La alegría está presente en cada uno de sus relatos. Incluso cuando habla de la muerte de su marido, el psiquiatra Julio Laurindo (en diciembre de 2015 a raíz de un cáncer de pulmón), Marita Ballesteros (68) prefiere hacer foco en la historia de amor junto al hombre con quien compartió trece años. "No me gusta victimizarme porque me parece que a la gente le pasan cosas gravísimas y hay destinos increíblemente más tristes que el mío. Yo estoy bien, salí adelante, tengo una vida maravillosa y eso también hay que destacarlo", afirma. Después de vivir veinte años en Recoleta, la actriz regaló todos sus muebles, vendió su departamento y compró un dos ambientes cerca de Palermo. El volver a empezar se plasmó en una mudanza y en regresar a la televisión. Primero se lució en la telenovela Amar después de amar, con Mariano Martínez e Isabel Macedo, y después aceptó con muchísimo gusto interpretar a la madre de Carla Peterson en 100 días para enamorarse. "Todos los personajes de esta historia retratan personas reales con dramas muy parecidos a cualquier ser humano y eso es fabuloso. Y además tenemos pasos de comedia que son geniales. Me encanta que la gente se ría, hace bien. Soy una persona naturalmente alegre y el humor es algo que tengo muy arraigado. Siento que es una mirada inteligente de la vida y descomprime cualquier situación, incluso las más dolorosas", explica mientras acomoda uno de los pocos portarretratos que hay en su hogar.
–Casi no tenés fotos.
–No, ni siquiera tengo de mi marido,que lo amaba tanto.
–¿Por qué?
–Es que yo no conservo ni fotos mías,tampoco me gusta posar, ni que me fotografíen, es una cuestión de personalidad. No me interesa guardar recuerdos. Creo que lo que pasó queda en el corazón. Por supuesto que en el momento que me saco fotos con mis sobrinos nietos, las veo y me divierten, pero no las guardo. Tampoco miro fotos de antes. Esa jovencita que era ya no soy más, ya pasó. Hoy soy otra mujer. Por eso te digo que me gusta mirar el presente, conectarme con lo que me va tocando vivir. El resto, todas las cosas que transité, las guardo en mi alma. Y eso no es desamor, al contrario, es amar mejor.
–¿Te costó tomar la decisión de mudarte?
–No. Y eso que estuve veinte años en una misma casa. Me mudé por una situación dolorosa, pero no extrañé para nada ese espacio donde vivía. Lo que extraño es a mi marido, pero no la casa. El amor de Julio me amplió, me hizo mejor persona y yo me quedo con eso. Para mí una casa es algo anecdótico; de hecho, si quisiera, podría dejar este departamento mañana mismo.
–También cambiaste todos los muebles.
–Sí, regalé todo, empecé de cero. En ese momento estaba muy triste, pero necesitaba un cambio. La verdad es que me hizo un bien enorme mudarme a otro lugar más alegre…
–¿Qué sentís que dejó el paso de tu marido en tu vida?
–Conocí a un hombre con una bondad y una generosidad infinitas. Julio me iluminó el alma porque haberme enamorado a esa edad (a los 52 años) fue una maravilla en mi vida. Pero así como viví ese encuentro como una bendición muy grande, también fue un dolor enorme y sigue siéndolo, pero más atenuado. Yo le agradezco todo. Él era sumamente compasivo; si se equivocaba, te pedía perdón. Y esa era una de las cosas que más me gustaban de él, que fuera así de humano.
–¿Te imaginás enamorada otra vez?
–No. Hoy no estoy abierta a esa posibilidad. Ya estoy grande y en otra sintonía. Además, nunca creí –ni aun estando muy enamorada en esta relación tan buena– que alguien iba a venir a salvar mis baches. Rainer Rilke, un autor que me encanta, dice que una pareja son dos soledades que se reverencian. Nadie viene a completarte ni a hacerte compañía porque, en definitiva, siempre estamos solos.
–¿Cómo es tu presente?
–Todavía estoy transitando un duelo, pero le puse tanta actitud y encontré tanta gente que me dio amor y que me ayudó tanto que me siento muy bien. Creo que a todos nos toca vivir lo que tenemos que aprender y estamos como en una escuelita de aprendizaje. Desde hace cuarenta años practico el sistema de Fedora Aberastury –una disciplina que propicia un estado de conexión profunda con uno mismo a través de ejercicios energéticos–. A mí me da contención, energía, alegría y por eso, cuando no trabajo también estoy contenta. Es un espacio donde me encuentro con lo creativo de una manera impresionante.
–¿Te hubiese gustado ser madre?
–No, nunca quise ser madre. Por eso me considero una moderna de mi época. [Se ríe]. Nunca me faltó ni me falta nada por el hecho de no haber tenido hijos. Imaginate yo soltera y sin hijos hasta los 50 y pico. Por suerte hay una edad en la que les da vergüenza seguir preguntándote: "Y, ¿para cuándo?". Por suerte, tengo la alegría y la calma de haber sido siempre la mujer que quise ser.
Producción: Consuelo Sánchez. Maquillaje y peinado: Naty Blatt para Vero Luna Makeup & Hair Studio. Agradecimientos: Clara Ibarguren
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