La popular conductora, que vuelve a América, luego de su paso por eltrece, estrenará este lunes la octava temporada de DDM, el magazine que es un sello de su carrera, acompañada por un panel variopinto
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“Allí vamos otra vez”, dice Mariana Fabbiani ni bien recibe a LA NACION en un coqueto espacio de Mandarina, la compañía, propiedad de Mariano Chihade -su pareja-, que producirá la nueva temporada de El diario de Mariana, el magazine que se convirtió en un sello dentro de su carrera como conductora.
El programa, que se estrenará hoy, se verá por la pantalla de América, de lunes a viernes, a las 14.30. Horario parecido, pero distinto canal para el formato que se emitió por eltrece entre el 2013 y el 2019. “Soy de ciclos largos”, reconoce, en medio de su característica y estruendosa risa. Tiene razón, Perdona nuestros pecados, Mariana de casa, El resumen de los medios y DDM, como se estilizó a su actual propuesta, estuvieron en el aire mucho tiempo. También es consciente que, entre todo ese exitoso arsenal televisivo, también hizo ciclos cortos “que nadie se acuerda” y cita a Móvil 13, que salió al aire sólo durante un verano.
En la nueva temporada, la octava, de DDM, a Fabbiani la acompañará un staff variopinto integrado por Ceferino Reato, Elba Marcovecchio, Franco Torchia, Pepe Ochoa, Octavio Majul, Mariano Yezze, Andrea Taboada y Martín Candalaft.
-¿Cómo definirías a DDM?
-Tuvo muchas etapas, te diría que es el diario del día, por eso el panel es bien variado, para poder cubrir lo que sucede en cada área esperando que no haya tantos dramas policiales, que es lo que más sufro abordar. Me gustaría que el programa no pierda esa capacidad de entretener, donde pueda convivir lo frívolo con lo más serio.
-Tu tono no suele ser impersonal, al punto tal que te has quebrado en más de una entrevista.
-Es mi manera genuina, lo que me representa, no quiero hacer nada que sea forzado, donde no sea yo misma porque eso se nota. En este tiempo en el que no estuve al aire pensaba cuánto se me habría endurecido la piel, el cuero...
-¿Cuánto?
-Supongo que no tanto y tampoco quiero curtirme demasiado. Supongo que estar tan a flor de piel y que las noticias me afecten mucho, tiene su parte mala, que es que me llevo todo eso puesto a mí casa, pero también me conecta con la gente y me permite entender la historia de quien estoy entrevistando e involucrarme mejor. Así soy en la vida, estoy en un casamiento y, con el desconocido que se me sentó al lado, termino hablando de sus tragedias.
-La televisión abierta vive un momento descarnado, ¿a qué le dirías que no?
-A mucho, pero también creo que todos los temas se pueden tratar, siempre y cuando haya respeto en el medio. No me gustan el sensacionalismo y la crueldad, aunque a veces es inevitable porque los temas son crueles en sí mismos, aunque hay maneras de abordarlos. Es una decisión que se toma en el momento...
-¿Por qué?
-Porque mientras estás haciendo una entrevista, sabés que si metés el dedo en la llaga, el número del rating va a crecer. Hay cosas de la tele con las que yo no comulgo, entonces no las hago. Además, a esta altura de mi vida, no tengo que demostrarle nada a nadie, eso me da el derecho a elegir.
-Tu televidente busca esa moderación y alejarse del amarillismo.
-Sí, pero la televisión es amarilla per se, por eso el desafío es encontrar el buen gusto, el sentido común, hablar bien.
-La semántica correcta no es algo que abunde en la televisión actual.
-En mi vida soy muy mal hablada, pero en la televisión no gusta eso, como tampoco escuchar groserías, reírse del otro o la crueldad. Creo que lo importante es que haya coherencia entre lo que se es, se hace, se piensa y se comunica.
-Nunca perdiste esa línea.
-No fue una casualidad. Por otra parte, el gran desafío para la humanidad es domar el ego, que es lo que te puede llevar a un camino equivocado.
-¿Te imaginás emulando a Mirtha Legrand y cumpliendo 55 años de DDM en el aire?
-Mirtha es insuperable, única; su energía y su amor por lo que hace son admirables.
-Tu relación con ella, ¿atraviesa un buen momento?
-Sí, vamos y venimos siempre, pero nos queremos mucho.
A través del vínculo que el maestro Mariano Mores, su abuelo, tenía con el matrimonio Legrand-Tinayre, Fabbiani pudo construir una relación con la diva: “Somos familia, hay historia compartida y siempre tuvimos un diálogo muy honesto. Nos hemos dicho todo lo que necesitábamos y compartimos los momentos duros de la vida”.
-La entrevista que le realizaste a Mirtha Legrand en DDM fue muy bella.
-Es de las que me guardo para siempre, de las más lindas que hicimos. Se sentía cómoda y se entregó a la charla.
-Volvés a un canal que, ahora, tiene a Marcelo Tinelli decidiendo sus destinos artísticos, ¿cómo es tu vínculo con él?
-Nos conocemos desde hace muchos años, pero nunca habíamos trabajado juntos, aunque, varias veces me ha convocado, lo cual refleja su confianza en mí.
-¿Te llamaba para participar del “Bailando...”?
-Sí, pero también para otros productos de Ideas del Sur que no lo tenían a él como conductor. Me ha llamado en distintos momentos de la vida. Debo confesar que, cuando me llamó este año, mi vida estaba por otros caminos...
-¿Conversabas con eltrece?
-No, no voy a decir nada, soy muy respetuosa y agradecida. En verdad, me llamaron de todos los canales.
Reconoce que su pareja había comenzado a hablar con Tinelli, pero que no la involucró de primera mano, aunque ella intuía ese cuchicheo que fue preámbulo de la negociación formal. “Cuando Marcelo (Tinelli) me contó su proyecto, me dieron ganas de acompañarlo. Además América fue un canal en donde crecí muchísimo y viví una etapa muy importante de mi vida. Me gustaba estar en un espacio que conozco, pero que también es nuevo”.
-¿Quién te convenció, tu pareja o Tinelli?
-En Mariano (Chihade) también aparece el esposo celoso que no me quiere compartir y que se acostumbró a tenerme en casa, fue una lucha interna para él. Cuando me preguntó si estaba para volver a la tele, le respondí que me tenía que pedir una reunión, que no me lo podía consultar mientras yo estaba untando la tostada del desayuno.
-Cuando te llegó la propuesta, ¿hacía mucho que habías decidido volver a la televisión abierta?
-No era una necesidad para mí, estaba trabajando y sigo haciéndolo en una docuserie que es muy interesante, con un tiempo muy diferente al de una televisión diaria en vivo, donde todo es inmediatez.
-Entonces...
-Cuando paré, me preguntaba qué me iría a pasar porque nunca estuve sin trabajar en la televisión.
-¿Qué te llevó a tomar la decisión de volver?
-En el último tiempo comencé a extrañar mi trabajo, tenía ganas de la rutina de la actividad.
-¿Hubo miedo a perder un lugar?
-Cuando comencé, alguien me dijo que no había que parar porque la gente se olvidaba de uno. No fue así, en la calle el cariño es siempre el mismo. El parate tuvo que ver con qué me pasaba a mí desde lo personal, no en función de lo profesional.
-América es un canal que va al hueso descarnadamente con algunos temas. Así sucedió con lo relacionado a Jey Mammon o con la interna familiar de Jorge Rial y su hija. Tu estilo siempre ha sido otro. ¿Tendrás la autonomía para manejar tu propia agenda? ¿Cuál será tu límite?
-La independencia es total y fundamental, dentro de lo que es el sentido común, ya que puede haber temas que no pueden gustarme, pero que la actualidad impone tocarlos.
-¿Te shockearon algunos de estos temas de la agenda periodística del último tiempo?
-Creo que está muy bien que, en la televisión, se hable de todo, pero no siento que sea el espacio para dirimir las cuestiones, para eso está la Justicia. En la televisión se cuentan los temas, pero no se deben resolver allí.
-Vas a competir directamente con Vero Lozano.
-Nos conocemos de toda la vida, ella empezó haciendo su programa cuando yo ya hacía DDM. Al principio, se parecían mucho los programas, somos de la misma generación y tenemos un estilo similar en la manera de abordar algunos temas y en otros, no tanto, pero tenemos mucho en común.
Una vida
“Fueron veintisiete años en vivo, crecí en la televisión”. Ella misma se sorprende con la estadística. Fabbiani tiene 48 años, es decir que pasó más de la mitad de su vida frente a las cámaras. “Si bien todo el mundo hace un esfuerzo, lo cierto es que este trabajo te pone en un lugar muy expuesto y lo tenés que hacer igual te sientas bien o no, estés de buen ánimo o no. Y, si cometés un error, todo el mundo opina sobre lo que pasó”.
-¿Cómo te llevás con la mirada externa, ineludible en tu actividad?
-Estoy más curtida, me importa un poco menos...
-¿Depende de quién viene?
-Absolutamente, y aprendí a entender que una no puede gustarle a todo el mundo y que trabajo para quienes les gusta lo que hago. La crítica siempre estará, a veces, es constructiva y, en otros casos, muy destructiva.
-¿Sos autocrítica?
-Cuando llega la crítica, ya me critiqué antes y de manera más dura, así que termino agradeciendo lo que dijeron de mí, que suele ser más leve que mi propio juicio. Aprendo todo el tiempo.
Otra vez se ríe y su carcajada es tan reconocible como contagiosa. “Con las redes sociales, también apareció una crítica anónima, a veces muy agresiva, pero que le hace sentir un protagonismo inusual a quien ocupa ese rol. Por otra parte, no hay que tomarlo tan personal, una qué sabe cómo fue el día de esa persona y qué problema tuvo”.
-Eso no da derecho a descargarse con el otro.
-Por eso cuando estoy sensible, prefiero no leer nada, no me expongo. Si hay amor, y por suerte hay mucho, me gusta responder, lo otro se deja pasar.
-Pensando en términos de opinión externa, Lo de Mariana, tu último programa, fue muy criticado. Incluso, no cayó bien que almorzaras con los entrevistados, al estilo Mirtha Legrand. ¿Lo vivís como un paso en falso?
-Hay cosas que son forzadas. Venía de hacer DDM y luego Mamushka, explotó la pandemia y, cuando me ofrecieron volver a hacer actualidad, tenía que ver con un contexto. He dicho mucho más “no” que “sí”, pero, ante esa propuesta, acepté el desafío. Lo peor que podía pasar era que no fuera bien, algo que no me parece tan grave a esta altura de la vida. Que no te vaya bien es parte del proceso y un aprendizaje.
-Entonces...
-El programa salió en un horario raro, hicimos lo mejor que pudimos y con un equipo que me gustaba mucho y hasta la pasamos bien, pero, no se tenía que dar, aunque no me arrepiento. Me sirvió para hacer una pausa, después de muchos años al palo y de convertirme en periodista en el aire. Lo podría tomar como algo malo, pero creo que fue muy bueno lo que me pasó, me ayudó a frenar.
Fabbini debutó como conductora en 1997, pero antes ya se había desarrollado como actriz en ficciones televisivas como Son de Diez, Mi familia es un dibujo y un sonado clip acompañando a Luis Miguel.
-¿Volverías a trabajar como actriz?
-Hace poco lo comencé a pensar nuevamente, antes, con tantos años de televisión diaria, no tenía margen ni para imaginarlo.
-¿Qué te gustaría hacer?
-Siempre es atractivo contar una buena historia, algo que me conmueva y me atraviese.
Reconoce que se formó como actriz y que si se hubiera imaginado que se ”iba a dedicar a conducir, hubiera estudiado otra carrera”.
-Para hacer televisión, aunque no se trata de una ficción, hay algo de las herramientas de la ficción que son de utilidad.
-Absolutamente, incluso se nota cuando alguien tiene una formación actoral, ya que maneja los tiempos de otra manera, sabe escuchar, se da cuenta cuándo hay un remate preciso o no.
En aquellos años de formación actoral, no se privó de realizar talleres con la prestigiosa maestra norteamericana Joy Morris, en su visita a nuestro país. Otro maestro, cuando ella tuvo que abandonar su taller, debido a su ingreso al mundo televisivo, le dijo “no te dejes avasallar”.
-¿Tenía razón?
-Siempre hay que volver a uno, viendo si se está en el lugar que se quiere estar o en el que el medio te fue llevando, el contexto va cambiando y la televisión también.
Cuestión de género
Alguna vez, protagonizó su propia obra, Cenicienta, la historia continúa, escrita en coautoría con la periodista Rosario Lejárraga. “Era una obra disruptiva para la época, ya que se trataba de la continuación del cuento, donde el personaje descubría que el príncipe era un tarado y se quedaba con el zapatero”.
Mariana Fabbiani es una mujer empoderada. Trabaja desde muy chica, con la consecuente independencia que ello permite, y en los programas que le ha tocado conducir no se ha privado de verter su opinión sobre las más diversas cuestiones. Sin embargo, su compromiso en favor de las mujeres jamás lo ha ejercido desde un lugar panfletario: “El empoderamiento no es algo que una decide, sino que se trata de una construcción. Trabajo mucho en mí misma, no sólo pensando en términos de género, sino como ser humano, buscando fortalecer aquello donde pueda ser más débil”.
-¿Cómo te llevás con el concepto de feminismo?
-Me vinculo maravillosamente, estoy a favor de todos los movimientos que tengan que ver con la igualdad, la equidad. Por otra parte, siento que, a veces, hay como alarma o resistencia con el feminismo, y también hay una actitud defensiva, pero me parece que hay que irse al extremo para luego encontrar el equilibrio. Todo ha estado tan desparejo durante siglos que hubo que hacer un poco de ruido para que todo se comience a acomodar en un lugar más justo. Tengo mucho respeto y admiración por mi género, por las mujeres empoderadas y las que buscan lograr eso, por eso creo que el efecto contagio es muy interesante.
DDM no es lo único que ocupa hoy su pensamiento profesional ya que, durante la última parte del 2023 o en el primer semestre del año entrante, Star+ estrenará un proyecto que tiene muy entusiasmada a la conductora y que está vinculado a varios aspectos en torno a la deconstrucción social y cultural. Se trata de una docuserie que se involucra en el universo de la ropa, en tanto es un aspecto indisoluble de la cultura. “Mandarina tiene un equipo de documentales maravilloso y eso me entusiasmó mucho”.
-¿De qué va el proyecto?
-Nos vamos a meter con la ropa que, lejos de ser una frivolidad, refleja mucho a una sociedad. En época de guerra o de pobreza, la gente se viste de una forma, si está en un buen momento, la ropa es otra, la ropa define los contextos. Por otra parte, es una gran industria. Partimos de la premisa de cuánto de lo que sucede en lo social, en la conversación pública, se ve reflejado en la moda. Además abordamos temas que me interesan y preocupan como es la cuestión de los cuerpos, la edad, la aceptación, los talles, el género y la inclusión. Y también hablamos sobre la sustentabilidad.
-Aún hay mucho por hacer en torno a cuestiones de aceptación, talles y género.
-Hay un discurso que sólo se enuncia, porque vas a un desfile y las modelos son todas altas y flacas, donde la belleza hegemónica es el patrón a seguir. Te venden una crema para las arrugas, pero la publicidad la hace una chica de veinte.
A la hora de definirlo, Fabbiani reconoce que parecerá su propia experiencia en el trabajo de campo tras la búsqueda de los testimonios y la posibilidad de llegar a una conclusión a partir de lo experimentado, que incluye algunos tópicos de reality.
París, Madrid, Milán, Nueva York y México son algunos de los puntos tocados por las cámaras del programa. “La idea es mostrar las maneras de cada lugar sobre estos temas”.
Frente al mar
El magnífico chalet que Mariano Mores poseía en Mar del Plata, a una cuadra de la playa, hoy es un centro cultural dependiente del municipio de esa ciudad. Allí, durante años, Mariana Fabbiani y su familia transcurrió veranos enteros: “¿Es un centro cultural?” “¿Se puede visitar?”, consulta la conductora, aunque reconoce que no ha vuelto a pasar: “Lo evito, me da mucha nostalgia”.
-Tu abuelo, ¿aparece muy seguido en tus pensamientos?
-Lo tengo presente todos los días de mi vida.
En el living de su casa, la conductora conserva el piano que perteneciera al ilustre maestro. “Siento su presencia, está conmigo, me aconseja, como todas las personas que están dentro de uno. Me sucede con todos mis abuelos y es algo que me ocurre desde la felicidad. Incluso, al tomar una decisión, me pregunto qué me hubiera dicho él y la respuesta surge espontáneamente, sé qué me hubiera aconsejado”.
-¿Hubo algún hecho inusual, alguna señal, que te llevó a intuir la presencia de tu abuelo?
-Por supuesto, permanentemente, sólo hay que estar alerta.
Se emociona al pensar en esos hechos que tienen que ver con poner en relieve la sensibilidad. “Fue una persona tan importante para nuestra cultura y, sin embargo, siempre ha sido muy humilde. Humilde con su don, sentía que Dios le había dado esa cualidad y que no le pertenecía a él. Lo vivía como un regalo de Dios al que le debía hacer honor”.
Madre de Matilda (12) y de Máximo (8) siente que como mamá tiene “todos los miedos posibles”: “Una quiere evitarles todo a los hijos, pero siempre algún sufrimiento van a atravesar”.
-Pensando en ellos, ¿te preocupa el país?
-Estamos muy heridos, hay mucho dolor. Se respira en la calle, se nota en la pobreza, en la inseguridad, pero tengo mucho amor por mi país, por eso, siempre hay una esperanza para transmitir, darles a los chicos el mensaje que se sale trabajando y haciendo las cosas bien. Me interesa enseñarles la empatía, que tengan la mirada puesta en el otro; por suerte tengo dos hijos super sensibles, que registran al de al lado y eso es más importante a que les vaya bien en el colegio.
-Podrían vivir en una burbuja.
-Seguramente viven en una burbuja en un gran aspecto, es inevitable, pero, dentro de lo que uno puede, se les muestra que hay otras realidades, y eso también les sirve para valorar y agradecer lo que tienen.
-¿Cómo te imaginás a los 70?
-Cuidando a mis nietos, pero no creo que haciendo en televisión. ¿Existirá la tele cuando tenga 70? Seguramente, estaré trabajando en algo. Me imagino en calma conmigo misma, ese es el objetivo.
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