hasta para bailarina del Colón. Me fajaban las lolas para bailar, pero la cola no había manera y me corregían siempre. Cometí el error de lipoaspirarme la cola, a los 22 años más o menos y me operaron las lolas porque se me habían aflojado de tanto fajarme. Me decían “cameruncita” (de Camerún) y sentía que se reían de mi cola alta. ¡Ahora me quiero matar! (risas). Una bailarina tiene que ser chata y no un sex symbol. Para ese entonces ya había trabajado con todos y me acuerdo que en un desfile en Mar del Plata que organizó Juanito Belmonte fui el “bombón de chocolate”. En ese momento era muy amiga de Guido Süller porque sus padres y los míos eran amigos y fuimos al Torreón a tomar sol, me puse una trikini y en un momento me levanté y fui corriendo al mar. Guido me gritaba: “No hagas eso”. Claro, la gente se asombraba porque no existían las prótesis y yo era exuberante. En esa época él tenía más pudor que yo...
-Muy a tu pesar, entonces fuiste un sex symbol, ¿cómo lo viviste?
-Era difícil porque había mucho machismo y no existían las redes sociales, así que la gente te veía en vivo y en directo y se volvía loca. A veces la pasaba mal sobre todo después del video de “La diosa” en Ritmo de la noche. No tomé dimensión de lo que fue y me acuerdo que estaba en familia y cuando terminó el programa no quería bajar porque fue fuerte. Mi papá no quería ni hablarme. Ahí la gente empezó a reconocerme y me shockeó. Mi novio estaba re ofendido y recuerdo que al día siguiente me tomé un colectivo para encontrarme con él en Playa Grande y el chofer me pidió que me bajara y me dijo: “¿Sos la del video? Bajate por tu integridad, que acá todos te van a violar”. Todo el mundo lo había visto. Fue una época linda, pero me tuve que cuidar mucho.
-¿Cómo era la relación con los hombres y con tus parejas?
-Era complicado. Cuando hice ese video, por ejemplo, mi novio se súper ofendió, me dijo que era innecesario. Después de ese verano, nos separamos. Era el dueño de La casona de Lanús. Fue fuerte y no le gustó porque era muy celoso. Siempre traté de mantener mi vida privada para poder sobrellevar la relación y que ellos no se sintieran observados.
-¿Hoy estás en pareja?
-No, no.
-De las parejas que has tenido, ¿quién te dejó el mejor recuerdo?
-Todos tuvieron cosas importantísimas y me enseñaron mucho. Por eso los quiero a todos excepto a dos, que odio y no digo quienes son porque son indeseables. Cuando estuve con ellos, dormí con el enemigo, me equivoqué feo. Pero con el resto tengo buena relación hasta hoy y voy a sus cumpleaños, sus parejas me quieren.
Sus llantos
-Hace poco contaste que te hicieron mala praxis luego del accidente que sufriste en 2000, en el que además falleció tu novio, ¿hoy está solucionado?
-No todavía. No hablo de eso porque ya me hizo mucho daño. Estoy acostumbrada a verme bien y cuando veo cosas que no fueron causadas por el paso del tiempo sino por un accidente, es difícil. Estoy enojada conmigo misma por haber elegido al cirujano que yo pretendía solucionara eso y me equivoqué, porque no hubo responsabilidad ni profesionalismo.
-¿Pudiste sanar la tragedia de tu hermano que murió en un accidente en 2018 y tardaron cuatro años y medio en darte el cuerpo?
-Ya estoy resignada. Sigue el juicio y ahora voy solo a sacarle dinero a quien lo mató para que le duela algo porque está libre. Nadie me va a devolver a mi hermano, pero yo necesito que a ese tipo le duela por algún lado y creo que eso es lo único que le puede llegar a molestar. Aunque lo que más quiero es terminar con el tema y no verle la cara nunca más porque es muy desagradable. Luché porque el juez se olvidó de entregar el cuerpo y se sorprendió de eso en una audiencia que tuvimos con el asesino. Los jueces no se quieren hacer cargo cuando actúan mal y cuando pidió el cuerpo, empezó la pandemia. Siento que boludearon mucho. Me hizo mucho daño eso.
-Y además tuviste que sostener a tu mamá...
-Sí, claro. Me tuve que ir a vivir con mi mamá. Entonces tengo mi casa, pero voy de visita una vez por semana. Cuando sucedió eso, le sugerí que se mudara conmigo, a mi casa, pero ella quiere sus cosas y entonces yo me fui con ella. No es la casa de mi infancia porque nos mudamos veinte veces desde que era pequeña, pero volví a la última casa en la que había vivido con mi familia. Y es loquísimo porque tengo dos vidas diferentes, la real con mi casa y mis cosas, y la vida con ella que me trata de nena.
-¿Y quién te sostuvo a vos?
-Nadie. Este año voy a hacer terapia de trauma, que es una nueva técnica y mi médico me la sugirió. Creo que lo que me mantiene bien es estar siempre ocupada, muy activa. No tengo tiempo de pensar en tonterías y deprimirme.
-Siempre te proponés lo que querés, ¿y ahora qué viene?
-En algún momento tengo ganas de empezar una vida en Europa. Tengo pasaporte italiano y quiero calidad de vida. En algún momento voy a vender todo lo que tengo para irme, tirarme en una playa y vivir. No sé cuánto falta porque ahora está mi mamá y me voy a quedar con ella. Pero cuando no esté necesito escaparme un poco de todo esto y hacer otra vida en Italia o España disfrutando sin laburar porque trabajé toda mi vida.
-¿Qué vas a extrañar?
-No soy de extrañar. No soy apegada a nada porque no me hace bien.
-¿A qué te apegaste y aprendiste que no te hace bien?
-A los amores, por ejemplo.
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