Fantástica vedette de los años de gloria del género, recuerda junto a LA NACION sus inicios, habla de Tita Merello, de Gerardo Sofovich y de sus famosas parejas: Luis Aguilé y Juan Carlos Mareco
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Actriz, cantante, música y extraordinaria vedette en los ‘60 y ‘70, Mariquita Gallegos festeja los 33 años de La gran vidriera, programa que se inició con el cable en nuestro país y que actualmente puede verse en Canal Metro los sábados 8.30, en Argentinísima Satelital los sábados a las 20 y domingos a las 22 y en su propio canal de YouTube.
En diálogo con LA NACION, Mariquita rememora sus inicios, cuenta que está escribiendo un libro sobre su historia y revela que hace ocho años el budismo le cambió la vida.
-33 años son muchos para un programa, ¿hay alguna fórmula que lo mantiene vigente?
-Al principio fue novedoso, no sabía cuánto iba a durar. Seguimos porque la gente le dijo sí al programa, y me hace re feliz hacerlo porque todas las semanas grabamos en exteriores. Soy notera, me gusta salir a la calle, es más divertido y creo que para el público también. Lo hice durante un tiempito en un estudio pero me aburría, así que empezamos a salir con una camionetita, porque antes los equipos eran mucho más grandes de lo que son hoy. Nunca me quedo quieta. Sigo con mi unipersonal Mariquita como yo no hay dos, porque me da muchas alegrías desde hace casi dos décadas. Lo renuevo cada temporada y ahora estamos armando el que estrenaremos la próxima primavera. Y estoy trabajando en algo que me ayudó mucho durante la cuarentena, cuando no podíamos hacer teatro, aunque nunca paramos el programa de televisión y convertí mi casa en un estudio. Pero me quedaba tiempo libre entonces empecé a escribir un libro sobre mi vida que no es una autobiografía, pero sí relata los momentos más importantes de mi vida y se va a llamar Momentos. Como buena escorpiana me gustan las cosas perfectas así que todavía lo estoy escribiendo. Y va a ser un éxito.
-¿Y cuáles son algunos de esos momentos?
-Le debo todo lo que soy a mi mamá, que era médica y también música y tocaba el violín. En casa había un piano, y a los 5 años empecé a estudiar piano, música y después danza clásica, interpretación, composición, orquestación. Hice todas las materias. Me encaminó de tal manera que empecé a trabajar a los 14 años en la calle Corrientes, en el Teatro Astral, en una comedia que se llamaba Aprobado en castidad y que protagonizaba y dirigía Chicho Ibáñez Serrador. Mamá vio en el diario que Chicho iba a hacer un casting para elegir el personaje de una mucamita y dijo: ‘esto es para la nena’. Cuando Chicho vio todo lo que había estudiado, me eligió y al final la mucamita era la que se quedaba con él. Como era menor, mi mamá me iba a buscar al teatro y veía todas las funciones. Un día que salí de la boca del subte, justo frente al Astral, miré la marquesina y me temblaron las piernas porque no podía creer que esa fuera yo. Ahí tomé conciencia de lo que estaba haciendo. Empecé mi carrera de la mano de Guillermo Bredeston, Inés Moreno, Amalia Bernabé, que ya eran figuras. Por ese entonces me llamaron de la discográfica RCA Víctor para grabar un disco, con las canciones Mina, pero en castellano. Y ese fue mi primer disco que se llamaba Los sueños de Mariquita. Me fui de gira y llegamos hasta México. A la vuelta, me contrataron de Canal 11 para hacer un programa que se llamó Los sueños de Mariquita.
-Tu mamá te acompañaba, ¿qué decía tui papá?
-Era militar y ya estaba separado de mi madre. Falleció cuando yo era muy jovencita pero vio mis primeros pasos en este medio.
-¿Y qué recuerdos tenés de tu paso por el teatro de revistas?
-Yo no busqué nada, simplemente me ofrecían. Quedé embarazada de Damián, hijo de Juan Carlos Mareco, en Barcelona. Nos casamos y nos fuimos a España, matamos dos pájaros de un tiro porque hicimos luna de miel y nos quedamos a trabajar. Estuvimos cuatro años y quedé embarazada cuando estábamos terminando la última temporada. Quería volver para tener a mi hijo en Argentina y cuando se enteró González, el director del Maipo, fue a buscarme al Otamendi, donde parí. Estuve en un escenario hasta los casi 8 meses de embarazo, y a los 40 días de parir debuté en el Maipo con José Marrone.
-De todo lo que hiciste, ¿qué trabajo disfrutaste más?
-He hecho revistas, comedias, giras por el mundo. Recuerdo que fui a Israel e hice una función en Tel Aviv, otra en Jerusalén y otra en Beerseba, contratada por la Casa Argentina en Israel. Estuve casi un mes y recorrí todo, dormí en un kibutz en la frontera con el Líbano escuchando los bombardeos. Gracias a mi trabajo conocí el mundo, estuve con Mariano Mores y Hugo del Carril en el Teatro Alvear en un espectáculo que se llamó Buenas noches Buenos Aires, donde hacia un dúo de pianos con el maestro Mariano Mores, tocando El firulete a dos manos. Y eso tampoco lo pedí, pero cuando el maestro Mores se enteró que era pianista, me invito a tocar El firulete con él. Y el éxito de esa temporada nos valió para que la embajada argentina nos llevara a hacer funciones en Miami. Las oportunidades venían solas.
-Tuviste dos grandes amores en tu vida, Luis Aguilé y Juan Carlos Mareco, ¿hubo más?
-Luis Aguilé fue mi primer novio. Lo conocí cuando era muy jovencita, grabando para la Víctor. Y Luis grababa para la Odeón, la competencia. Nos conocimos en la presentación de un disco, me invitó a salir, yo estaba haciendo temporada con Chicho todavía. Estuvimos dos años, porque el después se fue a España. Y Mareco fue mi marido y el padre de mi hijo. Me lo presentó Blackie en un estudio de Canal 9. Me acuerdo que Mareco estaba en el 13 y lo contrataron del 9, era el gran pase del año. Y me llamaron para que fuera invitada a ese nuevo show. Empezamos a trabajar juntos y al poco tiempo me invitó a salir, y terminamos casándonos y teniendo a Damián. Tuve otras parejas después y hoy estoy sola, pero tengo mucha gente amiga.
-¿Y guardás recuerdos de algún otro momento especial de tu vida?
-He trabajado con directores de cine reconocidos, con figuras reconocidas, hice películas hermosas. Pertenecí al elenco del Astros cuando Ricardo García lo compró con la idea de que fuera el teatro de revistas más grande de la Argentina. Y Gerardo y Hugo Sofovich hicieron la primera revista, en la que yo estuve. La figura de esa revista fue Tita Merello. ¿Sabés lo que significa haber llegado a trabajar con Tita? Me adoraba, teníamos el camarín enfrente y pasábamos mucho tiempo juntas. En esa época yo estaba filmando y me venía de Lumington volando, y Tita me esperaba con un tecito de hierbas y me decía, ‘nena, seguro no has comido nada en todo el día, por lo menos tomate este tecito antes de hacer la primera función’. Era como su hija. Haber vivido estas cosas tan lindas y profundas en mi profesión es hermoso. La gente con la que trabajé fue mi familia y Tita era la cabeza de ese espectáculo. Me acuerdo que conversábamos mucho en su camarín, ella estaba con su perrito Corbata. Tita me adoraba y yo a ella.
-¿Te quedaste con ganas de trabajar con alguien?
-Sí, con gente que admiré toda mi vida, como por ejemplo con Enrique Pinti y con Antonio Gasalla. Me hubiera gustado trabajar con ellos. Siempre tuve mucho trabajo pero por otro lado, me autogestiono. Si quiero hacer algo, pongo manos a la obra y lo armo. Lo que quiero, lo hago, no espero nada de otro, todo depende de mí. Y eso lo aprendí del budismo.
-¿Cómo conociste el budismo y por qué lo abrazaste?
-Llegó a mi hace 8 años, de la mano del director de teatro de mi unipersonal. Me hizo mucho bien, me dio fuerza, energía. El budismo te enseña que todo lo que te propones, lo proyectas y lo conseguís. Cuando abrazas el budismo enseguida ves lo positivo que te agrega a tu comportamiento, a tu forma de ser, tus proyectos, tu entorno. Una de las cosas pendientes de mi vida, y espero lograrla en poco tiempo, es hacer un viaje a Japón. Practico el budismo de Soka Gakkai, el budismo japonés. Todas las semanas hacemos una reunión, generalmente los sábados, de los grupos barriales: yo soy del han de Almagro. Quiero que la gente sepa que todos pasamos malos momentos en la vida, pero tenemos la posibilidad de modificarlos, hay que tener fe en uno mismo.
-¿También modificaste tu alimentación?
-No, pero nunca me gustó comer carne roja. Me acuerdo que cuando era chiquita, todos los domingos mi tío hacia el asado en la casa de mi abuela en Ituzaingó, y yo veía todo lo que había en la parrilla y se me revolvía el estómago. Comía pollo, ensaladas. Mi espíritu rechaza la carne roja. Y como mucho pescado.
-¿Eras católica?
-Sí, me crie en el catolicismo, me bautizaron, tomé la comunión. Siempre fui una mujer de mucha fe. Me gustaba ir a una iglesia que es hermosa, me sentaba a la tardecita y oraba, meditaba.
-¿Volviste a esa iglesia?
-No, no fui más porque no me hace falta. Esa relación espiritual ya la tengo con mis compañeros.
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