Mariana Fabbiani: "No me gusta la confrontación pública"
A fines de 1890, un empresario japonés llevó a Rusia, donde todo lo relacionado con la cultura oriental estaba en ebullición, una serie con siete divinidades de la fortuna. La más imponente era la de Fukurokuju, el Dios de la sabiduría y la felicidad. Al tiempo, el pintor Serguéi Maliutin creó la versión rusa con la imagen de una campesina que contenía dentro de ella, muñecos más pequeños que simbolizaban su descendencia. La muñeca rápidamente cobró fama y se insertó como un símbolo local bajo el nombre de Matriona o Matrioshka que derivó en el más arraigado Mamushka. Por la pantalla de eltrece, desde este lunes 1° de junio, a las 18.45, la tradicional estructura de muñecas superpuestas volverá a reafirmar esa posibilidad primigenia de la buena fortuna y Mariana Fabbiani será la responsable de activar ese mecanismo que posibilitará a las parejas de participantes obtener hasta dos millones de pesos. "El juego se estructura a partir de diez mamushkas muy grandes que esconden sorpresas. Algunas tienen mucho dinero y otras están vacías y hacen perder lo ganado hasta el momento", explica la conductora a LA NACION ni bien termina de asistir a sus hijos con la escolaridad on line en tiempos de cuarentena. Mamushka, tal nombre del nuevo programa, apelará, además, a los conocimientos de los concursantes dado que para avanzar en la dinámica también deberán responder preguntas de conocimientos generales: "Pueden plantarse o seguir y arriesgar. Es un juego de estrategia con mucho de azar que te mantiene en tensión permanente. Lo vengo jugando con mamushkas de juguete y la verdad es que atrapa al que juega y al que mira. Es muy divertido", reconoce Fabbiani. La producción del programa pertenece a Mandarina, la compañía fundada por Mariano Chihade, su pareja y padre de sus hijos Matilda y Máximo. Mamushka es un formato nacido en la televisión de Israel y ya tuvo exitosas temporadas en España, Gran Bretaña y Turquía. "Mariano ni bien lo vio pensó que era para mí", reconoce la nieta del prócer Mariano Mores.
A los 45 años, Mariana Fabbiani transcurrió más de la mitad de su vida en los medios. Desde aquel debut como corista en un video de Luis Miguel hasta hoy, corrió mucha televisión en su carrera. Como actriz, se atrevió al teatro y a la ficción televisiva. Fue modelo publicitaria. Animadora de formatos de alta injerencia en los niños y de ciclos que, con humor, apelaban a la crítica de la producción televisiva como el pionero PNP hasta el exitoso RSM. "Tuve ciclos muy largos en cada programa en el que me tocó trabajar", reconoce con certeza. El diario de Mariana, su última injerencia en la televisión, estuvo vinculada al periodismo de actualidad y de temas sociales. El exitoso magazine salió al aire, por última vez, el 30 de diciembre pasado, luego de siete años consecutivos por la pantalla del canal que ahora le abre las puertas para animar las tardes de su programación. "Conduje espacios donde había entretenimientos, pero nunca hice un formato ciento por ciento de juegos. Así que Mamushka será un nuevo desafío", dice.
Las muñecas del programa se activarán con un sistema de elevación electrónica. El diseño y realización de las mismas estuvo a cargo de 50 personas vinculadas a los trabajos de pintura, herrería, carpintería, diseño gráfico, montaje, edición, electricidad, desarrollo de software, termoformados, acrílicos y ploteos. Además un staff de 15 productores realiza la selección de los concursantes y elabora las preguntas de cultura general que deberán responder para avanzar en el desafío con vistas a la millonaria recompensa.
Trabajar en tiempos de pandemia
Hace pocos días, Mariana Fabbiani regresó a los estudios del barrio de Constitución para comenzar con las grabaciones del programa, luego de una estricta cuarentena que la mantuvo alejada del contacto con sus compañeros de trabajo. "En plena pandemia salir es toda una situación, una siente que hay peligros por todos lados".
-Mucha gente padece el regreso a su casa luego de la actividad laboral. ¿Te sucede algo similar?
-Sí, entro y digo: "Nadie me saluda". Tengo una rutina armada: me saco la ropa en un lugar donde deposito todo lo sucio y me voy directo a la ducha. Luego de ese protocolo saludo a mis hijos. Venía respetando mucho la cuarentena, así que cuando empecé a salir me agarró un poco el pánico, hay que cuidarse.
-Sociólogos, psiquiatras y psicólogos han definido el resguardo que ofrece la casa y el temor a la vida exterior como el "síndrome de la cabaña". ¿Sentís que hay algo de eso en esta vuelta al trabajo?
-La casa da seguridad, uno busca quedarse, aunque también me alegró encontrarme con todo el equipo del programa. Veníamos trabajando, ensayando mucho y, repentinamente, se frenó todo por la cuarentena, así que continuamos el vínculo solo de manera virtual. Aliviana ver que se concreta algo que venimos gestando, aunque es rara la situación: nadie se puede saludar, todo el mundo está con su barbijo. Quiero abrazar a los participantes y no puedo. La distancia física es lo que más me cuesta.
-Hay algo antinatural ahí...
-Soy muy expresiva físicamente y me di cuenta que toco mucho al otro. No había reparado en eso hasta este momento de distanciamiento.
-Las audiencias familiares dialogan muy bien con vos. Entiendo que hay una elección de parte tuya en buscar a ese televidente.
-Me gusta ese público y el horario del programa. Me imagino a la familia junta, donde todos están dando vueltas por la casa: los chicos haciendo la tarea, los mayores preparando la cena. La familia como televidente siempre me acompañó y se fue adaptando a mis cambios.
-¿Cuál fue la motivación para regresar a la televisión con un formato de este estilo?
-Es un momento en el que tengo ganas y necesito hacer esto. Creo que todos necesitamos ese ratito de distracción. Ya pasé por etapas donde tuve que informar y estar en contacto con la actualidad. Hoy me resulta muy orgánico, me pone muy contenta estar trabajando en algo que pueda llevar diversión y alegría a la gente.
Fabbiani ya venía dando señales de su necesidad de mutar. En noviembre de 2018 participó del último episodio de la primera temporada de El Host, el ciclo protagonizado por Adrián Suar, donde, muy sexy, se la pudo disfrutar versionando "I Will survive" de Gloria Gaynor: "Tenía muchas ganas de moverme, de cantar".
Informar y comprometerse
El Diario de Mariana ocupó las tardes de eltrece a lo largo de siete años en los que el programa fue mutando sus contenidos y panelistas, pero siempre con la conducción de Fabbiani, a quien le posibilitó debutar en las lides de un periodismo más crudo, de actualidad urgente: "Fue como hacer la carrera de periodismo al aire, un enorme aprendizaje que hice a conciencia, me preparé para estar a la altura. Me demandó mucho y me hizo crecer. Universidad y el posgrado, todo junto. Está bueno darse cuenta cuando uno ya dio todo en un lugar. Sentía que ya estaba cumplido lo que yo esperaba de ese ciclo", expresa.
-Más allá de esa sensación tan personal, el programa tenía buenas mediciones de audiencia. ¿Costó tomar la decisión de finalizarlo?
-Hacía un año que tenía ganas de hacer entretenimiento, pero a DDM le iba bien y, desde ya, es muy difícil dejar un éxito. No son decisiones que se toman de un día para el otro. Todo el año pasado sabíamos que, probablemente, se trataba de la última temporada. Por supuesto, en algún momento se puede volver, no lo descarto. La actualidad, la información, pasaron a ser parte de mi rutina. Lo que sucede es que soy una persona que se mueve de las zonas de confort cuando comienza a sentirse cómoda. Eso me sucedió en el último tiempo de DDM.
-Apartarte de las zonas de comodidad laboral define, en buena medida, a tu carrera.
-Cuando siento que se cumplió el ciclo, prefiero dar un paso al costado, aunque lo que esté haciendo sea exitoso. Por suerte, permanecí mucho tiempo en los programas en los que estuve, quizás por eso llega un punto donde uno reconoce que ya lo dio todo. Fue increíble haber estado siete años con DDM, en un momento de redes sociales donde hay mucho rebote de lo que uno dice al aire. Fueron tiempos de curtir el cuero.
-Estabas en la primera línea de batalla.
-Ahora tengo ganas de estar en la primera línea, pero riéndome.
-El formato de actualidad trae aparejada la polémica, la crítica de quien no piensa igual, y la respuesta de las redes sociales que, en muchos casos, se comportan de manera salvaje. ¿Cómo vivenciaste todo eso?
-Una va creciendo. Algunas críticas me sirven porque me hacen aprender o abrir los ojos sobre algo que no vi, pero no tomo demasiado a pecho ni los elogios ni los comentarios desfavorables. Me parece que, a esta altura de la vida, sé cuándo me equivoco y cuando estoy en el camino correcto, aunque a los demás no les guste. No hay que depender tanto de la mirada del otro. Hoy en día, cualquiera tiene la posibilidad de opinar sobre cualquier cosa, lo cual está perfecto, pero no indica que tenga razón.
-La devolución de las redes marca agenda en muchos programas periodísticos.
-A muchos conductores les influye demasiado lo que se dice en las redes, eso hace que se termine trabajando más para eso y descuidar al público de la tele que no siempre es el mismo que el de las redes. Las redes expresan a una porción de la sociedad, entonces hay que darles el valor que tienen.
-Una buena estrategia es relativizar lo que se dice, sobre todo cuando muchas opiniones se escudan en el anonimato.
-Por supuesto que hay que relativizar, pero entenderlo tiene que ver con la madurez. Hay cosas que ni miro ni me amargo. No me castigo. Hay cosas que duelen, sobre todo con lo que tiene que ver con lo personal y cuando hay mentiras de por medio. Ahí te dan ganas de salir a gritar a los cuatro vientos lo que pensás, pero, como la gente me conoce, cuando sale alguna mentira no me preocupo en aclarar demasiado.
-Tus entrevistas en DDM mostraban mucho de tu sensibilidad, no te has privado de llorar frente a cámara cuando la situación te desbordaba. ¿Cómo te atravesó estar en contacto directo con el sufrimiento de buena parte de la Argentina?
-No soy periodista, así que cuando abordé la actualidad lo hice desde el sentido común, con el ejercicio de ponerme en el lugar del otro. Eso es algo que ejerzo en mi vida, por eso me resultaba difícil no involucrarme con lo que le sucedía a los entrevistados. Terminaba el programa con dolor y angustia. Aún hoy sigo ayudando a algunas personas que pasaron por el programa. No me puedo desentender. Una vez que uno presenta una realidad, conoce el dolor del otro, ¿cómo se haces para volver a tu casa y olvidarte del tema? Llegaba a mi casa y abrazaba a mis hijos, agradecía a Dios que ellos estuviesen bien. DDM me desarrolló un gran sentido de responsabilidad. Detrás de cámara hubo un gran trabajo social que no se vio, que casi nunca se supo, y que hacíamos con mi producción. DDM me alimentó mucho interiormente. Me comprometió y eso no lo voy a abandonar nunca. Siempre fui así, pero el programa lo acrecentó. No sé cómo hace la gente que presenta noticieros durante años. Yo llegaba a mi casa con todo el quilombo encima, me costaba mucho separar.
-Con Mamushka el servicio será otro.
-Necesitaba mucho un respiro. Me sentía muy útil haciendo DDM, intentando solucionar realidades, pero estoy convencida que también se puede ser muy útil entreteniendo. En este momento, donde la gente está tan angustiada, donde nada te saca el pensamiento negativo, lograr que se quede frente a la pantalla con una sonrisa en la cara, para mí es el objetivo cumplido.
Público y privado
-Creciste frente a las cámaras. ¿Qué reservás para vos?
-Lo que se ve de mi es muy real, trabajo con mi naturalidad. No muestro algo que no soy, no podría hacerlo nunca. Por eso genero cosas que siempre tengan que ver conmigo, sino se me notaría. ¿Qué me guardo? Soy muy sensible, creo que eso se percibe, pero lo soy aún más. Soy extremadamente sensible. Tengo una vida personal y familiar sencilla, intento que mis hijos tengan una infancia normal. Si bien es cierto que mi trabajo tiene mucho glamour, es mi trabajo.
-¿En qué aspectos sentís que te distanciás más de la figura pública?
-No se me ve enojada en público, pero me sucede en privado. A veces, me preguntan si no me deprimo nunca. Claro que sí, soy una montaña rusa, como todo el mundo y más en este momento, pero intento, en la pantalla, mostrar lo mejor de mí. No me guardo demasiado. Nadie que me conoce en mi vida íntima puede decir que soy muy distinta a la de la tele. Al contrario. Eso me gusta porque me relaja. La gente siempre me tuvo mucha paciencia. Blanquee mis miedos, debilidades, el público me acompañó en momentos hermosos y difíciles. Tengo la libertad de permitirme ser como soy. Fuera de la pantalla soy una persona con mucho carácter, me impongo más porque no me gusta la confrontación pública. Si tengo un problema con alguien público, no me vas a ver discutiéndolo en la tele. Me gusta resolverlo de manera privada. Separo mucho lo privado de lo público.
-Llevar una vida ordenada es un buen signo de salud mental en un medio que suele alienar a mucha gente.
-Mi único objetivo es lograr seguir en esta carrera siendo una persona normal. He visto enloquecer tanta gente alrededor mío, siento que la tele es como un virus del que te volvés inmune o te convertís en alguien donde el ego te come. Trabajo mucho con mi persona para que esto no me suceda. A mi ego lo tengo muy bien ubicado, y me parece que es la única manera de no enloquecer, estando con los pies en la tierra, siendo realista.
-Hablando de la alienación del medio, en los últimos días se habló de estructuras piramidales de promoción de productos por parte de figuras famosas. ¿Te convocaron para una experiencia de ese tipo?
-Sí, me lo han ofrecido, pero no estoy muy al tanto de las últimas polémicas. Lo que puedo decir es que cuando elijo promocionar algo, tiene que ser un producto que yo consumiría. Soy muy cuidadosa de lo que publicito. Vivo de mi credibilidad, así que si promociono algo me tiene que resultar útil a mí.
-Hablabas de no dirimir ningún conflicto en el ámbito público. Con Mirtha Legrand tuviste un enfrentamiento cuando dijo, al aire, que tu programa terminaba y que el canal le había ofrecido el espacio a ella. Aquello no se convirtió en escándalo intuyo que por tu discreción sobre la situación.
-Con Mirtha nos hemos peleado,me he enojado mucho con ella, pero todo lo hemos hablado en privado con respeto y cariño. Me pidió disculpas y supo reconocer que se había equivocado en aquel momento. Fue una situación difícil porque estaba terminando el programa y mis compañeros aún no lo sabían. Me enojé y lo entendió. Tengo la confianza para hablarlo y decirle lo que me molesta con todas las letras.
-El domingo 5 de abril, cuando te tocó entrevistarla telefónicamente, en el programa solidario Unidos por Argentina, ella, al iniciar la charla, no mencionó tu nombre sino el de Verónica Lozano. Se especuló mucho con esa confusión al aire y en vivo.
-En esa situación banco a Mirtha. Fue una confusión real porque, en la rutina, figuraba que Vero la entrevistaría más tarde. Al cambiar el horario de ese reportaje, que salió en el momento en el que yo estaba conduciendo, surgió la equivocación. De hecho, yo también me sorprendí cuando me anunciaron al aire que salía Mirtha por teléfono. No creo, para nada, que lo haya hecho con maldad, incluso me llamó luego del programa. Hace poco me comuniqué con ella para acercarle mi cariño ante la muerte de su hermana Goldy. Mirtha trabajó muchos años con mi abuelo, es una relación familiar.
Menciona a Mariano Mores con especial devoción. Cuando este cronista le explica que se encuentra a pocos metros del famoso e inspirador cuartito azul donde vivió su abuelo en su juventud, la voz se le ilumina especialmente: "Un año antes de fallecer, mi mamá fue con mi abuelo a visitar el cuartito azul. Se emocionó mucho. Le voy a pedir a la dueña visitarlo porque lo conserva igual. Gracias a Dios, está en manos de gente que lo valora, lo cuida. Mi abuelo fue a vivir ahí porque mi abuela era de la zona. Nosotros, además, teníamos el cuartito azul en la casa de mi abuelo en Mar del Plata, porque ahí él tenía su piano con el que yo jugaba cuando era una nena. Ese piano ahora está en mi casa. Mi hijo se sienta mucho, juega con las teclas. Creo que Máximo salió con ganas de tocar. Me emociona mucho porque yo vi a mi abuelo componer y ensayar sobre esas teclas".
En familia
-Tanto DDM como Mamushka son formatos gestados por la productora de Mariano Chihade, tu marido. ¿Te resulta sencillo empatizar lo familiar y lo laboral?
-Tratamos en casa de no hablar mucho de trabajo porque es el espacio familiar donde los chicos son protagonistas. Nos acompañamos mucho, nos cuidamos. Nos peleamos, obviamente, porque cada uno tiene su carácter y se impone con lo que piensa, pero tenemos una muy linda relación laboral, más allá de lo personal. Son vínculos distintos, no es lo mismo, los roles cambian. Cuando lográs trabajar en armonía y en familia es muy enriquecedor: te contenés cuando la cosa no sale tan bien, te alegrás el doble cuando sale bien. Me gusta compartir el trabajo con él y me alegran mucho sus logros, los vivo como propios. Mariano tiene una cabeza enorme, es el uno de la televisión y a Mandarina la siento como mi casa. La gente que trabaja allí tiene puesta la camiseta con un gran sentido de pertenencia, eso es un lujo muy lindo.
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