El actor, que protagoniza desde hace más de un año la comedia Tom, Dick & Harry en el Multiteatro, reveló ante LA NACIÓN algunos de los momentos más dolorosos y menos conocidos de su vida
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“Me gusta el ritual del teatro”. A Mariano Martínez se le nota el disfrute de ingresar a una de las salas del Multiteatro. Llega munido de su pack de café con leche y medialunas -algo de lo que su físico tallado no da cuenta- y se instala en el living de la escenografía como si se tratase de su propia casa. Así lo siente.
“Me interesa compartir cada momento con mis compañeros y me encanta hacer una comedia y que la gente se ría”. La obra en cuestión es Tom, Dick & Harry, pieza de los dramaturgos británicos Ray y Michael Cooney -referentes indiscutidos del vodevil de puertas-, donde Martínez es dirigido por su colega y amigo Nicolás Cabré.
El material, que lleva más de un año en cartel sobre la avenida Corrientes y que se espera que pueda verse en Mar del Plata durante el verano 2025, también está protagonizado por Yayo Guridi, Bicho Gómez, María Valenzuela, Mercedes Oviedo, Gabriela Sari y Jorge Noya. “A esta altura está muy aceitada, fluye muy bien, y, como siempre se dice, cada noche es diferente, pero es una realidad. Más allá de repetir la misma letra, uno nunca es el mismo y el público tampoco. No hay función igual a otra y siempre aparece algo nuevo por descubrir”. Aunque suene a latiguillo, el acontecimiento escénico propone esa magia bien detallada por el actor.
La llegada de una asistente social para inspeccionar cómo viven futuros padres adoptivos se convierte en una pesadilla de enredos a partir de los infortunios que le causan dos hermanos a ese hombre -interpretado por Martínez- que busca causar buena impresión con vistas a la aprobación de la anhelada adopción que vienen tramitando con su esposa. La pieza es un entramado de gags donde el humor negro se convierte en un saludable disparate. “Más allá del género, tanto la comedia como el drama deben ser transitados con la mayor verdad posible”.
-La comedia que no se hace desde la verdad y que se organiza solo para “hacer el chiste” pierde su anclaje de credibilidad.
-En cuanto se quiere hacer el texto “en chiste”, aparece un gran vacío. Acá nadie quiere lograr eso, sino ir por la situación graciosa y buscar el efecto.
Si bien el material resulta hilarante, Martínez reconoce que “también hace pensar en los límites que uno debería poner para que no haya situaciones que te sobrepasen. No poner límites significa que te pasen por arriba”.
Una tragedia, un punto de quiebre
A los nueve años, fue atropellado por un colectivo, dejándole graves secuelas físicas. Fue el inicio de muchos meses de internaciones y pronósticos reservados. Sin embargo, aquella situación liminal se convirtió en la bisagra para generar en él una templanza que lo acompaña hasta hoy.
-A los 45 años, ¿cómo sentís que te sigue moldeando aquello tan extremo que te sucedió?
-Fue el puntapié para ser esto que soy. Mucho después puedo decir que es lo que, en muchas ocasiones, me dio fuerzas para salir de situaciones adversas, contra pronóstico. Hoy, siendo más grande, sigo haciendo un trabajo interno enorme, permanentemente, porque creo que eso nunca se tiene que acabar. Eso está muy claro, es consciente, pero, cuando sucedió el accidente, fui aplicando lo que sentía de manera natural, instintiva.
-¿Tenés recuerdos de cómo vivió el niño de 9 años aquel accidente o la memoria fue descartando lo más traumático?
-Está muy presente, es más, me gustaría escribir una película sobre todo eso que me pasó. Fue muy cinematográfico cómo llegué a ese momento, cómo transcurrió mi primer mes de internación en el (hospital) Fiorito, en una sala comunitaria con gente mayor.
-Tu mamá te sacó de allí.
-Se peleó con todos los médicos porque me habían dejado la pierna engangrenada; así que le hicieron firmar que corría todo bajo su responsabilidad. Me sacó a upa para llevarme al (hospital) Garrahan.
Aquel primer mes de internación lo pasó con una de sus piernas enyesadas, algo que no era recomendable hacer y que fue lo que le provocó daños colaterales que casi le cuestan la vida. “Fue una etapa muy traumática”.
-¿Cuánto tiempo estuviste internado?
-Me pasé un año entero dentro de un hospital y estuve tres años sin caminar.
-¿Cuándo pudiste movilizarte por tus propios medios?
-Recién a los 12 volví a caminar. Me llegaron a decir que no lo lograría, que una pierna me quedaría más corta que la otra y que jamás iba a poder volver a hacer deportes. Para mi edad, tenía demasiada información encima.
-¿Hablaban sobre esos pronósticos delante de tuyo?
-Sí, lo escuchaba permanentemente, no había un reparo ante ese niño. No sé si fue bueno o malo, pero fue lo que me tocó vivir. Lo importante fue que no me dejé llevar por eso.
-Y también habrá habido gente que ayudó.
-Muchísima, incluidos mis viejos. Recuerdo a personas que me dijeron la frase justa en el momento preciso y eso me reconfortó, me permitió salir adelante. A muchos de ellos jamás los volví a ver.
-¿Por ejemplo?
-Yo estaba rengo, no me animaba a pisar normalmente con la pierna y un amigo de mi viejo me sacó el bastón, me dejó en el medio de la plaza Malvinas Argentinas, y me dijo: “Vamos, ahora caminá”. Estuve media hora parado, me daba vergüenza, ya que había mucha gente y tenía miedo de que se me salieran los puntos y me tuvieran que volver a internar.
-¿Caminaste?
-Caminé.
Su cuerpo, un tabú
Con doce años ya cumplidos, regresó a las aulas para cumplir con el séptimo grado. “Ese año, terminé corriendo, era Forrest Gump y, en diciembre, hice Dirty Dancing en el acto del colegio. Sabiendo mi historia, todos me felicitaron. Dentro de mi timidez, que se fue agudizando luego del accidente, ya me atraía el arte y todo lo referido a la actuación, así que ese acto de la escuela me dejó fascinado. En el secundario me enganchaba en todo lo que tuviera que ver con teatro, hasta que me inscribí en la Escuela de Arte de Avellaneda”.
Fue un chico con calle. Quizás demasiada. Está claro que el contexto social era otro y eso le permitía una vida mucho más libre que la que lleva un niño hoy. Sin embargo, aquel accidente fue un freno a esa infancia libre. Cuando recuperó sus capacidades ya era un adolescente reinventado a sí mismo y que pronto comenzaría a cumplir su gran sueño, aunque no exento de contrariedades internas.
“A los 15 años hice el casting para entrar a La nena”. Aquella ficción, protagonizada por Valeria Britos que se vio por Canal 9, fue su primer trabajo profesional, aunque aún eran tiempos donde debía lidiar con sus propias limitaciones impuestas luego del accidente.
“Logré entrar luego de audiciones donde participaron más de mil pibes. Como era verano, me tocó grabar la primera escena en una pileta, pero yo me seguía recuperando del accidente. Me cubría la pierna con medias bien altas para tapar la cicatriz, ya que parecía que me había caído agua hirviendo sobre la pierna”. Se levanta el pantalón y baja una de sus medias y muestra cómo aún hoy algunas secuelas -casi imperceptibles- son la huella del accidente. “Casi no se nota, pero en esa zona no me crece vello”.
-¿Cómo transcurrió aquella grabación en una pileta?
-Me encerré en el vestuario, no quería salir a grabar. Pensaba que, cuando notaran la cicatriz en mi pierna, no me permitirían continuar. Fue muy traumático.
Un productor se acercó para ver qué le sucedía y, cuando el actor le contó la situación, lo alentó a grabar prometiéndole algunos cuidados en los planos de cámara para que aquellas marcas en su piel pudieran pasar inadvertidas. “Me enfocaban de la cintura para arriba”. Así comenzó su exitosa carrera en televisión que supo de grandes éxitos, como aquella tira Son amores, donde interpretaba a Rey Sol Marquesi, un futbolista y cantante de música popular, que le dio inusitada repercusión mediática.
-Tu historia es sumamente aspiracional, ¿considerás que puede servirle a mucha gente que atraviesa por algo similar a lo que te sucedió a vos?
-Creo que hoy hay otra información, más herramientas. En mi época te miraban diferente, los chicos observaban demasiado.
Durante los inicios de su carrera, el actor se mostraba sumamente tímido, con ciertas dificultades para poder comunicarse más allá de un personaje de ficción: “El miedo se disfrazaba de timidez, era hosco, y tenía que ver con todo aquello que había pasado en mi vida siendo un niño”.
Los costos de decidir
“Tengo 45 años y hace un tiempo que voy transitando el camino que elijo, donde nada es casual. Por momentos es complicado, ya que todo cambió y no hay tanta abundancia de trabajo, entonces no es tan fácil poder mantenerse en el rumbo que uno quiere, pero, de todos modos, lo vengo haciendo, eso me pone muy contento”.
-Entre el deseo, la industria y las obligaciones se define la ecuación.
-Tengo tres hijos y muchas responsabilidades, pero muchas veces me la he jugado para seguir adelante con mis convicciones artísticas.
-¿Qué te has negado hacer porque se apartaba de tus convicciones?
-Me han ofrecido hacer MasterChef y participar en el Bailando... en varias oportunidades. Eran propuestas muy buenas desde lo económico, les agradecí mucho a quienes me las acercaron, pero no era lo que quería hacer artísticamente, se apartaba de lo que buscaba construir en mi profesión.
-Cuando te negaste a participar de esos realities, ¿estabas con mucho trabajo?
-No, no tenía nada en el horizonte cercano, pero sabía qué quería hacer. De hecho, al mes de decir que no a algunos de estos proyectos, surgió la propuesta para hacer cine. En el momento me jugué, hoy, con el diario del lunes, puedo decir que salió bien. No es sencillo. Ya en ese momento había muy poco trabajo en televisión y luego llegó la pandemia, pero, aunque no es un camino fácil, la vida te premia. De hecho, cuando llegó la posibilidad de hacer Tom, Dick & Harry venía de bastante tiempo sin trabajar, pero soy de los que creen que hay que ir detrás de las convicciones, porque, en algún momento, darán sus resultados, aunque mientras tanto pareciera que no.
-Son esos momentos donde aparece la desazón y se suele claudicar.
-Y es cuando más hay que meterle energía a lo que uno busca. Hay que aceptar lo que te da la vida, aceptarla. En los malos momentos hay que respirar estoicamente y seguir para adelante.
Yo, traidor (que se puede ver en Star+) y Humo bajo el agua fueron los films que ocuparon su agenda de los últimos años, confirmando su deseo de timonear la carrera hacia otros destinos. “Es como una nueva etapa para mí, aunque me gustaría hacer mucho más cine”.
-Sos un actor que ha trabajado mucho en Polka, ¿cómo tomás el anuncio de Adrián Suar sobre la discontinuidad de las actividades de la compañía?
-No me tomó por sorpresa, era algo que me veía venir porque hace años que el trabajo fue mermando, incluso Telefe ya no produce ficción. El país está detonado y hay muchos temas por solucionar. Hace tiempo que casi no hay ficción nacional y nunca entendí cómo es que no se buscó solucionar ese tema. En nuestro país contamos con tan buena artística y equipos técnicos, que es una gran pena que todo se encuentre paralizado. Hasta en los países limítrofes se sigue produciendo cuando uno pregunta por qué no pasa lo mismo acá, te dicen que el negocio cambió.
-Es indudable que el modelo de negocio es otro, pero no sería una excusa demasiado potente para justificar la ausencia de producción.
-No entiendo por qué, con nuestro know how, no podemos salir adelante. Todo esto afecta mucho a la industria, pero también a la gente que siempre consumió nuestros productos.
-¿Qué te gustaría hacer en ficción?
-En cine sigo tramas con peso dramático y contenido, pero que sean bien entretenidas. Por otro lado, me gusta mucho la acción con una buena historia detrás. Me gustaría incluir las artes marciales a un relato bien verosímil.
Menciona la saga de Rápido y furioso y confiesa que le gustaría lograr una versión local del género. “Existen ideas dando vueltas, me gustaría mucho producir algo así y también hacerlo como actor”.
-Adrián Suar acaba de estrenar Jaque Mate, una película con mucha acción.
-No la vi.
-¿Tenés vínculo con él?
-No.
-¿Mantienen una buena relación?
-Sí, por supuesto, siempre fue así, pero no soy amigo. Hicimos un montón de cosas juntos, pero no somos de charlar permanentemente.
Trabajar con un amigo
En un contexto social adverso, la posibilidad de despertar un momento de distensión es una gratificación extra a la tarea artística: “Muchas veces he tenido la bendición de estar en proyectos que buscaban la risa del público y ahora se volvió a dar, lo venía soñando”.
Primero hubo una cena con su amigo Nicolás Cabré, buscando reeditar un rubro artístico al que siempre le fue bien, pero fue Cabré quien le ofreció el texto de Tom, Dick & Harry. Durante más de un año buscaron los derechos de la pieza, hasta que Martínez le pidió una reunión a Carlos Rottemberg. En el encuentro con el productor, el actor le comentó que estaba detrás de esa comedia y que, incluso, contaba con los inversores para montarla. Rottemberg le dijo que se desentendiera de esas cuestiones, ya que le interesaba producir el material junto con su hijo Tomás. Tenía que ser.
“De Nico (Cabré) se aprende un montón, hace teatro desde los ocho años y tiene muy atada a la comedia, conoce muy bien el género”, sostiene Martínez con genuina sinceridad sobre ese amigo con el que comparte vocación y con el que no hay competencias.
Paternar
Se lo ve presente junto a sus tres hijos: “Me importa mucho compartir tiempo con ellos, acompañarlos y escucharlos; pero es muy difícil ser papá. No quiero pecar de sobreprotector, pero soy consciente que lo mejor que les puedo dar es mucho amor, eso les va a servir para la vida, es lo que se necesita para un buen desarrollo, más allá de todo lo material que uno le pueda dar”.
Con la modelo Juliana Giambroni fue padre de Olivia y Milo y con la actriz Camila Cavallo tuvo a Alma. El actor reconoce que “el ejemplo es fundamental, mejor que decir es hacer, y eso los chicos lo perciben muy claramente; más allá de lo que les pueda decir, me interesa que vean que me puedo equivocar, que evoluciono, que me pienso a mí mismo y que soy coherente con lo que les digo desde mi propia acción”.
-¿Sos permisivo?
-No lo sé, me interesa que tengamos una relación de confianza donde ellos puedan contarme lo que deseen y confiar en mí. Sé que hay cosas que no me contarán y que es importante marcarles límites. Eso es importante para que puedan encarar la vida. No soy su amigo, soy su padre.
Acaso los límites aparezcan pensando en su propio pasado atravesado, quizás, por un exceso de libertades. “En mi niñez en Avellaneda y en Villa Soldati pasé mucho tiempo en la calle, lleno de amigos, con mucha información para mi edad. Agradezco todo lo que viví, incluso lo malo. Estoy acá gracias a todo lo que me tocó pasar, todo es parte de mi historia”.
-En esa vida tan libre, de tanta calle, ¿había peligros?
-Sí, claro, algún día los contaré.
-¿En una película?
-¿Por qué no?
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