Luego de años de no compartir un trabajo, la obra de teatro Tom, Dick & Harry los unirá como actor y director; las peleas pasadas, el desafío de hacer comedia y la exigencia de la televisión
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“Hay momentos históricos del país donde la risa pasa a ser fundamental, necesaria. He tenido la oportunidad de hacer muchas comedias en televisión y la manera de expresarse de la gente es muy diferente siempre. En el 2001, te agradecían que los hicieras reír y creo que, este es un momento donde también la gente necesita eso. La mayoría de los argentinos tiene la necesidad de, por lo menos, reírse una hora y media y esta es una obra que busca ese cometido”, analiza Nicolás Cabré sentado en el escenario de una de las salas del Multiteatro donde se estrenará Tom, Dick & Harry, comedia de la consagrada dupla de dramaturgos británicos Ray Cooney y su hijo Michael. La pieza marcará, y esta es toda una curiosidad, su debut como director.
Mariano Martínez encabeza el elenco de la obra, a la que define como “una sinfonía perfecta o un reloj suizo”. “Cada pieza es muy importante y al igual que el público, nosotros también nos divertimos mucho, algo que se agradece no sólo como actor, sino como persona”, explica.
En el 2005, Tom, Dick & Harry tuvo un paso triunfal por el Duke of York, una de las salas referenciales de Londres, donde fue protagonizada por los hermanos McGann, destacados actores del Reino Unido. La obra va tras los pasos de Tom (Martínez), un hombre joven, quien decide junto con su mujer (Mercedes Oviedo), adoptar un niño y al cual le sucederá de todo al ser ayudado, con poca suerte, por sus hermanos (Bicho Gómez y Yayo Guridi), quienes flaco favor le hacen ante la llegada de la responsable de una agencia de adopciones (María Valenzuela).
El elenco de esta producción de Tomás Rottemberg y Juan Manuel Caballé se completa con Gabriela Sari, Jorge Noya y Rodrigo Raffetto. Dicen que “la comedia es tragedia más tiempo”, acaso en esta pieza donde aparece un tema como la adopción, que no es un drama, pero si conlleva múltiples y complejas aristas, con la pluma de los Cooney se transforma en un exquisito deleite del absurdo. Ray le dio vida a Dinero sucio o Taxi, entra tantas otras obras y, al igual que su hijo Michael, también el cine contó con sus guiones.
-¿Cómo nació este proyecto?
Mariano Martínez (MM): -Se me ocurrió llamar a Nico para ir a comer y charlar sobre la posibilidad de hacer algo juntos. En ese momento, él estaba ensayando Me duele una mujer.
Nicolás Cabré (NC): -En esa cena le dije que leyera Tom, Dick & Harry, que me parecía buenísima, aunque no sabía quién tenía los derechos. Como yo estaba por estrenar otra obra, le propuse dirigirla, ya que esa sería una manera de volver a trabajar juntos.
Mariano Martínez habló con Tomás Rottemberg sobre esta idea y, vueltas de la vida mediante, Juan Manuel Caballé, productor de Me duele una mujer, le comentó a Cabré que era el dueño de los derechos de la pieza de los Cooney. “De aquella cena con Nico hasta que yo me junté con Tomás, pasó un año. Todo es en el momento que tiene que ser”, reconoce Martínez.
Cuarta pared
-El rol del espectador, por definición, es activo. No existe otra posibilidad. Sin embargo, en la comedia, esa dinámica se ve potenciada por una respuesta sonora como puede ser la risa o una carcajada.
NC: -La pata que le falta a cualquier ensayo es la gente. Quien termina de armar la obra es el público, ya sea en comedia o en drama. Seguramente, la risa te levanta, pero siempre la gente es fundamental en el teatro, hasta un silencio se hace sentir. El espectador es el último que te termina de poner la obra, ya que uno puede pensar algo que luego resulta distinto en la reacción de la platea. Quizás la gente se pueda reír o emocionar en un lugar no pensado o inentendible para el artista, es indescifrable, la respuesta siempre es inesperada y tan personal como personas pueda haber en una sala y ese es un ejercicio divertido.
-Ustedes han hecho mucha televisión, medio que les dio gran popularidad. ¿Cómo se plantan ante el teatro, un lenguaje tan distinto?
NC: -El teatro es otra adrenalina y es el único espacio ciento por ciento del actor, ya que el cine, por ejemplo, es más del director.
-En el teatro, la red es el actor.
NC: -Se levanta el telón, la gente está ahí y tenés que responder en base a sus devoluciones. Es milenario e irrepetible, no se puede expresar en otro espacio que no sea una sala. Si televisás una obra de teatro, deja de serlo. Hay algo de ese evento que te pone en otro lugar, es una ceremonia para el actor, pero también lo es para el público. Salvando las distancias, es como ir a la iglesia.
MM: -Además, no hay ninguna función igual a la otra, porque si el actor nunca está igual, el público nunca es el mismo, y eso genera una energía muy diferente cada vez.
Si bien ambos tienen una trayectoria importante frente a cámaras, el teatro no les es ajeno. Martínez, previo a la pandemia, protagonizó la pieza Mentiras inteligentes con Betiana Blum y Arnaldo André. En aquella comedia brillante, Martínez hacía un jugado desnudo.
Cabré, siendo un jovencito, hizo Algo en común, de Harvey Fierstein, un material dramático con temática jugada para la década del noventa en torno a la homosexualidad y el HIV, junto a Ricardo Darín y Ana María Picchio, obra que se dio en el Blanca Podestá, la sala de la Calle Corrientes que ocupaba el edificio del actual Multieatro donde dará su primer paso como director. “La sala que estamos ahora, era el pulman del aquel teatro”, recuerda Cabré.
Martínez hace tiempo que viene en una búsqueda artística que lo lleve por caminos diferentes. “Había comprado una obra que iba a hacer con Pepe Soriano e iba a dirigir Norma Aleandro, pero, por diversos motivos, no se hizo”, confiesa el actor, quien viene de protagonizar la película Yo, traidor, un thriller político de Rodrígo Fernández Engler, que rodó con Arturo Puig y Jorge Marrale. “Al teatro me animé a vivirlo de grande”, sostiene.
Cabré por su parte, también esta semana reestrena en el Astral Me duele una mujer, comedia que protagoniza con Mercedes Funes y Carlos Portaluppi, que dirige Manuel González Gil, y que fue uno de los éxitos de la temporada anterior.
Idas y vueltas
Cabré y Martínez compartieron varios proyectos televisivos, como Son amores, aquella recordada y exitosa tira de Polka, donde ambos, junto a Florencia Bertotti, componían a los hermanos Marchesi. Con ese gran éxito, realizaron una temporada en el Opera porteño, en una comedia dirigida por Santiago Doria.
Y si bien aquella telecomedia diaria, emitida hace dos décadas, quedó sellada a fuego en el inconsciente colectivo, el último proyecto compartido frente a cámaras fue Los únicos, otra tira de Polka, con cierta lógica de policial.
Corrió mucha agua debajo del puente y aquella dupla rendidora frente a las cámaras se disolvió. Se dijo que Martínez y Cabré se habían distanciado y hasta trascendió una fábula que afirmaba que, en tiempos de compartir la ficción televisiva, competían por la cantidad de tomas de cámara que lograba cada uno. Lo cierto es que ambos crecieron y maduraron juntos y frente a cámaras, algo a todas luces poco frecuente. Nunca una pelea de puños, como también trascendió fallidamente, pero sí intercambios verbales y un tiempo sin hablarse. Nada grave. Nada que el tiempo no haya soldado para que hoy puedan volver a compartir un trabajo, ya maduros, padres los dos y en roles diferenciados.
“En los ensayos de Tom, Dick & Harry todo fue muy tranquilo, porque, a veces, en los ensayos afloran miedos, inseguridades, alguien explota, hay discusiones. Acá no pasó nada de eso”, sostiene Cabré. Mientras que Martínez refuerza la idea con un “fueron cincuenta días maravillosos”.
-¿Qué es lo peor de llevar una carrera pública?
MM: -Que se invente sobre la vida privada creo que es lo peor. A veces, se arman cuentos sobre nosotros que son mentira, eso es lo peor de este oficio, pero pasa también en un microclima de un barrio.
NC: -Todos saben qué me gusta y qué no, pero todas las profesiones tienen sus pros y sus contras, esta no es peor.
Martínez cumplió 44 años en diciembre y le lleva dos años a Cabré. A pesar de ser hombres jóvenes, hacer el repaso de sus trabajos en televisión abruma por la cantidad de títulos y por los éxitos mayoritarios de ese listado. En esta etapa de su vida, se los nota aplomados y relajados. Equilibrio que dan los años, dicen. Se escuchan y no ahorran elogios el uno hacia el otro. Quizás demasiado serios, cautelosos, tanteando el terreno a la hora de hablar con un medio. Parecieran cuidarse el uno al otro. Protección que viene de aquellos tiempos en los que pasaban doce horas juntos dentro de un set de televisión. Porque si estuvieron las peleas, también en esa época se sembró el vínculo que hoy llevan.
-Equivocadamente, no falta quien subestima a la televisión, cuando hacer ficción en ese medio implica una destreza actoral muy importante por la carga de escenas diarias a cumplir y por la diversidad de las mismas en una misma jornada de grabación.
NC: -No soy de los que ponen al teatro por encima, ya que hacer televisión es muy difícil, es un ejercicio enorme donde tenés que resolver y meter veinticuatro escenas en un día. Además, en nuestro país siempre se hizo muy buena televisión. Para un actor es un desafío, terminás una escena e inmediatamente te cambiás de ropa y te ponés a pensar en la que sigue.
-Muy exigido.
MM: -Es un entrenamiento único, muy complejo, hay que estar concentrado para poder cumplir con todo.
-Que se conozcan tanto, ¿juega a favor en el actual vínculo entre el actor y el director?
MM: -Juega totalmente a favor. Además, es reencontrarse desde otro lugar, pero siempre con el mismo cariño y, en mi caso, la admiración que siento por Nico. Hablamos de otros temas, de nuestras vidas, de los hijos. Para mí es un flash que él debute como director.
NC: -Tener a Mariano es un pilar para mí, el hecho de conocernos tanto me ayuda a apoyarme. Sé para donde va, le conozco hasta las miradas, eso me facilita mucho las cosas. Todo el elenco me da mucha confianza, trabajé con casi todos y con Yayo, con quien nunca había compartido nada, siempre me encantó. Para debutar como director, es fundamental tener ese apoyo. Sé muy bien qué quiero conseguir con la obra y ellos me lo pueden dar.
-Dirigir, ¿era un objetivo de larga data?
NC: -No, pero siempre tuve ese bichito, ya que cuando trabajo como actor soy medio metido, interrumpo, aporto, sin pasar por encima a nadie, así que, tarde o temprano, la dirección iba a llegar.
-Mariano, como Nicolás estará actuando en el Astral, no van a tener la mirada del director exigente en cada una de las funciones. ¿Es una alivio?
NC: -Los miércoles y jueves y en la segunda de los sábados voy a estar, que no se confíen.
MM: -Queremos que esté, nos pone contento.
Se ríen con la pregunta, conscientes de la rigurosidad que implica un texto que maneja el lenguaje de la comedia brillante. En el caso de Tom, Dick & Harry, el trasfondo de la adopción le da un marco real y tangible al delirio narrativo. “El absurdo depende mucho de la realidad. Si al absurdo le sumás actuaciones absurdas, pasa a ser un ‘cualquierismo’. El delirio necesita que esté fijado a un tema más serio que puede ser interrumpido por algo absurdo”, explica Cabré.
-La lógica del absurdo.
NC: -Exacto, con un concepto claro, actuaciones reales, y situaciones absurdas para el afuera.
-El personaje transita su verdad y su “drama” con realismo, el delirio es para el afuera.
NC: -En la vida te pasa que terminás haciendo cosas absurdas, pero lo que mantiene vivo el absurdo es la realidad.
Salieron de la llamada zona de comodidad. Hay una búsqueda que los aparta del rol de galanes o de la morisqueta fácil que puede tener aprobación asegurada. “Busco vivir el momento, no pienso tanto para adelante, porque viene una pandemia y te cambia todo. En lo laboral, tengo muy claro qué no quiero hacer, aunque agradezco siempre lo que me proponen. Por suerte puedo esperar, aunque tengo hijos y una familia, puedo elegir, eso me deja en paz ya que soy honesto con mi carrera”, reflexiona Martínez.
Cabré, en tanto, también reconoce que su hoy es prioritario: “Vivo el presente muy tranquilo. Con mi representante siempre estamos a la búsqueda de algo nuevo, de dar un paso diferente y salir del galancito permanente. Además, hoy la prioridad es poder llevar a mi hija al colegio, tener tiempo para la vida, lo demás se va dando. Puedo decirte qué voy a correr, pero no qué trabajo voy a tener en tres meses”
Ambos coinciden en la prioridad de la paternidad. Cabré es padre de Rufina, fruto de su relación con la actriz y cantante Eugenia “China” Suárez, mientras que Martínez tuvo a Olivia y Milo con Juliana Giambroni y a Alma con Camila Cavallo.
-¿No existe un proyecto en común para volver a la televisión?
MM: -Más allá de la obra, no hay ningún proyecto de televisión para hacer juntos.
NC: -Disfrutamos de la comedia, vivimos el presente, no hay que pensar tanto más allá, no hay nada guardado para hacer juntos en televisión.
-En general, el tono de la comedia y el humor ha marcado sus trayectorias. ¿Cómo se abordan esos lenguajes cuando se transita un dolor muy grande?
NC: -Antes de grabar o subir al escenario, el celular queda en el camarín y lo único que hay que hacer es actuar, tan simple como eso.
-Nada más ni nada menos.
NC: -Los problemas quedan abajo y sucede algo tan inexplicable como subirte a un escenario y que se te pase el dolor de cabeza. Sucede.
MM: -Lo que hacemos es vocacional, le tenemos amor, entonces lo malo que te pueda pasar, cuando estás actuando queda a un costado.
NC: -Y tenés que hacer la obra porque la gente pagó y sólo uno sabe cómo hizo la función, si se equivocó o no, o si corrió más despacio porque te dolía el tobillo.
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