Allí está Marikena Monti, sola en la sala en penumbras del Maipo Kabaret. Buceando dentro suyo en busca de esas respuestas que no siempre llegan. Apelando a sus interrogantes infinitos para poder entenderse un poco más. Y si afuera, la esquina de Esmeralda y Corrientes da cuenta de la vorágine urbana, aquí dentro el silencio es sepulcral. Ni siquiera Cáceres, el espectro inquieto de un viejo empleado de la casa que habita el lugar, se atreve a resquebrajar ese sigilo. "Que venga Cáceres a traernos buena suerte", se ilusiona esta señora de modos parisinos y coquetería irrescindible.
"Me voy a subir el color de los labios, sale muy pálido", propone al fotógrafo ni bien observa las primeras tomas con la misma rigurosidad con la que indaga en su voz y en la razón de su propio ser. No es mujer de conformismos ni de seguridades. Cuestionar y cuestionarse es lo suyo. Y, a pesar de los cincuenta años de carrera que celebrará desde hoy y durante todos los viernes de noviembre, con su nuevo espectáculo, Hoy como ayer… Marikena Monti, aún sigue buceando en la razón de su arte y buscando en los insondables caminos de la perfección. Un abordaje heurístico a través de las letras de los grandes poetas y los acordes de esas partituras de hondura que duele.
–Nuevo espectáculo y cincuenta años de vida artística, más un formidable título que resume la esencia de la propuesta: Hoy como ayer.
–En realidad, la frase le pertenece a María Elena Walsh.
Marikena canta. Porque esa es su mejor versión para decir. Y decirse. Y lo hará una y otra vez a lo largo de la charla. Puro deleite para el interlocutor: "Hoy como ayer, necesitamos olvido y el placer de ver a los artistas, esos ilusionistas, que hacen al mundo desaparecer".
–El inolvidable varieté de María Elena...
–Así se llamó un espectáculo importante de mi amiga de la vida que es Susana Rinaldi y ahora vuelve a aparecer Hoy como ayer... Marikena Monti. De alguna manera es un homenaje a la Rinaldi, a quien quiero mucho, y también lo es para la gran María Elena Walsh.
Quien fuera una de las grandes protagonistas del café concert subirá al escenario para recrear esa impronta, acompañada por el pianista Leandro Chiappe, y para recorrer aquellos títulos que se convierten en un formidable viaje por el universo de Jorge de la Vega, Jorge Schussheim, Eladia Blázquez, María Elena Walsh, Alberto Cortez, Alfonsina Storni, Jacques Brel, Chico Buarque, Aníbal Troilo y Homero Manzi. Hoy como ayer, producido por Alejandro Veroutis y dirigido por Fabi Maneiro, recuperará la esencia de ese género íntimo donde escena y público se fusionan en un ritual de cercanías.
–La profundidad de las letras comulga con tu interpretación En ese sentido, la voz es una radiografía que delata.
-Creo que sí. Es una gran transmisora de las cosas que a uno le pasan adentro. Por eso cuando uno miente o dice pavadas, la cara va acorde a eso.
–En el caso de un artista, el espectador percibe la autenticidad de su arte. Y la agradece.
–Más allá de que a la gente le guste o no lo que uno hace, es fundamental ser uno mismo y no mentir. La mentira se descubre. Además, me parece absolutamente aburrido mentir. La vida es tan singular que la mentira es un aditamento barato. Es tan fácil mentir, en cambio decir la verdad sobre lo que uno siente es muy comprometido.
Marikena celebrá cinco décadas atravesadas por la vanguardia en el Di Tella, los poetas franceses, el café concert, el desgarro del tango, el dolor de Alfonsina Storni, el humor corrosivo de Jacques Brel. En todo ese devenir, jamás se sumó a una moda, a lo políticamente correcto. Si por la verdad se paga un precio, por la autenticidad en el arte se gana un público fiel. "Cuando aún no era profesional grabé un disquito de los de 45 rpm, con dos canciones. Una de ellas era muy comercial. Fue terrible el sufrimiento que me provocó porque no la sentía. No podía decir las palabras de la letra. Lloré tanto cuando terminé de grabar que le dije a una amiga: 'Jamás voy poder cantar sin convicción'. No puedo cantar algo que no me gusta, es más fuerte que yo".
–¿Recordás aquella canción?
–No. Y si me acordara tampoco lo diría porque los temas tienen autores.
–No se trata de ofender.
–Jamás. Sobre todo porque esa misma canción, para otra cantante, puede resultar maravillosa.
Interrogantes del tiempo
–¿Qué es el hoy? ¿Qué es el ayer?
–En la vida el hoy es un signo de pregunta, sobre todo cuando se tienen muchos años, como tengo yo. Soy curiosa por naturaleza y, en esta etapa, tengo más preguntas que respuestas.
–¿Sobre qué cuestiones te interrogás?
–Me pregunto mucho más sobre la muerte. También sobre la vida.
Los argentinos deberíamos preguntarnos más y saber decir no sé, aunque quede mal
–¿Obtuviste respuestas?
–Hay muchos por qué que no tienen respuestas ni las tendrán jamás. Pero, con el paso del tiempo, uno se va dando cuenta por qué ocurrieron determinadas cosas.
–¿Es saludable interrogarse?
–Me gustaría que, en la Argentina, la gente se hiciera más preguntas. Cuando viví en París con mis tíos, durante casi dos años, comprobé que los franceses jamás hablan sobre algo que no saben. Los argentinos deberíamos preguntarnos más y saber decir, aunque quede mal, "no sé".
–¿Qué te preguntás, o cuestionás, sobre ese gran misterio que es la muerte?
–¿Qué es? ¿Cómo es? ¿A dónde vamos?
–¿A dónde vamos?
–Creo que hay otra vida, estoy segura de eso. Pero me gustaría poder espiar un poquito. Hubo un señor que sabía algo más que yo sobre la muerte. Ese señor, William Shakespeare, decía en Hamlet: "Morir, dormir, soñar".
–Hablando de dudas antes que de respuestas, Shakespeare se lo cuestionaba: "Morir es dormir, tal vez soñar".
–Creo que hay algo parecido entre los sueños y la muerte.
–Los sueños son una herramienta de autenticidad mayúscula. De hecho, Sigmund Freud los tomaba como parte de su corpus de estudio.
–Hice muchos años de psicoanálisis, una de las mejores decisiones de mi vida. Es de una riqueza invalorable, un viaje extraordinario que nos enseña. Allí, los sueños son claves. En los sueños se resuelven temas, se descubre algo oculto de uno mismo.
–El tema es el despertar…
–Cuando despierto, me formulo muchas preguntas.
–Tus espectáculos tienen mucho de esas preguntas. Y contienen algunas respuestas. Indudablemente, te definen.
–Este nuevo concierto es eso, atravesado con mucho humor y sutileza. Me define tanto que, cuando me paro en el escenario, me pregunto quien soy. Así comienza.
–¿Quién sos, Marikena?
–No sé. Supongo que, como todo el mundo, soy muchas personas. Aún más las que nos dedicamos al espectáculo. Vivimos en transformación. Me diversifico en cada canción. En mi caso eso se multiplica porque no tengo género.
–Hay algo del orden de la actuación en el canto para poder contar una historia en tres minutos.
–El canto tiene una gran exigencia de actuación, pero no es teatro. Una cantante puede ser una mala actriz.
–Pero es necesario, más allá de una técnica importante, contar con las herramientas para poder transmitir una idea, un sentimiento.
–Por supuesto, con la técnica solamente, no alcanza.
–¿Cómo se mixtura Homero Manzi con María Elena Walsh. O Jorge de la Vega con Jacques Brel? Todos presentes en Hoy como ayer.
–Son poetas. Tiene que ver con lo que me pasa internamente. María Elena es de un vuelo extraordinario, De la Vega es de un lenguaje único.
–A pesar de tu repertorio heterogéneo, jamás dejaste de lado el tango. En Hoy como ayer están Homero Manzi, Aníbal Troilo y Eladia Blázquez.
–El tango tiene un contacto brutal con la vida. ¿Cómo no lo voy a hacer?
–Dicen que el tango te espera. ¿Hay que vivir un poco para entenderlo?
–"Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás, buscando un pecho fraterno para morir abrazao", eso es extraordinario. Es la vida.
–El humor es otro de los componentes de tus repertorios.
–María Elena, De la Vega, Jacques Brel, todos tenían humor. Brel es feroz, es el grito de la humanidad, hay muy pocos autores que hablen con esa diversidad. Un ejemplo es Las damas de beneficencia.
–Dar para estar con la conciencia tranquila y no por el hecho profundo de dar. "Ser bueno, pero con prudencia", decía Jacques Brel.
–Y salta de eso al abandono, a la mujer que ofrece su cuerpo, o a una canción de amor: "Muchas veces hiciste tus valijas, muchas veces yo me fugué. Y cada mueble me recuerda, en esta habitación sin cuna, el estallido de las viejas tempestades". Todo eso en una estrofa.
–Y a Marikena Monti, ¿cómo le fue en ese aspecto? ¿Te has fugado? ¿Te has quedado?
–Me sucede algo muy raro, extraño: he sido una mujer nada enamoradiza. No he sido de muchos amores, sino de amores fuertes y concretos. Y siempre me interesó un mismo tipo de hombre.
–¿El primer amor?
–A los trece años estaba enamorada de mi vecino Armando, pero él nunca se enteró. Me introdujo en el jazz. Recibía revistas sobre arte y me las pasaba.
–Imagino que lo intelectual es una característica ineludible en el hombre que te enamora.
–Para mí es fundamental. Hasta el día de hoy, lo que más me puede llegar a enamorar de un hombre es el intelecto. Es el atractivo mayor.
En el Maipo como en París
–Para llegar no tuvimos que atravesar la Rue Royale y no estamos conversando en el café Le Sarah Bernhardt . Sin embargo estoy frente a la más parisina de todas. A la cantante que bautizaron como "La Piaf argentina", la que sacudió el Festival des Allumées. ¿Cómo nace ese vínculo con Francia?
–Lo llevo en la sangre porque Juana, mi abuela materna, era hija de franceses. Ella era muy francesa en su educación, en sus gestos, en sus maneras. Sin embargo, nunca me dijo nada puntual sobre lo francés. Pero, cuando cumplí los seis años, mi mamá me impulsó a estudiar un idioma y me dio a elegir entre el inglés o el francés.
–La respuesta es obvia.
–Estaba eso instalado en mí. Es que los mandatos y los personajes fuertes de la familia tienen una influencia muy fuerte sobre uno. Mi abuela, sin duda, fue una de las personas que más influencia tuvo en mi vida.
–¿Fue cantante aficionada?
–No, tuvo ocho hijos, no le quedó tiempo para hacer otra cosa.
–¿Seguís cantando descalza?
–Habrá un guiño a eso...
–¿Cómo nace el cantar descalza? ¿Tiene que ver con el arraigo directo con la tierra, con afianzarte a la raíz de tu arte?
–¿Te digo algo? Empecé a cantar descalza porque se me dio la gana.
–Era menos intelectual la cosa.
–No hay nada de eso detrás. Aunque debería bucear en mi inconsciente para ver qué aparece y por qué canté descalza. Quizás es que siempre está en mí la defensa al débil. Ahí aparece el descalzo, quizás. Me conecto desde ahí. Está la tierra, claro. El otro día salí del Maipo y se me cruzó un hombre descalzo. Hace muchos años, caminando con el periodista Leo Vanés, me topé con un niño descalzo. Me asombré mucho, aquella vez. Y Leo me dijo: "Esto sucede en toda Latinoamérica y ya llegará a nuestro país". Y así fue. Ahí aparece esa desprotección que me inquieta.
–Pensando en realidades adversas, con Carlos Rottemberg te une un hecho sumamente doloroso.
–En la época de la dictadura, Carlitos había inaugurado un café concert en Pinamar. Allí íbamos a actuar la Negra Mercedes Sosa, Luis Brandoni, y yo, entre otros colegas. Pero Carlos recibió una amenaza intimidatoria.
–Corría el año 1979, no eran tiempos de libertades. Y no pudieron concretar esa temporada. ¿Cómo había llegado la amenaza?
–Carlos recibió una carta. Y, a partir de eso, se frenó todo. Desde ese tiempo estoy unida a Carlitos. También hice un homenaje a la Piaf en su teatro Liceo.
–¿Cómo era la convivencia en Tres Mujeres para el Show junto a Susana Rinaldi y Amelita Baltar?
–¡Muy buena!
–Además del talento desbordante de todas, se trataba de tres personalidades intensas. ¿Se llevaban bien?
–Había mucho humor. Tuvimos un éxito increíble, de esos éxitos grandes.
–En la última temporada, en la hoy cerrada Clásica y Moderna, se agotaron las localidades de todas las funciones.
–Siempre fue así. Y cuando, en la primera temporada, alguna de nosotras tenía que ser reemplazada, la venta bajaba. Teníamos que estar las tres. Volvemos a las preguntas: ¿qué es el éxito?
–¿Qué es?
–Un misterio. Hubo muchos espectáculos con elencos fuertes y no sucedió lo que nos sucedió a nosotras. La última vez hicimos 17 días seguidos sin parar y agotando todas las funciones. Y eso que somos mujeres muy distintas, no sólo físicamente, sino en nuestro pensamiento, en lo que cantamos. Fue extraordinario.
–El éxito es un misterio. ¿Y el prestigio?
–Hay que estar equilibrado, tranquilo. No creerse nada, porque siempre hay gente que a una la supera en talento, que tiene más mérito.
–En tu caso, tu carrera siempre estuvo tomada de la mano del prestigio. No hubo concesiones.
–Solo soy una cantante que canta lo discretamente bien para que el público pueda sacar una entrada para escucharme.
–El espectador y sus dinámicas es otro de los grandes enigmas.
–El público es lo mejor que la vida me ha dado, un regalo maravilloso. Con eso, ya está. No es poco.
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